sábado, 25 de noviembre de 2023

Romance a GRManía, entre Tossa y LLoret.

Son las seis de la mañana
y GRManía está en danza,
con la luna por sombrero
y la mochila a la espalda.
Pasos, aún entumecidos,
surcan aceras calladas
a la luz de las estrellas
que nos guían a la parada.
Todos los que madrugaron
impacientes, allí aguardan,
y se remueven inquietos
por quienes hoy se retrasan.
Al producirse el encuentro
y cruzar nuestras miradas
se apaciguan las tensiones
y las manos se entrelazan.
Pasan raudos los minutos
y del autocar... ni el alma:
¿se habrá extraviado el piloto
o quedose entre las mantas?
De pronto, allá en lontananza,
cuando la angustia ya atrapa,
unos faros relucientes
pintan la noche aún cerrada.
Luego de los buenos días
ocupamos las butacas:
los más cuerdos adelante,
al final… ¡los de la traca!
Quienes pensaron dormirse
acunados en la «guagua»
no consiguen pegar ojo
con tanto grito y matraca.
Rodando por el asfalto
Venus le da paso al alba
quien con su llama de oro
enciende la Costra Brava.
Nada más llegar a puerto
-mejor dicho a una explanada-
descendemos en tropel
como ñus cruzando el Mara.
Callejeamos por Tossa
hasta varar en la playa
cuyas olas, cadenciosas,
entre la arena se apagan.
Aunque no estaba previsto
que el grupo se desgajara,
en dos trozos se fracciona:
allí, riesgo, y aquí, chanza.
Mientras el sol surca el cielo,
y nubes secas lo atrapan,
los cincuenta nos lanzamos
a Lloret en desbandada.
Atrás se quedó el Castillo
con su historia allí encerrada,
que violentaron intrusos
al patear su morada.
De pronto se oye a lo lejos:
¿Para cuándo esa parada?,
¿No veis que estamos ya viejos
y nos cuesta hilar zancada?
Entre dimes y diretes
hallamos una explanada
y ávidos los GRManos
montamos allí acampada.
Como la edad no perdona,
con tanto vino y pitanza,
quien no sufre de vejiga
padece dolor de panza.
Luego de hacer el recuento
el guía vuelve a la marcha;
yo saboreo unos madroños,
Pedro, del chumbo se aparta.
Desde el principio al final
la ronda es muy mareada,
a veces bordea mansiones
de paredes encaladas.
Otras pasa entre los pinos
o se oculta tras las matas,
y ya discurre entre piedras
o por pistas resecadas.
Antes venía por el llano,
ahora se adentra en las calas
 y, tras costosa, subida
surge la angosta bajada.
De repente se ve poco
solo cielo y altas ramas,
luego se abre el horizonte:
barcos, sol y mar plateada.
Sin apenas incidentes
ni pérdidas desdichadas,
por una agostada senda
vamos cubriendo la etapa.
Coronado el mediodía
la meta emerge, cercana,
y al fondo se alza una torre
sin arma en la barbacana.
Finalizada la etapa,
Lloret de Mar nos regala
un otoño veraniego
y un bello mar de agua brava.
En un hotel del paseo,
con la tropa derrengada,
liquido la lumineta
de panera tan ansiada.
¡Qué bonita es esta ruta!
¡Qué estampas tan bien pintadas!
¡Que rico sabe el bocata!
Mas.. como la “BIRRA”…NADA!





©Moisés González Muñoz
Terrassa, 25 de noviembre de 2023.