Camí de Sant Jaume

Comida de despedida y cierre de temporada. (08/06/2013).

Buenas tardes nobles damas e hidalgos caballeros!

Pensaron, acaso ustedes, incautos compañeros/as de fatigas, que se iban a librar de mi sátira, mi verborrea y mis desatinos; ¡pues nooooooo…  amigos míos! Aquí me tienen nuevamente y despotricando, cual demente sin cura, de los aconteceres de ésta comunidad de caminantes.  Así es que deberán aguantarme nuevamente, Sí o Sí (salvo que vuesas mercedes abandonen sus aposentos y salgan en desbandada en pos del aire libre y el preciado silencio callejero). ¡A tiempo están, no digan que no les avisé!

Quede bien claro que mi intención era concederles a ustedes una tregua pasajera y no amargarles la comida, el final de curso o las preciadas y próximas vacaciones de verano, con mi avinagrado humor y mis desvaríos lingüísticos, pero uno de los ilustres caballeros mandamases de la corte, aquí presente, se empeñó, insistió y me convenció, (a pesar de mis largas y mi negativa) para que redactara cuatro líneas a modo de despedida. Si la cosa sale mal échenle a él la culpa por despertar al monstruo y llamar al mal tiempo. Si por el contario les divierte el sermón que voy a regalarles, seré yo, y solamente yo, el merecedor de tales alabanzas.

Tengo yo la sensación (no sé ustedes) de que mi vida gira en torno a un calendario diferente al natural que marca el devenir de los años. Es decir, que aquello de que Enero es el principio de año y Diciembre el final, pues no acaba de cuadrar exactamente con mis sensaciones.  Si por mí fuera, y de acuerdo con mis quehaceres y obligaciones laborales, juraría que el año Nuevo comienza en Septiembre, recién terminadas las vacaciones, y da sus últimos coletazos a finales de junio, cuando el verano llama insistentemente a mi puerta. Si además, este pensamiento la traslado, aquí, a GRManía, entonces mis dudas se disipan por completo. Así pues, como nuestras aventuras y desventuras se inician con las últimas jornadas estivales y concluyen a primeros de junio, me permitirán ustedes la licencia de afirmar que hoy cerramos el balance anual de GRManía. Fin de año GRMano!

Tras dos años de, éstos, de los míos, damos por concluido el Camí de Sant Jaume  a Catalunya habiendo atravesado el territorio de Nordeste a este. Y salvo contadas excepciones podemos afirmar que la climatología fue sumamente benévola con nosotros, pues nos respetaron el calor, el frío y el agua (tan típica en el Camino de Santiago). Será el Santo que se apiadó de nosotros y veló por nuestra salud, o tal vez que el encargado de la meteorología, esta vez alumno aventajado, escogió los días de las etapas con maestría.
Aunque no lo parezca,  más de 500 días y otras tantas noches, como dice la canción, han pasado desde que iniciamos la peregrinación en el  Cap de Creus, cuya etapa alternativa, en pos del Port de la Selva, discurrió entre la lluvia y la pérdida acostumbrada. Del agua apenas volvimos a tener noticias, como mencioné anteriormente, pero de las pérdidas fuimos asiduos compañeros, como suele ser habitual. Por si algún novato no sabía de qué pie cojeaba  el grupo… duda disipada.

Por aquella época (Septiembre del 2011) el Club 60 se despachó con una novedosa celebración a  la cual apenas pudieron adherirse 4 sesentones GRManos/as. Hoy en día, casi 2 años después, el evento sería bastante más concurrido, pues en este espacio de tiempo, varios GRManos y GRmanas se han añadido al citado Club, y jubilosos y relajados disfrutan de los placeres del bien ganado retiro. Retiro, dicho sea de paso y tal y como está el patio, que otros difícilmente saborearemos tan plácidamente cuando nos llegue la hora. Disfrutad colegas, vosotros que podéis!

Muchas son las anécdotas sucedidas a lo largo de las múltiples etapas del Camí, pero para no hacerme eterno mencionaré solo algunas a modo de recuerdo.

“Dios me libre de mis amigos, que de mis enemigos ya me libro yo”, dice el refrán. Viene esto a cuento de lo sucedido en el Monasterio de Sant Pere de Rodes, donde tras haberme olvidado el carnet de funcionario, y por ahorrarme unos míseros eurillos, pedí, en préstamo y sin cargo alguno, a mi amigo Antonio Gil su carnet de profe para visitar dicho monumento de gorra. El fiel amigo me lo cedió gentil y desinteresadamente, y con él accedí al citado monasterio para visitarlo detenidamente. Pero el ahhhh… el desalmado, se olvido de mí al instante y permitió que el grupo se pusiera en marcha y partiera sin mí…. ¡y él sin decir ni muuuuuu! Cuando salí me encontré solo y con mi mochila abandonada a su suerte. Menos mal que Carlos, extrañado ante la soledad de la citada mochila, se apiadó de ella y permaneció por la zona en espera de su dueño. Su astucia me libró de la pérdida y me permitió reincorporarme al grupo, cosa que de otra manera difícilmente hubiera conseguido, pues desconocía la zona y ese día no llevaba móvil. ¡Ten amigos para esto!

Célebre, por lo ingrato, quedó marcado en nuestras memorias, el día en que María comprobó in situ la pericia de los kakos y vio cómo, por arte de birlibirloque, y ante sus propias narices, desaparecía su mochila con todas sus pertenencias. Adiós, móvil, chaqueta, enseres personales y demás propiedades. Igualmente chocante, desconozco si fruto de su de valentía o tal vez producto de su vagancia, el reto por parte de unos cuantos a las aguas del Fluvía, pues ante mi negativa a utilizar la vara y separar las citadas aguas éstos tuvieron que franquearlas a riesgo de un buen chapuzón, mientras los demás, precavidos caminantes, desandábamos el camino para acceder a Báscara, por un puente, como Dios manda.

Pasados el otoño y el invierno sin contratiempos, la primavera despertó a nuestros ojos por la plana de Vic, mientras discurríamos entre el verde de bosques, prados y sembrados; animales de granjas, aves salvajes y las flores preciosas flores de mayo.
Acompañados mayoritariamente por días soleados, alguna que otra niebla, no demasiado frío matutino y escasos episodios de lluvia; durante este período fuimos recorriendo, admirando y dejando atrás, parajes de belleza sin igual: El Golf de Roses, la vía verda, la Vall d’en Bas, el Puigsacalm, la plana de Vic, (alguns privilegiats la Foradada de Cantonigròs) i el Moianès.

Finalmente, el 9 de junio de 2011, en l’Estany, aparcábamos nuestra ruta Santiaguera de la temporada  y días más tarde, en el Restaurante Cavall Bernat procedíamos al relevo en el cargo de Jefe de finanzas, en beneficio de Don Cecs Casado, el cual fue investido y condecorado como insigne caballero de los caudales GRManos.

Tras las pertinentes vacaciones veraniegas reemprendimos la aventura para recorrer la Catalunya Central y, en penitencia, encaminamos nuestros pasos hacia la Montaña mágica de Montserrat, a fin de encomendar nuestra alma a la Moreneta y limpiarla de los pecaminosos e impuros pensamientos que nos corroían.

Por cuestiones de azar, por la edad de algunos, o simplemente por comodidad de varios, a medida que fue avanzando el camino, el grupo fue dividiéndose en dos y la opción B empezó a ganar terreno entre los caminantes, y lo que en principio era un reducido grupo se convirtió en mayoritario. De esta guisa recorrimos el Parc Natural de Montserrat, la Panadella, el Canal d’Urgell y finalmente la comarca de Segríà hasta acabar  nuestra aventura, suplicando el perdón, en la Seu de Lleida.

Innumerables, también, las maravillosas joyas arquitectónicas que nos legaron nuestros antepasados y de las cuales hemos podido disfrutar durante el camino: Sant Pere de Rodes, la catedral de Girona, el Monasterio de Montserrat, Santa Mª del Cami, la ciudad de Cervera con su semiderruida muralla y la Iglesia de Santa María. La Seu de Lleida... etc.

Pero bueno tal como dice otro refrán “lo bueno si breve dos veces bueno”… voy a cortar el rollo y a dejaros en paz, que de esta segunda temporada ya os he dado bastante la paliza con mis crónicas interminables y mis subjetivas interpretaciones de hechos y lugares.

Para finalizar simplemente me gustaría tener un recuerdo para todos aquellos (padres., madres, abuelos, familiares y amigos. etc) que durante este periodo nos abandonaron y dejaron en nosotros un vacio imposible de rellenar. Gracias a ellos estamos hoy aquí y aunque físicamente no sigan con nosotros, siempre vivirán en nuestra memoria y nuestro agradecimiento hacia ellos será eterno.

Fotos La Grevolosa (Blog Antonio Gil).

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De Tárrega a el Palau d'Anglesola. (20/04/2013).

Tras el paréntesis de Semana Santa y el peregrinaje por el “humedal” Castellano, nos disponemos a retomar la aventura Jacobea por la planicie de “Les terres de Ponent”.
El horario de verano, la lejanía de nuestro punto de partida y el adelanto en la hora de salida nos han obligado a abandonar el “sobre” (cama) antes de que despuntara el sol  por el horizonte y, hoy, somos nosotros los que recibimos al Alba y no al revés.
En el autocar, como siempre, reina ese maravilloso ambiente de camaradería, sonrisas y parabienes, típicos del diverso y variopinto, pero a la vez cohesionado y fabuloso, grupo de GRManos ¡Dios conserve esa diversidad y ese respeto! ¡Amén!
Colean, aun, las aventuras y desventuras de Semana Santa y los remojones sufridos por Tierra de Campos. Alguna que otra barriga delata, sin pudor, los excesos de los malos cristianos; esos que confundieron el ayuno con el desayuno, la oración con la ración y la procesión con la deglución. Durante la fatídica semana palentina es posible que hubiera abstinencia, e incluso penitencia, pero queda absolutamente descartado que ninguna de las almas peregrinas practicara el ayuno.
En nuestra última etapa, la lluvia nos había conducido a la capital de la comarca de l’Urgell, Tárrega, y desde allí reiniciamos la marcha para, de Este a Oeste, adentrarnos en el Pla d’Urgell, antesala del final del “nostre Camí de Sant Jaume” a Catalunya.
Si hasta hace algunas fechas, el grueso del pelotón se “tragaba” las etapas largas sin rechistar, de un tiempo a esta parte se aprecia un trasvase continuo de simpatizantes hacia al grupo de los recortadores. Muy a mi pesar, tendré que empezar a reconocer la valía de los dirigentes de los Recortadores, pues… ¡Uno puede estar equivocado, pero muchos... difícilmente! De nada sirve el esfuerzo por reconducir a los descarriados a la senda “correcta”, sermoneándolos con las bondades del auténtico peregrinaje, los desayunos entre la naturaleza y la necesidad de castigar al cuerpo para mantenerlo en forma. Tal es la maestría de los jefes de los “otros”, a la hora de localizar locales donde guarecerse de las inclemencias meteorológicas (ya sea frío o calor), acomodar las posaderas, degustar aperitivos y beber algún refrigerio o infusión, que convierten nuestras inútiles proclamas en vanos mensajes tan volátiles como el humo.
Por si esto fuera poco, hoy los Maratonianos se rajan cobardemente y, aduciendo ahorro de energía para la “Cursa dels Bombers”, deciden aliarse con los “otros” y ahorrarse unas cuantas zancadas ¿Dónde quedaron los sufridos y valientes Filípides?
La mañana, aunque clara y soleada, se presenta fresquita e invita a caminar, y a pesar de los intentos reiterados, de varios de nosotros, por convencer a ciertos personajillos para que despeguen su trasero del acolchado, éstos hacen oídos sordos y, sin el más mínimo rubor, permanecen apoltronados en sus asientos haciéndose los despistados.
Sin motivo aparente, la empresa de transportes nos ha cambiado el conductor habitual por otro, más novato, jovenzuelo e inexperto. En el “tierno” piloto apenas apreciamos (los hombres) cualidades físicas o intelectuales fuera de lo normal, por lo que no llegamos a comprender cómo algunas féminas cuchichean e intercambian pareceres sobre el “afeado” individuo. El adefesio, que luce careto y tupé de escaso gusto y dudosa hombría, deja  bastante que desear. Nada comparable con el porte, elegancia y “madurez” de  todos nosotros: fornidos, inteligentes y apuestos GRManos, sin distinción. Sin embargo, ellas no deben opinar lo mismo, pues más de una lanza furtivas miradas pecadoras hacia el “desmejorado y escasamente agraciado sustituto”.
Mientras la mayoría de GRManos permanece anclada a sus butacas con destino Anglesola, los integrantes de la sufrida minoría abandonamos el vehículo y, desde el centro de Tárrega, en desbandada y sin pistoletazo de salida, nos ponemos en marcha por la interminable Avenida de Catalunya hasta abandonar la ciudad. Al asfalto de la citada avenida debemos añadir unos cuantos Kms más de la antigua y alquitranada Nacional II, hasta Vilagrassa. Allí, pasamos por las silenciosas calles, con sus casas centenarias a ambos lados, y tras dejar atrás el villorrio, sobrepasamos la Autovía del Nordeste (A-2) por un puente. Enfilamos, entonces, otra carretera (la C-53) que nos conducirá a Anglesola (punto de partida de nuestros compañeros). No será hasta la salida del citado pueblo cuando, por fin, aparezca el ansiado y bendito camino, que dará tregua a nuestros molidos pies y aliviará el sufrimiento a nuestras articulaciones.
A medida que nos adentramos en la comarca, apreciamos que l’Urgell no forma parte de  ningún conjunto homogéneo, más bien es una zona de transición entre las tierras ásperas y quebradas de la Segarra y las llanuras de la ribera del Segre. Desde esta perspectiva, la comarca se convierte en una zona de paso más que de estancia y un punto de enlace entre las zonas de montaña y el llano, y entre el litoral y el mar.
Poco a poco se aprecian los cambios orográficos del terreno en el cual nos adentramos. Se hace evidente la trasformación de suelo en campos acondicionados eminentemente para el regadío, en comparación con los agrestes y secanos de la colindante de la Segarra. De inmediato, ante nuestros ojos, aparece el impulsor de tal cambio y benefactor, a su vez, de la bonanza económica de la comarca: El Canal de Urgell (Después de muchos proyectos, los más antiguos datados en el S. XIV, y tras años de lucha por la construcción del canal, el ingeniero Domingo Cardenal construyó el canal de Urgell en 1853, basándose en un proyecto de Pedro de Andrés Puigdollers. La inauguración oficial del mismo tuvo lugar el 5 de agosto de 1862).
Las prisas, o quizás nuestra incapacidad para localizar un recinto donde desayunar cómodamente sentados (¡no como otros!), nos lleva a acomodarnos junto al Canal y a utilizar una pequeña esclusa, a modo de improvisado banco, para mitigar el voraz apetito, aligerar el peso de las mochilas y saciar nuestra sed con la bota de vino.
Mientras la mayoría degustamos parsimoniosos el bocata mañanero, amenizándolo con amenas y variadas pláticas, Albert decide poner pies en polvorosa y acomodarse a su ritmo. Así, pretende evitar verse arrastrado por la vorágine febril que, de vez en cuando y sin motivo aparente, emprenden algunos de los desbocados caminantes.
Previo paso por el WC campestre (los hombres aquí te pillo aquí te meo, y las mozas al amparo de una construcción lejana), reemprendemos la marcha, para seguir fustigando a nuestros miserables dirigentes, compartir anécdotas y reír a carcajada suelta con los inocentes chistes, ocurrencias y/o desvaríos de algunos de nosotros.
Curiosamente, la jornada de hoy destaca por su escaso afán persecutorio y por ello transitamos sosegados, de momento, sin prisa pero sin pausa, en dirección a la meta.
Avanzamos entre parcelas de maíz recién plantado, frutales en flor (manzanas y peras), acequias de riego y varias lagunas y humedales típicos de la zona. En alguna de estas parcelas, los “pageses”, acomodados en sus tractores, labran la tierra para liberarla de la maleza y airear convenientemente el terreno; favoreciendo, así, el crecimiento, la salud de la plantaciones y la mejora de la cosechas. Cabe destacar el “moreno oscuro” que lucen un par de “currantes” del lugar; individuos de piel negra azabache  surgidos de la nada, que desaparecen al instante, tras el polvo del camino, en dirección hacia el poblado próximo, pedaleando cansinamente a lomos de unas míseras bicicletas y vestidos con ropas harapientas, desgastadas por el uso cotidiano.
Salteadas, una aquí…otra allá, a las afueras de los poblados y esparcidas entre los  campos de cultivo, aparecen las explotaciones ganaderas y los cebaderos de: cerdos, vacas, gallinas, conejos, ovejas… que afean el paisaje, con su horrenda arquitectura de rasillas, e impregnan el ambiente de aromas embriagadoramente “naturales”.
La claridad del día y la llanura del paraje nos permite divisar perfectamente los horizontes: a nuestra derecha y en la lejanía, las nieves del Pirineo Oscense; al sur y a la izquierda, las estribaciones de la Sierra del Tallat (frontera natural con La Conca de Barberà y Les Garrigues), y al frente la exuberante comarca del Pla d’Urgell, hacia donde se dirigen nuestros pasos, “milagrosamente” desperdigados como siempre.   
Alcanzamos Castellnou de Seana (frontera de ambas comarcas) y avanzamos por la calle principal hasta la plaza de pueblo, donde, por sorpresa, nos recibe una manada de jóvenes cebras trasnochadoras, alegres, lozanas y de buen ver, que deducimos participan en una despedida de soltera. A pesar del elevado interés que los castos GRmanos mostramos por las citadas hembras y su rayado atuendo, éstas apenas se percatan de nuestra presencia y hacen oídos sordos a nuestros inocentes comentarios y desinteresados ofrecimientos de ayuda.  Constatado queda que de un tiempo a esta parte somos invisibles a los ojos de ciertas mujeres. ¡Quién tuviera su edad para compartir con ellas esos dulces momentos o merecer siquiera una de sus miradas!
Humillados y cabizbajos, dejamos atrás las últimas casas del lugar y nos adentramos en el Pla d’Urgell. Al retomar de nuevo el camino, de improviso y por sorpresa, pues los hacíamos más adelante, nos topamos con nuestros compañeros de fatigas, los cuales caminan alegres, felices y parsimoniosos sin importarles para nada nuestra presencia. En sus risueñas y relajadas facciones queda reflejado, sin el menor atisbo de duda, que han desayunado bien sentaditos en algún local y se han puesto morados de aceitunas, obsequio de la casa. Su casino caminar y sus trabadas conversaciones delatan la ingesta indiscriminada de cerveza por parte de algunos, y de su aliento se desprende que varios de ellos/as ¡incautos! han degustado, incluso, un buen café. Increíblemente, los rajados Maratonianos que les acompañan, se mofan de nosotros y se vanaglorian de su sabia decisión; alaban las bondades y exquisiteces de los jefes delanteros y ponen en duda la conveniencia de regresar, en futuras etapas, junto a nosotros, sus amigos fieles y amantes sufridores del autentico peregrinaje.
Para más Inri, alguno de ellos, se jacta ante nuestras narices de haber compartido charla amigable y algún que otro palmeo (consentido eso sí) con las “cebriles” mozas de la despedida. Al parecer, y con el único fin de dar el visto bueno a la moza, ha sido imprescindible comprobar y calibrar la calidad del pandero de la homenajeada  casadera. Otro, incluso, osa poner en duda nuestra hombría por transitar siempre en el grupo perseguidor (mayoritariamente masculino) y menospreciar la calidad intelectual y humana, y las bondades del “otro” eminentemente femenino ¡Ya volverán al redil los desertores y suplicarán inútilmente nuestra ayuda y amena conversación!  ¡Traidores!
De entre el grupo de féminas cabe destacar hoy a Sonsoles, que camina escondida tras unas inmensas gafas oscuras del tamaño de las de un motorista de los años 70. Al parecer, un percance con el canto de una mesilla de noche, ocurrido en un hotel de Madrid durante las vacaciones, es el causante de tal desaguisado y el inductor a su desmedido afán por esconder el cuerpo del delito ¡Un ojo morado! ¡Un accidente aduce!...¡Ja..ja..ja! Conociendo como conozco la fogosidad de los abulenses (pues soy uno de ellos) pongo en cuarentena tan burda excusa y la achaco, sin el menor atisbó de duda, a una noche de lujuria y desenfreno junto al rejuvenecido pensionista Ginés ¡Gajes del oficio amigos míos… que le vamos a hacer! ¡Todo sea por la pasión!
El trayecto hasta el final de la etapa: El Palau d’Anglesola (Las raíces parecen provenir de un palacio o Almunia árabe, que, durante la conquista del territorio por los condes de Barcelona en la segunda mitad del siglo XI, fue ocupado por Ramon Gombau de Anglesola (1084). Un siglo después, durante la política repobladora de Alfonso I el Casto, interviene otro Anglesola, concretamente Gerbert d'Anglesola, en colaboración con los templarios), se realiza en pequeños y desgajados grupos de GRmanos, fruto  de la mezcla espontánea de ambos grupos. Próximos a la meta, unos pocos aligeran el paso para terminar de una vez con el tortuoso asfalto del final de la etapa. Otros (los más) se lo toman con relativa calma, dando prioridad a las conversaciones y disfrutando del paisaje que la exuberante naturaleza primaveral nos regala a los ojos.
Finiquitada la marcha nos reagrupamos junto al autocar, sin contratiempos ni pérdidas aparentes, para dirigimos hacia el Bar a fin de dar buena cuenta de la comida. Allí,  acomodados en las mesas del establecimiento engullimos, a grito pelado, cual jaula de grillos: bocadillos, platos de pasta condimentada, ensaladas, cerveza, vino, frutos secos, chocolates y todo aquello que ose pasar por delante de nuestra nariz.
Acabado el ágape procedemos a celebrar la tradicional Diada de Sant Jordi, tal y como sucede en la “hermandad” GRMana desde tiempos remotos. ¡Pasión y cultura!
La algarabía y el jolgorio se instalan entre “princesas” y “caballeros” ansiosos por  conocer el secreto tan celosamente guardado. Tras unos instantes de espera, los vítores y aplausos estallan en el abarrotado local y al son de los mismos recibimos la buena nueva: las cabezas pensantes han decidido conmemorar el 23 de abril de 2013 con un libro atípico ¡Nada de novelas de aventuras como suele ser habitual ¡ ¡NO, NO! Este año recibiremos un fantástico, maravilloso, único e inigualable documento gráfico que recopila gran parte de lo acontecido en GRManía durante sus 17 años de historia.
Como preludio a los repartos del “tesoro”, expectantes asistimos a los discursos de rigor. A modo de prólogo, Pepe Hervás, haciendo de telonero, se dirige a las fervientes huestes GRmanas para dar inicio al sublime acto con un mensaje de presentación breve (como su estatura), pero conciso y agudo (como su  inteligencia). Le sucede Evaristo, el cual amparándose en su labia, conocimientos y dominio de las masas (fieras y patrones vividores) nos explica y aclara, con aplomo y maestría, el cómo y el por qué de las cosas. Toma el testigo Antonio: individuo poco dado a la improvisación, meticuloso, ordenado y detallista, que se saca de la manga (mejor dicho del bolsillo) su perorata bien “entrenada” para superar el “muro” sin contratiempos y llegar a la meta a la hora prevista. Continua Pedro, aceitunero y genial “rimaor” de palabras que según la percepción de este humilde escribano (y que me perdone si erro en mi interpretación) se siente mucho más cómodo entre lápices y letras (¡no digamos si se trata de rimas!) que practicando la oratoria ante el enfervorizado populacho. Acto seguido, y para cerrar el acto, interviene María: dama sin igual, concienzuda y eficaz trabajadora, que esconde sus nervios tras la mejor de sus sonrisas e intenta quitarse méritos humildemente y salir de atolladero cuanto antes, mientras piensa….¡Lo mío no son los discursos!
Finalmente (y tras pasar  por caja… jajajajaja), se procede al reparto del preciado tesoro. Éste, viene milagrosamente cargado de: Epístolas, poemas e imágenes; de múltiples vivencias,  situaciones y recuerdos;  de emociones, sentimientos, alegrías y algún que otro sustillo”, impregnados todos ellos de olor a gloria; experiencias únicas que marcaron el devenir de nuestros días; momentos de júbilo y otros de cierta angustia que enriquecieron al grupo y ayudaron a cohesionarlo aún más, si cabe.
En definitiva una obra de arte, amamantada diariamente por cada uno de nosotros, donde queda plasmada la impronta, enjundia y valía del grupo ¡Solo quien lo vive es consciente de la magnitud de su grandeza! ¡Un placer y un honor formar parte de él!
P.D. ¡Mil gracias a los pensantes y a los ejecutores de tan maravilloso plan! Pero recordad; ¡No os olvidéis de mí y hacedme entrega del material lo antes posible! Pues al final, y por cuestiones de imprenta, me quedé (como otros varios) sin el preciado tesoro y … ¡No pienso soltar la mosca  hasta tenerlo bien agarrado!
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Por tierras de la Segarra. (La Pandella-Tàrrega). (16/03/2013).
Hoy nos disponemos a recorrer la Segarra. Comarca de “les de Ponent” situada en el altiplano que da nombre a la misma y en la cual abundan los campos de labranza dedicados preferentemente al cultivo de cereales. Caracterizada por un clima típicamente continental (fríos inviernos y tórridos veranos) ésta habitada por  “pageses” de la “terra” una de cuyas singularidades es la austeridad.
La Panadella: 8:30 horas de una fresquita mañana de Marzo.
No solo el desvió de la carretera ha afectado a nuestro emblemático punto de partida  (de paso obligado hasta hace unas décadas pero solitario a estas horas de la mañana), sino que el cambio climático ha ido enterrando las duras condiciones meteorológicas que antaño visitaban con regularidad estos lares. Atrás quedaron los duros inviernos en los que el blanco elemento solía ser asiduo compañero de lugar y sus transeúntes. Las constantes y puntuales nevadas, que hace unos lustros emblanquecían el paisaje y congelaban la vida de los lugareños, han pasado a mejor vida y se han convertido en hechos esporádicos que los jóvenes de hoy viven como algo mágico e idealizado.
Despedimos el alto en pos de nuestra meta (Tárrega), con la certeza de que ¡Hoy  Sí! daremos alcance a nuestros colegas de la avanzadilla. Tal convicción nos lleva a marcar un ritmo frenético durante los primeros kilómetros, hasta que nos percatamos del desparrame que nuestra incomprensible obsesión está generando los miembros de nuestro nutrido grupo.
En nuestro transitar por la Segarra nos acompañan, alternándose a uno y otro lado del camino, las coníferas del bosque Mediterráneo y los campos sembrados de cereales (cebada en su mayoría). En ellos observamos el lento pero inexorable crecimiento de los jóvenes brotes, que nos alegran la vista con sus diferentes tonalidades de verde, dependiendo del tipo de especie, la edad, la época de sembrado, la humedad  y la cantidad de rayos solares que alimentan sus raíces. El avance de las estaciones irá transformando el vergel actual en una gama de colores variados que, tras pasar por el naranja, mutarán al amarillo anunciando el secado de las plantas, el inicio de la siega y el final de sus cortas pero productivas vidas. ¡Alegría para nuestros esquilmados silos!.
Nos acompañan, en fincas salpicadas de maleza, alineadas hileras de olivos desprovistos de sus aceitosas y apetitosas drupas; compartiendo terreno y espacio con almendros cargados de blancas flores que presagian una buena cosecha otoñal de deliciosos frutos secos. Amenizan el idílico paraje campestre diversos pajarillos y otras aves autóctonas que con sus trinos y cantos primaverales anuncian los cortejos nupciales. Estos, y tras la construcción de los nidos, darán origen a futuras crías de majestuosos vuelos y dueñas de una idílica libertad.
En el grupúsculo de cabeza, junto a los mentecatos que marcamos el vertiginoso ritmo, transita Chary. Sin apenas esfuerzo y hablando con la locuacidad y verborrea  de una cotorra desbocada, la damisela intenta justificar su ausencia en la Maratón de Barcelona aduciendo falta de preparación para el evento. En su afán desmedido por convencernos de tal sinrazón, a duras penas consiente que metamos baza en la conversación que mantiene con nosotros, sus acompañantes. 
Al ritmo de nuestros pasos, surge una amena y “profunda” conversación sobre los objetivos que los hombres tienen en su punto de mira cuando caminan detrás de una mujer. Tras arduas y acaloradas divagaciones, conseguimos llegar a la conclusión de que, perseguir un “pandero” como Dios manda alivia el caminar e impide la desorientación de los Peregrinos. ¡Nada mejor que señuelo tan atrayente para orientar a los dubitativos!
Para descartar cualquier tipo de dudas al respecto, ella misma (Chary), nos confirma  que de un tiempo a esta parte declina todas y cada una de las amables invitaciones que, procedentes del género masculino, la ceden, jovial y desinteresadamente el paso a la hora de ascender por las escaleras del metro y lugares parecidos; pues tales invitaciones no tienen como objetivo complacer a la dama en cuestión, sino aliviar los miserables y bajos instintos visuales de los hambrientos. Dicho lo cual, y sin que ella se percate, decidimos seguir la senda de su trasero para no perder más unidades por el camino, a pesar de que la moza decide negarnos sus encantos ocultando las posaderas tras una chaqueta colgada de sus caderas. Su obcecada conducta hace que la adelantemos sin miramientos y la abandonemos a su suerte. ¡Ni un solo lamento al hecho de que pueda ser pasto de los carnívoros del lugar!. ¡Bien merecido  lo tiene por insolidaria con los compañeros de fatigas!
Aunque el ritmo de nuestros pasos es elevado, el cielo permanece completamente despejado y el sol se eleva sin obstáculos hacia las alturas, la fresca brisa de la mañana nos obliga a mantenernos al amparo de nuestras zamarras.
Superadas las cuatro casas de Pallerols, somos asaltados de improvisto por el nauseabundo olor de una granja de gallinas que impregna el ambiente y castiga nuestra pituitaria sin compasión. Aligeramos el paso para liberarnos de tales efluvios en pos de San Antolín, el cual cruzamos sin apenas prestar atención.
Poco a poco, los adormilados estómagos despiertan de su letargo matinal y empiezan a solicitar nuestra atención. Descarta la incomodidad del camino por la falta de asientos, a la llegada a Sant Pere dels Arquells nos adentramos en el poblado y al lado de la Iglesia, en Parc de l’Avia Manela, decidimos acceder a sus demandas y complacer sus súplicas, dando buena cuenta de nuestros bocatas.
(De las facciones del primer pelotón apenas si tenemos noticias. No será hasta la hora de la comida, cuando la indiscreción de un destacado miembro del citado grupo, nos desvelará que ellos han desayunado bien sentaditos e incluso han localizado un centro de ancianos donde, por el módico precio de unos céntimos, se podía degustar un buen café y unos croissants. Nos llegará, igualmente, el rumor no confirmado, que mientras uno de los jefes delanteros proponía dar aviso del citado hallazgo a los rezagados, otro de ellos hacía oídos sordos y se negaba en rotundo a transmitir tal información.
De todas formas, aunque resulte difícilmente comprensible, doloroso y cueste de asimilar, admitiréis conmigo, que algo decente deben estar haciendo los jefecillos delanteros, pues de un tiempo a esta parte, aunque a cuenta gotas, aumenta poco a poco el número de sus miembros a la vez que disminuye inexorablemente el de los “nuestros”. Tal vez no sean tan “escasas” sus dotes de mando,  o simple y llanamente están sobornando a los débiles de espíritu con sus: rimas, desayunos en los bares, chistes graciosillos,  el pausado y ameno transitar,  o vete tú a saber que artimañas. Lo que se descarta absolutamente, por imposible, es que la culpabilidad “de los de atrás” en tal trasvase de GRManos. ¡Faltaría más!
A pesar de que hasta transcurridos varios Kms algunos no nos percatamos de su ausencia. Nos coge por sorpresa el abandono de nuestras huestes por parte de Don Ginés. Primeramente lo achacamos a una puntual obnubilación pasajera o despiste involuntario; más tarde surgen en nuestra mente dudas al respecto de sus supuestas cualidades: ecuanimidad, liderazgo, justicia y seriedad; hasta que finalmente consideramos, sin el menor atisbo de duda, que aquello no ha sido sino  una deserción en toda regla. Craso error el nuestro, pues  tras la correspondiente comilona del medio día, descubrimos el motivo de su noble actuación y le perdonamos todos y cada uno de sus múltiples pecados.
Resulta perfectamente comprensible que teniendo que acarrear en su mochila con innumerables cajas de bombones y botellas de cava, (para goce del personal) nuestro ilustre veterano  haya decidido acortar la etapa. ¿Qué mejor manera de liberar de un excesivo sufrimiento a su maltrecha espalda y empezar la jubilación como Dios manda? ¿Cómo evitar, sino, esfuerzos superfluos que puedan perjudicar el maravilloso transitar por la ociosa retirada que le espera? ¡Adiós a los vagos que no tocan un libro, a los malcarados que no respetan las canas y a los energúmenos de turno! Y también ¿por qué no decirlo? a los modélicos estudiantes (aunque escasos)  que ocuparon sus quehaceres diarios durante décadas de abnegada dedicación a la docencia. ¡Que usted lo disfrute muchos años y que nosotros lo veamos!)
Con el buche repleto y la digestión en pleno apogeo, reanudamos la marcha hasta toparnos con una encrucijada que siembra dudas en la mayoría de nosotros. ¿Para qué reagruparnos y consensuar la decisión sobre el rumbo a tomar? ¡Adelante con los faroles! ¡Qué espabilen y arreen los de atrás! ¡Faltaría más!
Sin dudarlo un solo instante, nos desviamos hacia la izquierda por una senda casi imperceptible y en fila de a uno caminamos por ella entre el arbolado. Jadeantes por el doble esfuerzo (ascenso y digestión) serpenteamos por la ladera, subiendo y bajando, y enfangamos nuestras zapatillas con el barro de la humedad producida por las recientes lluvias. De improviso, y deduzco que para espantar el miedo a la espesura del bosque, Fidel comienza a canturrear extrañas canciones. ¡Imposible identificar las melodías a causa del desafino de su pésima interpretación! Curiosamente, segundos después se une a él otro cantor de pésimo oído (Joan Lluis). Tal es el desvarió musical del coro en cuestión que, al instante, aparecen los primeros nubarrones en el impoluto cielo azul de la mañana. ¡Mal presagio!
Recuperamos de nuevo el ancho camino y en ese preciso momento, Don Ferrer, recibe una llamada telefónica que le informa de la pérdida (¡momentánea no se haga usted ilusiones!) de su María y de Caty. ¡Si hubieran seguido, como quedó claro anteriormente, alguno de los traseros que las precedían, no se hallarían ahora en la encrucijada y nos habrían evitado el desconsuelo que sentimos “todos” por su temporal ausencia (jajajajajaja)!
Don Josep (a grito pelado) nos informa del contratiempo  y nos conmina a detener la marcha en espera de las “perdidas”. Tras una leve pausa para reagrupar a los presentes, y tras conseguir que calle la boca el pregonero, hacemos caso omiso a su súplica lastimera y remolonamente reiniciamos la marcha. Abandonamos a nuestras amigas a la aventura, mientras a la derecha dejamos a un lado las casas de Vergós.
Enfrascados en nuestras chácharas y debates superfluos, y sin apenas echar la vista atrás en busca de las extraviadas, nuestros erráticos pasos se dan bruces con el rio Ondara. A su vera  recorremos el Camí dels Horts en dirección a ciudad de Cervera (título otorgado por Felipe V en 1702 por su apoyo en la Guerra de Sucesión Española). Las escasas y contaminadas aguas del río en cuestión riegan los campos y huertos del lugar, y sirven de aprovisionamiento para alguna que otra granja. De una de ellas (habitada por una nutrida piara de cerdos) emana un “perfume embriagador” que contamina el aire con su hedor y los acuíferos con sus  y apestosos purines.
Desconocemos si fruto del olor reinante, Fidel, retorna nuevamente a sus desafinadas odas, lo que conlleva la inmediata y creciente aparición de nuevos y negros nubarrones en el horizonte. ¡La amenaza de empaparnos hasta los huesos es ya un hecho incuestionable! Más aun, cuando Joan Lluis, echando más leña al fuego, comenta que las previsiones meteorológicas anunciaban precipitaciones para las primeras horas de la tarde, por la zona ¡Porqué no te callas… bicho de mal agüero!
Tras cruzar el escuálido cauce, enfilamos el camino que nos conduce a las puertas de la ciudad universitaria, la cual nos recibe, silenciosa y tranquila desde su atalaya, al amparo de las antiguas y derruidas murallas medievales. 
La conquista del barrio antiguo nos obliga a un sudoroso y cansino esfuerzo por la empinada Cuesta de San Francisco de Asís y demás calles adyacentes, hasta alcanzar la plaza de la Paería.
Nuestra “fe” cristina nos conduce a la Iglesia de Santa María (Templo gótico con importantes elementos románicos de su origen. Hacia mediados del siglo XI ya consta en una relación de parroquias del obispado de Vic. Coincidiendo con su fundación el año 1081 fue cedida del priorato de San Pedro Gros al monasterio de Ripoll. Durante la baja Edad Media, gracias a la pujante situación económica de la ciudad, se construyó sobre el antiguo edificio románico del actual templo de estilo gótico) para proceder a la visita de rigor, pero una vez más nos encontramos con el recinto cerrado y nos quedamos con las ganas de “orar” y disfrutar de sus maravillas.
Por cuestiones de tiempo, declinamos la visita a la Universidad (Mezcla de Barroco y Neoclásico, fue construida por orden de Felipe V, que en 1717 dictaminó una orden que suprimía las seis universidades existentes en Cataluña y preveía la creación de una única universidad en Cervera)mientras inútilmente desperdiciamos el mismo en la espera de las rezagadas y sus acompañantes. Aprovechamos, eso sí, las dependencias de la Policía Municipal para sellar nuestra credencial y observar como los agentes del orden, charlan y calientan las sillas de las dependencias con maestría y sin el menor rubor. Uno de ellos, ¡el muy gracioso!  Nos anima a seguir hasta Bellpuig como si aquello fuera pan comido ¡Claro, como él solo mueve el culo en coche oficial, difícilmente sus piernas notan el cansancio de los Km!
Después de la larga e infructuosa espera, y tras la correspondiente pérdida de calor corporal, nos ponemos de nuevo en danza y abandonamos la fortificación por una de las semiderruidas puertas de la antigua fortificación. De entre las ruinas de la antigua muralla, emerge un pedregoso e inhóspito camino, salpicado de desprendimientos de la misma, que en dirección Suroeste nos conduce de nuevo las márgenes de río. 

En una ligera elevación del terreno en la confluencia del torrente Salado con el citado río de Ondara, nos topamos con la iglesia de San Pedro el Gordo, curiosamente cerrada (De estilo románico, el edificio responde a las formulaciones propias de la arquitectura lombarda del siglo XI y es uno de los mejores ejemplares de la arquitectura medieval catalana que adoptan la tipología de nave con planta circular. Destaca por ser la iglesia románica ubicada más al oeste de todas las construidas en este periodo. Es un monumento declarado bien cultural de interés nacional). A escasos metros de ella, (tal vez para mitigar el olor que, según los cronistas, desprendían los monjes de la época) se ubica una granja. En  este caso se trata de una majada que da cobijo a un rebaño de ovejas y, como no podía ser de otra manera, nos deleita con el perfumado olor a amoniaco de las heces de sus inquilinas.
A estas alturas de la jornada nuestra nariz está saturada de efluvios pestilentes, pero aun deben soportar otro, de procedencia desconocida, aunque de origen humano sin el menor tipo de dudas.

Para sorpresa de sus acompañantes, el siempre ponderado Doctor Antonio, olisquea el ambiente con cara de sabueso y tras diseccionar los elementos, cual experto cirujano en la materia, con voz firme y serena nos hace partícipes de su irrefutable diagnóstico. ¡Aquí huele a mierda! … Pueden ustedes imaginarse el cruce de miradas (acusadoras hacia los demás y exculpatorias de uno mismo) que se produce entre los 4 caballeros errantes. ¿Quién ha sido? Pero como al parecer ninguno de nosotros es el causante del desaguisado, reemprendemos la marcha haciendo conjeturas sobre el posible agente contaminador.
Apenas hemos cruzado la carretera cuando, de repente y como surgida de la nada, abajo y a la izquierda del camino, aparece la explicación a nuestra angustia: La Depuradora comarcal. ¡Eh aquí la causa del delito! La planta potabilizadora trabaja a destajo, a las afueras del poblado, intentando purificar las aguas residuales originadas por los quehaceres diarios de la zona. Superado el mal trago y liberados todos de la sospecha,  tramamos nuestra venganza hacia “ella”. Entonces, como niños traviesos, lanzamos diversas piedras a la balsa de aguas purificadas, no sin antes cerciorados de que nadie observa nuestra gamberrada.
Poco a poco el cielo va tiñéndose de gris oscuro y la amenazadora tormenta se aproxima sin remisión. A pesar de que Fidel ha renunciado definitivamente a sus gregorianos cantos, las funestas previsiones de Joan Luis son ya un hecho fehaciente.
Dejamos atrás la Segarra y a las puertas de El Taladell (Urgell) el aguacero hace acto de presencia y nos obliga a protegernos con chaquetas y chubasqueros. La fina y fresca lluvia que golpea nuestras mejillas, se ha convertido ya en nuestra compañera de fatigas. ¡El abandono de la peregrinación ronda nuestras mentes!
Para sorpresa nuestra descubrimos que, en la lejanía y al amparo de la Marquesina de la parada de autobús, se cobijan nuestros compañeros/as de vanguardia a la espera del autocar que les librará del chaparrón.
Solo nosotros, los valientes: Joan Lluis, Antonio, Fidel  y un servidor hacemos caso omiso al aguacero y nos lanzamos raudos y veloces en pos de la meta situada a unos 2 Km  de distancia, Tárrega. Mientras, los demás se acomodan en el autocar y “obligan” al conductor a volver sobre sus pasos para recoger a los más retasados a fin de liberarlos también del remojón.
Al amparo de balcones y edificios (algunos abandonados y otros a medio construir) completamos los 29 Km de nuestra etapa, como unos auténticos jabatos.
En los aledaños de la estación de Bus localizamos el Bar en donde procederemos a comer. Escogemos los privilegiados asientos reservados a los primeros en llegar y solicitamos urgentemente al camarero nos sirva las correspondientes cervezas a fin de  evitar que los buitres de turno nos priven de tan preciado tesoro.
La comida transcurre con normalidad hasta la hora de los postres, salvo por los imbebibles cafés que se sirven en nuestra mesa (desconozco si en alguna otra también) sacados al parecer de los posos de otros. Hacia el final de la misma, para sorpresa de algunos y regocijo de todos, aparecen de la nada los bombones y botellas de cava ya mencionados anteriormente, con los cuales el Jubilado Ginés justifica su “actuación”, nos hace participes de su ascenso al club de los liberados de obligaciones laborales y, a caso también ¿pretende comprar nuestra voluntad?
En la sobremesa, sin motivo aparente, soy objeto de actos de amabilidad desmedida por parte de Pedro, José Antonio, Fina y otras GRManas. El primero de ellos, levantándose repetidamente de su asiento, se acerca hacia mí y me ofrece bombones y parabienes con la mejor de sus sonrisas y un cierto tufillo a “peloteo”. El Psiquiatra, para no ser mensos, me hace partícipe de sus bondades, su capacidad de liderazgo, el ingenio y locuacidad de sus chistes, del exquisito trato que otorga a sus subordinados/as, a la vez que me informa de alguno de los hechos acontecidos entre sus allegados y allegadas. Por su parte, Fina, me “obliga” degustar un delicioso bombón de chocolate que al parecer compró el ausente Carlos y otras féminas me ofrecen galletas, chocolate y apetitosos dulces ¿A qué motivos responden los intentos por complacerme de todos ellos/as?
Destaca el esmero que ponen 6Q (Cisco), Josep Mª y la mayoría de las féminas en pasar desapercibidos. Desconocen todos que su habilidad para cobijarse en el anonimato, esconder sus cartas y mantenerse a la sombra sin dar señales de vida, no les librará de aparecer en los “papeles” el día menos pensado si este cronista así lo decide.
P.D. Aunque eso de correr más 40 Km sea una nadería al alcance de cualquiera, felicitamos a los Maratonianos por su hazaña. 
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La jungla del asfalto (Igualada-La Panadella). (16/02/2013).
Por tercer sábado consecutivo, de madrugada,  la lluvia nos persigue implacable, pero por tercera vez conseguimos esquivarla y todo queda en un susto pasajero.
A pesar de la crisis, la corruptela, los sobres, la impunidad, el espionaje y demás lindezas que nos regalan los sinvergüenzas de turno, GRManía sigue fiel a sus principios y quien más quien menos hace lo posible y lo imposible por no faltar a la cita mensual con los amigos, el camino, la naturaleza y las distendidas charlas sobre temas de candente actualidad.
A pesar de que algunas veteranas, enfermas de  última hora, han decidido abandonar la aventura para no empeorar su estado de salud, contamos con la presencia de otra no habitual.
Hoy batimos el record de asistencia de la temporada y ante la avalancha de traseros ávidos de asiento, hay que actuar con prontitud para asegurarse una plaza en la zona habitual del autocar. A la hora del acomodo, una de las ingenuas no habituales (¡pardilla ella!) pretende instalarse en el gallinero al lado de su marido, más la presta intervención de los “gallos” la conminan a dejar en paz a su abnegado esposo y aposentarse unos asientos más adelante, a fin de evitar la ruptura de la armonía, seriedad y discreción que caracterizan al loado grupo.
Algún graciosillo de turno nos vende la “burra” de que para evitar el asfalto de la urbe es aconsejable iniciar la etapa  a las afuera de la misma. ¡A otro perro con ese hueso! El tiempo y el discurrir de la jornada demostrarán  falacia de tal afirmación pues nos espera una jornada de 23 Km de asfalto puro y duro ¡Si lo sé no vengo diría algún sufridor a posteriori!
Como viene siendo habitual últimamente el grupo se fragmente en dos unidades. El primero  de ellos  está compuesto en su mayoría por féminas, a las cuales, y con la escusa de hacer de guías, se les han unido tres desertores  sin escrúpulos, otrora aguerridos caminantes. A la cabeza de la expedición hállese el  “PITU” de Don Aparicio que pavoneándose delante del gallinero (como vulgar Pavo Real) vanaglóriarse ante ellas de sus insuperables dotes para la orientación y el manejo de la bandada. Incomprensiblemente el presuntuoso es  seguido, cual macho dominante, por las sumisas ponedoras  ¿Qué demonios tendrá el citado “PITU” que se las lleva de calle y le obedecen sin rechistar y sin el más mínimo esfuerzo? Tal vez sea necesario crear una comisión parlamentaria que espíe al citado individuo, nos informe de sus debilidades  y nos permita desenmascarar las supuestas virtudes del ínclito personaje. Le acompaña como ayudante el Poeta Don Pedro. Sí, ese personaje de poca monta, sensiblón  e insustancial, que hace de la poesía y la palabra su bandera, como si no supiéramos los más avezados que la palabra y la rima son armas diabólicas que carga el diablo y que solo sirven para tergiversar la realidad, despotricar de las bondades de nuestros gobernantes y embaucar a los miserables en su lucha por la igualdad y los derechos universales. Finalmente, y para rizar el rizo, el tercero en discordia no es otro que el Psiquiatra del grupo. Individuo amoral que nos abandonó no hace mucho, a las fauces de las alimañas, bajo la escusa de que se había torcido un tobillo cuando lo que pretendía era tomarse unas cervezas a la sombra. Pero bueno ¿qué se puede esperar de personajes como éste,  que te “tumban” en el diván, te “obligan” a contarle tus secretos más inconfesables y una vez han conseguido sonsacarte todos tus pecados y tenerte cogidos por” tus partes”, te ofrecen soluciones irrisorias y te “invitan” a seguir visitándole una y otra vez, bajo amenaza velada de delación a tu santa esposa?  ¡Pobres damiselas incautas… si supieran en qué manos han puesto su suerte!
El variopinto y vigoroso grupo perseguidor,  integrado por damas de alcurnia y valientes caballeros, transita raudo y veloz en pos de la avanzadill, tras dejar a tras la Iglesia de San Ginés, la cual a duras penas es merecedora de una triste mirada por nuestra parte.
Todo transcurre según los cánones previstos y vislumbrándose la estación de Servicio de Jorba, estamos a punto de alcanzar nuestro objetivo y fusionarnos con el grupo delantero. Pero entonces sucede lo impensable y en el preciso momento en que la fusión está a punto de culminarse, para desesperación de los perseguidores, los liantes jefezuchos del pelotón de vanguardia hacen oídos sordos a nuestros gritos y súplicas, y bajo engaños y  triquiñuelas instan a las indefensas mozas del grupo de reconocimiento a aligerar la marcha a fin de no ser absorbidos por la jauría de atrás. Ni la suplicante llamada telefónica de Ginés a su esposa consigue convencer a los de Villadiego que pies en polvorosa desaparecen de nuestra vista.
Roto el encanto de la unión del grupo, los del pelotón de cola se esmeran en localizar un lugar donde desayunar y aliviar las respectivas vejigas. Los más primitivos de nosotros apunto estamos de ser pillados infraganti por los Mossos cuando pretendemos fumigar las plantas y arbustos del lugar. La aguda visión de nuestro Director Gerente Don Jordi  Herrera nos pone sobre aviso a los desalmados y de inmediato nos batimos en retira a los Servicios de la estación.  Cabe destacar el desespero y frustración de los ínclitos agentes del orden que, afilando sus colmillos y desenfundado sus libretas, ven truncadas sus expectativas de sacarnos los cuartos sin el menor atisbo de duda y comprensión. Mientras tanto, la cola en el lavabo de las señoras se alarga interminablemente y sin dudarlo dos veces las abandonamos a su suerte para que acaben tranquilamente sus  quehaceres.
En un recodo del camino, junto a los muros semiderruidos de un huerto  y al amparo del ruido de camiones y automóviles, nos disponemos a aligerar el peso de nuestras mochilas degustando el desayuno y dando buena cuenta de las exquisiteces que cada uno acarreamos en nuestras alforjas. Compartimos bocadillos, frutos secos, chocolate, vino, vodka  y café, y con sonrisas burlonas y palabras punzantes maldecimos y renegamos  de los esquivos e insolidarios compañeros de fatigas.
A escasos metros de nuestro improvisado comedor, un orejudo pariente de los Aznar (oséase un asno), atado de pies y manos (como el nuestro), barbudo, de mirada resabiada, indeciso, usurero, tozudo y con modales de burro, nos observa atónito amenazando con recortar nuestras provisiones y maquinando cómo proceder al correspondiente reparto de las mismas en sobres, con los que untar a sus adláteres y corruptos compañeros de aventuras PPeroPuyoleras. Al parecer se le conoce con el nombre de Mariano Mas Nostijeras.
Acabado el ágape reemprendemos la ruta y al pasar junto al pollino (que nos ha amargado el desayuno) maldecimos sus huesos, su ignorancia, su vileza y lamentamos la desgracia de tenerlo como presidente. Jamás jumento alguno, tan escaso de cualidades y carente de méritos, llegó tan alto y consiguió desgobernar  un país y cepillarse de un plumero los derechos adquiridos con sangre, sudor y lágrimas por nuestros antepasados.  
Con el transcurrir de los Kms el grupo queda totalmente fragmentado en paquetes de unidades diversas, sin apenas conexión visual entre ellos debido a la distancia que les separa.
Con las plantas de los pies machacadas por la dureza del asfalto  (suerte que no hace calor y nos ahorramos el cocimiento de pies) continuamos la etapa en pos del destino, ya sin la más mínima intención de alcanzar a los huidizos predecesores.
Avanzamos cansinamente por la vieja Nacional II que, cadavéricamente decrépita, a duras penas conserva minúsculos vestigios  de la grandeza e impronta de su glorioso pasado. A nuestro recuerdo afloran aquellos interminables desplazamientos por la España de los 70-80 enganchados al trasero de los abarrotados camiones de la época, que nos obligaban a adelantamientos en ocasiones suicidas sino queríamos alargar nuestro viaje más allá de la mitad de las vacaciones.
A la salida de Santa Mª de Camí se procede a un nuevo intento de reagrupación de la retaguardia. Amenizamos la espera  observando desde el exterior la Iglesia que da nombre al lugar, pues curiosamente permanece cerrada como la gran mayoría de las que el peregrino puede encontrar a lo largo del Camino. Su historia cuenta que inicialmente fue capilla u hospital situado a pie del antiguo camino real de Aragón, y priorato benedictino desde 1228, momento en que fue cedido a Santa Cecilia de Montserrat, que puso monjes e hizo levantar la actual iglesia, de características aún románicas. Es de una nave con capillas interiores que apuntan a un pequeño crucero y ábside semicircular a levante. El elemento decorativo más singular es la ventana, de estructura circular, que se conserva en el centro del ábside, formada por dovelas radiales surcadas por tres filetes concéntricos y enmarcada por una cenefa decorada con doble zigzag. Se conserva el escudo de Montserrat en la dovela central de la puerta de acceso, situada en la parte norte, recordando sus orígenes vinculados a Santa Cecília de Montserrat, y que desde 1539 fue propiedad de Santa María de Montserrat.
Algún que otro impaciente no consigue aguantar la espera y sin que la totalidad del grupo se haya compactado aun, se desata de nuevo la veda y cada cual a su ritmo reemprende la marcha hacia el alto de la Panadella, fin de nuestro suplicio asfáltico.
A ambos lados de la carreta dejamos atrás edificios ruinosos de lo que antaño fueran posadas y lugares de descanso para Peregrinos y arrieros, a los que los que el tiempo, los avances  y la modernidad dejaron en desuso, y el abandono y las inclemencias meteorológicas deteriorar a marchas forzadas.
Con las piernas más castigadas de lo habitual a causa de la dureza del recorrido, arribamos a la meta cansados y sin apenas apetito. Por fin dejamos atrás el machacón asfalto que nos ha acompañado durante toda la jornada y alcanzamos a los supuestos amigos y amigas.
Lo que antaño fuera un lugar de “obligado” paso y descanso para viajeros y Caminantes; de masificación de vehículos y personas;  de colas en los Servicios y Gasolinera; de bullicio y jolgorio en Bares donde el dinero corría espuertas, es hoy un lugar relativamente tranquilo, venido a menos de forma meridianamente perceptible, ocupado solo por los antiguos habituales del lugar y los viejos añorantes de un pasado que siempre creemos mejor. El desvío de la Nacional II sepultó a perpetuidad el floreciente auge de aquellos prósperos negocios, convirtiendo la algarabía en silencio, la opulencia en míseras migajas y el esplendoroso pasado en un futuro incierto plagado de negros nubarrones.
En la sala-comedor, habilitada a tal menester por un Bar- Restaurante de los de toda la vida, entre sonrisa y sonrisa, dimes y diretes, comentarios jocosos y alguna que otra puya bienintencionada, procedemos o dar buena cuenta de nuestra comida. Mientras  el olor nada gratificante del sudor y la humanidad de los Peregrinos se mezcla con los efluvios del yantar, corren las cervezas de mano en mano y descienden por nuestro gaznate a velocidad de vértigo,  sin dar tregua a la camarera a reponer las existencias. Algún que otro espabilado que no había hecho su correspondiente pedido (¿verdad Joan Luis  y Antonio?) se hace el “longuis” y se apodera de la del vecino dejándole a éste a dos velas y más seco que la mojama.

Fruto de la  descoordinación que nos caracteriza, en la sobremesa, nos zampamos sin control las galletas caseras que Jackie ha elaborado personalmente. Exquisitas en otras circunstancias, pero de ínfimo nivel si lo comparamos con el jamón de pata negra que tanto ansiábamos probar, y del que al parecer ya no queda sino el hueso pelado apenas servible para un triste caldo. Por si esto fuera poco, Blanca nos “obliga” a engullir su pastel de chocolate, también casero e igualmente delicioso; y para rematar la faena,  Carlos se pasea  entre las mesas con su caja de bombones. Llegados a este punto nuestro estómago solicita clemencia ante la ingesta desproporcionada de alimentos  y amenaza con explosionar si continua nuestra voracidad y  descontrolada gula.
De lo anteriormente expuesto se deduce que de nada sirve perder 500 gramos en sufridas caminatas para luego atiborrarnos de suplementos y recuperar lo perdido, y con creces, en apenas unos minutos.
A punto de emprender el retorno, y mientras esperamos la apertura de las puertas del autocar para proceder al regreso, unas vigas de cemento colocadas en el techo de una nave en decadencia dan paso a una amena y enriquecedora conversación sobre las mismas: su colocación, el tiempo que llevan en tal posición, el motivo por el cual están allí, el supuesto uso que los dueños dieron o piensan dar a las mismas, etc, etc… Y es que este variopinto grupo de GRManos es capaz de sacar punta a un lápiz de acero con una hoja de papel de fumar.
Una vez a bordo y aposentados cada uno en nuestro asiento, un paparazzi sin escrúpulos haciendo de su capa un sayo se dedica a inmortalizar gráficamente a nobles personajes que, con los ojos cerrados y en silencio, meditan sobre las bondades del Camino y la belleza del lugar. Obtiene de esta guisa, y sin la pertinente autorización, imágenes fotografías de los reflexivos filósofos, para posteriormente , saltándose a la torera impunemente los derechos de autor y las normas de propiedad  intelectual,  publicar vía WhatsAp las citadas instantáneas  sin demostrar ni un atisbo de respeto o vergüenza torera y haciendo caso omiso a la SGAE.
En uno o dos días ¡Vive Dios! presentaremos la correspondiente querella contra el infractor, para que se cumpla aquello de que: ¡Quien la hace la paga y que cada palo aguante su vela!

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De Can Massana a Igualada. (19/01/2013).

Con una semana de retraso a causa de las inclemencias meteorológicas, retornamos a Montserrat para recorrer el paraje que nos conducirá a Igualada.

Inesperadamente y por sorpresa, la mañana amanece oscura y lluviosa, y más de uno nos llevamos una ingrata sorpresa al levantar la persiana y comprobar que el agua puede ser nuestra inseparable compañera durante la jornada. Quien más quien menos es asaltado por la duda de si seguirá en pie el plan o se habrá declarado una nueva suspensión a fin de evitar el aguacero.

Como suelo ser de los últimos en llegar al embarque y hoy he llegado de los primeros, mi corazón sufre un aceleramiento repentino ante la ausencia del autocar en el parquin y la imperceptible presencia de GRmanos  en el lugar de nuestro encuentro. Sin embargo, para alegría de mi cuerpo y sosiego de mi corazón, a escasos metros de mi destino oigo voces amigas y percibo movimiento en la parada del autobús.  Cuatro madrugadores Grmanos, adelantándose al autocar, se han cobijado allí de la molesta lluvia y me dan la bienvenida entra sonrisas de complicidad y suspiros de alivio por las dudas despejadas. 

A parte de la inesperada lluvia, la mañana nos depara otra desagradable noticia. Joan Lluis nos informa de que nuestros amigos, Antonio y Maribel, han debido suspender su participación en la etapa, a última hora, ante el empeoramiento del estado de salud de la madre de Antonio. Desde la lejanía todos deseamos una mejoría de la enferma, aunque los que conocemos su estado sentimos cómo la preocupación hace mella en nuestra mente. Nadie, sin embargo, imagina que el fatal desenlace esté tan próximo. Desde aquí, amigo Antonio, todo mi apoyo, un fuerte abrazo y ánimo para seguir luchando pues la vida sigue su curso y nos quedan muchas alegrías que compartir.

Más callados de lo normal, preocupados y expectantes, observamos la lejanía e intentamos descifrar qué nos deparará el tiempo en las próximas horas. A medida que abandonamos el Vallès y nos acercamos al punto de partida el cielo nos da una tregua y poco a poco van desapareciendo los amenazadores nubarrones que oscurecían nuestro panorama.

La orografía de la etapa de hoy presenta alguna que otra dificultad en ciertos tramos iniciales, según los informes de nuestros ilustres Pedro y Josep que, tras muchos años de batallas y peleas con la muchachada han decidido colgar los hábitos, ceder la tiza a la juventud y dedicarse a aventureros exploradores de rutas diversas. La lluvia de los pasados días y la helada nocturna complican un poquito más estos tramos y disuaden a algunos GRmanos/as de de tal aventura. Finalmente el grupo se fragmenta en dos. Mientras la mayoría de los caminantes se desplaza  en autocar hasta el punto de partida de la etapa de hoy, Can Massana (lugar donde finiquitamos la anterior etapa), los más valientes (14) afrontamos el tramo inicial, pedregoso, de toboganes y algún que otro paso dificultoso, con decisión y alegría. Eso conlleva la imposibilidad de reencontrarnos ambos grupos durante la etapa, pues nos separan unos 6 Km y dos horas de camino.

Comprenderéis que no puedo hacer mención de lo sucedido en el grupo delantero, así que me ceñiré exclusivamente a acaecido en los Indiana Jones.

Abandonada la carretera nos adentramos en el bosque por una estrecha, pedregosa y empinada senda. Las bajas temperaturas nocturnas han dejado sus huellas en forma de helada en las hojas de las encinas, madroños, aladiernas, madreselva, bojs y demás pobladores del citado bosque y también en los pequeños charcos del camino, aun congeladods. Mientras transitamos por entre el arbolado, el frío cala nuestros huesos y el vaho que desprenden nuestras vías respiratorias confirma el contraste de temperaturas. En fila de a uno avanzamos a buen ritmo hasta superar el desvío de la Teresita donde sufrimos la primera pérdida en nuestro transitar. El que creíamos infalible guía (Don Jaume Pavón) das muestras de flaqueza y pierde el rumbo, lo que nos obliga a convertirnos en improvisados escaladores. Por suerte, el otrora infalible y avezado explorador,  se percata  de su error y nos conmina a detener la marcha, volver sobre nuestros pasos  y localizar el camino correcto. La agudeza visual, la astucia y el olfato felino de Ana y Carmen apaciguan las dudas, liberan la congoja que devoraba nuestro interior y ¡benditas ellas! nos devuelven a la senda correcta.

Aunque solo sea por una vez y “sin que sirva de precedente”, de justos es reconocer que el ingenio de las féminas fue más certero que los Gps de Don Pavón, Don Ginés y el de un servidor (que no tenía ni la más repajolera idea de cómo funcionaba).

Reiniciada la marcha, en un descuido involuntario, apunto estoy de ensartar a Ana con uno de mis bastones, por lo que recibo la correspondiente y merecida reprimenda y aunque prometo no volver a caer en el error, solo el tiempo confirmará si cumplo o no mi promesa. Si alguno de ustedes, en el futuro, vuelve a ser agredido por otro de mis bastones ruego perdone mi torpeza y tenga la seguridad de que el ataque fue absolutamente involuntario por mi parte. Si mi neurona tiene problemas para caminar y respirar a la vez, pónganse en mi lugar, si a lo anteriormente citado, añado el hecho de controlar los bastones mientras hablo sin parar de temas banales.

A medida que discurre la mañana (ya sin nubarrones en el horizonte) ganamos altura y el paraje nos regala sus maravillosas vistas. A nuestros pies el Bages surcado por el Llobregat, algo más lejos las tierras del Vallès, un poco más allá el Montseny y en lontananza el Prepirineo y los Pirineos coronados por el manto de blanca nieve en sus cotas más altas.

A mitad de nuestro suplementario camino ascendemos por una empinada escalinata, aferrados a una cadena que facilita el ascenso e impide el salto al vacío de los peregrinos. Minutos más tarde atravesamos, a gatas, un pedregoso y resbaladizo paso, último obstáculo en nuestra aventura por estos lares.

Durante en buen rato caminamos al amparo de las agujas y rocas graníticas de Montserrat, entre las que destacan la cadireta que sirve de parada para reagrupar la minúscula pero dispersa manada y remojar el gaznate, mientras los amantes del arte inmovilizan con sus cámaras tan preciado trofeo. 

De improvisto, se produce un despelote general de jerséis y sudaderas con el fin de aliviar los calores del cuerpo. ¡No imaginen los malpensados ningún tipo de orgia o bacanal entre los allí presentes! Todos, incluso un servidor, somos gente decente.

Poco a poco el gusanillo del hambre hace acto de presencia en nuestros estómagos. Inconscientemente aligeramos la marcha hasta el merendero situado en Can Massana donde, apoltronados en las mesas, degustamos nuestros manjares mientras combatimos el frío que cala nuestros huesos. Corren las galletas, el chocolate, los apetitosos frutos secos de Don Ginés, el morapio de Don Ortega, el delicioso té de Doña Cati y un exquisito bizcocho de chocolate, elaborado por la parienta de Don Pavón, con el cual el susodicho guía pretende pagar sus pérdidas de rumbo mañanero. Sin embargo, serán necesarios, como mínimo, un par más de bizcochos como ése para que nuestra confianza en el faro del grupo vuelva a ser la que fue ¡Apuntado queda!

Algún ingenuo osa comentar lo difícil que será atrapar al grupo delantero, ante lo cual se desatan una serie de maliciosas carcajadas que delatan la candidez del comentario. Poco después constataremos que mientras nosotros recorremos los últimos 6 Km, los más listos hace ya rato que recorren las calles de Igualada, beben cerveza en sus terrazas, visitan lugares de interés y alguna que otra saca brillo a sus tarjetas y vacía su monedero en compras varias. Bragas y calzoncillos se llevan la palma, entre las compras compulsivas de los/as GRManos.

Dejamos atrás Can Massana y afrontamos un corto pero duro tramo en ascenso que nos llevara a coronar el Bruc. De nuevo nuestro despistado guía pierde el rumbo y nos obsequia con unos centenares de metros de propina, aunque nuevamente rectifica a tiempo y tras desandar un trecho del camino nos conduce de nuevo a la senda correcta. Mientras tanto, inútilmente, sigo luchando con mi incapacidad para poner el Gps en funcionamiento. Mi ignorancia en el tema me impide sacar provecho a las horas empleadas por Don Josep Ferrer en acondicionar mi aparato. Tendré que volver a clase y prestar más atención a las explicaciones del experto para no reincidir en el error y aprovechar las virtudes del aparatito en cuestión. 

Franqueamos la A2 por un puente sobre la misma y nos sumergimos en la tortura del asfalto que no abandonaremos hasta el final de nuestra etapa. 

Atravesamos Castellolí donde ondean múltiples y variadas senyeres y esteladas, dejando atrás carteles de “ SE VENDE” y huellas imborrables de los años de bonanza del ladrillo,  la cultura del pelotazo urbanístico y los sobres “negros”.  Vestigios imborrables del… ¿Qué hay de lo mío?

Más adelante, tras la pertinente reagrupación de los andarines a la altura de Ca N’alzina, somos asaltados por un nauseabundo olor a cloaca y estiércol que penetra en la pituitaria y se mezcla con un arduo debate literario sobre las 50 Sombras de Grey, su calidad literaria, la veracidad de la historia, la sexualidad femenina y otros temas para nada baladís.

Cocidos los pies por el asfalto nos aproximamos a Igualada, a la entrada de la cual nos dirigimos a una gasolinera, no  para repostar sino para liberar nuestras vejigas. Previa petición de la llave procedemos a la micción y liberados de nuestra angustia afrontamos los últimos pasos de la mañana en dirección a la plaza en la cual, bien aposentados, nos esperan nuestros amigos para dar cuenta de la comida y la ansiada cerveza de costumbre.
Al calor de los oblicuos rayos de sol del mediodía. Aposentado en su mesa, con el puño cerrado y los caudales a buen recaudo, Don Paco Ortega suelta la mosca y procede al reparto de los dineros de la lotería de Navidad. Más que ganar hemos dejado de perder un poco, pero menos da una piedra y algo es algo. 

La algarabía por el cobro, es aprovechada de inmediato por Josep Ferrer para atracar nuestros bolsillos con el adelanto de la reserva del Camino de Santiago. Y como bien sabemos todos que la alegría es efímera en casa del pobre,  lo que acabamos de coger con una mano sale multiplicado por dos, por la otra, para no regresar jamás. ¡Nuestro gozo en un pozo!

Finiquitado el ágape enfilamos pausadamente el camino hacia el autocar, pero no todos llegamos a nuestro destino en tiempo y hora, pues unos compradores compulsivos descubren una tienda de rebajas y en manada invaden el local, vacían las estanterías y, sin miramiento, hacen acopio de bragas y calzoncillos de cierta marca. Los hay que compran las prendas en paquetes de a siete (una para cada día de la semana), otros las adquieren paquetes de a cuatro (una para cada semana del mes) y los más agarrados (por no decir otra cosa) salen provistos de paquetes de a doce (una para cada mes). Yo no necesito comprar, pues aun me duran los de este año y apenas llevamos transcurrido un mes del presente 2013.

Tras la pertinente espera, los comentarios de turno y alguna que otra indirecta, nos acomodamos en el autocar y emprendemos el retorno a nuestros hogares. La cortedad del trayecto apenas permite a una cabezadita que silencia el ambiente pero no da lugar a los consabidos ronquidos.
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De Montserrat a Can Maçana. (24/11/2012).
Salud, paz y amor para todos, especialmente para los nuevos sufridores a los que todos deseamos larga y fructífera vida en GRMmanía. De lo demás, que cada cual que actúe según sus ideas y convicciones y decida  lo que más le conviene, dicho con todo el respeto.
Por si alguno/a dudaba de mi perseverancia, aquí me tienen ustedes de nuevo fustigando al personal con mis neuras, con el único objetivo de recordar la etapa y, a ser posible, provocar alguna que otra sonrisa entre el personal. Si lo consigo, o no, ustedes lo dirán y si molesto a alguien, ruego de antemano su perdón pues no es ésa mi intención.
Tras algunas jornadas de ausencia por causas justificadas y motivos, por la mayoría, conocidos, nuestro ilustre Don Ginés hizo acto de presencia y con ello las aguas del embarque volvieron a su cauce. Puntualidad, perfecto control  de los presentes, orden en la subida,  silencio en la toma de asientos y moderación en el lenguaje. De todo ello estoy “casi” en disposición de dar fe, aunque no puedo hacerlo bajo juramento,  pues llegué de los últimos como casi siempre. Pero como uno pretende medrar a toda costa y por encima de cualquier cadáver,  no  osaré jamás dudar de los mandamases. Dicho lo cual... ¡A sus pies Don Ginés y a mandar lo que usted guste! Aunque de justos es reconocer la diligencia y el buen hacer de sus temporales y eficientes sustitutos.
Empezaré  diciendo que, apenas acceder al autocar, observé, atónito, como una maliciosa sonrisa, de oreja a oreja, surcaba el otrora rostro impasible de nuestro Ministro de Finanzas, posiblemente debido a que, tras unas cuantas jornadas de escasez de personal y penurias económicas, recuperábamos la abundancia de caminantes, casi colgábamos el cartel de “Aforo completo” y eso hacía vislumbrar en el horizonte importantes ingresos económicos extras para nuestras esquilmadas arcas. 
Contraviniendo la opinión de aquellos que suelen catalogar la subida a Montserrat como durilla y fatigosa, esta vez la ascensión a las cumbres borrascosas se produjo sin el más mínimo esfuerzo del personal, sin derramar ni una solo gota de sudor y milagrosamente todos a una.   Y es que, aunque parezca mentira, sentado se sube mucho mejor que a pie. Bendito autocar!
Recién posados nuestros pies en “Tierra Santa” y como atraídos por un imán (entiéndase lo de imán como: cuerpo o dispositivo con propiedades magnéticas y no persona que dirige la oración colectiva en el islam), cual estampida de insumisos y aborregados rumiantes nos encaminamos todos  en procesión hacia la capilla. De improvisto, la manada detuvo sus pasos y nadie fue capaz de explicar ¿Quién,  cómo, ni  por qué? habíamos sido arrastrados hacia aquel lugar ¿Tal vez el fervor cristiano de algún/a Grmano/a? ¿Quizás la búsqueda de la iluminación por parte de algún indeciso votante? ¿Es posible que fuera el afán por firmar la nuestra credencial?  El caso es que antes de salir ya estábamos nuevamente medio perdidos ¡Cosa rara!

Viendo que la situación parecía no desencallarse, unos cuantos intrépidos decidimos iniciar la marcha y partimos rumbo a nuestro destino, pero apenas  trascurridos 10 minutos se nos dio por extraviados y llamados al orden, vía móvil,  por la retaguardia.  Informado el puesto de mando de nuestra localización, ralentizamos la marcha y continuamos temerosos el avance en espera del resto del grupo. 
El descenso, escarpado y pedregoso, nos obsequió con el primer disgusto de la mañana. Una raíz arbórea se enzarzó de improviso entre las piernas de Don Pedro (alias el ripios) y aferrándose, cual  traicionera y maliciosa anaconda a su presa, derribó sin piedad a nuestro insigne poeta que, sorprendido por la maldad de la depredadora, dio de bruces con sus morros en el suelo para acabar con lo que se denomina “la cara hecha  un mapa”. Al instante, nuestro equipo médico de urgencias, compuesto por doña Paquita Robles y su botiquín, procedió al análisis, limpieza y desinfección de las citadas heridas; con tal delicadeza, diligencia y profesionalidad que más de uno tuvimos envidia de no ser nosotros los agasajados con tales mimos, aunque no con tales heridas. Recompuesto el rostro, la autoestima y la maltrecha moral del trovador, la diligente enfermera conminó al averiado paciente a no tocarse en demasía “sus partes”…  ¡Dañadas… entiéndase! 
Acto seguido, y para evitar que su esposa, Doña Rosario,  sufriera un síncope al percatarse del infortunio de su marido, de inmediato se creó una comisión parlamentaria, no remunerada, a fin de proceder a la espera, información y apoyo psicológico de la parlanchina y despreocupada  parienta; darle parte de los daños causados y minimizar el efecto que la visión de las heridas de guerra, acaecidas en el careto del valiente combatiente, pudieran causar en ella. Sin embargo, y otros allí presentes pueden dar fe de la veracidad de mis afirmaciones, tras recibir los oportunos informes del accidente por parte de los comisionados y para sorpresa general (tras comprobar que su marido seguía vivito y coleando) de los labios de la ínclita mujer salió el amoroso comentario: - ¡Pero bueno… hay que ver cómo te has puesto los pantalones de “polvo”! Lo que demuestra que la “palabreja” en cuestión adquiere significados absolutamente dispares dependiendo de si  sale de los labios de un hombre o de una mujer.
Recompuesto el careto y  espolvoreados los pantalones del damnificado, se reanudó la marcha hasta el lugar de la primera parada: las “Coves de salnitre de Collbató” (Montserrat, la montaña sagrada de Cataluña, está agujereada por decenas de cuevas. Entre estas destacan las del Salnitre, marcadas por su historia. Fueron refugio para el hombre del Neolítico y para los guerrilleros del siglo XIX. También fueron fuente de inspiración para Antoni Gaudí, enamorado de la belleza de sus formaciones geológica),  donde a medida que los peregrinos iban  llegando procedían a reponer fuerzas con el contenido de sus fiambreras. A resaltar las exquisitas aceitunas curadas y aliñadas con las que fuimos obsequiados por Antonio Gil y el sabrosísimo pan de higo Alpujarreño de la tía de Fina.  ¡MAS … y MAS… y mucho MAS… gritaron algunos sin motivo aparente! 
Mientras llenábamos el  buche, fuimos informados de  otro importunado percance mañanero que había sufrido una de nuestras queridas GRManas, Fátima. Su maltrecha rodilla había padecido una torcedura mientras descendía por uno de los múltiples puntos negros del pedregoso e inseguro camino. Pero en este caso, puedo afirmar sin lugar a dudas (aunque nadie me lo ha confirmado)  que el caballeroso Paco Victoria se mostró, en todo momento,  solícito, comprensivo y sumamente cariñoso con su amada, que puso a su disposición su ancha espalda para bajarla si era preciso hasta el autocar, que sumiso y resignado caminó a su lado el resto del descenso y que se ofreció desinteresadamente, si ella accedía, a consolarla con posterioridad. Sin acordarse, y mucho menos echarla en cara, nada relacionado con el supuesto polvo en los pantalones.
¡Y pensar que aun hay gente dispuesta a afirmar que las mujeres son mucho más sensibles que los hombres! Para muestra un botón ¿O no?
Destacable, igualmente, el lenguaje gestual de la taquillera del lugar y su cambio de semblante en apenas minutos; primero de satisfacción y esperanza, pues  pensaba que el  nutrido grupo allí congregado se aventuraría a visitar las cuevas y podría colocar, por fin un día, el grueso de su talonario;  y de fastidio y asqueo, minutos después, al comprobar, apesadumbrada,  el absoluto desprecio con que los indeseables ocupas ignoraban su presencia y las maravillas del paradisíaco lugar, y su nula disponibilidad a rascarse el bolsillo y adentrase en el místico agujero.
Terminado el almuerzo, abandonamos la atalaya del roquedal y reemprendimos el descenso por la empinada senda, para toparnos, por sorpresa, con una zona de ocio y recreo provista de urinarios.  Percatadas “ellas” del imprevisto regalo, instantáneamente se produjo una carrea desbocada de féminas hacia el citado lugar para liberar sus vejigas ¡Interminable y bulliciosa, como casi siempre, la cola (mejor dicho, fila) de las meonas, e inexistente, como es habitual,  la fila (mejor dicho, cola)de ellos!
Como no podía ser menos, a mitad del camino, el Track de turno desgajó el grupo en dos y, ¡Sálvese quien pueda! cada uno partió en una dirección en pos de la meta. Los espabilados de turno que creíamos haber tomado la senda correcta, comprobamos al cabo de media hora que nuestro rumbo era el peor con diferencia, más largo y tortuoso.  Tras la pertinente reagrupación de los listillos, a fin de discutir la idoneidad del citado rumbo, decimos seguir hacia adelante, pues era peor el remedio que la enfermedad y desperdigados avanzamos, cada una a la suya, como el ejército de Pancho Villa. Buena muestra de cohesión y compañerismo como nos recordaría Maribel al final de la etapa, sobre todo para los novatos recién incorporados. 
Y es que no solo tropezamos siempre en la misma piedra, sino que parece que llevemos la piedra en el bolsillo para tropezar con ella sin remedio,  día sí, día  también. ¿Aprenderemos la  lección y haremos caso algún día a Josep Ferrer ayudándole a buscar otros Trakcs para cotejarlos con los suyos? ¡Me da que no amigo Josep! Así tendremos alguien con quien meternos, maldecirle los huesos y achacarle nuestras desgracias como hacen los políticos. ¡Paciencia hermano Josep, paciencia! 
A pesar de que era jornada de reflexión, pude constatar  el masivo desacato a la ley electoral que la mayoría de los GRManos practicó y solo un SOBORNO Navideño, a la altura de la afrenta cometida, comprará mi silencio y evitará la delación por mi parte. Por si hay dudas les informo que me gustan varios productos “Ibéricos” (jamón, lomo, salchichón, aceite de oliva, queso manchego, rioja, cava, turrón, etc…) ¿Queda claro? Además, como no estoy vendido a ningún postor, no recibo subvenciones de ningún tipo, no he hipotecado mi futuro y no he entregado  mi alma al diablo, no debo presentar cuentas a nadie salvo a mi conciencia. Si a lo mencionado añado que me considero un ciudadano del mundo que, por cuestiones de azar nació blanco como pudo ser negro, en un lugar, dentro de una familia, con una lengua, una religión, una cultura y la pertenencia  a una  determinada clase social, en las cuales ningún poder de decisión tuve, puedo permitirme el lujo de expresar libremente mis subjetivas opiniones. Cosa que no sucede con la mayoría de los mercenarios cronistas que mancillan la casi totalidad de los medios de comunicación, supuestamente independientes, de nuestro querido país.  Sirvan tales afirmaciones para poner en conocimiento de todo aquel que quiera escucharlo que no hay en mí más objetivos que la libertad de pensamiento, la paz social, la igualdad entre sexos, culturas y clases sociales, la tolerancia y el respeto a las diferencias, el amor por la cultura que cultiva la mente y engrandece el alma de las personas de libres;  para  declarar mi absoluto respeto a la opinión de los demás (aunque sea contraria a la mía) y de paso el mayor de mis desprecios hacia esos supuestos medios de información ( de “aquí” y de “allí”) que nos venden las mentiras que sus “amos” les dictan, las repiten hasta la extenuación y convierten la falacia en una verdad incuestionable, tapando las miserias a las que su vil incompetencia nos aboca y sustituyéndola por los ruines intereses que a ellos les mueven.
¡APÓYEME USTEDES EN LOS PRÓXIMOS COMICIOS Y YO PROMETO ENGAÑARLES SIN ESCRÚPULOS NI REMORDIMIENTOS, EN TODO LO QUE PUEDA, Y CON LA MEJOR DE MIS SONRISAS!  
Si por lo que fuera o fuese ustedes no se avienen a concederme su voto les perseguiré de por vida con la venta indiscriminada de números, números y más números… de rifas, lotería y lumineta, hasta que sus agujereados bolsillos supliquen una tregua por agotamiento.
P.D. De regreso a casa, algunos/as indecentes de atrás entre los que no me incluyo, programaban jocosamente para el próximo 21 de diciembre la “Gran corrida de Navidad”, evento que, disfrazados de Papas Noeles, protagonizan desde hace un par de años por las calles y lugares céntricos de Terrassa, para vergüenza ciudadana y desprestigio de GRManía. No cuenten ustedes conmigo para semejante farsa, aunque prometo acompañarlos a la cena conmemorativa, con o sin su consentimiento.
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De Manresa a Montserrat. (10/11/2012).

De madrugada, como siempre, pero más tarde de lo habitual ante la cercanía del desplazamiento, nos acomodamos en el autocar para trasladarnos a Manresa;  punto de partida de nuestra aventura en pos de la “ Moreneta”.  
A los ya habituales peregrinos se añaden, hoy, alguna que otra eventual penitente dispuesta a redimir sus inconfesables y múltiples pecados  ante la “Mara de Déu”.
El mal tiempo otoñal (o bueno si tenemos en cuenta la estación), la proximidad de la anterior etapa, la crisis económica, o las circunstancias personales de cada cual hacen que el grupo de hoy sea relativamente reducido y eso vaticina un nuevo “sábado negro” de números rojos para nuestro “de Guindos” particular. Se suceden los días y el nuevo Señor  Ministro sigue sin presentarnos una jornada de superávit, com sí hacía su antecesor; con lo que convendréis conmigo que  “Tiempos pasados siempre fueron mejores”, y  que de persistir la situación actual nos veremos abocados inexorablemente a un rescate financiero de consecuencias inimaginables para GRmanía.
Acomodados en sus asientos, los  “embarcados” en la zona Olímpica debaten entre ellos la conveniencia o no de gastarles una broma  (putada) a los de la Bóbila y dejarlos  abandonados a su suerte, pero finalmente la cordura de unos pocos (yo entre ellos) se impone a la sin razón de la mayoría y accedemos a que el resto de GRmanos/as comparta con nosotros el autocar. 
Traspasado el túnel de la Bauma,  de entre las luces del alba, emerge una mañana húmeda y espesa, cubierta por una densa niebla que en nada afecta al humor de los GRmanos. Estos se hallan ya sumergidos en un arduo debate semántico sobre el significado de palabras tan inocentes como “tirada”, “corridas” (un servidor desconoce a que se refieren los contertulianos, pues en ningún momento se hace mención a los morlacos u/o toros para los no avezados en términos taurinos), “follo… con fatatas, por supuesto”, “erecciones” (deduzco que se trata de un error de pronunciación y que el individuo en cuestión se refiere a “Elecciones” … al Parlament). En definitiva, una conversación de lo más enriquecedora y profunda a la que no hacen ascos ninguna de las inocentes féminas que participan del evento cultural del momento.
A medida que nos adentramos en tierras del Bages la niebla se hace cada vez más y más espesa e impide prácticamente la visibilidad de todo aquello que se encuentre a más de 10 metros de mi  chorreante y mocosa nariz de acatarrado. 
Haciendo  de tripas corazón (al mal tiempo buena cara), ingenuos, felices y esperanzados nos lanzamos hacia la montaña mágica en busca del perdón de nuestros  pecados, veniales los de la mayoría de nosotros (entre los que me incluyo), pero inconfesables y mortales  los de “otros” aparentemente inocentes cristianos.
El arranque en nada difiere del de otras innumerables etapas, es decir:  dudas, desorientación y pérdida inmediata del grupo hasta dar por fin con e l rumbo correcto.  ¿No deberíamos,  quizás, hacer caso omiso a tanta tecnología,  desprendernos de unos cuantos GPS y contratar un buen “JEFE... ese”?
Encauzado el redil en la senda correcta, a traición y por la espalda, soy  asaltado de improviso por Don Paco Ortega que sin  derecho a la réplica y sin posibilidad de negativa  me  “invita-obliga”, bajo amenaza velada de expulsión de la familia GRmana, a hacerme cargo de la “Lumineta”. Sudoroso, afligido y sumiso sucumbo a la vileza de su petición y, cabizbajo, asumo la inmensa y ardura responsabilidad que atracar los bolsillos de los sufridores /as compañeros/as de fatigas.  Espero perdonen ustedes mi debilidad de espíritu y confíen en el buen uso que haré de sus míseros Euros. Mientras tanto, encomiendo mi alma al Diablo para que me agracie con la suerte de la mencionada  “Lumineta” y prometo dar buena cuenta de ella sin compartir ni uno solo de los manjares con ninguno de ustedes, y menos el jamón!
Llegados a Castellgalí, y ante la imposibilidad material de localizar un sitio seco y soleado como sugieren algunos lumbreras, nos acomodamos  en una céntrica plazoleta delimitada por el campo de fútbol, el centro de salud  y un edificio de nueva construcción de uso indeterminado.  Al momento, bocadillos de diversos y exquisitos manjares abandonan las mochilas y se deslizan pausadamente por nuestros gaznates para aligerar el peso de la carga y saciar nuestro voraz apetito. Acompañando a los hidratos de carbono y demás  añadidos que rellenan los bocatas, corre sin parar la bota de morapio de Don Paco Ortega. Bota que cada dos por tres hay que arrancar de las manos de los borrachos de turno, a fin de evitar que éstos, supuestos abstemios, alcancen un insoportable estado de embriaguez tal, que nos amargue el resto de la jornada a la gran mayoría de juiciosos penitentes.
Con el devenir de las horas, el camino juega con nuestra percepción  de la distancia (ora acercándonos a la montaña, ora alejándonos de ella de manera incomprensible) para martirio y desolación de nuestra frágil moral y nuestras debilitadas piernas. Sin embargo, y para alegría del personal,  una inesperada y bendita sucesión de madroños (cireres d’arboç) nos ofrecen gratuita y desinteresadamente sus jugosos, dulces y apetitosos frutos con  los que los más atrevidos rellenamos el buche y saciamos las penurias de la caminata.
Acercándonos a Marganell aparecen las primeras indicaciones hacia la iglesia de  San Cristóbal (siglo XI) - de  románico primitivo, de una sola nave y ábside de arcos lombardos, modificada en el siglo XVII y restaurada en 1981-, pero sea cual sea la causa (debilidad en la fe de los peregrinos o la lejanía) , ni uno solo de los mismos se plantea la remota posibilidad de visitarla. 
Tras interminables horas de marcha e ímprobos esfuerzos, nos  situamos a la falda la montaña de Montserrat e iniciamos, jadeantes y sudorosos,  la conquista de la misma.  A mitad de la ascensión vislumbramos el Monasterio de Sant Benet (también conocido como ”Las Benetas) . -En 1939, a raíz de la Guera Civil Española el monasterio de Sant Benet de Mataró y el de Santa Clara de Barcelona fueron expropiados y estas dos comunidades tuvieron que marchar. Años más tarde, cuando volvieron a Cataluña al encontrarse sin un espacio donde vivir, el abad Escarré decidió unir estas dos comunidades para crear una nueva: la de San Benito de Montserrat. En 1952, se creó la nueva comunidad de Santa Cecilia de Montserrat, donde vivieron las monjas hasta 1954, cuando se creó el monasterio de Sant Benet donde residen actualmente.
En aquel punto, algunos cobardes abandonan la expedición a pie y se acomodan en el autocar con la excusa de que al día siguiente deberán volverán a realizar la ascensión, esta  vez  corriendo desde Terrassa.  ¿Algún testigo que pueda dar veracidad a tal hecho?
Cobijados por las inmensas agujas  de granito, transitamos durante un largo trecho por una senda a cuyo lado derecho se han ido instalando altares con Vírgenes de toda  procedencia y condición, y al amparo de las mismas, sanos y salvos, llegamos al final de nuestro recorrido.
Sin percance alguno que lamentar, nos Instalamos en las mesas de madera del exterior del Self-Service para dar cuenta de nuestras últimas vituallas y saciar nuestra inmensa sed con cantidades ingentes de cerveza, pagada a precio de oro, por lo variopinto del lugar.
A la hora del café,  con la mejor de mis sonrisas y mi verborrea de chamarilero, recorro los bancos, de uno en uno, intentando vaciar los bolsillos de mis colegas de aventuras con la  dichosa Lumineta; pero éstos, tacaños y agarrados cual pareja de tango, hacen caso omiso a mis peticiones y, solo tras largas súplicas, acceden a invertir unos míseros euros.
Derrotado por las arduas negociaciones con los del puño cerrado me acomodo en mi asiento a descansar y al momento, para sorpresa mía y desvergüenza de mis llamados compañeros, observo atónito como éstos, otrora arruinados, se pelan por adquirir la lotería que el traidor Don Paco Ortega les ofrece.  Es más, mis ojos observan anonadados como los billetes de 10, 20 y hasta 50 euros, cambian de mano sin cesar  y  van a parar, uno tras otro, al bolsillo de Don Ortega sin el más mínimo remordimiento por parte de nadie.
Acto seguido,  solo los "buenos creyentes" nos acercamos hasta el lugar donde se sella la acreditación, a fin de justificar fehacientemente la veracidad de nuestra peregrinación, mientras los herejes, encasquetan su papel a los más ingenuos para que se lo sellen en su nombre.
En los albores de la tarde de la curiosa fecha del 10 de 11 de 12, damos por terminada la peregrinación y regresamos cansados y felices a nuestro dulce hogar.

Fotos de la etapa Blog de GRManía 
Fotos de la etapa Blog Antonio Gil

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 (L'Estany-Artés). (15/09/2012)  Recorriendo el Bages.
Queridos GRmanos, y que nadie confunda GRmanos con “Germanos”, pues líbreme Dios de comparar las nobles y desinteresadas almas de estos insignes caminantes, con las de los viles “hijos de Merkel”.  Dueños y señores de los avaros y usureros “Mercados”, estranguladores de nuestra mísera economía y responsables indirectos del desmorone de nuestro bienestar; ayudados, dicho sea de paso, por nuestra incompetencia a la hora de elegir a nuestros gobernantes.
Conociendo como conocen, algunos y algunas de ustedes, mi innata capacidad para meterme en charcos embarrados y camisas de once varas, cojo el guante lanzado por nuestros insigne “Ginescólogo” el patriarca “Don Gines”. 
Quede claro, de antemano, que no existe en mi ánimo intención alguna de usurpar el puesto al ilustre epistolario Don “Evalisto” González, por tanto, de manera extraordinaria a y sin que sirva de precedente, me lanzo al ruedo de los trovadores para intentar plasmar con estas letras las aventuras y “desventuras” acontecidas en nuestra reciente incursión forestal por la Catalunya central.
Para situarnos en el tiempo y retomar  el sendero al que nos condujo nuestra última etapa, acontecida allá por los albores del florido Mayo (l’Estany), podría comenzar el relato haciendo mención al viejo refrán que dice: “Mucho ha llovido desde entonces”, pero como no quiero  ser tachado de mentiroso (apenas cuatro gotas cayeron desde entonces), me limitaré a relatar, subjetivamente, lo acontecido en dicha jornada.
Transcurridos casi tres meses desde aquella  despedida, el reencuentro entre los/as pateadores /as de caminos resultó ser de lo más gratificante. La sucesión de  abrazos (tiernos), besos (escasamente lascivos) y apretones de manos (firmes y enérgicos), se fueron mezclando con sonrisas de complicidad, gestos de afinidad y palabras de sentida bienvenida.
En el crucial momento de subir al autocar, algunos de nosotros (los miembros más despiertos y avezados de la pandilla) dímonos cuenta “ipso facto” de que los nuevos encargados del “embarque”  (Señores Antonio y Carlos) actuaban con cierta inexperiencia  y dejaban entrever una alarmante escasez de dotes de mando que en nada ayudaba a dirigir el rebaño a su redil.  Tras puntear, anotar, contar y recontar repetidas veces el número de Grmanos congregados en la acera, necesitaron un nuevo intento, ya en el autocar, para cerciorarse de que ninguno de los inscritos faltaba a la cita. Llegados a este punto,  oyéronse las primeras voces discrepantes (todas ellas provenientes del discreto  y silencioso grupo de ”los de atrás”) que al grito de: - ¡Con Ginés esto no pasa! ¡Con Ginés ya habríamos salido! ¡Gines for president! demostraban a las claras su “respeto y admiración” por los nuevos encargados. Resultó sin embargo chocante, que estos efímeros “jefecillos” (sin motivo aparente y cobijados en su atalaya de poder)  lanzaran desafiantes miradas cargadas de resquemor, acompañadas de soeces y  malsonantes palabras hacia el grupo de “inocentes amigos” que amables, desinteresados y condescendientes reconocían las innegables y evidentes deficiencias de los citados  “jefes”.
Acomodados todos los GRmanos en sus  “marcados” asientos (cada oveja con su pareja en la parte delantera y cada mochuelo en su olivo en la trasera) se inició el desplazamiento hasta l’Estany entre un cierto aire de bulliciosa algarabía. Tal era el ansia de la mayoría del personal por desembuchar los avatares del verano que diríase que, a algunos y algunas, no se les hubiera permitido charlar con nadie en estos tres meses. Quizás, unos fueron arrastrados al silencio propia voluntad, pero la mayoría lo fueron, probablemente,  “aconsejados” por la “parienta” o el “pariente” de turno.  Sea cual fuese el motivo de tal comportamiento, quien más quien menos dio rienda suelta  a sus “neuras” y alivió sus congojas, como el que alivia su vejiga, tras enfilar a la carrera el interminable pasillo que conduce al servicio, desprenderse a toda prisa del maldito pantalón, acceder al escusado empotrando la puerta contra la pared y proceder a la angustiosa liberación de la micción.
La endeblez de liderazgo de los nuevos jefes (como ya quedó demostrada en el embarcadero) y la dejadez de funciones de otro de los “viejos” patriarcas (Don Hervás), se puso de nuevo de manifiesto recién comenzada la etapa. A escasos 200 metros del inicio de la misma, el gentío se detuvo aborregado en la primera encrucijada del camino, e indeciso y temeroso, se hacía el remolón para dar comienzo a la etapa que nos conduciría por tierras del Bages. Fueron  necesarios el arrojo de Dolors y Maribel, la valentía de Pedro “Ripios”, el liderazgo por fin asumido de Antonio “Gilfecillo” y las tablas de “Moiséis”, para que se diera el pistoletazo de salida que “obligó”, muy a su pesar, al resto de perezosos  GRmanos a tirar para adelante. 
Tal fue la constancia, el ritmo vertiginoso  y el empeño de los primeros de Filipinas en su transitar, que al cabo de un trecho sus pasos pusieron tierra de por medio con respecto al resto de parsimoniosos miembros del grupo, imposibilitando cualquier tipo de comunicación visual o a través de radiofrecuencia, entre ellos.  
De improvisto, una llamada telefónica sobresaltó a un ilustre perseguidor de los valientes  vanguardistas, y éste, al instante y a grito pelado, conminó a los avezados sufridores a detener sus pasos para informarles del percance sufrido por uno de los del pelotón de cola.
Al parecer, un sujeto conocido como  “José Antonio” había decidido abandonar el peregrinaje, poner pies en polvorosa y dejar de caminar para saciar su sed con una rubia y fresca cerveza  y acomodarse posteriormente junto al conductor, al abrigo de la solana.
A pesar del esmero con que fue tratado por otro GRmano (vendaje incluido) el blandengue individuo, sin parar de quejarse, insistía en su imposibilidad para el avance y solicitaba con voz lastimera (menuda desfachatez) la compañía de alguien en su retirada. Finalmente, y a pesar de los ánimos constantes de sus compañeros de fatigas para que demostrara la hombría que se le suponía,  el sujeto en cuestión se salió con la suya y con  burlona sonrisa nos dejó en la estacada.
El resto de valientes caminantes, desamparados ante el acoso imprevisible de cualquier alimaña e impregnados del nauseabundo olor de las granjas de cerdos, vacas y gallinas del lugar; abrasados bajo la chichara del sofocante calor de la mañana y con la boca pastosa a causa del polvo de la senda, lloramos su ausencia, envidiamos su “astucia” y cabizbajos emprendimos de nuevo el calvario deseándole una lenta recuperación. Imposible de dilucidar a ciencia cierta la causa de la deserción, la conclusión evidente es que el trío en cuestión volvió sobre sus pasos y tras contactar con el conductor se cobijaron a la fresca del autocar.
Llegados a este punto, se localizó a la sombra de un robledal,  una zona de descanso que incitaba al reposo general e invitaba a los peregrinos a saciar su voraz apetito. De inmediato, el ambiente fue impregnándose de la extensa variedad de olores y sabores típicos del “bocata mañanero”: chorizo, jamón, atún y otros manjares de exquisita degustación; regados, todos ellos, con refrescos varios, el tintorro de “Ortega y Paquet”, el café de Carlos, y el fuego abrasador de la petaca “Burbonera” de “Paco el Victorioso”. Tales efluvios atrajeron la presencia inesperada de los “Mossos” que, obnubilados por la pacifica actitud de los sufridores paseantes, hicieron la vista gorda y olvidaron la inhumana misión de incautar los apetitosos manjares. Con el almuerzo en pleno apogeo, para sorpresa de la mayoría y regocijo de unos pocos, se produjo la insólita reagrupación de los “romeros del monte”, acabándose el ágape con el tradicional reparto de galletas, chocolates, frutos secos y demás suplementos de “régimen”, engullidos todos ellos sin excepción,  con gula incontrolada, por la mayoría de los famélicos.
La bondad del clima, la abundancia de km por recorrer y las múltiples oportunidades que la compañía ofrecía para el diálogo e intercambio de pareceres, dio paso a innumerables y acaloradas conversaciones sobre temas diversos entre los tertulianos.
Durante el trayecto, a veces a la sombra y otras muchas al sol, se debatieron cuestiones de interés particular y general. A los ya tan manidos temas de actualidad, como la devastadora crisis (que agujerea nuestros bolsillos y nubla nuestro futuro),  la maldita “Prima de Riesgo” (que más que una prima Republicana parece una “Suegra” Franquista),  el imparable desmorone de nuestra sociedad del bienestar (que nos conduce una jubilación sin una triste pastillita que echarse al ganznate), la catadura moral de nuestra clase política (en su mayoría corrupta y desvergonzada) y otras múltiples desgracias que nos persiguen sin descanso desde tiempos remotos;  se añadieron, relucientes, temas de rabiosa actualidad tales como: nuestras aventuras veraniegas (caseras algunas y allende los mares otras), todas ellas mágicas e idealizadas por ser cosa pasada; la reentré en el “dichoso”  trabajo (dicho sea de paso como una dicha, pues dichoso el que tiene la dicha de “disfrutar” de uno a día de hoy); la era post Guardiola en la nueva temporada futbolera, y por supuesto…  LA DIADA.  ¡Ay, La Diada! La Diada y los efectos y consecuencias que la riada de gentes que invadió las calles de Barcelona el 11S pueden depararnos (entre 4 gatos según  ”La Razón” y 20 millones según “Ara Cat”, en palabras del genial Sabina). Ante tamaña aventura, habrá que  “obligar”, sí o sí, a nuestros gobernantes a que gobiernen para “todo” el pueblo; a que nos expliquen los pros y los contras, las ventajas y los inconvenientes, la gloria y el  infierno, las alegrías y las penas, los beneficios y las pérdidas, en definitiva… a que nos aclaren todo aquello que, para lo bueno o para lo malo, ayude a decidir en un sentido u otro, pues esa decisión marcará por “sécula seculorum” nuestras vidas y la de nuestros descendientes.  Será absolutamente necesario e imprescindible que las cartas estén boca arriba y que todo el mundo las vea con claridad para poder valorar en conciencia si el paso que vamos a dar es una  ventana al mar, de luz, esperanza y felicidad, portadora de esplendores incalculables como visionan los partidarios de la Independencia. Si por el contrario estamos ante la negra noche y el oscuro abismo plagado de fracturas y problemas que solo vislumbran los contrarios. O si hay que considerar la postura de aquellos que tras “un sí pero no”, o un “no pero sí”, esperan y confían en que los acontecimientos aclaren el presente, desentrañen  el futuro y despejen  el  destino. Solo el tiempo,  juez inexorable que todo lo puede y aclara, nos desvelará el resultado final, que confiemos sea el adecuado para todos.
Como suele ser costumbre (santo y seña inequívoca del grupo) en otra encrucijada próxima al final de la etapa (previa sorprendente y nueva reagrupación de la manada) se abrió el típico y manido debate sobre cuál era el camino correcto a seguir, pues la confusión de flechas, carteles, GPS del “padre Ferrer”” y opiniones de expertos en el tema incitaba a la discusión y ofrecía diversas alternativas hacia nuestro destino. Finalmente, se decidió por “unanimidad” seguir  tras los pasos del primero que echó a andar, independientemente de si el camino escogido era el correcto o no, el más corto o el más largo ¡Sabia decisión!
Hacia las dos del medio día, vislumbrándose ya las casas de Artés,  algunos energúmenos asaltaron las viñas y se apoderaron de varios racimos de uvas (dulces pero calentorras) que engulleron como pavos, a fin de evitar ser pillados” in fraganti” por los dueños del negocio. 
Tras las típicas idas y venidas en pos del anhelado Bar-Restaurante donde devorar el contenido de nuestras fiambreras, deleitarnos con barriles de espumosa y fresquita cerveza,  y de saborear  el  café; fuimos asaltados por nuestro “Cesc Guindos particular” que para sorpresa general se estreno con un déficit inexplicable ¡Mal empezamos señor Ministro de Economía, si a las primeras de cambio nos presenta usted números rojos en nuestra cuenta de resultados!
Mientras degustábamos nuestros platos caseros, y debido a la indiscreción de una de las compinches de lesionado,  nos enteramos que el farsante enfermo imaginario no había parado de vanagloriarse de su astucia, explicar chistes, reír y darle a la húmeda durante toda la mañana, muestra inequívoca de la nimiedad de la supuesta torcedura. Además, y para sorpresa general del pueblo, el convaleciente y desvergonzado comió y bebió sin recato ante nuestra atónita mirada, sin el menor atisbo de dolor articular; algo del todo incompatible con cualquier esguince de tobillo que se precie, cosa de todos bien sabida.
Con el sol iniciando el descenso hacia su morada, nos acomodamos de nuevo en el autocar y regresamos sanos y salvos a casita, sin apenas tiempo para los ronquidos debido a la corta distancia que nos separaba de nuestra ciudad.
Recién apeados del autocar, y al comprobar que el nuevo ministro transitaba en solitario por las calles de Terrassa con nuestros caudales en su bolsillo, me ofrecí voluntario a acercarlo a su casa a cambio de la mitad de la recaudación, más el “honrado” recaudador  accedió únicamente a ser acompañado cerca de su domicilio, pero no al reparto de los fondos.  De lo que se deduce que el próximo día se va para casita andando.
P.D. A lo largo de la etapa se echó en falta a los ausentes, especialmente aquellos por su incapacidad física no pudieron asistir, a los “Matagalleros” que cambiaron la etapa por otra novia de más tronío, a la luchadora que se desplazó a la manifestación contra los recortes celebrada en Madrid y a todos aquellos que por H o por B no pudieron asistir.


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