Manresa - Navarcles.
- A pleno sol.
Cada año por estas fechas, cuando aprieta
la calor y olisqueamos la llegada de la época estival, los GRManos salivamos como
el perro de Pàvlov a preparar nuestro estómago para devorar el menú que pondrá punto
y final a las caminatas de la temporada en ciernes.
Aunque parece ser que, ya, ni las
perspectivas de caminar poco y comer mucho, surgen efecto. ¡Mejor para Antonio
y Maribel que ahorran en bocatas y trabajo!
A pesar de que son solo 11 míseros
kilómetros los que nos esperan en la “dura” jornada gastronómica, se mantiene
el madrugador horario de salida.
Hoy no regalamos bostezos a la hora
del encuentro en la parada del bus. Sí, sin en cambio, compartimos el extraño sol
que surca el horizonte. Fenómeno insólito durante los últimos meses, pues casi
nos hemos convertido en el país de la lluvia.
Acallados los lamentos por el ilógico
madrugón nos acomodamos en el aseado y limpio autocar -hoy sí, Evaristo- para
poner rumbo a la comarca del Bages.
Si algo nos ha enseñado la
experiencia es que conviene no adentrarse mucho en las urbes y evitar, con ello,
los tramos asfaltados. Por dicho motivo, esta mañana bordeamos Manresa y
comenzamos la caminata a las afueras de la ciudad.
De salida, el camino discurre
encajonado entre la ruidosa autopista y las calladas parcelas de cultivo. A un
lado los alocados automovilistas bramando por asfalto, camino del trabajo o de
las residencias de fin de semana. Al otro, los pacientes hortelanos trajinando
en sus huertas al son de la calma matinal. Y en medio, nosotros, avanzando por el sendero junto nuestros compañeros
circunstanciales, charlando de cosas banales, riendo sin motivo aparente,
maldiciendo al "pagès" que ha atado las ramas de su cerezo para evitar que los
dulces frutos estén al alcance de nuestras manos, o simplemente intentando no
quedarnos rezagados de buena mañana.
- La vuelta al redil y el Parc de l’Agulla.
Como alguno/a de nosotros llevamos
varias etapas sin dar señales de vida, hoy disfrutamos de esta jornada de
reencuentro. Las ganas por conocer los avatares de aquellos/as con los cuales hace
tiempo que no compartimos experiencias propicia que haya un inusual cambio de
parejas (¡parejas hablantes, que os conozco!). Constantes son también los
cambios de rumbo durante los primeros kilómetros de la etapa: ahora hacia el
norte, luego al sur, después al este, más tarde a oeste; o los repetidos puentes
que nos obligan a cruzar, de un lado a otro, por encima de las dos principales vías
de comunicación de la zona: C25 y C55.
Cuando transitamos por el triángulo que
forman las dos vías automovilísticas y un camino vecinal descubrimos el Parc de
l’Agulla. El mágico enclave nos regala la armonía de su conjunto, la quietud de
sus mansas aguas, la exuberancia de su cuidada vegetación, la belleza de sus
vistas y el atrayente relax de su zona de ocio. La parada junto al lago nos
sirve de excusa a la mayoría para empaparnos de la belleza de lugar. Mientras, los
expertos fotógrafos se parapetan tras los objetivos de sus cámaras para capturar
las preciosas vistas que el enclave nos depara e inmortalizar a las “ministras
y ministros” para la posteridad. A los más previsores les sirve, incluso, para airear
los bocadillos de jamón preparados por Antonio y Maribel para homenajear al jubilado.
- Un desayuno festivo.
Una vez reconfortada la vista
reemprendemos la marcha y cruzamos de nuevo el Eix Transversal (C25), para
avanzar en paralelo a la sequía de Manresa, camino de Sant Iscle. Vista la
proximidad de Sant Pedor, algún mal pensado opina que deberíamos saltarnos lo
que resta de la etapa y encaminarnos, sin demora, al restaurante, para una vez
allí, apoltronados en las mesas del establecimiento, dar buena cuenta de los bocatas
de celebración y coleccionar montones de envases de cerveza vacíos. Pero no,
los designios del día van por otro lado. Así, tras dejar atrás el Mas de Sant
Iscle, doblamos a la derecha para cruzar de nuevo la C25.
Al pasar junto a un campo de
sembrados nos pide paso un ciclista y nada más adelantarnos detiene su marcha
con un brusco frenado. De no haberlo hecho, hubiera atropellado a dos
serpientes que tomaban el sol en medio del camino de tierra. Aunque, por su enrevesado
acercamiento, bien podrían estar practicando otras calurosas actividades. A pesar
de que nos detenemos junto a ellas para que nos aclaren el entuerto, las esquivas
reptiles se hacen las sordas y, tras deshacer el lazo, se ocultan en los hierbajos
de la cuneta antes de hacerlo en el sembrado.
A las afueras de Manresa nos desviamos a un bosquecito. El lugar (acogedor, tranquilo y a cubierto de las miradas indiscretas), nos permite dar buena cuenta del delicioso bocadillo obsequio del sesentón. Una vez consumido el manjar y los suplementos que suelen aparecer tras el postre (té, chocolate, café, galletas, vodka etc...) aprovechamos la ocasión para celebrar que el compañero Antonio Gil comienza un nuevo periplo en su existencia. Rodeados de vegetación montamos un improvisado festival músico –literario en honor del agasajado. Jaume Valls le regala al compañero varios párrafos y algunos versos que versan sobre la amistad y la camaradería que reina en GRManía. Para cerrar el acto, todos juntos desentonamos a coro una festivalera canción adaptada para la ocasión. Por suerte, las nubes ya están cansadas de remojar el campo y hacen caso omiso a nuestra insufrible interpretación musical. En otra época hubieran descargado toda su ira sobre nuestras cabezas. ¡Dios, que bien desafinamos!
A las afueras de Manresa nos desviamos a un bosquecito. El lugar (acogedor, tranquilo y a cubierto de las miradas indiscretas), nos permite dar buena cuenta del delicioso bocadillo obsequio del sesentón. Una vez consumido el manjar y los suplementos que suelen aparecer tras el postre (té, chocolate, café, galletas, vodka etc...) aprovechamos la ocasión para celebrar que el compañero Antonio Gil comienza un nuevo periplo en su existencia. Rodeados de vegetación montamos un improvisado festival músico –literario en honor del agasajado. Jaume Valls le regala al compañero varios párrafos y algunos versos que versan sobre la amistad y la camaradería que reina en GRManía. Para cerrar el acto, todos juntos desentonamos a coro una festivalera canción adaptada para la ocasión. Por suerte, las nubes ya están cansadas de remojar el campo y hacen caso omiso a nuestra insufrible interpretación musical. En otra época hubieran descargado toda su ira sobre nuestras cabezas. ¡Dios, que bien desafinamos!
Concluido evento festivo retomamos la
senda abandonada. Nada más ponernos en marcha alcanzamos la zona comercial
ubicada en la zona norte de Manresa, salvamos la C55 por un puente elevadizo, y
dirigimos nuestros a la cercana de Sant Fruitós del Bages.
- ¡Dando vueltas!
La llegada a Sant Fruitós se produce
en armonía. Sin embargo, nada más alcanzar las primeras edificaciones,
y para seguir siendo files a nuestro instinto, decidimos poner a prueba la cohesión
del grupo y nos saltamos el track. La decisión nos sirve para serpentear
un poco por las callejuelas del pueblo y a largar, de paso, la cortísima etapa
de hoy.
Tras cruzar el poblado, recuperamos
la senda correcta y cogemos el camino que conduce al Monasterio de Sant Benet. Avanzamos
durante un corto periodo de tiempo por medio del campo orientado en dirección este,
disfrutando de las maravillas que la naturaleza nos regala: preciosos campos sembrados
de cereal a punto de germinar, multitud de flores coloreando el paisaje, praderas
vestidas de un verde inigualable; árboles tocaos de copas recubiertas de hojas
exuberantes; avecillas revoloteando por encima de nuestras cabezas; regueros y
riachuelos rebosantes del agua de las últimas y repetidas lluvias…
- Sant Benet y El Llobregat.
Al alcanzar la cota de la jornada, abandonamos
los campos de cultivo y nos adentramos en una amplia pista forestal. En un
cruce de caminos desde el cual se divisa el Monasterio de Sant Benet detenemos
los pasos para reagruparnos.
A pesar de que durante las últimas semanas
apenas si hemos disfrutado del sol todos buscamos la sombra y nos cobijamos bajo
las frondosas copas de los árboles. Para desgracia mía, mientras platico con algunos
compañeros noto cómo los mosquitos se ceban con mis piernas. Conocedor de la predilección
que estos indeseables sienten por mi sangre, me alejo del lugar y me planto a
la solana. ¡Mejor acalorado que achicharrado!
Tras un entretenido periodo de descanso a la sombra del arbolado nos ponemos en marcha en dirección opuesta al Monasterio. Se alzan algunas voces contrarias al rodeo, pero nadie osa cuestionar las órdenes de los impulsores. Total, un par o centenares de metros, en una etapa de paseo, no supone demasiado esfuerzo.
De camino al Monasterio por la ruta inventada
atravesamos un pequeño bosque antes de descender
a la exuberante cuenca del Llobregat. El río presenta un aspecto insólito para
la época en que nos encontramos: el caudal bastante más generoso de lo suele
ser habitual a primeros de junio y las aguas teñidas de marrón fruto de las últimas
tormentas.
El paso por el Monasterio de San Benet
es meramente testimonial. Nadie parece querer purgar sus incontables pecados. Si acaso,
tomar una cerveza. Pero como escasean las facilidades para el consumo y la
oración no parece atraer demasiado a los presentes, desterramos rezo y bebida y
abandonamos el lugar sin contemplaciones.
Tras
dejar atrás el
lugar de recogimiento nos adentramos en una calle asfaltada que discurre
en paralelo al caudaloso río. En desorganizada hilera, avanzamos por la
acera mientras
asaltamos las moreras cargadas de rica fruta. Momentos antes de dar por
finalizada la caminata, con las manos pegajosas y los estómagos repletos
de azúcar, cruzamos el puente sobre el río Llobregat y nos presentamos
en de Navarcles.
- Muchas cervezas, una comilona y la grandeza de GRmanía.
Debido al escaso
kilometraje de la etapa y a que nadie se ha perdido ¡cosa rara! la caminata concluye
a una hora inusual. Ante tamaña oportunidad, la mayoría de GRManos se apresuran
a ocupar las sillas de céntrica plaza del pueblo para reponer líquidos. ¡No agua,
no, cerveza a raudales!
Una vez saciada la sed nos desplazamos hasta la cercana población de Sant Pedor para reponer fuerzas en el Restaurante L’Olivera, concertado con acierto y maestría por Maribel. Vaya por delante nuestra más sincera felicitación hacia la encargada de gestionar el evento. Enhorabuena por llevarnos a un lugar pulido; por ofrecernos un menú excelente y por acordar un precio ajustado. ¡Cómo lo sigas haciendo tan bien, no te quitarás el “muerto” de encima nunca, Maribel!
La conmemoración refleja
la camaradería que reina en el grupo. La celebración de la jubilación de Antonio
resulta amena y divertida ¡por muchos años amigo! y los actos programados para
la ocasión ―cierre de la temporada y homenaje a los compañeros/as que están
pasando por momentos difíciles― son un fiel reflejo de la humanidad, la grandeza
y la cohesión de GRManía dentro de la diversidad.
¡Feliz verano a todos y hasta el próximo “curso" amigos!
Restaurant – Brasseria L’Olivera. Sant Pedor de Bages.
Blog de GRManía:
Sant pedro de Bages.
Sábado, 09 de junioo de 2018.
Sábado, 09 de junioo de 2018.
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Cardona - Salo.
- Microbús en ciernes.
Dice la sabiduría popular que la
vida es cíclica: que venimos de la nada y a la nada volveremos; que niños
nacemos y a la niñez nos encaminamos al alcanzar la vejez. ¡Que en esta vida solo
hay nacer y morir, y lo demás es cosa vana (Cristobal Medina)!
¿Valdrá también esta reflexión para dictaminar
el futuro próximo de GRManía?
Los viejos fundadores recordarán cómo,
en su origen, el grupo lo formaban cuatro amigos que se desplazaban en sus propios
automóviles para realizar las rutas. Que, poco a poco, la pandilla comenzó a
engordar y fue necesario aparcar los vehículos particulares y sustituirlos por
uno de transporte colectivo. Que la familia siguió aumentado sin parar hasta
superar, con creces, el número prohibido. ¡No más de 30, decían los expertos!
Que no hace mucho tiempo más de uno rezaba, a la Virgen del Camino, la noche
anterior a la caminata, para que algún pasajero achaque horadara la salud de
alguno de los miembros de Gramanía, y así caber todos en el autocar. ¡No había
plaza para tanto andarín en el bus! ¡Qué tiempos aquellos de insomnio nocturno
y pánico a quedarse en tierra!
Bueno, pues, o cambia de manera
drástica el panorama actual, o los presagios van camino de hacerse realidad en
un plazo no demasiado lejano. Lo del autocar lleno se antoja ya un sueño del
pasado, pues apenas cubrimos mitad del pasaje. El nuevo escenario ha hecho que
el debate surja a escena, y en la última etapa, ciertos GRmanos divagaban sobre
el inminente regreso a los días del microbús.
Esperemos, y confiemos, que las
aguas vuelvan a su cauce y que recuperemos pronto los días de bulliciosa
concurrencia. ¡Cuantos más seamos, más reiremos!
- ¡Dichosos los ojos!
Después de unas cuantas jornadas de
abandono, hoy reaparece en escena Catí ¡Dichosos los ojos! Los mal pensados
creíamos que habías renunciado a tu cargo de coordinadora y relaciones públicas,
y a tu generoso sueldo vitalicio. Pero como observamos que solo has dimitido el
trabajo, que no los emolumentos, nos vemos en la obligación de presionar al tesorero,
para que este proceda a descontar de tu “generosa nómina” GRMana la parte
proporcional correspondiente a los trabajos no realizados. Y una vez aplicado
el recorte, lo distribuya, de manera equitativa, entre el resto de mozas
colaboradoras y aquellos varones que somos proclives al soborno. Por cierto, aunque
yo faltaré a las próximas etapas, mi paga es sargada. Que no os quepa la menor
duda... ¡para eso soy amigo del contable!
Por descontado que también echamos
en falta a otros compañeros y compañeras que hace tiempo que no nos acompañan,
pero estos tienen motivos más que razonados para justificar su ausencia. Un
saludo para los convalecientes Josep Ferrer y Mª Àngels. ¡Os queremos pronto
con nosotros!
- En puertas de la primavera.
La mañana se ha despertado vestida
con la niebla y el trayecto en autocar hasta el punto de partida lo realizamos bajo
la espesura de la bruma. La visibilidad es tan reducida que, en el ascenso por
la curvada carretera que conduce a Cardona, apenas distinguimos la linde de la vía
asfaltada. Ni rastro de la urbe y su castillo.
La de hoy es jornada de camaradería
obligada. La etapa no ofrece más que una sola opción y eso nos condena a caminar agrupados. Dispersos
y erráticos, como casi siempre, pero… qué remedio… ¡Una sola opción, un solo
grupo!
Nada más abandonar el parquin
localizado en las afueras de la localidad, nos adentramos en el bosque que
delimita los confines de la zona urbanizada.
Pronto nos percatamos de que la
benigna climatología de las últimas semanas ha cambiado por completo los
elementos y el paisaje. ¡Qué alegría para los sentidos!
Un invierno como Dios manda, ha
sepultado las cumbres bajo un generoso manto de nieve; ha rellenado un poco los
deshidratados acuíferos; ha henchido los ríos con un rebosante caudal, y ha preñado
la tierra con la bendición del agua. El suelo del bosque rezuma humedad, los silenciosos
campos de cultivo muestran sus encantos, y las praderas reverdecen esplendorosas.
El polvo y la aridez han desaparecido
de las sendas y la superficie, mullida, invita a caminar. Los caminos, como no
podría ser de otra manera, están reblandecidos por el agua y repletos de
charcos en las hondonadas. Perfectos para caminar, salvo que vayas mirando al
tendido y te empantanes en un charco embarrado, como le sucede a quien yo sé.
Algunos no cambiaremos nunca. ¡Somos así!
Tras un recodo del camino nos
topamos con un grupo de rumiantes enclaustrados en una zona bastante umbría del
bosque. No sé yo si estos serán de mi opinión, con respecto a las bonanzas del agua caída del
cielo, pues el suelo del cercado donde se encuentran encerrados es un autentico
barrizal. La zona que rodea a los comederos está completamente enfangada, y acercarse
a los mismos obliga a los mamíferos a hundirse hasta los corvejones. No digamos
nada si de lo que se trata es de descansar tumbado en el suelo. ¡Que se lo
pegunten al sufrido toro cuyo corpachón permanece casi hundido entre el
pastizal, mientras por los poros de su piel va absorbiendo la humedad que rezuma
en la superficie!
- A lo nuestro: Comer y hablar.
A pesar de que la etapa es
relativamente corta, la hora del desayuno se retrasa un poco más de lo
habitual. Por fin, tras una exhaustiva búsqueda, localizamos una zona del
camino, delimitada por varias rocas, que nos invita a detenernos.
La mayoría de GRManos acomodamos
nuestras posaderas en las superficies rocosas para evitar la humedad. Otros,
sin embargo, deciden permanecer en pie. Ya sea por no haber localizado un lugar
apropiado donde aposentarse; para no ensuciar su impoluto uniforme; o para disimular
sus achaques cuando llegue la hora de levantarse, el caso es que se mantienen
erguidos y nos miran desde las alturas mientras devoran sus menudencias
(bocatas, frutos secos, fruta… etc).
Mientras avanzamos por el amplio
camino, vamos cambiando de compañeros de fatigas y vamos alternando
conversaciones banales con confidencias personales.
En un momento del trayecto,
coincidimos Cati, Paquita, Pepe, Rafa y un servidor y el nivel de la
conversación alcanza cotas insuperables. Ni que decir tiene, que nos vemos
obligados a vetar la participación de otros compañeros/as para evitar que el
nivel de la plática decaiga a un nivel inaceptable. ¡Del tema, mejor callar!
Tras abandonar el grupo de eruditos,
me integro en otra facción menos numerosa formada por Sonsoles y María Morales,
y entablo conversación con ellas. Muy a
pesar mío, debo reconocer que las dos mozas disertan con maestría sobre varios
temas y que hubieran sido unas dignas tertulianas en el grupo de los sabios. En
el próximo debate os incluiremos como participantes. ¡Sin cobrar, por supuesto!
- Tras la niebla una espléndida mañana.
Conforme avanza la jornada el sol comienza
a desperezarse y poco a poco le va ganando la partida a la niebla. A media
mañana, por fin, el astro vence a las tinieblas y, parsimonioso, se eleva por
el horizonte calentando la tierra y el alma de los caminantes. El cuerpo ya va
calentito. Bocatas, suplementos, vino, licores, té, y quizás también el
caminar, ya lo han entonardo a conciencia.
Resulta
curioso comprobar cómo, lo
que no consiguen nuestros aguerridos guías, es capaz de conseguirlo la
sabia naturaleza. Así, mientras
solo algunos camaradas se detienen para esperar a los compañeros
rezagados y proceder
a la reagrupación de la cuadrilla, la aparición de una llamativa
salamandra sirve para que todos, sin excepción, detengamos nuestros
errátivos pasos y nos amontonemos, para curiosear, en torno al anfibio
urodelo durante
un buen rato. ¡Ver para creer!
La
etapa zigzaguea de forma
desorientada por medio de amplias zonas boscosas que despiertan del
letargo invernal.
De tanto en tanto debemos saltar el cauce de regueros y riachuelos que,
tras la
angosta sequía, discurren alegres al son de sus cantarinas aguas. Entre
los
claros del bosque, salteados, emergen también numerosos campos de cereal
cuyos frescos
tallos tiñen de verde el paisaje. Los árboles de floración temprana se
adornan con el colorido de las flores que darán origen a los venideros
frutos. En los márgenes del camino ,ino, obsrvamos los En las
proximidades de estas zonas de cultivo
se alzan algunas masías solitarias que muestran la decadencia de sus,
otrora,
majestuosas edificaciones. Nos topamos, también, con un par de
iglesias-santuarios,
alejadas de las zonas pobladas, a las cuales no les vendrían mal algunos
retoques en su estructura y, sobre todo, un buen coro de feligreses que
dieran
sentido a su original función de culto religioso.
A pesar de que en el último mes las
temperaturas han sido algo gélidas durante varias jornadas, el intenso frío apenas ha
conseguido diezmar la nutrida población de procesionaria que infecta las coníferas. Las copas de los pinos
se encuentran infectadas por multitud de nidos en cuyo interior
dormitan las dañinas orugas. La bonanza de la mañana las ha animado a
desplazarse, en procesión, en búsqueda de nuevos inquilinos a los cuales
colonizar, y de acículas sanas con las cuales alimentarse. Disponen de unas cuantas
horas para completar el trayecto, alimentarse, buscar nuevo asiento y confeccionar
el nuevo nido. Si, la temperatura bajara de forma considerable – a causa de descenso
brusco, o porque se les echara la noche encima – su cuerpo no aguantaría las
inclemencias y perecerían de frío. Atravesando en fila el camino, agrupados en
las lindes de los mismos, y en la base de los árboles, nos encontramos con varios
grupúsculos de urticantes gusanos. Unos pasan a su lado sin hacerles caso;
otros huyen de ellos para evitar el contacto; y los más osados, los pisoteamos
con saña hasta destriparlos a todos y cada uno de los integrantes. A mediados
de mayo, los supervivientes, se enterrarán en el suelo, para emerger como mariposas,
a finales del verano, y aprovechar sus 24 horas de vida para copular, hacer la
puesta en los nidos y dar por finalizada su vida, iniciando de de esta formar el
nuevo ciclo de metamorfosis de la “Thaumetopoea pityocampa”.
- La pérdida habitual, el atasco inesperado y asalto al bar.
¡Qué sería de nosotros sin las
pérdidas? A pesar de que lo intentamos por todos los medios, y de la advertencia
de los compañeros de la avanzadilla, no tenemos solución. Enfrascados en
nuestro lunático mundo, los rezagados, al cruzar el riachuelo cercano a Salo, desoímos
las indicaciones de los que nos precedían y cogemos un camino equivocado. A consecuencia
del extravío debemos añadir un kilometro más al recorrido de la etapa y acometer
la subida al poblado por la carretera asfaltada.
Con unos minutos de retraso, con respecto
a los que han avanzado por la senda correcta, nos presentamos en la meta: Salo.
Una vez agrupados todos, nos
colocamos junto a un árbol que hay al lado de la carretera y procedemos realizar
la típica foto de grupo. El momento sirve para que los más veteranos rememoren
aquel lejano día, de hace 10 años, cuando, los entonces, lozanos caminantes,
realizaron el mismo trayecto. pero en sentido inverso, y posaron, bajo el mismo árbol, inmortalizando el instante
con otra toma en idéntico lugar.
Tras el posado para la eternidad,
nos acomodamos en el autocar y nos ponemos en marcha. La casualidad quiere que,
en la primera curva de la estrecha y solitaria carretera, coincidamos circulando,
en sentido contrario dos vehículos y nuestro autocar. Ante la imposibilidad material
de continuar avanzando, salvo si queremos
tentar a la suerte o despeñarnos por la cuneta, la sabia conductora detiene el
vehículo, y solicita la ayuda de algún GRmano, con el fin de solventar el
inesperado atasco. Mientras, los vehículos que avanzaban en dirección nuestra, se
detienen y, orillados a la cuneta, liberan espacio para el vehículo de
transporte colectivo. Al tiempo, dos voluntarios se ofrecen como urbanos ponen
pie en tierra. Con insólita maestría,
los agentes dirigen la maniobra y nos sacan del atolladero.
Solventado el contratiempo ponemos
rumbo a un bar de Callús donde ya hemos repostado en otras ocasiones. Sin
embargo, esta vez nuestra presencia les pilla por sorpresa, pues nadie se ha encargado
de avisar a los mesoneros, como si hacía la moza ausente en anteriores ocasiones.
¡Qué felices somos!
Gracias a la amabilidad de los propietarios
del local, en un santiamén, tenemos las mesas dispuestas. Procedemos de
inmediato a degustar nuestra comida y a devorar las pastas y bombones que Paco
Ortega ha dispuesto para celebrar su aplazado aniversario. ¡Muchas gracias y
muchas felicidades amigo Paco!
Como la jornada va de recuerdos, entre
nosotros recordamos otras efemérides celebradas en el citado establecimiento hace
tiempo. Entre ellas la dramatización de un cuento que Doña Mª Morales y Maese
Pedro nos regalaron por Sant Jordi.
Concluido el ágape, ponemos rumbo al
autocar y al legar a él alguno se lamenta de no haber vaciado la vejiga en el
lavabo del citado establecimiento. Yo, que ya sufrí el escarnio por detener el
autocar para miccionar - aunque otros que no abrían la boca también se bajaron
para lo mismo - me escondo tras un montículo
y procedo en consecuencia. Alguna moza que se percata de mi actuación, envidia
mi facilidad pero deniega imitarme por temor
a ser pillada infraganti. ¡Se dice el pecado pero no la pecadora!
Bar STOP. Callús.
Blog de GRManía:
Callús
Sábado, 10 de marzo de 2018.
GR3: Etapa 6ª (17-02-2018)Sábado, 10 de marzo de 2018.
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Solsona - Cardona.
- Un
ilustre ausente y dos jóvenes novatos.
El frío sigue encogiendo los
cuerpos, arrugando las almas y propagando los virus. Los años no pasan en balde
y los achaques invernales parece que han horadado la salud de varios de los
nuestros compañeros. Como consecuencia de ello, volvemos a ser un grupo bastante
reducido.
De entre todas las ausencias, la más
dolida y comentada de la jornada, destaca la de Josep Ferrer, que se halla en
pleno proceso de recuperación de la intervención quirúrgica a la cual fue
sometido la semana anterior. Todo nuestro cariño, mucho ánimo, y nuestros
mejores deseos de una pronta y total sanación. Nos quedan, aún, incontables
lugares por descubrir; infinitos caminos por recorrer, demasiadas
conversaciones por mantener y muchas festividades por celebrar. ¡Salud, amigo!
¡Esperamos y deseamos volver a verte pronto con nosotros, Josep!
Como contrapeso a las citadas
ausencias, hoy nos acompañan, para sorpresa general, dos jovenzuelos: Guillem y Pau descendientes de Inés Díaz y Paco Ortega.
La presencia de Guillem podría
considerarse como algo no habitual,
pero factible, al vivir en Terrassa, pero la de Pau resulta del todo
inesperada, pues su residencia actual se ubica en tierras almerienses, y
pocos
so os los que estamos al cabo de su regreso temporal a la ciudad que le
vio nacer y
donde discurrió su infancia. ¡Bienvenidos jovenzuelos! ¡Habéis
conseguido disimularr, un
poquito nada más, la media de edad del grupo! ¡Savia nueva entre tanto
árbol
añoso!
- Un invierno como los de antes.
Ya se nota el avance de los días en
la estación, y nada más abandonar Terrassa comienza a clarear por el horizonte.
Al penetrar en la comarca del Bages, las nubes que flotan silenciosas en las
aturas absorben los reflejos de la claridad recién estrenada. ¡A estas horas,
nadie diría que la lluvia es una amenaza!
Como el hábito hace al monje, la
bonanza climatológica de las últimas estaciones invernales nos ha hecho creer
que el frío era cuestión del pasado. Nada más lejos de la realidad. Al final,
todo vuelve a sus orígenes, y el despertar de la naturaleza, por tanto, nos ha
pillado desprevenidos. Llevamos algunas semanas, como las de antaño, donde el
frío, las heladas, y las nevadas eran el pan de cada día de nuestra añorada
infancia. Así, ante los rigores de este inusual invierno, todos vamos bien abrigados.
Algunos, incluso, llevamos ropa y calzado de recambio por si se cumplen las
previsiones climatológicas que anuncian lluvia para el mediodía.
Para alegría general, hoy hace menos
frío que el habitual en las últimas jornadas. Sin embargo, la salida de
Solsona, a través de un camino que avanza en paralelo a la de la cuenca de un
riachuelo, hace que la humedad se incruste en nuestros huesos, y cuerpo, cara y
manos, se contraen para protegerse de las inclemencias.
Pronto abandonamos la vega del arroyo
y nos adentramos en la campiña adormecida. El suelo por el que avanzamos esta
humedecido por la reciente nevada, y encontramos algún que otro charco producto
del deshielo. El sol se mantiene oculto tras las nubes; el viento sigue calmado;
y animales y lugareños parecen acostados o enclaustrados en sus aposentos. ¡Nos
rodea el silencio!
Cerrando el valle, al norte y a
nuestra izquierda, divisamos con claridad e inmenso gozo las maravillosas
vistas del Port del Compte y el Pedraforca, cubiertos por la nieve de la semana
anterior. Más atrás, entre las estribaciones del Prepirineo que nos rodea, y en
la lejanía, divisamos algunas cumbres del Pirineo sepultadas por una generosa
capa de inmaculada nieve.
- De pérdida en pérdida… camino del pantano.
Apenas si hemos iniciado la etapa,
al toparnos con un solitario polígono industrial, nos despistamos ¡cosa rara! y
nos adentramos por una senda equivocada. Suerte que algún espabilado se percata
del error y nos pone en cuarentena. Debido a la proliferación de “jefes”, y a
la singular organización, necesitamos un buen rato de discrepancias,
discusiones y reflexión, para podernos de acuerdo y retomar el rumbo correcto.
Es el sino de nuestro grupo: ¡varios encargados por trabajador!
Conforme avanza la mañana, vamos
perdiendo y recuperando la senda correcta, como si del Guadiana se trataba
¡Florenci, vuelve y pon un poco orden!
En torno a las diez de la mañana nos
detenemos en un recodo del camino para desayunar. Tras la ingesta de los
bocatas, compartimos los suplementos que suelen ser habituales: galletas,
chocolates, frutos secos, vino, aguardiente… y té. Bueno, el té no nos alcanza
a varios de nosotros. Parece ser que el señor Castillo se ha olvidado de sus
verdaderos amigos y se ha vendido a los conocidos. ¿Dónde estás Cati? ¡No es
que añoremos tu presencia, es que no nos llega el té!
Nada más retomar el camino volvemos
a coger una ruta alejada del track. Tras la correspondiente agrupación, y las
habituales discusiones, llegamos a la sabia conclusión de que es necesario
retroceder para recuperar la senda correcta.
Desandamos unos doscientos metros y
nos adentramos por un estrecho sendero cubierto de maleza y matorrales, que
permanece semi oculto entre la naturaleza del bosque. Poco a poco vamos
ascendiendo la cuesta hasta alcanzar una planicie, donde se alza una solitaria
masía rodeada a campos de cultivo. Al pasar por la finca sale a nuestro
encuentro una jauría de chuchos ladradores. Los cánidos, más que amenazadores,
se limitan a mantenerse alejados de nosotros, y desde la distancia, a mostrar,
con temerosa prudencia, su incomodidad por la invasión de su propiedad, por
parte de los alocados intrusos.
Tras dejar atrás la hacienda
perruna, alcanzamos una pista forestal que discurre por entre los sembrados. A
pesar de la nitidez del camino, los de la avanzadilla nos saltamos el cruce, a
la izquierda, y a punto estamos de provocar una nueva pérdida. ¡Vaya día! Algún
mal pensado lo achaca a una jugarreta de Josep Ferrer, para vengar su ausencia
y hacernos pagar los platos rotos de pasadas ocasiones.
Luego de transitar un rato, de
nuevo, por el bosque, alcanzamos la cota y al fondo divisamos el repleto pantano
de San Ponç. Entonces, alguien, se percata de las ausencias de Paco Victoria y
Pepe Hervás. Como no podía ser de otra manera, los ponemos verdes,
despotricamos de su actuación y comenzamos a calibrar el retraso que su
irresponsable aventura acarreará al grupo.
Mientras pretendemos descender para alcanzar el pantano, nos damos cuenta de que volvemos a estar extraviados. Un nuevo cónclave convence a los cuerdos de que es necesario volver sobre nuestros pasos para localizar el camino correcto. Sin embargo, los más listillos (Ana, Carmen, Maribel, Evaristo y yo), decidimos hacer odios sordos a la sensatez, tirar por la tangente y lanzarnos a la aventura por la pendiente que conduce al embalse. Avanzamos por entre los árboles, lahojarasca y el matorral; sin senda que seguir; salvando el desnivel y saltando piedras como cabras montesas, con destino a la presa.
Mientras pretendemos descender para alcanzar el pantano, nos damos cuenta de que volvemos a estar extraviados. Un nuevo cónclave convence a los cuerdos de que es necesario volver sobre nuestros pasos para localizar el camino correcto. Sin embargo, los más listillos (Ana, Carmen, Maribel, Evaristo y yo), decidimos hacer odios sordos a la sensatez, tirar por la tangente y lanzarnos a la aventura por la pendiente que conduce al embalse. Avanzamos por entre los árboles, lahojarasca y el matorral; sin senda que seguir; salvando el desnivel y saltando piedras como cabras montesas, con destino a la presa.
En un claro del bosque, observamos,
atónitos, cómo Paco Victoria y Pepe Hervás, avanzan tranquilos y charlando amigablemente
por el camino que bordea el pantano. No solo no estaban extraviados, sino que la
pareja de descarriados ha avanzado por la senda correcta y llegará al punto de
reunión bastante antes que todos nosotros. ¿Quién fue el truhan que osó
criticarlos por la espalda?
Cuando alcanzamos el dique nos reciben
los dos amigos y estos se interesan por nuestras andanzas. Con la cabeza gacha,
nos vemos obligados a reconocer que ellos, a los que creíamos extraviados, han
resultado ser bastante más listos que nosotros. Que su decisión de continuar
por el camino forestal, que discurre en paralelo al embalse, las ha conducido
al lugar correcto, sin pérdidas, rodeos, ni alocados descensos, y que, además, se
han ahorrado centenares de metros.
Mientras aguardamos la llegada de
nuestros compañeros, matamos el tiempo charlando y fotografiando el
espectacular paisaje que nos rodea. Las impolutas aguas el pantano absorben la hermosura
del lugar y nos la devuelven en forma de reflejos: el bosque de pinos y algunos
chopos deshojados, el humo de una fogata, el cielo encapotado, y, al fondo, como
si de una obra pictórica se tratara, la majestuosidad de las cumbres nevadas
del Prepirineo y el cielo grisáceo de las nubes cargadas de humedad.
Una vez reagrupados todos,
solicitamos la ayuda de una amable deportista que corre por las inmediaciones, paraqué
inmortalice el momento con los móviles y las cámaras convencionales.
Concluido el posado para la fotografía
de rigor nos dividimos en dos grupos y reemprendemos la marcha. Unos, los del
grupo B, en dirección a Clariana de Cardaner donde concluirán su recorrido; y
los otros, los del grupo A, en dirección a la meta: Cardona.
- Un río cristalino y una granja infame.
Nos alejamos del pantano avanzando por
la margen derecha del río Cardaner. Su caudal: manso, relajado y cristalino,
nos acompaña durante un buen rato. Él, calmoso, descendiendo pausado y cantarín
por la cuenca fluvial; y nosotros, charlatanes y desperdigados, zigzagueando de
aquí para allá, a su vera, para salvar los obstáculos de la senda y la frondosa
vegetación que nos rodea.
En las inmediaciones de una nueva masía
atravesamos el caudal del río, por un puente, y nos disponemos a continuar avanzando
por la margen izquierda.
La vida es una suma de contrastes. De
la belleza del río y sus inmediaciones pasamos, en un santiamén, a un escenario
inesperado y desolador.
Al entrar en la propiedad,
descubrimos
varios animales domésticos enclaustrados en sus cercados, cuadras y pocilgas. Las vacas se hacinan en un cobertizo sucio e inundado de boñigas. Parece ser que al ganadero no le importa demasiado que las rumiantes chapoteen en sus propios excrementos, pues el estiércol les llega por encima de las pezuñas y la piel de sus costados está toda “decorada” con la inmundicia de las heces. Poco más adelante nos topamos con unas pocilgas donde gruñen los cerdos. El estado de limpieza de las mismas no mejora en demasía al de sus compañeras de cautiverio. Finalmente, localizamos una nave donde permanecen enrejadas unas cerdas de engorde en unas condiciones de espacio lamentables. ¡Qué ineptitud, dejadez y desprecio hacia los animales!
varios animales domésticos enclaustrados en sus cercados, cuadras y pocilgas. Las vacas se hacinan en un cobertizo sucio e inundado de boñigas. Parece ser que al ganadero no le importa demasiado que las rumiantes chapoteen en sus propios excrementos, pues el estiércol les llega por encima de las pezuñas y la piel de sus costados está toda “decorada” con la inmundicia de las heces. Poco más adelante nos topamos con unas pocilgas donde gruñen los cerdos. El estado de limpieza de las mismas no mejora en demasía al de sus compañeras de cautiverio. Finalmente, localizamos una nave donde permanecen enrejadas unas cerdas de engorde en unas condiciones de espacio lamentables. ¡Qué ineptitud, dejadez y desprecio hacia los animales!
A consecuencia del desgraciado
hallazgo, surgen voces críticas sobre el maltrato animal y las insalubres e
indignas condiciones de hacinamiento y habitabilidad, que sufren la mayoría de
los animales destinados a la cadena de alimentaria.
Una vez abandonada la morada de los
horrores nos adentramos, de nuevo, entre la naturaleza del monte.
Para sorpresa general, varias vacas
que viven en libertad, salen en estampida de entre los árboles y, asustadas, huyen
a la carrera de los intrusos, hasta alcanzar una distancia prudencial.
Entonces, se detienen y nos observan desconfiadas.
- ¡Entre Tacks y marcas!
Escrutados por la recelosa mirada de
las herbívoras detenemos la marcha. De nuevo parece ser que vamos fuera de
track y conviene encauzar el rumbo. Los amantes de las tecnologías se decantan
por hacer caso al Tack y olvidarse de las marcas. Los más tradicionales,
prefieren hacer caso de las marcas y dejar el Track para ´momentos de pérdida
contrastada. En definitiva, que vuelven a surgir las desavenencias sobre qué método
debería prevalecer. Tracks o marcas, sea cual fuere, es lo de menos. lo esencial
sería que nos pusiéramos de acuerdo.
Para no tener que volver sobre
nuestros erráticos pasos, decimos continuar por sendero haciendo caso a las
marcas recién pintadas. La decisión no se basa en el consenso, sino en la
convicción inquebrantable de los que vamos en cabeza. ¡Para qué votar, si en
este país todos ganan y cada cual hace lo que le apetece!
Siguiendo las marcas del GR3 nos acercamos
a las proximidades de Cardona. Volvemos a cruzar el cauce del río y avanzamos por
una carreta secundaria que discurre entre los campos de cultivo y las viviendas
de las inmediaciones.
Frente a nosotros se alza la
población con su imponente fortaleza dominando el paisaje. A través del Wake
contactamos con los compañeros del grupo B y les informamos que nos quedan unos
veinte minutos. ¡Qué ilusos!
Poco antes de alcanzar las casas de
la parte baja del poblado, cruzamos la carretera principal, por debajo de un
puente, y acometemos la exigente subida por una calle asfaltada.
El grupo se estira y los jadeos nos
acompañan en el ascenso hasta la puerta de la antigua muralla. Allí detenemos
los pasos, nos reagrupamos y recuperamos el resuello. Disertamos sobre la ruta
a seguir para alcanzar a la Plaça de la Fira donde nos esperan nuestros
compañeros. Por una vez, decidimos hacer caso a la lógica y siguiendo las indicaciones
de los carteles nos encaminamos a la citada plaza. Al final, y fieles a nuestro
habitual proceder, nos saltamos el
último desvío y alcanzamos la plaza por la parte trasera, tras el conveniente
rodeo.
Concluida la etapa nos
apelotonamos en la carpa exterior del Restaurante “El Menut de la Bauma”. El espacio es tan reducido
que Dolors y Pitu deben irse a una estancia contigua para poder tomar asiento.
-
Día de celebraciones:
Somos tantos los Grmanos,
que es habitual la celebración de alguna efeméride al finalizar cada etapa.
Hoy, para no ser la excepción, se nos juntas dos eventos: los aniversarios de Evaristo
y Paco Ortega, y ambos vienen cargados de embutido, aceitunas, pastas, dulces y
otros presentes para conmemorar su juventud.
Paco Ortega, al percatarse
de la doble coincidencia, decide guardar sus alimentos y posponer la
celebración para la siguiente jornada. ¡Adiós empacho!
Una vez hartos de bocadillos,
platos cocinados, ensaladas, frutos secos, patatas fritas, embutidos, pastas,
chocolates y otros manjares, corre sin control el orujo gallego de Paco Troya y
el vodka de Antonio. ¡Pandilla de glotones y borrachos!
Restaurante “El Menut de la Bauma”
Plaza de la Fira, 19
08261 Cardona (Barcelona)
93 869 10 02
Blog de GRManía:
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Madrona - Solsona.
Se acabó la
fiesta y volvemos a la cruda realidad. Apenas treinta caminantes apuntados en
la primera etapa del 2018. Podríamos achacarlo a que la jornada discurre por
zonas boscosas y son escasas las posibilidades de adaptar el recorrido a
conveniencia. Pero la realidad es más simple. Todos sabemos que en Solsona no
hay efemérides que celebrar; que no nos recibirá el Sr. Obispo; que no hay recital
literario en perspectiva, y, mucho menos, comilona a la vista. En definitiva,
que la jornada es para caminar, y no... ¡para comer y cantar!
Para
sorpresa general, el vehículo, que nos dejará en la ermita de Madrona, es el
adecuado para la ocasión: pequeñito y coquetón. Ideal para no encallar en las ceñidas
y enrevesadas carreteras secundarias del interior. Además, presenta la novedad de
que, por primera vez en mucho tiempo, al volante del mismo se sienta una bella dama.
La fémina, rubia y de buen ver, parece simpática y solícita.
Sin
embargo, hay un aspecto que comparte con todos sus queridos compañeros de profesión -da
igual si son hombres o mujeres-. Todos poseen la habilidad de escoger siempre
el camino más largo. ¡Suerte que viajamos con el precio pactado de antemano, y que
pagamos por trayecto, y no por kilometraje! Son tantas las vueltas que damos
para alcanzar los destinos que, si cotizáramos por kilómetros recorridos, nuestras
arcas tendrían más telarañas que un pajar abandonado.
La ruta
automovilística nos hace recorrer las comarcas del Vallés Occidental, el Baix
Llobregat, el Anoia, la Segarra y la Noguera, hasta alcanzar el Solsonés. Allí,
en la riera de Madrona, abandonamos la calidez del autocar y ponemos pie en
tierra para iniciar el recorrido de la jornada.
El
contraste entre la temperatura del habitáculo y la del exterior es evidente. El
paisaje tirita bajo la generosa helada y a cada expiración nuestra le sucede una
blanquecina nube de vaho que se desvanece en el aire. Sin dilación, combatimos
el frío matinal cubriéndonos con nuestras chaquetas, gorros, guantes, buffs…
De
salida, descartamos el camino en ascenso, que conduce a la ermita, de Madrona (¡la plegaria para los pecadores!)
y acortamos por la carretera comarcal.
Recién
iniciada la marcha nos estiramos como una goma de mascar. Pero, para sorpresa
general, a la cabeza del pelotón no transitan los de velicistas de siempre, sino simples
mortales. ¿Qué harán en la retaguardia los habituales corredores?
Mientras
acometemos una de las varias subidas de la jornada, divisamos, a la derecha de
la carretera, un corral habitado por media docena de rumiantes. La mayoría de ellos
permanecen a cubierto bajo un rústico techado de uralita, para guarecerse de la
helada, y se alimentan del pienso que llena los pesebres. Solo una solitaria
vaca: esquelética, peluda, sucia, y con claros signos de debilidad, se desplaza, cojeando, desde la
gélida intemperie hasta desguarecido cobertizo, para reunirse con sus compañeras e intentar probar el alimento compartido.
La mayor
parte de la etapa discurre por una zona de barrancos: la riera de Madrona, los
barrancos de San Tirs, el Pinell, Gaspar, de Ribalta y Rassa del Masnou. El
ondulado trazado serpentea, en un constante sube y baja, por entre campos de labranza,
masías y ermitas aisladas; zonas de matorral y superficies boscosas. Estas
últimas pobladas por encinas, chaparros, robles y pinos.
En
nuestro avance, vamos alternando zonas de asfalto (hasta San Tirs), con pistas forestales, caminos, sendas y trochas curtidos
por la helada.
La ausencia
de transitadas vías automovilísticas nos permite disfrutar de un acogedor silencio
durante toda la jornada. La quietud que se ve alterada, solo, por nuestros
gritos, las risotadas y las consabidas llamadas a través del Walkie.
A
primera hora de la mañana, y tras alcanzar una loma, los de la retaguardia
divisan un ciervo ramoneando en un espacio abierto, en la hondonada del barranco
del Pinell. El animal salvaje se desplaza tranquilamente, ajeno a nuestra
presencia, y seguro de que la distancia que nos separa, la mantiene a salvo de nuestra
curiosidad.
El
hambre aprieta, el personal comienza a impacientarse y nos reagrupamos
para localizar
un espacio donde detenernos a desayunar. Descartamos una explanada que
se extiende en un recodo cdel camino superficie por no reunir los
requisitos
indispensables. La superficie se encuentra en zona umbría y el sueloestá
cubierto por la helada. Además, está delimitada por dos porterías de
fútbol,
y ocupada por alpacas de paja, que, a modo de jugadores, amenazan con
echar a correr tras la pelota, si alguien hace sonar el silbato.
En un
recodo del camino, que disecciona el bosque de Pinell, descubrimos “La Fossa
del camí dels Casals”. En ella destaca una Cista neolítica datada del 3000 aC.
Excavada en 1986, la tumba presenta forma de caja y conserva dos de las losas
laterales, la de cierre frontal y la de cobertura.
Tras
contemplar el monumento megalítico funerario, retomamos la marcha, no sea que
aparezca el morador de la posada y nos dé un susto de muerte.
Hacia
las diez de la mañana nos topamos con otra masía abandonada, en cuyos aledaños
se alza un cobertizo en estado ruinoso. Frente a las edificaciones se extiende
un vasta explanada que en sus días de gloria debió ser la era. Esta se
encuentra rodeada por un muro de piedras, erigido con el fin de allanar el
terreno.
A la
hora del desayuno repetimos todo nuestro ritual: demasiada la comida, bastante
el vino, excesivos los complementos y alocada la inagotable verborrea.
Con el
estómago, repleto reanudamos la marcha para transitar por la Serra de San Tirs,
acogedora y solitaria, como buena parte del recorrido de la jornada.
Como
viene siendo habitual, tras saciar el apetito, perdemos las formas y cada cual
se las apaña como puede. Alternamos el asfalto con los caminos de tierra, y nos
hacemos acompañar por aquellos que avanzan a nuestro ritmo.
Una vez hemos
dejado a los compañeros del grupo B, a buen recaudo, en Viladric, descendemos
hasta la reseca cuenca del barranco de Gaspar.
A lo
largo de la jornada vamos pasando por varias zonas embriagadas de un perfume
nada seductor. ¡No seáis mal pensados! No hace falta descubrir al humanoide
expendedor de tales fragancias, pues durante el trayecto nos hemos ido topando
con vacas, un ciervo, cerdos, dos caballos y…borricos de dos patas..
En las proximidades
de Clarà, Ana, Paco Ortega y yo acometemos la última subida y nos olvidamos de
Pep Ferrer. En un gesto de lealtad y camaradería le dejamos atrás para evitar
que sufra con nuestro vertiginoso ritmo. ¡Qué detalle!
En la
cima, Ana y yo nos detenemos, para desprendernos de nuestros abrigos, y cuando
el amigo Ferrer está a punto de llegar a nuestra altura, reiniciamos la marcha,
¡vaya a ser que nos de alcance! ¡Consideración ante todo!
Como el
señor Ortega tampoco se ha apiadado de nosotros dos, decidimos tentar a la
suerte. Nos dejamos guiar por el GPS y nos aventuramos por un atajo que nos
permite acortar un buen trecho del camino. Al recuperar de nuevo la senda
correcta, nos hallamos muy por delante del amigo Paco y con el otro amigo, el
pobre Ferrer, pedido en lontananza.
De
manera un tanto absurda, el trayecto final, que marca Track, nos obliga a acometer
la subida hasta el Castellvell, para acto seguido, descender nuevamente a la
planicie en búsqueda de la mística Solsona. ¡Qué subida más inútil! ¡Con lo
bien que hubiéramos ido por el barranco de Ribalta!
Una vez
alcanzada la ciudad episcopal, localizamos el Bar del Casal de Joventut. La
invasión repentina del local, por parte del sudoroso grupode charlatanes, pilla de
sorpresa a dueña y dependienta. De inicio, casi nos niegan el acceso al recuinto, pero tras
reflexionar, permiten que nos acomodemos en sus dependencias. Eso sí, nos sugieren
que para la próxima ocasión les avisemos con la suficiente antelación. ¡Qué ilusas!
¡Es la enésima vez que visitamos su establecimeinto y aún se encomiendan a nuestra supuesta formalidad!
Tras recolocar
mesas y sillas, a nuestra conveniencia, reponemos las pocas calorías perdidas
en la batalla. Entre bocado y bocado, vamos picoteando del chorizo casero que
Mª Ángeles ha traído para celebrar su aniversario. ¡Viva el 58!
Nuestro insaciable
apetito nos “obliga” a devorar el chorizo leonés y las deliciosas galletas
caseras portadas por Angelines. Para postre, además, nos atiborramos con los
ricos bombones que Carmen Nieto ha traído para celebrar el nacimiento de su
segundo nieto. ¡Larga vida al infante, a la abuela y a GRmanía!
Casal de Solsona:
Paseo Pare Claret, 0 S/N,
25280 Solsona, Lérida
973 48 08 11
Blog de GRManía:
Solsona
Sábado, 13 de enero 2018.
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GR3: Etapa 4ª (16-12-2017)
Agramunt - Ponts.
- ¡Como corre el tiempo!
Adiós a un año más y nosotros casi sin
enterarnos. Parece que fue ayer cuando celebramos el final del 2016 y resulta
que ya estamos en los estertores del 2017.
No hay forma de detener esta encabritada
bola de nieve que se precipita, sin control, ladera abajo, por la izada cuesta
de la vida.
Como decía Don Lorenzo a Don Quijote, no hay posibles
con el tiempo:
Cosas imposibles pido,
pues volver el tiempo a ser
después que una vez ha sido,
no hay en la tierra poder
que a tanto se haya extendido
Corre el tiempo, vuela y va
ligero, y no volverá,
y erraría el que pidiese,
o que el tiempo ya se fuese
o viniese el tiempo ya.
...
pues volver el tiempo a ser
después que una vez ha sido,
no hay en la tierra poder
que a tanto se haya extendido
Corre el tiempo, vuela y va
ligero, y no volverá,
y erraría el que pidiese,
o que el tiempo ya se fuese
o viniese el tiempo ya.
...
Si aparcamos los sueños imposibles, podríamos
decir que, desde el punto de vista senderista, este 2017 ha sido un año gozoso;
pues gozosas han sido las sendas recorridas; preciosos los parajes transitados;
benigna la climatológica soportada; amenas las conversaciones mantenidas; enriquecedores
los eventos celebrados; y apetitosas las ingestas culinarias. ¡Lástima de los
recaudadores de impuestos! ¡Nada es gratis en esta vida, y viajar no iba a ser
la excepción!
Todo
pasa y todo queda,
pero lo nuestro es andar,
pedidos por los caminos,
siempre de aquí para allá.
pero lo nuestro es andar,
pedidos por los caminos,
siempre de aquí para allá.
…
Tras el acostumbrado viaje en autocar, alcanzamos
el punto de partida de hoy, Agramanut, sumergidos en la niebla de una fría mañana
otoñal. El sol, oblicuo y adormecido, carece de energía suficiente como para
traspasar la opacidad de la calima y caldear el ambiente. El suelo de los
campos, tirita bajo una capa acristalada de blanquecino
hielo. Los animales domésticos permanecen encerrados en sus cuadras. Y los
lugareños desentumecen el cuerpo al calor de la lumbre, mientras el humo
asciende por las chimeneas para fundirse con la niebla. ¡Todo es silencio!
Como la de hoy es una jornada de celebración festiva, nos conjuramos para no ralentizar demasiado la marcha, ni perdernos por supuesto, y así evitar alargar en exceso la sobremesa. Por tal motivo, partimos todos juntos de Agramunt, en bulliciosa y alegre procesión.
Los rigores de la fresca mañana nos invitan a
abrigarnos a conciencia. La mayoría de nosotros nos enfundamos los guantes y
nos cubrimos el cuero cabelludo, con gorros de lana, para evitar la pérdida de
calor corporal. De entre los diferentes cascos que protegen nuestras seseras,
pocos destacan por su originalidad salvo el de Paco Victoria. El errático
andarín se esconde bajo un yelmo, de una inconfundible gama cromática semejante
a la del arcoíris, que siembra dudas acerca de su creída hombría. Fieles a
nuestro amor por sátira, sus “amigos” decidimos ensañarnos con el compañero. Así,
mientras unos afirman que el colega utiliza la cofia para disimular su ilusorio
flequillo, otros, los más perversos, se jactan de que el camarada se haya tocado,
por fin, con la prenda multicolor correspondiente, y haya salido, de una vez
por todas, del armario. ¡Que cada cual lo interprete como quiera! ¡Este
escribano solo se hace eco de los comentarios de sus “compadres!
Los primeros metros de la jornada discurren por un amplio camino agrícola emplazado en las inmediaciones del caudaloso Canal d’Urgell. Marchamos, todos, cosa extraordinaria, a un ritmo suave y acompasado que nos permite avanzar juntos, y recorrer un buen trecho, en armoniosa camaradería.
A medida que discurre la mañana el sol parece
desperezarse y hace alguna que otra repentina aparición. Ninguna de ellas definitiva,
pues se mantiene encamado, y a resguardo de la helada matinal, oculto tras la opaca
neblina.
Cuanto más nos alejamos de la zona habitada
mayor es la capa de hielo que reviste el paisaje y la mayoría de la flora que
crece en la zona, vegeta, adormecida, por la cercanía del invierno y la inclemencia
de la helada.
Mientras nos encaminamos a La Donzell padecemos
la habitual pérdida de cada jornada. ¡De poco sirven los GPS’s si no les
prestamos atención hasta que algún compañero nos informa de que nos hallamos
fuera de ruta!
En torno a las 10 de la mañana alcanzamos La
Donzell y nos detenemos en la plaza trapezoidal que hay detrás la iglesia, para
descansar y reponer fuerzas. Acompañados por la estatua, labrada en granito, de
una mujer que acarrea dos cántaros de agua en sus respectivas axilas, y por un
viejo carretón, de madera y hierro oxidado, anclado a los pies de la fémina,
procedemos a dar buena cuenta de nuestro desayuno. Cabe destacar que, hoy, al haber
llegado todos juntos, disponemos de varias botas de vino; petacas de licor;
bebidas espirituales; chupitos de moscatel; termos rellenos de té y café; y, cómo
no, dulces de todo tipo con los cuales atiborrarnos.
Acabado
el generoso piscolabis matutino recogemos los
bártulos y posamos para la típica fotografía de grupo. Una vez deshecha
la formación, unos pocos comienzan a caminar, mientras otros, los
amantes de la fotografía,
inmortalizan el paisaje que emerge tras la niebla, con el objetivo de
sus
cámaras.
Una vez reanudada la marcha, cada andarín se acomoda en su respectivo pelotón. Tres grupos que nos permitirán acometer el variado kilometraje de la etapa según nuestras particulares preferencias. ¡Por opciones no será!
Nada más dejar atrás La Donzell, en un
altozano a nuestra derecha y algo alejado del camino, divisamos la ermita de
San Salvador. Como la mayoría de nosotros somos ateos, y es necesario dar un pequeño
rodeo para llegar al santo lugar, pasamos de largo y dejamos la cultura eclesiástica
para otra ocasión. ¡Además, seguro que el templo está cerrado como de costumbre!
Con el personal diseminado por los caminos que
diseccionan la zona sur del Serrat Gros, vamos dejando a nuestro paso campos recién
sembrados de cereal; tierras de cultivo en barbecho; alguna solitaria edificación;
y zonas boscosas o de monte bajo.
Poco a poco, el tibio sol comienza a
desperezarse y caldea el ambiente. La calima desaparece, y el hielo, que celaba
el paisaje, se funde con la tierra.
A media mañana alcanzamos las ruinas de Clarel,
el punto más elevado de la etapa. Del agonizante poblado apenas si sobreviven una
edificación blanca de reciente construcción, a la derecha; varias viviendas
antiguas, semiderruidas y abandonadas; una nave ganadera en desuso; lo que
debió ser un corral que daba cobijo a los aperos de labranza; y los restos de
la pretérita iglesia del poblado, con la torre principal en bastante buen
estado, en comparación con el resto de las construcciones del moribundo poblado.
Luego de una leve pausa para reagruparnos,
los del grupo A renovamos la marcha. La aparición de nuestros queridos perseguidores
en la lejanía, tras un recodo del camino, nos pone en alerta y partimos
escopeteados hacia el siguiente poblado. Acometemos el trayecto en descenso
bordeando nuevos campos de cultivos de secano; más zonas de monte bajo y matorral;
y pequeños robledales, cuyas hojas de borde sinuoso, al desprenderse del ramaje,
van tapizando el suelo con diversas tonalidades de color marrón.
Oliola nos recibe silenciosa, a la izquierda,
aposentada en la pendiente, con sus regias edificaciones escalonadas a lo largo
de la ladera montañosa. El particular enclave protegía al poblado de los ataques
vandálicos en épocas pasadas, y lo resguarda, hoy en día, de las inclemencias meteorológicas.
Nada más perder de vista la llamativa
población me veo obligado a hacer una parada inexcusable. Al abandonar el escondite,
y retomar la senda, me dan alcance algunas compañeras y me acomodo a su caminar.
Con cierta curiosidad, presto atención a sus disertaciones, pero decido no
inmiscuirme en su discurso, pues la conversación versa sobre las bragas de una ellas
y, cauto de mí, prefiero mantenerme al margen del embrollo, para no salir escaldado
cual gato que huye del agua hirviendo.
A una hora bastante prudente para lo
acostumbrado alcanzamos Ponts y tras un ilógico rodeo nos reunimos con nuestros
compañeros en el autocar.
Una vez aposentados todos en nuestros
respectivos asientos, nos dirigimos hacia el Restaurante “La cuina del mercat”,
de Calaf“, para dar buena cuenta del menú navideño y participar en el evento que
cierra el año 2017.
El establecimiento se encuentra, semiculto, ubicado
en una plaza cerrada y ajena las miradas de los visitantes, por lo que necesitamos
la ayuda de un un guía para localizarlo. Ya en su interior ocupamos un comedor
reservado para nosotros y nos distribuimos según nuestras afinidades.
En una mesa apartada de las demás nos acomodamos
los distinguidos Mercaderes. Instalamos, encima de sus tableros, nuestras judaicas
paradas comerciales y ofrecemos a los compañeros los productos financieros de
la época. La oferta incluye participaciones de la lotería de Navidad, números para
la Lumineta y boletos de asociaciones benéficas. ¡Viva la ludopatía!
La baja por enfermedad del contable nos
obliga, sin remedio, a realizar las innobles funciones del cobrador. Nos vemos,
así, condenados a ocuparnos de tareas que no son a nuestra incumbencia. Suerte
que los GRManos están famélicos y, al carecer de memoria, necesitan obtener el tique
que les recuerde lo que han pedido para la comida. O sea, que no es necesario
pregonar el mensaje y acuden raudos a pagar el combite… ¡O se rascan el bolsillo o no hay ágape culinario!
La comida, exquisita, (¡gracias Maribel!)
transcurre en franca camaradería. Pronto, el vino comienza a hacer mella en los
comensales y se alborota el gallinero. Se oyen risas estentóreas, fruto de
chistes y chascarrillos. Brillan las caras de felicidad, al revivir anécdotas y
recuerdos compartidos; y se desmadran los cantores ante la desacompasada
interpretación de los villancicos.
Una vez consumidos los postres, Mª Ángeles
nos deleita con uno acertado discurso: En él ensalza las cualidades de GRManía
y nos conmina a seguir disfrutando de la bonanza del caminar y de la lealtad de nuestros
amigos.
Además de la ausencia del recaudador de
impuestos, y de otros ilustres de GRmanía, también de echa en falta la
presencia de Cati. Poco se sabe del paradero de la fundadora. Si acaso, que ha
hecho mutis por el foro, y se ha borrado de la escena durante toda la campaña,
dejándonos en la estacada. ¿Qué pretexto esgrimirá la moza para justificar su inexplicable
deserción?
Ante
la ausencia de mosén Jaume Vallls, Paco
Troya hace entrega de una participación de la lotería de navidad a los
colaboradores
en la Romería a Montserrat. Si se alinean los astros, la diosa fortuna
dejará unos euros en el bolsillo de los agraciados. Aunque teniendo en
cuenta las probabilidades
matemáticas, lo normal sería que lo invertido sirviera para aliviar,
junto a lo
recolectado por algunos Mercaderes (Paco, Pedro, Ana…), las raídas arcas
de tacaño
"Montoro".
¿Queda claro que aquí la única la inversión seguro es la “Lumineta”?
Plaza Barcelona, 92, 6
08280 Calaf (Barcelona)
08280 Calaf (Barcelona)
Teléfono: 938 68 02 32
Blog de GRManía:
Ponts
Sábado, 16 de diciembre 2017.
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GR3: Etapa 3ª (25-11-2017)
Ponts - Madrona.
- ¡Un tiempo loco y un accidente imprevisto!
Finales de noviembre
y el clima sigue coqueteando con el verano. Ni rastro de ansiado otoño. Los
termómetros continúan por las nubes. Las lluvias siguen desaparecidas. Y el frío parece
encontrarse de vacaciones. A este paso algún día celebraremos la Navidad en
pantalón corto, aunque no bañándonos, pues apenas tendremos agua para beber.
Suerte
que
el arbolado caducifolio se mantiene fiel a las tradiciones y obliga a
sus hojas
a marchitarse, a cambiar de color y a emanciparse (sin rechistar), para
que estas alfombren el suelo con
la preciosidad del colorido otoñal. ¡Qué tiempos aquellos cuando, para
la fiesta de todos
los Santos, nuestras manos se enfundaban los guantes, las orejas
padecían de los molestos sabañones y subíamos, ateridos pero
ilusionados, a la Mola, a pisar la nieve!
Dado
que la alocada
climatología actual no ofrece inconvenientes, y que el autocar se
presenta a la hora
convenida, necesitamos de algún aliciente extra que venga a romper la
monotonía de la jornada. Así, cuando procedemos al recuento del
personal, Manuel nos informa de
que Mercè se encuentra atrapada en medio de un inusual atasco mañanero,
causado por un fatídico accidente automovilístico. El inesperado
contratiempo
no altera los planes de GRManía, pero sí impide a la caminante viajar
con nosotros,
en el autocar, y la obliga a desplazarse, en su propio vehículo, hasta
el aparcamiento de un
bar-restaurante ubicado a las afueras de Ponts, donde se integrará en el
grupo de pateadores
de caminos.
- Un ABCDario de grupos.
Teniendo
en
cuenta el kilometraje en el cual se nos movemos de un tiempo a esta
parte, la
etapa de hoy es algo más larga de lo habitual. Por dicho motivo, la
“banda”
GRMana se divide en múltiples fracciones. Si hasta hace poco apenas
necesitábamos 3 letras, para numerar los diferentes pelotones de
tránsito, a
medida que van cayendo las temporadas (¡alguno lo achaca a los años!) la
problemática va degenerando sin control. Crece de tal forma el número
de secciones, que pronto precisaremos
del abecedario al completo para poder diferenciarnos los unos de los
otros. Tal
vez si asignáramos la letra A a los de la avanzadilla y siguiéramos,
así, hasta
asociar la letra Z a los de la retaguardia, podríamos acomodarnos según
nuestras
capacidades y transitar de acuerdo a nuestros intereses.
La
desigual distancia a recorrer hace que algunos caminen poco y calienten
las
sillas de los bares mucho; que la gran mayoría se tome la etapa con
calma; y que los velocistas se vean obligados a poner un ritmo alto para
poder llegar a la meta a una hora prudente.
Descartado
el grupo A, porque no me apetece ir con la cuerda al culo, y el C,
porque ese
pingüe kilometraje no compensa mi madrugón, hoy me acomodo en el grupo
B.
Resulta gratificante comprobar que estos semidesconocidos compañeros
parecen
gente de bien; que se reagrupan de tanto en tanto; que invitan al
diálogo y saben mantener amenas conversaciones; que, también, comparten
suplementos calóricos tras el desayuno, y que... ¡faltaría más! que se
pierden, cada dos
por tres, como buenos integrantes de GRManía.
La
jornada
ha amanecido clara y apenas se mueve el viento. La temperatura ambiental
es muy agradable, para la época en la que nos encontramos, y una
acogedora
tranquilidad nos acompaña en nuestro avance por el camino real que,
entre
Solsona y Ponts, conecta la montaña con la plana de Lleida. Solo las
voces, risas y pisadas alteran la quietud del lugar.
- Entre ermitas y ladrones.
Desde
Vilanova de l’Aguda hasta Madrona, la etapa discurre, casi en su
totalidad, por sendas
que diseccionan la zona boscosa ubicada entre las comarcas de la Noguera
y el
Solsonés. A pesar de que el calendario dice, que nos hallamos en época
de lluvias, los campos de cultivo, praderas, matorrales y el arbolado
que nos rodea se encuentran deshidratados;
el suelo de los caminos está resquebrajado y polvoriento, y las cuencas
fluviales
languidecen, sedientas, a causa sequía.
Ascendemos,
sin prisa pero sin pausa, por el Serrat de Sant Miquel, y en torno a las 10 de
la mañana alcanzamos una altiplanicie abierta entre la maleza. A nuestra
izquierda se divisan las ruinas de lo que un día debió ser una fortaleza
amurallada y a nuestra derecha se alza la noble construcción de la ermita de Sant
Miquel. El templo, cerrado, como de costumbre, y solitario, como corresponde a
su alejada ubicación, nos recibe, en silencio, custodiado por las almas que
descansan en el pequeño y bien conservado cementerio que se levanta junto a la
pared oeste de la edificación religiosa.
En la
explanada que se extiende frente al ala este del centro de culto, nos
acomodamos en unos bancos de piedra, al rededor de una especie de era, y procedemos a dar buena cuenta de nuestro
desayuno. De pronto se levanta al brisa, desciende la temperatura, y nos vemos
obligados a enfundarnos nuestras chaquetas para combatir el frío reinante.
Para
sorpresa de algunos, de la repleta mochila de Jaume Valls surge la bota
de vino, y al
instante, el odre del elixir morado, comienza correr de mano en mano.
Unos justifican
el trago con la excusa de aligerar de peso al noble porteador, los
demás, menos solidarios, mojamos el gaznate para satisfacer nuestro
síndrome etílico y
apaciguar, así, la adicción de nuestras borrachas almas.
Con la
barriga llena, nos ponemos en marcha para evitar que los velocistas del grupo A
nos den alcance antes de tiempo. El opíparo desayuno (los de mente más retorcida lo achacan al
vino) parece ser que ha embotado nuestro sentido de la orientación y en apenas
5 kilómetros nos desviamos tres veces de la senda correcta. Suerte que llevamos
varios GPs, y algunos espabilados vigilantes, pues de no ser por estos últimos hubiéramos
acabado, todos, surcando las aguas del pantano de Rialp. ¡Y yo sin mi vara!
Tras
una de
las acostumbradas pérdidas, nos damos de bruces con la alambrada que el
dueño de la hacienda ha
instalado para delimitar su feudo. Nos vemos, así, condenados a rodear
la cerca y obligados a descender por un terraplén para recuperar la
senda correcta.
Al poco de
adentrarnos en el término municipal de Pinell de Solsonés, en un desvío del
camino, y casi oculta entre la maleza, nos topamos con la “Creu dels Lladres”. Una cruz de piedra insertada en
una base rectangular, en cuyas cuatro caras aparece una inscripción grabada,
que va narrando el motivo de su construcción: El día 30 junio de 1869: Felipe Domenech
y 4 foragidos se batieron con el somaten de Madrona. Fue muerto Felipe y tres
de los suyos. / Del somaten fueron heridos dos hombres y los demás, para no ser
víctimas, tuvieron que matar a sus encarnizados enemigos. / Los bandidos
acababan de saquear la casa curada de Madrona, y de poner sus manos viles y
sacrilegios en el sacerdote indefenso. / Perseguidos a toque de somaten hasta
este sitio, expiaron aquí sus crímenes. Roguemos a Dios por el eterno descanso
de sus almas. El
desubicado monumento, más que a la memoria de los muertos, pretendía
ser una muestra ejemplarizante, y una seria advertencia, de cómo podían
acabar los que incumplían la ley.
El
perfil de la etapa de hoy es un repetido sube y baja, pero las
exigencias del recorrido son más bien escasas, pues escasean los
desniveles pronunciados, y la cota máxima, ubicada en el mirador de
Santes Creus
de Bordell, apenas supera los 870 metros.
A la hora
del ángelus (12 en punto), alcanzamos la cima de la jornada, el mirador de
Santes Creus de Bordell. El conjunto está formado por una planicie que se extiende de este a oeste en el altiplano y desde la que se
divisan unas preciosas vistas del valle de la Aguda, en dirección sur; la
ermita románica que da nombre al lugar, en la vertiente norte y un pequeño
cementerio cobijado a la sombra de la pared noroeste del austero y bien conservado templo.
Como el
ritmo de la etapa es llevadero, y hay muchas ganas de comentar los hallazgos, nos
detenemos unos instantes en la llanura que se extiende frente a la ermita para
disfrutar de las vistas del momento. Sin embargo, debemos contentarnos con
charlar e imaginarnos el interior, pues el lugar de culto, para no romper la tradición, está cerrado. ¡Qué raro!
Agotadas las
posibilidades turísticas, continuamos la marcha por una estrecha vereda que
zigzaguea entre maleza y arbustos. Justo antes de desembocar en el camino
principal, en un recodo de la senda, nos topamos con otro monumento de granito,
al cual le falta la cruz. Al adentrarnos en el vía principal, nuestro batallón se estira
y se forman diferentes cuadrillas. En una de estas transitamos los más rezagados: Fátima,
Antonia, Fina Castillo, Rosario y un servidor. Y vamos dialogando sobre un tema tan
escatológico, que mejor no hacerlo público para salvar el honor. Por una vez... ¡se dice el
pecador, pero no el pecado!
Según
avanzamos hacia la meta volvemos a sufrir un par de pérdidas más. La primera porque
el camino desparece, de repente, y queda sepultado bajo la tierra removida por
el arado de un tractor. Y la segunda, porque la trocha se oculta entre la
maleza y nos vemos obligados a atravesar un campo sembrado de cereal para
retomar el rumbo correcto.
En
torno a
las 13:00 horas, en pleno bosque, descubrimos un edifico de dimensiones
considerables que se halla en reconstrucción. Corroídos por la
curiosidad, nos
adentramos en su interior y descubrimos varias estancias que nos llevan a
divagar sobre la utilidad que la construcción desempeñó en su época
gloriosa.
En su regia estructura se distinguen dos habitáculos perfectamente
diferenciados. En el primero,
encontramos una espaciosa sala, austera, aireada, muy bien iluminada y
provista de unas
rústicas letrinas; y en el segundo, distinguimos los restos de lo que
antaño debió ser
una moderna vivienda, (habitaciones, cocina, despensa y otra letrina
individual). De inmediato, todos exteriorizamos nuestras elucubraciones y
al final convenimos que entre aquellas
paredes, hoy en desuso, en sus días de gloria, se hallaron la escuela de
Santes Creus y la vivienda del maestro del lugar.
Nada más dejar atrás la edificación, donde hace tiempo se
instruyeran los antepasados del lugar, desembocamos en un camino
forestal que, al poco, nos conduce a una estrecha carretera local. Hacia las
catorce horas, y tras caminar un buen rato por la solitaria vía automovilística, alcanzamos
Matrona. ¡Punto y final a nuestra particular la jornada!
En
los aledaños de la
ermita de Santa Matrona y junto a la casa rural de San Petrus, también
de Matrona, localizamos a nuestros pacientes compañeros del grupo C, que
hace horas concluyeron su periplo. A nuestra llegada, nos agrupamos
todos en espera de la aparición de los integrantes del grupo A. Por fin,
hacia las 14.30 horas, los curtidos caminantes alcanzan la meta y, tras
un cálido recibimiento, damos por concluida la etapa.
Poco después, nos acomodamos todos en nuestro viejo el autocar y nos dirigimos hacia las afueras de la localidad de Ponts, a fin de degustar nuestra comida, en el un bar ubicado junto a la carretera de la Seu de Urgell, y para que la Mercè pueda recuperar su vehículo.
Poco después, nos acomodamos todos en nuestro viejo el autocar y nos dirigimos hacia las afueras de la localidad de Ponts, a fin de degustar nuestra comida, en el un bar ubicado junto a la carretera de la Seu de Urgell, y para que la Mercè pueda recuperar su vehículo.
Como somos
un grupo bien organizado, nos vemos obligados a atiborrarnos de pastas, pasteles,
bombones, chocolate, vino dulce y otras minduncias. Fruto de nuestra indiscutible coordinación, Maribel
y yo hemos venido cargados de azúcares y alcohol para celebrar nuestro
reciente aniversario. Mientras que Inés, se ha presentado con dos de sus
deliciosos pasteles caseros, con los cuales poder rematar la jornada
sabatina. ¡Viva la comunicación!
A
a finalización, como suele ser habitual por estas fechas, y tras los
postres y cafés
de turno, se monta un mercadillo de recaudadores de impuestos. Juan Luis
nos persigue a los esquivos para recolectar los
fondos con los cuales sufragar los gastos de la etapa. Paco Ortega
engatusa a todo el
personal vendiendo participaciones de lotería para el Gordo de Navidad.
El
escribano ordeña el bolsillo de los GRManos obligándoles a invertir sus
ahorros
en la compra de boletos para la sabrosa panera de Navidad. Mientras,
otros vendedores se suman a la fiesta ofreciendo papeletas de toda
índole y condición. ¡ALEA JACTA EST!
Pedra
Negra Hotel (Cafetería-Restaurante)
Carretera de La Seu d'Urgell, 108,
25740 Ponts, Lleida
Teléfono: 973460019
Blog de GRManía:
Ponts- Lleida
Sábado, 25 de noviembre 2017.
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GR3: Etapa 1ª (23-09-2017)
Vallbona de Les Monges - Tárrega.
- El reencuentro.
Olvidada ya la época ociosa,
estrenamos otoño, y temporada, con el GR3 que nos conducirá desde el sur de la
comarca del Urgell (Vallbona de les Monges) hasta las entrañas del Bages
(Navarcles).
Sea para desentumecer el organismo
adormecido por las siestas veraniegas; para desengrasar los músculos tras la
calma estival; para combatir los excesos de las vacaciones; o con la excusa de
reencontrarnos con los “viejos” compañeros/as, el caso es que la asistencia, a
la jornada inaugural, es mucho más concurrida de lo que era habitual hace unos meses.
Confiemos en que la dinámica se mantenga.
Para mantener la fidelidad a
nuestras viejas costumbres, y pese a la protesta de algunas de las cabezas
pensantes, antes de abandonar el autocar, procedemos a modificar todos los
planes programados: adiós al horario de salida, ningún respeto a los grupos
previstos y cambios en el kilometraje acordado. ¡Viva el libertinaje!
- El tiempo loco y los pueblos vacíos.
Continuando con la alterada
climatológica (si por alterada se entiende la pertinaz sequía que nos acompaña
de un tiempo a esta parte), y a pesar de que la noche anterior aquí ha caído un
buen aguacero, los primeros kilómetros de la jornada discurren por un amplio y
reseco camino. La quietud de la campiña, inundada de viñas, se ve alterada por los
esporádicos trinos de las pequeñas aves silvestres, el runruneo de algún
tractor y las conversaciones de los preocupados caminantes.
Dado lo avanzado del mes de
septiembre, la vendimia ya ha sido completada en su totalidad y, para desgracia
nuestra, solo algún que otro mísero racimo, verde y no demasiado dulzón, cuelga
de los esquilmados sarmientos. ¡Nada que ver con aquellos "septiembres", donde
las mandarinas, manzanas y uvas invitaban al hurto!
Después de 5 kilómetros de moderado descenso, nos
adentramos en el desértico poblado de Rocafort de Vallbona. En una de sus
adormecidas calles, junto a la tapia de la iglesia parroquial de San Salvador,
los que van en cabeza detienen sus pasos, se acomodan y desempaquetan sus
bocadillos, mientras aguardan la llegada del resto de desperdigados caminantes.
Estos, a medida que alcanzan el punto de reunión, van imitando a sus
predecesores y van dando cuenta, también, de sus generosos emparedados y del
vino de la bota. Tras el postre de cada cual, corren, como es habitual, pastas,
chocolate, té, café y embriagadores licores. Así mismo, algunos cuatreros, degustan,
y comparten, racimos de uva adquiridos de manera gratuita en la parra que crece
junto a la pared de la plaza de la iglesia.
Una vez repuestas las fuerzas y saciados sed y apetito,
nos ponemos en marcha, ahora ya sí, en desbandada, cada grupo a su ritmo y con
destinos diferentes.
Desde Rocafort hasta Guimerà avanzamos por el valle
del sediento río Corb. Poco a poco, vamos remontando el estéril y mudo cauce del
riachuelo por un amplio camino, hoy embarrado a causa de la bendita lluvia de
la noche anterior. La pegajosa senda discurre por entre múltiples viñedos salteados
campos de almendros y olivos, aún por recolectar; resecos labrantíos de cereal
hace tiempo cosechados; alguna esporádica pradera cubierta de reseco pasto;
contadas zonas de arbolado silvestre; y, en los márgenes, matorral y zarzales cargados
de moras.
-
El hombre de barro, las pérdidas y
el cuatrero.
Los de la avanzadilla caminamos dispersos y vamos
salvando los barrizales como buenamente podemos. En uno de los fangales se
empantana, por descuido y de manera involuntaria, Paco Ortega. Tras un extravagante
bailoteo, causado por un cómico resbalón en el cenagal, el equilibrista recupera
la vertical y vuelve al redil. De pronto, al observar al embarrado, se desata
la risa entre sus acompañantes, pues el vinatero aparece ante nuestros ojos subido
a unos grotescos borceguíes cuyas suelas se alzan sobre unas generosas
plataformas repletas de barro. Tal contratiempo obliga titiritero personaje a descolgarse
del grupo para así proceder a limpiar sus enlodadas y pesadas botas. Fruto de
nuestra singular camaradería, ninguno de nosotros detiene sus pasos para
aguardar al embarrado colega.
En nuestro discurrir por el valle dejamos atrás las pequeñas
poblaciones de Nalec y Ciutadilla, curiosamente también desérticas, y nos
olvidamos por completo de nuestro rezagado compañero. ¡Que se las apañe, él
solo, como pueda!
Hacia las doce del mediodía, los de la avanzadilla
alcanzan Guimerà y detienen sus pasos para proceder a la reunificación. A
cuentagotas vamos alcanzando el punto de encuentro, los demás. Cuando creemos estar
todos, debatimos sobre lo tardío de la hora y la conveniencia de aligerar la
marcha para aquellos que quieran alcanzar Tárrega. Una vez decidido en qué
grupo transitará cada cual, alguien cae en la cuenta de que falta el embarrado.
Como movidos por un resorte, todos giramos la vista en pos del camino que nos
ha conducido hasta aquí, con la esperanza de que aparezca de inmediato el
descarriado. Sin embargo, ¡ni rastro!
De repente, el airado personaje emerge tras la curva
del camino en el cual están clavados nuestros ojos, y sin tiempo para la duda, desde
lejos, nos increpa a grito pelado, mientras nos regala una sarta de improperios
entono amenazante.
-
¡C...BR...N...S!
¡C...BR...N...S!.. y ¡C...BR...N...S! ¡Anda que me habéis esperado! ¡Me habéis abandonado a
mi suerte y la señalización es pésima!
En un intento por argumentar nuestro involuntario
olvido, algunos abrimos la boca para razonar nuestro comportamiento, pero el
desahuciado no admite excusas y en tono furibundo se despacha a gusto contra
todos nosotros. Con voz diáfana y cargada de abrupta belicosidad nos espeta:
-
¡IROS TODOS
A TOMAR POR ...! ¡C...- BR...- N...S!
Aplacada la ira del llanero solitario, las aguas
vuelven a su cauce y ¡pelillos a la mar! Acto seguido nos dividimos en dos
grupos y partimos en pos del destino. Unos, raudos y veloces, rumbo a la meta
inicialmente prevista: Tárrega; y el resto, alegres, calmosos y en armonía, en
dirección a la cercana población de Verdú.
Recién iniciada la marcha, Paco Troya nos comenta que
él pretende hacer una ruta turística por Guimerà y nos anima a que le
acompañemos en su recorrido por el monumental lugar. Sin embargo, hoy la
cultura tampoco tiene cabina, y el resto del grupo descartamos el turismo y
enfilamos los pies hacia el final de la etapa.
Tras separarnos, tomamos caminos divergentes, a fin de
cumplir, cada cual, con sus antagónicos objetivos. Al cabo de un rato de
vagabundear por Guimerà, nos percatamos de que nuestros pasos vagan erráticos y
debemos retroceder sobre sobre los mismos para recuperar el rumbo perdido. Entonces,
¡oh, milagro! nos topamos con Paco Troya, que no solo ha hecho la ruta
prevista, sino que avanza por la vía adecuada. ¡Qué espabilados! ¡Ni senda
correcta, ni visita monumental!
A las afueras de Guimerà, acometemos una empinada cuesta
asfaltada que nos aleja de la monumental población y nos adentra en territorio
de cultivos. De nuevo grandes extensiones de viñedos se alternan con campos de
almendros y olivares.
Mientras avanzamos por la amplia pista que ramifica la
solitaria campiña, algunos recolectamos frutos de los almendros que crecen a la
vera del camino.
De improviso, al pasar junto a un viñedo ya vendimiado,
descubro un generoso racimo de uvas, olvidado por los vendimiadores, que invita
a ser recolectado. Con disimulo, me descuelgo de Paco Ortega, mi compañero de
ruta y charla en esos momentos, y me detengo frente al cuerpo del delito. Oteo
con ojos aguileños el horizonte, para descartar ser pillado con las manos en la
masa, y cuando estoy a punto de invadir la propiedad privada y apoderarme del
suculento tesoro, mis ojos descubren, a lo lejos, y semi-oculto entre las
viñas, al supuesto dueño del cultivo. ¡Vade retro Satanás! El sentido común
(¡si es que lo tengo!) me invita a desistir de apoderarme de lo ajeno, seguir
mis pasos y dar alcance a mi querido compadre.
Al llegar a la altura de mi camarada, le explico el suceso
y este me comenta que de haber dialogado con el propietario, con total
seguridad me habría permitido desgajar el racimo. Pero como ya hemos dejado
atrás el lugar del crimen, y el reloj avanza sin prisa pero sin pausa, desisto
de mi empeño y olvido las uvas.
Pasada la una del mediodía alcanzamos Verdú. Nada más
adentrarnos en el poblado damos con nuestros compañeros del grupo C, los cuales
se encuentran descansando en las sillas de la terraza de un bar ubicado en la
plaza del pueblo.
Fieles a su habitual maestría en el arte del buen
vivir, los acomodados en las sillas departen amistosamente entre ellos dialogando
sobre temas de actualidad. Acompañan sus pausadas pláticas con la noble ingesta
de frutos secos, galletas, patatas fritas y otros aditivos culinarios, a la vez
que riegan los citados sustentos alimenticios con espumosas jarras de cerveza y
todo tipo de refrescos. ¡Como se lo montan los amigos! ¡Habrá que plantearse
con seriedad el cambio de grupo!
Mientras permanecemos sentados, en espera de que nos
alcancen los que vienen por detrás de nosotros, alguien pregona al viento que
serían bienvenidas algunas raciones de gambas para amenizar la espera. Todos asentimos
con algarabía y celebramos la sugerencia con vítores y loas al ocurrente, pero
como nadie parece dispuesto a rascarse el bolsillo, la sugerencia cae en saco
roto. ¡Qué agarrados!
Poco antes de las dos de la tarde, los galgos de
GRManía alcanzan Tárrega y nos comunican por teléfono que nos esperan en un bar
de la localidad para comer. Instantes después, por la calle principal de Verdú,
aparecen las siluetas de los que cierran el pelotón y se dirigen hacia la plaza
donde descansamos los demás.
Finalizada la etapa sin sobresaltos que lamentar (¡lo
de Paco Ortega no cuenta!) nos dirigimos en autocar a Tárrega donde nos esperan
los queridos compañeros.
-
El triple convite (¡Días de mucho, vísperas
de nada!)
Gracias a las hábiles gestiones de la avanzadilla,
tenemos reservada mesa en la Heladería la Jijonenca. A medida que vamos
llegando nos vamos acomodando en las diferentes sillas del local hasta
abarrotar por completo el establecimiento.
Antes de pedir la habitual bebida, José Antonio
anuncia a los cuatro vientos que la consumición de hoy correrá de su cuenta.
Tal es la alegría del GRMano (porque uno de sus vástagos abandona el nido), que
no repara en gastos y tira la casa por la ventana. ¿Bajo qué rufianas concesiones,
o ante qué villanas amenazas, habrá cimentado el venturoso acuerdo? ¡Ya nos lo explicarás,
envidado amigo, si es que existe explicación alguna a tamaña heroicidad!… ¿Cómo
lo has conseguido? Sea como fuere el fondo del loado acuerdo, las cervezas y
los cafés, de gorra, saben a gloria y las paupérrimas arcas de GRManía lo
agradecen. ¡Muchas gracias por el convite! ¡Que pronto te hagan abuelo para que
nos vuelvas a invitar otra vez!
Para
continuar con la fiesta, hoy también celebramos
el cumpleaños de Joan Lluis (60) y Josep Ferrer (65). Ya se sabe que en
este singular
país pasamos del todo a la nada, o a la inversa, en un santiamén. Y de
la misma
forma que un día nos damos el gran atracón, al siguiente nos decantamos
por un estricto
régimen. En definitiva, que nos vemos obligados a degustar unas
deliciosas
galletas y a brindar con una copita de cava en memoria de los dos
sesentones. En
pleno jolgorio, y para que los nuevos “retirados” no olviden que ya han
traspasado la mítica
barrera de los sesenta, María, fiel a la tradición, les hace entrega del
carnet
del Club 60 a Joan Lluis y algunos que lo tenían pendiente, a fin de que
lo puedan utilizar en los eventos de relevancia que ellos
consideren oportunos. ¡Felicidades a ambos y que nos volváis a invitar
con
motivo de los setenta!
Heladería la Jijonenca
Plaça del
Carme, 10. Local
25300
Tàrrega - Lleida
Tel: 973310055
Blog de
GRManía:
Tàrrega.
Sábado, 23 de septiembre 2017.
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