miércoles, 24 de febrero de 2016

GR2 - Etapa 6 (13-02-2016)

Can Trona - Rupit. 

¡Que siga la fiesta!

Al final va a resultar que el nuevo año nos ha renovado las ganas de hacer camino, pues la presencia de GRManos en la jornada de hoy vuelva a ser numerosa. ¡Mejor así! ¡Cuantos más seamos más reiremos!

Al parecer, algún inconsciente ha ido corriendo la voz de que este grupo es ameno, divertido y acogedor, y nuevos inquilinos se apuntan a la aventura. ¡Bienvenidos todos/as! ¡Que repitan o no, eso ya será harina de otro costal!

Después de que en la etapa anterior nos cambiaran el piloto y el vehículo, hoy  volvemos a reencontrarnos con nuestros pretéritos servidores: automóvil y chófer. También debemos haber recuperado el caducado GPs, o en su defecto, la incorrecta interpretación que de los datos de éste hace el que dirige la nave. Sea por lo que sea, la mañana comienza con una imprevista pérdida.

Los bien pensados afirman que el señor que se sienta al volante simplemente se ha desorientado.  Otros, menos inocentes, achacan el extravío mañanero a que el GPS debe tener más años que Matulasén. Algunos, pobres incrédulos, opinan que el error puede ser debido a que los mapas del aparato en cuestión tienen más años que las zapatillas de Tutankamon. Y las malas lenguas (¡que haberlas hay las y habitan en la parte trasera!) comentan sin rubor que no hay más cera que la que arde. ¡Que cada cual interprete la frase a su libre albedrío!

Así, tras una leve excursión no prevista hasta Els Hostelts d’en Bas, regresamos a la senda correcta y nos presentamos en Can Trona con más de media hora de retraso sobre el horario previsto. ¡Eso sí! ¡Con el humor intacto!

Después de muchas etapas con recorrido a la carta, la de hoy solo ofrece una alternativa y, cosa rara, nos veremos obligados a transitar todos en grupo. ¡O eso es lo que dicen los papeles! ¡Veremos si al final la práctica lo confirma!

Recién iniciada la caminata avanzamos por un camino de tierra en dirección al bosque. Las escasas pero ansiadas lluvias de la semana y la humedad del rocío de la madrugada han irrigado levemente el suelo por el cual transitamos.

Tras dejar atrás las últimas edificaciones, caminamos por entre las praderas del valle, en una de las cuales, vallada ésta, dormitan una veintena de jóvenes reses de color marrón. La mayoría de las bovinas descansan encamadas encima de la reseca hierba invernal. Lucen, casi todas, unos melodiosos cencerros metálicos que cuelgan de sus robustos pescuezos. Al llegar a su altura, varios de nosotros nos acercamos al vallado para observarlas mejor, y las eralas, al vernos caminar hacia ellas, se ponen en pie y se acercan animosas esperando recibir de nuestras manos alguna pequeña recompensa, como posiblemente suceda cuando su gentil y magnánimo dueño las visita. Sin embargo, nosotros, los cicateros caminantes no destilamos la más mínima generosidad, así, una vez comprobada nuestra total y absoluta racanería (nadie les ofrece ningún presente), las pobres rumiantes, descorazonadas, detienen sus alegres pasos y se nos quedan mirando aleladas.

Embobados ante la mansedumbre y el pacífico comportamiento de las jóvenes cuadrúpedas, casi nos saltamos el primer desvío. Apenas hemos recorrido 500 metros y la segunda pérdida está a punto de consumarse. ¡Suerte que los más  avispados dan la voz de alarma y nos encaminan por la senda correcta!

Tras atravesar el cercado, clausuramos las puertas de acceso al mismo para evitar que las bovinas abandonen el lugar de encierro involuntario y se desperdiguen por las praderas y campos de cultivo colindantes. Poco después, dejamos atrás el valle y comenzamos el ascenso a la sierra por una estrecha vereda.

Fieles a nuestras costumbres, al poco de iniciar la subida, mientras dejamos a nuestra derecha el valle de Joanetes, el quimérico grupo se estira más que una goma de mascar. Así, en menos de lo que canta un gallo, la distancia entre cabeza y cola hace se hace interminable y perdamos el contacto visual entre nosotros ¿Qué raro, verdad?

Al poco de penetrar en el bosque, unas cuantas féminas se separan del grupo y se adentran en la espesura. Suponemos que para intercambiar secretos de alcoba, pues no hay signo evidente de que por aquellos andurriales haya servicio alguno donde poder realizar, con intimidad, las necesidades ¡Menores por supuesto!

Desperdigados, caminamos en fila de a uno por un sendero que discurre al amparo de la deshojada arboleda, principalmente hayas y robles. Más adelante, atravesamos unas mustias praderas, también valladas, (¡qué afición a ponerle puertas al campo!) donde deben pastar libremente las vacas, pues el suelo del las mismas (camino incluido) está sembrado de “minas” (boñigas) que hay que ir esquivando sutilmente para no embadurnar nuestro señorial y reluciente calzado.

Sudorosos y jadeantes, la mayoría, vamos ganando terreno en pos de las alturas. Aquellos que aún conservan intacta su energía se permiten el lujo de charlar y caminar alegremente sin notar el esfuerzo. Otros, ¡dichosos ellos! son capaces incluso de bromear y reírse; de reflexionar sobre temas diversos; de detenerse a observar el paisaje; de plasmar con su cámara la belleza del paraje; de volver la vista hacia atrás y otear el horizonte en búsqueda de los compañeros rezagados. ¡Lo de esperarlos es otra historia! ¡Total... pronto volverán a quedarse atrás!

Mientras transitamos por las inmediaciones del Serrat del Fumàs, Pedro, que camina junto a los miembros del grupo A, se enorgullece de su esplendoroso estado físico y de la facilidad con la cual hoy está manteniendo el ritmo de los primeros. Entonces, y a fin de que no se le suban los humos a la cabeza, le pongo en su sitio, y le dejo las cosas bien claras ¡Para que no tenga dudas! 
–¡No es que tú vayas bien, Pedro! ¡Es que hoy, los demás, andamos muy por debajo de nuestras posibilidades! - ¿Queda claro, amigo?
Lo curioso del caso es que el poeta no parece darse por aludido, se lo toma a cachondeo, agradece la sinceridad de mis reflexiones y suelta una estruendosa carcajada que no viene a cuento. ¡Se pensará que estoy hablando en broma!
Antonio Domínguez, que por lo que se ve si ha captado el mensaje, comenta.
-¡Se puede decir más alto, pero no más claro! ¡Vaya manera de subirle a uno la moral! ¡Con amigos tan amables como tú, Moisés, para qué quiere uno enemigos!

Con el estómago más vacío que la Caja de las Pensiones, acometemos los últimos metros de acceso a Sant Miquel de Castelló por una estrecha y empinada canal. El tramo, exigente y pedregoso, se encuentra ocupado por varios motoristas con sus respectivos vehículos de montaña. Al llegar a su altura les informamos que deberán esperar un buen rato, pues nuestro grupo viene muy estirado y son bastantes las unidades que aún deben pasar por el dificultoso sendero. A pesar de que los moteros, momentáneamente, se avienen a esperar hasta que pase el paso del último de los caminantes, más tarde nos enteramos de que no han cumplido su palabra y de que casi, casi, asfixian a nuestros amigos con el pestilente olor a gasolina de sus motos.

Salvada la canal, en un giro a la izquierda del camino principal, perdida entre el arbolado, una vereda en ascenso nos conduce a la ermita de Sant Miquel de Castelló, lugar escogido para el descanso, el desayuno y la reagrupación de la manada.

Mientras damos buena uenta de nuestras viandas, los veteranos recuerdan que hace exactamente 17 años, un día como hoy, y a una hora parecida, desayunaron en el mismo lugar los fundadores del grupo. Por entonces, eso sí, el invierno era invierno y hacía un frío de perros.¡No como este año, que ni frío ni naaaa!

A la hora de los postres, Fátima reparte unas deliciosas magdalenas caseras de elaboración propia, entre las féminas, pero como uno es muy astuto, se sitúa estratégicamente al lado de su hermano Jordi y consigue garrapiñar una de las pastas. ¡Deliciosas, Fátima! ¡En el futuro ya sé a qué sombra arrimarme!

Concluido el ágape emprendemos la marcha en dirección a la Masía de Pibernat. Traspasamos un nuevo vallado y pasamos junto a la Font de Pibernat que debería surtir al torrente del mismo nombre pero que debido a la sequía está más seca que el ojo de una tuerta. Avanzamos por el reseco pla de Falgars y alcanzamos el Falgars d’en Bas, la ermita de Sant Pere y la Rectoría. Allí nos detenemos para esperar a los amigos de la retaguardia y reagruparnos nuevamente. Tras la llegada del último caminante nos ponemos de nuevo en marcha por las praderas de Falgars, que se hallan horadadas de toperas a modo de pequeñas erupciones volcánicas.

A punto de dejar atrás la zona de pastos, a nuestra izquierda, en una vertiginosa caída al vacío, languidecen los restos de lo que debería ser el Salto de agua de la Coromina. Desgraciadamente, la pertinaz sequía de este insólito invierno ha dejado sin caudal la Riera de Falgars y consecuentemente ha borrado del mapa el impresionante salto de agua que se nutre de la citada riera.

Desperdigados otra vez, ascendemos por una pista forestal que serpentea entre el arbolado. Al llegar a un desvío en el camino, la ausencia de marcas del GR2 crea dudas entre los compañeros que circulan en la cabeza de la marcha. Para evitar otra pérdida más, los de la avanzadilla se detienen en espera de que los que vienen a continuación confirmen la idoneidad del rumbo. A medida que vamos llegando los perseguidores, al lugar de la espera, van surgiendo opiniones contradictorias sobre qué hacer. Los expertos opinan que hay que continuar por aquel camino con la seguridad de que pronto localizaremos las marcas del GR2. Los que nos guiamos por el GPS informamos a los demás que estamos fuera de ruta y que sería conveniente retroceder para recuperar el camino que marca el Track original. Finalmente, y tras una breve deliberación, se impone el criterio de continuar por aquel camino (Camí  Ral de Vía a Olot) lo que nos condena a añadir un extra de más de tres kilómetros a los ya previstos inicialmente.

Mientras avanzamos por la Serra de Mateus vamos dejando a la nuestra izquierda las magníficas vistas de la Vall d’en Bas; a la derecha el Collsacabra, con su cima, la Serra de Cabrera; algo por delante y también a la derecha, los impresionantes Cingles d’Aiats; en lontananza y por detrás, el Puigsacalm; y frente a nosotros la ya cercana Serra de Pruit.

Luego de otra reagrupación (¿pérdida,) en uno de los múltiples cruces del zigzagueante camino que nos guía, giramos a la izquierda y nos topamos con unos ciclistas que corroboran nuestra correcta dirección. Cansados y ansiosos por alcanzar la meta, acometemos un leve descenso por un camino empedrado de lanchas, en la Sierra de Pruit, hasta alcanzar la Masía Renyins.

A escasos metros de la edificación campestre nos cruzamos con el que debería haber sido nuestro verdadero camino y poco después de cogerlo nos detenemos por enésima vez para evitar una nueva pérdida.

Mientras aguardamos la llegada de algunas agotadas GRmanas, tres lozanas mozas (Fátima, María Ocaña y Montse) se adentran en el bosque para hacer sus necesidades. De inmediato nos olvidamos de ellas y nos ponemos en marcha sin esperar a que las meonas se integren en el grupo. Entonces, un afligido, lloroso y desconsolado Josep Mª, da la voz de alarma ante la ausencia de su enamorada. El desamparado esposo pregunta a todo aquel que se aviene a escucharle si alguien conoce el paradero de su amada, sin obtener respuesta alguna a sus lastimosas pesquisas.

Obligados por las circunstancias, volvemos a detenernos y aparecen los primeros  síntomas de preocupación. Las extraviadas no aparecen y los Walkis comienzan a echar humo. Hay quién afirma hablarlas visto desaparecer por el norte, algunos aseguran que se fueron por el sur, varios certifican que se ocultaron por el este, y otros juran que lo hicieron por el oeste. ¿A quién creer? ¡Vaya usted a saber!

De pronto, alguien corre la voz de que las extraviadas han aparecido sanas y salvas. Al parecer, las féminas se habían adelantado para no retrasar la marcha, y al acabar la micción, viendo que el pelotón no les daba alcance, decidieron tirar para adelante pensando que las rezagadas eran ellas y no al revés. ¡Menos mal!

Con más de una hora de retraso sobre el horario previsto alcanzamos Pruit, y sin demora alguna nos dirigimos a Rupit para finalizar el accidentado recorrido.
Pasadas las tres de la tarde abandonamos Rupit. Pasamos de largo el desvío que conduce a Cantonigros y nos encaminamos hacia l’Esquirol, donde por suerte localizamos un establecimiento que nos permite celebrar la comida del mediodía.

¡Menuda imagen hemos dado a los novatos! ¡Dudo que se arriesguen a venir con nosotros otro día!

Restaurante Hostal Collsacabra (L’Esquirol)

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lunes, 8 de febrero de 2016

GR2 - Etapa 5 (16-01-2016)

GR2 - Etapa 5 (16-01-2016)Santa Pau – Can Trona.

¡MILAGRO! Por primera vez desde tiempos remotos casi ocupamos todos los asientos del autocar y eso que no es día de celebración ni de comilona. ¿Será que el nuevo año nos ha devuelto las ganas de andar? ¿Tal vez el subconsciente nos ha traicionado, presentándonos en sueños las lorzas resultantes de los excesos Navideños? ¿O simple y llanamente la nutrida concurrencia de hoy obedece al hecho de que la travesía discurre por unos parajes de belleza sin igual? Sea cual fuere el inusual motivo que ha concitado la presencia mayoritaria de GRManos en este histórico 16 de enero de 2016… ¡Bienvenido sea y bienhallados y halladas sean nuestros compañeros y compañeras de andanzas! ¡Bienvenidas, igualmente, las nuevas peregrinas, Montse e Inés!

La masiva presencia de caminantes con destino a las volcánicas tierras de la Garrotxa ha obligado a la empresa de transportes a poner a nuestra disposición un autocar con mayor capacidad de pasajeros (¡más grande sí, pero no más nuevo!). Y quién sabe si también a consecuencia del cambio, y para adaptarlo al avejentado vehículo, nos ha adjudicado un conductor diferente del habitual.
 
Tras dejar atrás la autopista C-58, y al poco de circular por la AP-7, el avezado piloto toma un desvío a la izquierda para adentrarse en la C-17 con dirección noreste. Una vez superado Vic abandonamos la citada vía y avanzamos por la C-33 rumbo a Olot. Al poco, atravesamos el controvertido túnel de Bracons,  alcanzamos la capital comarcal y desde allí nos desviamos hacia Santa Pau.

En puertas del destino, Jaume Pavón propone un recorrido alternativo para los del grupo A. Así, en lugar de transitar por el valle y atravesar la preciosa Fageda de’n Jordà, él sugiere que realicemos la travesía por la Sierra Marbolenya.

La mañana se presenta placentera y soleada pero a la vez fresquita. El gélido viento del norte agita el arbolado del valle y dicha circunstancia genera dudas en alguno de los habituales componentes del grupo A, sobre la conveniencia o no del nuevo recorrido propuesto. Estos, comentan que la posibilidad de una fuerte y molesta ventolera, allá por las alturas, no es desdeñable y que no les apetece demasiado el hecho de caminar por la cresta de la cadena montañosa, a la intemperie, expuestos al frío viento y las incómodas  circunstancias climatológicas. 

La falta de consenso entre los GRManos pospone la decisión hasta más adelante, cuando alcancemos el lugar del desvío, momento en el cual deberemos decantarnos por continuar con el plan previsto inicialmente u optar por la nueva alternativa propuesta.

La salida de Santa Pau se produce en torno a las nueve de la mañana. De buen comienzo, caminamos tranquilamente acomodados en parajas o pequeños grupos mientras dejamos atrás el poblado y nos adentrarnos en la silenciosa campiña. Por sorpresa, nos topamos con la primera prueba de que nos hallamos en tierra de volcanes. Una negra oquedad, en una curva a la izquierda del camino rural, nos muestra el desprendimiento de cuantiosas rocas volcánicas pertenecientes al volcán a Bocanegra, el cual estamos rodeando.

Abrigaditos, parlanchines y a buen paso, vamos disfrutando de la compañía de nuestros camaradas y del maravilloso entorno paisajístico nos rodea.

Por un camino agrario, que serpentea entre tierras de cultivo y masa forestal, nos dirigimos rumbo a uno de los míticos volcanes de la zona. Para ello, a la altura del kilómetro 3,5 abandonamos el citado camino principal y ascendemos por un estrecha, pero bien marcada senda, en pos del imponente cráter volcánico del Santa Margarita. Una vez coronada la cresta del mismo, desde las alturas, observamos la impresionante caldera cilíndrica que en tiempos remotos vomitara ingentes cantidades de incandescente magma en forma de lava. Alegres y prendados, descendemos hasta la mitad, más o menos, de la pared volcánica y tras acomodarnos desperdigados a la vera del sendero, en el suelo, damos buena cuenta de nuestro particular desayuno y del vino de la bota de Don Paco.

Para no romper la costumbre, a los postres aparecen todo tipo de alimentos calóricos sobrantes de las pasadas fiestas Navideñas: turrones, almendras, variados  frutos secos, chocolate, pastas, etc… Emergen, igualmente, apetitosas tartas y dulces elaborados expresamente para la ocasión. Para deleite del personal, y gracias a la generosidad de Jaume Valls, corre por entre los insaciables caminantes una fiambrera repleta de trozos del jamón, del que la Diosa fortuna tuvo a fe conceder al afortunado Señor Valls en la tradicional rifa de Navidad. Todo ello bien regado con bebidas de diversa índole: morapio, exquisito té, aromático café, “espiritual” Vodka, etc... De lo que se deduce que no tenemos remedio, pues gastamos unas pírricas calorías caminando y le endiñamos al cuerpo el doble de las que hemos quemado. ¡Así es imposible mantener la línea!

Con los estómagos abotargados de tanto zampar, desalojamos cansinamente el idílico lugar y regresamos sobre nuestros pasos para retomar el camino principal, abandonado anteriormente, que nos conducirá al final de nuestro recorrido.

Hacia el kilómetro 6 de la etapa nos topamos con la ermita Sant Miquel Sacot y tras una leve pausa, y ciertas dudas, la muchedumbre se divide en dos grupos.

La mayor parte de los caminantes se engloban en el B, el cual se dispone a atravesar el valle por su lecho. En su transitar se adentrarán por entre la preciosa arboleda de la Fageda de’n Jordà, hoy angosta y reseca a causa de la escases de lluvias producto de éste inusual y cálido invierno; visitarán, de paso, la Cooperativa del mismo nombre; y tras caminar de nuevo cobijados a la sombra de la centenaria arboleda alcanzarán la localidad de Les Presses. Una vez allí, alcanzado el objetivo inicial, una facción de este grupo, la B-2, continuará su aventura hasta personarse en Can Trona, punto final de la etapa de hoy.

Por su parte, la escuálida sección del grupo A se desvía y acomete el ascenso a las alturas para transitar por la cadena de la montañosa Sierra Marbolenya. Apenas a un kilómetro del desvío iniciamos la exigente subida de la Collada de Colltort (802 m.) dejando a nuestra izquierda el volcán el Torrent. El viento fustiga con fiereza nuestras jadeantes siluetas cuando avanzamos por la cara norte de la estribación y debemos abrigarnos para minimizar las consecuencias. Al cabo de una hora de exigente caminata alcanzamos el Castell de Colldetort (838 m.) y al encaramarnos encima de los derruidos muros de la antigua fortaleza quedamos embelesados por las maravillosas vistas que la atalaya nos ofrece.

Luego de una leve pausa y alguna que otra foto, salimos en estampida y dejamos descolgadas a Cati y Carmen que se quedan haciendo una última foto. Mientras caminamos por el inclinado y reseco suelo alguien que se percata de la ausencia de las damas y da la voz de alarma. Nos detenemos, entonces, al abrigo del viento para esperarlas y momentos después las vemos emerger de entre el sediento arbolado con cara de pocas bromas. Nada más llegar a nuestra altura Carmen Nietro expresa su lógico malestar, pone orden en el asunto y nos pregunta: ¿A qué viene tanta prisa? ¿Tano cuesta viajar agrupados y esperar un poco? ¿Podremos hacer una foto tranquilamente o cada uno va a ir a la suya?. ¡Somos incorregibles!

Aclarado el asunto reemprendemos la marcha. Agrupados, pero en fila de a uno para salvar las dificultades orográficas, continuamos avanzando a buen ritmo mientras el viento del norte azota los rostros y amenaza con despeñarnos ladera abajo. Caminando en ascenso vamos pasando por el Coll de Llaceres (808 m.), la Collada dels Saiols (878 m.) y el Pas d'en Vidal (887m), para finalmente alcanzar la cota máxima de la Sierra y nuestro techo de hoy (La Roca del Lladre (907m). Un precioso vértice geodésico que nos regala unas impresionantes vistas de la zona: Los Pirineos cubiertos de un blanco manto de nieve, el Puig-Sacalm, los valles que discurren a ambos lados lados de la Sierra, la Fageda de’n Jordà, la Coperativa del mismo nombre, los pequeños poblados, la capital de la comarca (Olot) y, por encima de todo, las impresionantes estructuras geológicas que configuran el legendario paisaje de la mítica zona volcánica de la Garrotxa.

Tras otra leve pausa, y luego de la pertinente foto de grupo, reiniciamos de nuevo la gratificante marcha. Pasamos primero, casi sin percatarnos, por la supuesta Font dels Cingles, la cual languidece agotada a causa de la inacabable sequía que nos martiriza, y más adelante, por un imaginario camino en pendiente, sepultado bajo una copiosa montaña de hojarasca que impide ver la senda y que nos obliga a arrastrar los pies cómicamente para no salirnos de la misma y rodar vertiente abajo.

Traspasado el mediodía, con la hora pisándonos los talones y algo cansados de tanto sube y baja, avanzamos por el Collet de Puig Rodó (879 m.) en dirección a la cima del mismo nombre. Una vez alcanzado Puig Rodó (907 m.), en su mirador circular, volvemos a deleitarnos con las fantásticas vistas, posamos una vez más para la eternidad y acto seguido partimos en pos del área recreativa de Xenacs.

Sin tiempo para una triste cerveza y mucho menos para actividades ociosas, pasamos de largo por el lugar de descanso y acometemos el pronunciado descenso por el camino de les Barrincoles, el cual nos conducirá hasta las puertas de Les Presses, punto y final de nuestra aventura montañera.

Hacia las dos del mediodía localizamos el autocar donde nos espera el grueso de nuestros compañeros. Acomodados en sus asientos, la gran mayoría de ellos y ellas (los del grupo B) permanecen relajados y con el estómago inflado a causa de las cervezas ingeridas durante la espera, mientras otros, los menos (los del grupo B2), intentan recuperarse del esfuerzo realizado hasta Can Trona, lugar donde inicialmente debería haber concluido la etapa de hoy.
Una vez reagrupados todos nos dirigimos a Olot para buscar un establecimiento que conforme a nuestras particulares condiciones nos permita reponer fuerzas.

A la entrada de la población Olotina localizamos un Restaurante donde antaño ya se celebrara un evento festivo del grupo. Del autocar desciende una comisión formada por Paco Victoria y su misma sombra para negociar con el dueño del refectorio las exclusivas condiciones. Tras unos instantes de tensa espera el comisionado nos hace señales de que todo está en orden y de que podemos despegar el culo de nuestros asientos, descender y dirigirnos a la estancia reservada al efecto.

Todos menos él, desconocemos los términos de la negociación y la cuantía de las comisiones que se han derivado del alquiler de la sala, pero nuestro comisionado parece haber claudicado de inmediato a las peticiones del propietario. A las puertas del local recibimos la increible noticia de que debemos acondicionar nosotros mismos la estancia asignada, montar las mesas y sillas, anotar los pedidos, acercarnos a la barra para pedir y recoger las bebidas, transportarlas a la sala adjunta, servirlas en las mesas a nuestros compañeros y compañeras, volver a tomar nota de los cafés e infusiones, regresar de nuevo a la barra, recoger los pedidos, transportarlos, servirlos, pedir la cuenta… En fin… ¡Mejor dejarlo ahí y no seguir hurgando en la llaga! ¡Vaya negociante!

Pero bueno, como siempre que llueve escampa, pues al final la fiesta se anima. De inmediato olvidamos las amargas penas y nos dedicamos a lo que tan bien dominamos: ¡Devorar con gula todo aquello que se pone ante nuestros ojos!

Fruto de esa innata capacidad de adaptación a las circunstancias, participamos glotona y desinteresadamente de los exquisitos manjares que Angels y Mª Ángeles han aportado para celebrar su reciente cumpleaños. ¡Uhmmm que rico todo! También de una deliciosa torta de chocolate negro con almendras que ha traído Inés, y nuevamente del jamón del Señor Valls, así como de turrones, dulces y otroas manducas.

Como colofón a la gratificante jornada aventurera se procede al cambio de Tesorero, cargo que recae en el amigo, compañero, ex bancario y prejubilado Joan Lluis.

Dado que desconocemos por completo (¡Yo al menos!) los términos exactos pactados para  la adjudicación del citado contrato y las cláusulas de confidencialidad; así como las comisiones aplicables a su innoble gestión, las bonificaciones fiscales y el porcentaje de beneficios del gestor; la necesidad de aporatr facturas falsas que justifiquen los gastos, el obligado % aplicable a las mordidas y las donaciones anónimas al partido (GRManía); los fondos que se dedicaran a sufragar los gastos para regalos, viajes, fiestas y comilonas; los impuestos a devengar, el IRPF (¡Hacienda somos todos, jajajaja!), las plusvalías y demás farragosos términos financieros, me ofrezco voluntaria y desinteresadamente como asesor y auditor de cuentas para ayudar a mi amigo Joan Lluis a malversar los fondos GRManos concienzudamente. Así podré evitar, que él, pobre inocente, cargue con toda la culpa de la corruptela a sus nobles espaldas y si por un causal (¡Dios no lo quiera!) se descubriera el pastel, confirmar sin el menor atisvo de duda que nosotros no sabíamos nada del tema. 

¡Se fuerte Joan LLuis! ¡Resiste! 

Ya sabes amigo… ¡Cuenta conmigo para vaciar la caja! ¡Destruiremos las pruebas y lo negaremos todo, aunque canten las evidencias!

Restaurante B-CREK, Olot:

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