Versos

Soneto a un bote abandonado


Hallábase este bote mareado
en tétrico y oscuro maletero.
Rodaba sin control, el puñetero,
cual loco que luchara encamisado.

Sentíase infeliz, abandonado,
después de haber saciado con esmero
la sed de un tipo otra lisonjero
que hoy no era más que en viejo despistado.

Maldiciendo a su dueño y al destino,
presagio del final, funesta suerte,
se empeñó en arreglar tal desatino,

y dispuesto a vivir, hízose el fuerte,
para obviar aquel descuido tan dañino
que pretendía arrastrarle a la muerte.


© Moisés G. M. Sábado, 17/05/25

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Primavera y niñez

A mayo le cantábamos las flores,
ávidos, ya, por salir de la escuela.
Para el juicio nos faltaba una muela
y apenas si entendíamos de amores.

Pantalón corto anuncio de calores.
juegos al sol, meriendas de la abuela.
Tiznada al fuego, al bullir la cazuela,
de humo y sabor se vestían los olores.

Dulce reír de aquellas primaveras,
donde el correr era nuestro alimento
y la amistad la flor más verdadera.

Sueño días de ayer, que hoy son quimeras,
e imagino que perdería el aliento
si mi infancia de oro se me fuera.


Lunes, 05 de mayo de 2025
©Moisés G. M.

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(Dice el refrán que "Año de nieves, año de bienes", pero como el ser humano actual no se distingue por su respeto a la naturaleza, lo habitual es que el dicho pierda su sentido, sin remedio).

Año de nieves


Blanco manto luce hoy la Paramera
tras años cubierta de fracaso.
Un invierno llegado con retraso
dejó nieve como si antaño fuera.

Mas la dicha diríase pasajera,
pues huyó el frío de las noches al raso.
El Dios del hielo perdióse en el ocaso
al ver, cercana, albear la primavera.
 
Este maná que nos regaló el cielo,
para dar vida a angostos manantiales,
huye feroz matando al viejo sauce.

Y lo que ayer viniera a ser consuelo,
hoy anegó de barro los hastiales.
¡Siempre las aguas vuelven a su cauce!

Viernes, 21 de marzo de 2025
©Moisés G. M.


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(Conviene no olvidar que este río Adaja, por estas fechas desbocado, languidece todos los veranos ante la escasez de lluvias y la habitual ausencia de nieve que venimos padeciendo desde hace décadas en invierno).


A ti, río Adaja

Aquel Adaja antaño melodía,
acuñado a los pies de "La Serrota",
 de canto sosegado y dulce nota,
hoy sediento mastica su agonía.

Por su cauce ya no fluye alegría
y en su lecho apenas si una gota;
ya no hay peces que en él bailen la jota
sino olvido, sequedad y apatía.

Si yo pudiera devolverte al ayer
y que otra vez danzaras locamente
tu luz volvería de nuevo a florecer,

mas no puedo luchar contracorriente
y, aunque me duela verte languidecer,
sospecho que tu muerte está presente.



Viernes, 21 de marzo de 2025.
© Moisés G.M.

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De Bruguers a El Garraf

Era mediados de octubre.
Se presagiaba buen día.
Viejos de anciana costumbre.
Un tropel de algarabía.

Sucedió que veinte andantes,
miembros de GRmanía,
nos presentamos radiantes
a rondar en compañía.

En la lista, cuatro gatos,
—y varios de ellos noveles—
con botas, que no zapatos,
relucientes cual pinceles.

Un conductor sonriente
los buenos días nos daba
sin saber, pobre inocente,
lo que luego le esperaba.

En apenas diez minutos
la tropa quedó embarcada:
en la vanguardia los cautos,
al fondo…, gente exaltada.

Circulando sin demora
el sueño íbamos venciendo
mientras florecía la aurora,
con la noche ya muriendo.

Cual jóvenes en pandilla
soñábamos un buen día,
mas corría una comidilla:
¡Nos da que falta algún guía!

Todo era paz y armonía
de camino hasta Gavá
en busca de Ana María
que esperando estaba allá.

Fue al salir de la autovía
cuando la suerte viró:
el señor que conducía
de ruta se equivocó.

Con el pasaje enfrascado
en arduas conversaciones
todo se dio por sentado
y apenas hubo objeciones.

Solo las de un camorrista
que alzó la voz vacilando:
—¿Dónde está la excursionista
a la que estamos buscando?

Entonces se oyó un murmullo
y alguien soltó una bobada.
—¡Calla y no hagas el capullo—
le dijo el de su bancada!

Del murmullo a los bufidos,
pues nadie entendía un carajo.
—¿Qué hacemos aquí perdidos
calle arriba, calle abajo?

Tras más de treinta minutos
—hartos ya de tanta ronda—
surgieron los exabruptos:
—¡No, por Dios, otra rotonda!

—¡Esta es ya la quinta vuelta
que damos a la manzana
o acertamos con la puerta
o se nos va la mañana!

Por suerte se hizo el milagro,
descubrimos la salida,
y al polígono macabro
le dimos la despedida.

Mientras el reloj corría
y el chófer callejeaba
la moza no aparecía
y el enredo se enredaba.

—¿Qué tal si nos detenemos?
—surgió una voz de la nada—.
Tal vez así encontraremos
a la mocita extraviada.

Luego de un nuevo rodeo,
por arteria transitada,
alguien dijo: —¡Ya la veo!,
¡está en aquella parada!

Ya en Bruguers, la comitiva,
por fin comenzó la etapa.
Yo me olvidé la comida.
Paquita casi derrapa.

Ella que avanzaba airosa
por una inhóspita acera,
dio un traspiés, ¡maldita losa!
y acabó en una zarcera.

Por suerte la rescatamos
en perfectas condiciones.
¡Vaya mañana llevamos
con tamañas emociones!

Un grupito descarriado
partió, raudo, por su cuenta,
hasta que el guía, cabreado,
les hizo darse la vuelta.

Aunque se había comentado
que el perfil era en descenso,
yo exclame desencantado:
¡Qué bajada, si es ascenso!

De pronto la fortaleza
d'Emprunyà ante nuestros ojos:
castillo, ermita, maleza
y una valla hecha despojos.

No hay que ser gran adivino
para hablar del desayuno.
Frutos secos, pastas, vino…
todo enfocado al... «ayuno»..

El trayecto no era largo
ni tampoco peligroso.
menos un sendero amargo,
con mal firme, pedregoso.

Bordeando el mediodía
al Puig de Agulles llegamos.
Sus vistas, ¡qué melodía!
con las cámaras plasmamos.

Montserrat lucía al oeste
y al este un mar reluciente.
Bajo un cielo azul celeste
al norte el Montseny, se siente.

A un ritmo descompasado
la serpiente fue avanzando.
Los de delante alocados
y los de atrás… rezongando.

Un otoño desatado,
de chaparrones constantes,
el campo había perfumado
como solía ocurrir antes.

Entre arbustos y matojos,
ora senda ora camino,
avanzábamos cual cojos
a un ritmo lento, cansino.

Un sol templado fluía
y con las nubes jugaba.
Pepe Hervás no aparecía 
y el grupo se impacientaba. 

Coll Sostrell y La Morella;
Avenc Llambrics, Pla del Querol.
Puig d’en Vinylas y a La Pleta
Pedrera, Celler Güell y sol.

Con demora relevante
cruzamos por fin la meta.
¿Habrá en Garraf Restaurante
que de birra a tanto jeta?

Al final de una avenida
el Bar Antonio se emplaza
y el camarero, «un suicida»,
nos conduce a la terraza.

Mas la dueña del negocio
deja mudo a su empleado:
—¡Este no es lugar de ocio
para quien se trae el bocado!

Ipso facto lo entendemos
y en tropel nos levantamos.
Nuestra pitanza cogemos
y a la arrogante plantamos.

Con el bocata en la mano,
cabreados y sedientos,
latas nos vende un fulano
que tampoco ofrece asientos.

Mientras se acerca una ola
que la arena engulle, quieta,
yo voy repitiendo: ¡Hola!
¿Cuántos «pa» la lumineta?

Acabada la aventura
al redil todos volvemos.
El sol de la tarde apura.
cuando al fin nos recogemos.

 

Terrassa, sábado, 20 de octubre de 2024.
© Moisés González Muñoz.

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Gato de pueblo

Cuando yo aún era un pazguato
mi abuelo rescató un gato
que maullaba todo el rato
y te arañaba el zapato.

Minino de fea pelambre,
descarnado cual alambre,
decidió matar el hambre
con leche, pan y fiambre.

Como seguía tan delgado
recibía el mejor bocado
y al verse tan bien tratado
se creyó un gato mimado.

Su tarea eran los ratones,
mas él no entraba en razones;
siempre ocioso, entre fogones,
su vicio eran los tazones.

Hasta que un día al anciano,
harto del ocioso ufano,
lo agarró con firme mano
y lo exilio, por villano.

Lo encerró en la casa vieja
y hablándole en una oreja
le dijo: ¡No quiero queja,
caza y te abro la reja!

A mediados de semana,
una fresquita mañana,
mi abuelo, por la ventana,
vio al gato cazar con gana.

Sabedor que ejercería

su oficio con maestría,
antes de acabar el día
lo fue a rescatar mi tía.

Acurrucado en un paño
se hizo dueño del escaño,
roncando junto al de antaño
las frías noches del año.

Apostado en los rincones,
del sobrado y los salones,

acechaba a los ratones
sin tomarse vacaciones.

 

Un glacial día de enero
madrugó como el primero

y con rictus lastimero…

dijo adiós junto al puchero.

 

© Moisés G. M. 21/05/24

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Sin niños no hay nada


Hay niños tan ricos, con alma de pobre,
y niños de oro aunque sean muy pobres.
Hay niños felices, que no tienen nada,
y otros que con todo se quejan por nada.

A unos los empujan a disparar balas
y a otros los endiosan cual rey sin espada.
Los hay que presumen de ropas muy caras
y los hay, también, que ni botas calzan.

Si cuando son chicos tienen pura el alma,
¿por qué los adultos, con negras palabras,
sembramos en ellos la infame patraña
para que en su mente crezca la cizaña?

Yo quiero ver niños en todas las casas
que corran felices, respeten las plantas;
que a los animales no les den patadas
y que se embadurnen de barro la cara.

Sueño que la luna les dé noches claras;
se sientan queridos, duerman en su cama.
Que no tengan padres que solo trabajan
y que a los abuelos vean cada jornada.

Que vivan su vida, no la de quien manda.
Que nadie los odie por el Dios que alaban,
el país de origen o la lengua que hablan.
¡Que sueñen despiertos el hoy y el mañana!

Que luzcan sonrisas y amistades sanas
compartiendo besos, caricias, nostalgia.
Ya seas blanco, negro o de cualquier raza…
¡Respeta y Entiende, la Empatía es el Arma!



Terrassa, 07 de mayo de 2024
© Moisés González Muñoz

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Abuelo porque fui nieto


De niño, flaco e inquieto.
De pueblo, que no paleto.
Y como fui un feliz nieto
a mis abuelos… respeto.

Recordando su viaje
daré luz a aquel paraje
con algún que otro pasaje,
¡a su huella, mi homenaje!

Siempre vivos en mi mente.
Gente sencilla y valiente.
Por ellos tengo presente…
que a mis nietas, su simiente.

Deogracias era forzudo,
alto, alegre, testarudo,
incansable, corajudo,
educado y muy agudo.

Criaba hermosos conejos
que al verme, ya desde lejos,
desoían mis consejos
y se metían tras los tejos.

Era el amo de un rebaño,
de cuya lana hacían paño,
con un pastor algo extraño
que bebía agua del caño.

Galopaba como un rayo
en su rocín color bayo
y se cubría con un sayo
hasta bien entrado mayo.

Cuidaba sus siete vacas,
unas gordas y otras flacas,
y cargaba con las sacas
con maña y sin alharacas.

Con él me iba yo a la era,
a la huerta o la pradera
poniéndonos por montera
cualquier trabajo que fuera.

María, inquieta y callada.
Austera, siempre atareada.
Seria, beata y recatada,
sufría por cualquier bobada.

Media vida en la cocina
su pitanza era divina
y combatía la rutina
al rescoldo de la encina.

Cebaba puercos glotones
que comían como leones
y a dos cerdas con lechones
que darían ricos jamones.

Solía rezar el rosario,
por las tardes, a diario,
con un libro centenario
que dejaba en el armario.

Visitaba el gallinero
con paso firme y ligero,
advirtiendo al gallo fiero:
¡quieto que vas al puchero!

Las manos siempre dispuestas.
Las puertas abiertas, prestas.
Comulgaba por las fiestas
detrás de las peripuestas.

De Valentín, mi otro abuelo,
solo me queda el consuelo
de que allá arriba en el cielo
reine el calor y no el hielo.

La otra abuela que tenía
andaba algo delicada
y en la silla se encogía
o se quedaba encamada.

Eutimia, en su ultramarinos,
vendía productos muy finos:
atún y arenques marinos,
gaseosa, arroces, vinos.

Ya fuera con frío o viento,
cogía el ganchillo del cesto
y con destreza y arresto
hacía tapetes a ciento.

De luto, vestía toquillas,
los pies en las zapatillas,
modelaba albondiguillas
y deliciosas rosquillas.

De todos guardo consejos,
no por ser lejanos, viejos:
sus caricias, sus abrazos,
besos de amor, sus regazos.

Hace décadas se fueron
como avecillas, volando.
¡Cuánta sapiencia dejaron
que yo sigo recordando!

Corrían tiempos de pesetas,
de vidas que me marcaron.
¿Sabré darles yo a mis nietas
lo que ellos me legaron?

Si ser nieto es una barca
de la cual fui marinero;
ser abuelo es como un arca
donde guardo con esmero…

Dos estrellas que venero
con amor puro y sincero.
Lucía y Carla, tanto os quiero,
¡que sin vuestros besos… muero!


Moisés González Muñoz.
Ávila, 23 de abril de 2024.
 
 
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La breva


Recuerdo una primavera,
cuando no lucía bigote,
que junto a la carretera
crecía un frutal hermosote.

Por allí no había escalera
así que me hice el machote
y brincando como fiera
me encaramé bien altote.

Al agarrarme a una breva,
para añadirla a mi bote,
la rama de aquella higuera
hizo crack y el muchachote,

como voladora hortera,
golpeado bien fuertote,
tras caída harto ligera
se estampó cual monigote.

Aplasté una tomatera
con un tomate verdote
y me embadurné de tierra
de los pies hasta el cogote.

Con la angustia por montera, 
a causa de aquel “rebote”,
me eché mano a la pechera,
la asfixia por capirote.

Luego de una tensa espera,
con un nudo en el gañote,
como triste plañidera,
maldije mi despelote.

Hoy, cuando veo una higuera
o le doy patada a un bote,
me río como si aún fuera
aquel feliz chavalote.

02 de junio de 2023.
© Moisés González Muñoz. 
 
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Ómicron

El martes, al levantarme,
creí que era un resfriado.
¿Tal vez debí de dormirme
con el culo destapado?

Noté mis ojos llorosos.
Solo hacía que estornudar.
¡Menuda fuente de mocos
fluía tras cada sonar!

Al tomar el desayuno
se me irritó la garganta.
¡Me bebí un vaso de zumo
y me entró dolor de panza!

Vaciados los intestinos
me apalanqué en un sillón.
¡Hay que apretar cien botones
pa ver mi televisión!

Mientras estaba comiendo
me entró dolor de cabeza.
¡Vaya día que estoy teniendo
por mi nocturna torpeza!

Según pasaban las horas
los achaques aumentaron.
¡Sudores con tiritonas
y otros males se alternaron!

A media tarde tosía
y me notaba caliente.
¡A fiebre, me refería,
no me seas indecente!

Como en todas las noticias
solo hablaban de contagios,
me puse dos mascarillas
de esas que solo son plagios.

Camino de la farmacia,
tozudo, fui meditando:
¡Si apenas salgo de casa!
¡No lo puedo haber pillado!

En la cola, diez personas,
unos fumando cigarros
y otros con el tapabocas.
¡Todos, esquivos y extraños!

―¡Buenas tardes, señorita!
―¡Bienvenido, caballero!
―¡Manténgase alejadita!
―¡No me sea usted agorero!

―¿Tienen test de esos tan caros?
―¡Ayer nos llegaron varios!
―¡Venga, póngame unos cuantos
que estamos muy mosqueados!

―¡Seguro que ha sido el bicho
que viene muy bien cargado
y antes que el nombre hayas dicho
el mamón te ha contagiado!

―Pues tiraremos derechos,
mientras la suerte buscamos,
para no salir maltrechos
si al fin de él no nos libramos.

Nada más volver a casa
y hacer lo que está marcado
apareció la sentencia:
¡El virus nos ha infectado!

Una semana después
y, a pesar de la vacuna,
nos ha quedado a los tres
una tos seca y perruna.
 
 
©️ Moisés González Muñoz
Lunes, 24 de enero de 2022.

 
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Navidades.

Para estas vacaciones venideras
de abrazos cercenados por las penas
yo pido para todos las personas
unas felices fiestas navideñas.

Que los reyes nos traigan esperanzas.
De ilusiones, carretas, bien repletas.
Que juntos desterremos añoranzas
y aparquemos dolores y condenas.

Que renazcan sonrisas en las mesas
de azúcar, mazapanes, miel y almendras
y al brindar con las copas bien rellenas

regresen de nuevo las verbenas,
para enterrar miserias y tristezas,
presagio de alegrías venideras.
© Moisés González Muñoz.
Miércoles, 22 de diciembre de 2021.

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Vivos en mi memoria.
Del silencio surgieron las ánimas
que de añoranza mis noches pintaron.
En los altares los cirios prendieron
un musitar de sedientas plegarias.
Por el ambiente volaron palabras
que a mi memoria sus rostros trajeron
y entre las llamas los leños murieron
para encender las lloradas ausencias.
Lamento y dolor, tañó la campana.
Cantó soledad el búho en su nido.
Lágrimas de amor bañaron mi cara.
El luto voló con su tul de lino
y al ver que la luz sus almas velaba
mi cama quedó preñada de frío.







© Moisés González Muñoz.
Martes, 02 de noviembre de 2021.

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 A Juan Fco. que se nos fue en silencio.


Se despertó la noche, 
funesta y desalmada, 
preñada de azabache 
cual guadaña afilada. 

Cobarde y luctuosa, 
de malva disfrazada, 
maquinó su traición 
en busca de algún alma. 

Se encaminó, sedienta, 
en pos de una morada. 
Se encaramó a la tapia 
y entró por la ventana. 

En medio del silencio, 
cuando todo era calma, 
se encaprichó, siniestra, 
de quien vivir ansiaba 

¿Quién te guió a la cita, 
señora desalmada, 
con el adormecido 
que el mañana esperaba? 

¿Si nadie te llamó? 
¿Si no eras bien hallada? 
¿Qué razón te llevó 
a segar la esperanza? 

Una vez sentenciada 
la luctuosa hazaña 
se acercó por la espalda 
y allí le hundió la daga. 

Luego se despidió, 
la desdicha saciada. 
En su rostro no hay luz, 
la muerte es su mirada. 

Al ver que se ha perdido 
tu vida en la distancia, 
mi pena languidece 
de dolor y añoranza. 

Cada hora es eterna. 
Cada día, una carga. 
Cada gesto un recuerdo. 
Cada respiro, escarcha. 

Tú que nos diste todo: 
amistad, plato y cama, 
cuídanos desde arriba, 
sin ti no somos nada. 

Ayer, mirando al cielo 
vi que se iluminaba, 
era una estrella nueva, 
Lucía como el Alba. 

© Moisés González Muñoz.
23/01/2021.

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Días de otoño.

Avanza el otoño.
Maduran los frutos.
Dormita el retoño
sembrados los surcos.

Regresan las lluvias.
Se acortan los días.
Se prenden las llamas
en las noches frías.

El sol se adormece.
Lucha con las nubes
retando a la niebla
que vela las luces.

El bosque se viste
de lindo cromado:
rojizo, amarillo, 
lila, anaranjado.

Los árboles lloran
lágrimas perladas
al ver que sus hojas
cubren las vaguadas.

Se posan los barros
en las hondonadas
lustrando las botas,
también las cayadas.

El pájaro trina
desde la espesura
cantos de añoranza
notas de amargura.

Vuelan las ardillas,
urajean los grajos,
saltan los gorriones,
hozan los jabatos.

Emigran las aves.
Fenecen las rosas.
Se reza a las almas
con frases hermosas.

Renacen las fuentes.
Blanquean los picos.
Verdean los musgos.
Danzan los molinos.

Son días de endrinas,
de setas carnosas,
castañas asadas,
bellotas sabrosas.

Huelen las cocinas
a humos y sombras
y al son de la brasas
negrean las orzas.

©Moisés González Muñoz.
Terrassa,14 de noviembre de 2020.

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    A mi tío, Carmelo: 

   Buenas tardes a todas/os.
   Voy a empezar dándoos las gracias en nombre de la familia de nuestro querido y finado Carmelo.
   Por desgracia, hoy nos encontramos aquí, en la ermita de Salobralejo, para darle nuestro último adiós a su cuerpo, que no a su alma, pues él siempre estará presente en nuestro recuerdo.
   Los años van pasando y aquel huerto frondoso donde crecían árboles de nuestra estirpe, poco a poco va mutando. Apenas si nos quedan los que hacían las veces de abuelos, de padres e incluso de tíos. ¡Qué pena! Pero como la vida es una rueda imparable, a veces dichosa y otras implacable, el hueco que van dejando los vencidos va siendo sustituido por otros recién nacidos.  
   El destino nos obligó a muchos de nosotros a vivir la vida en lugares muy remotos, pero siempre estuvimos juntos en la memoria y cada verano retomábamos la dicha del reencuentro.  Que lejanos quedan ya aquellos años de nuestra infancia cuando él, ya mozo, jugaba con nosotros, aun niños. Socarrón y bromista; tranquilo, pacífico y bonachón se reía con nosotros y nos hacía rabiar fruto de nuestra bendita inocencia.
   Conservo también en la memoria imágenes de él cuando cortejaba a Elena, a través de la puerta del pozo que, horadado en medio de la pared medianera de las dos propiedades, compartían ambas familias.
   Parece que fue ayer cuando asistí a su boda con Elena y me senté en las mesas de Hotel Continental para degustar las opíparas comilonas de aquellos eventos.
   Difícil de olvidar su último y vano intento para convencer a mi Abuelo Deogracias, su padre, de que invirtiera en maquinaria agrícola para cultivar el campo. Y ante la negativa de este, su definitivo adiós al pueblo y su marcha a trabajar a Asturias.
   En su casa, tanto la de Asturias, como de la aquí en Salobralejo, siempre fui bien recibido y me dispensaron el mejor de los tratos. Nunca me faltó una cerveza, un trozo de jamón, unas pastas, un café, esa exquisita tortilla de patatas, o esos inigualables postes rellenos de crema.  
   Pero lo más importante de todo es que jamás me faltó su cariño. Desgraciadamente, en adelante él, ya no estará en la mesa con nosotros para compartir esos manjares. Su silla permanecerá vacía pero su halo estará junto a nosotros.
   Dos años de larga agonía nos han llevado a este duro desenlace. Dos años de silencio y dolor por dentro, y no me refiero al malestar físico. Muchos meses de poner buena cara al mal tiempo y luchar hasta el último aliento.
   Dos años vanos, pues el destino había repartido las cartas y las suyas estaban marcadas, en negro, desde hacía tiempo.
   Hace unos días, sentado en el sofá de su casa, en llanto silencioso, de sus tristes ojos comenzaron a brotar amargas lágrimas de despedida, consciente de que sus horas estaban contadas, pues no hay peor enemigo que mantener las facultades mentales intactas mientras las físicas se van despeñando montaña abajo.
   Ayer, recién entrada mañana decidió dejar de luchar y se marchó volando hacia el más allá, dejándonos a todos desconsolados. Quiero pensar que se fue para no dar más trabajo a los que le querían y, a de paso, para reencontrarse con su querido amigo y cuñado, casi diría que hermano, Simeón, al cual siempre estuvo estrechamente ligado y cuya marcha le dejó apenado, huérfano, desconsolado.

A mi tío Carmelo: 

Tú que del pueblo fuiste un aliado,
y de sus aires solemne compañero.
En tiempo de cosecha nos dejaste,
para dormir el sueño verdadero.

Te vas de nuestro lado, silencioso,
dejándonos desnudos, sin consuelo.
Rotos los corazones, y el alma destrozada,
porque hay ausencias que cortan el aliento.

Los que bien te quisimos, desde dentro,
no lloramos por tu ausencia, Carmelo.
Lloramos nuestra pena y desconsuelo
por el vacío que siente nuestro cuerpo.

Ya no verán tus ojos la cara de tus nietos.
No escucharán tus oídos, de Sira, dulces versos.
Ya no hablarás de fútbol, en las tardes, con Sergio.
Más no sufras “güelito”, siempre estarás con ellos.

Las hojas de la parra van cayendo,
tristes, desconsoladas, sin contento,
mientras mudos canarios, descompuestos,
trinan su soledad. ¡Solo hay silencio!

Allá donde construyas tu aposento.
Ya sea en verdes trigales o algún huerto.
Montando un alazán, o al yugo unciendo.
Seguro encontrarás la paz,
junto a los que, antes que tú, se fueron...
de los nuestros.

¡Descansa en paz, Carmelo!

©Moisés González Muñoz.
Salobralejo, 10 de agosto de 2017.

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   A mi amigo Javier! 
   Hola todos y a todas.
   Siento no poder desearos los “buenos días” pues, para los que aquí estamos, tengo por seguro que hoy no lo son.
   Con permiso de la familia, a la cual expreso mi más sincero pésame, quisiera dedicar unas palabras a Javier, a quien, desgraciadamente, hoy decimos adiós.
   No hablaré de sus virtudes pues de nada sirve ya. Tampoco de sus defectos ya que sería un cobarde. Hablaré de mi amigo Javier, al cual conocí hace casi 50 años, y que hoy, desgraciadamente, nos deja para siempre. 
   Yo había llegado a Hoyos del Espino, un pueblo totalmente desconocido para mí, en septiembre de 1965, junto a mi numerosa familia; y en la escuela del pueblo conocía a mis nuevos amigos: Luis, Roberto, Pepito, Alonso, Javier (mi vecino y también finado) a su hermano Ángel, a Miguel Ángel y otros más que me perdonarán su olvido y … ¡a JAVIER! ¡El niño que no sabía pronunciar la R!
   También a las niñas de mi edad, pero como por aquella época íbamos segregados a la escuela y vivíamos en mundos diferentes, a duras penas si recuero alguno de sus nombres.¡ Perdonad mi olvido y mi afrenta!
   No me preguntéis porqué, pero desde el primer momento en que conocí a Javier, el hijo del cartero, algo especial me unió a él.
   Durante los años de mi feliz estancia en Hoyos del Espino, Javier fue mi cicerón, mi guía por el pueblo, mi guardián, mi compañero de aventuras y desventuras, el hombro al que arrimarme… mi amigo del alma.
   A lo largo de aquellos cinco maravillosos años fuimos inseparables.
   Desgraciadamente, en septiembre de 1970 el destino nos separó enviándonos a estudiar a lugares muy distantes (yo ingresé en el Diocesano de Ávila y él partió a un internado en Valencia). ¡Cómo añoré su ausencia durante todos aquellos meses escolares!
  A partir de entonces, nuestros encuentros se limitaron a los periodos vacacionales. Aquellos cortos, pero dulces e intensos momentos de compartir vivencias, sellaron definitivamente nuestra amistad.
   Finalmente en 1973 emigré a Cataluña y perdí su rastro durante varios años.
Volví varias veces en verano a Hoyos del Espino, pero desgraciadamente no conseguí contactar con él.
   Para mi ventura, recuperé su rastro uno de aquellos días que, al regresar de Gredos, volví al pueblo de visita y la diosa fortuna hizo que se cruzaran nuestros caminos. ¡Aún recuerdo el abrazo en que nos fundimos!
   Desde entonces, fuimos cultivando, esporádicamente bien es cierto, nuestra amistad, hasta que el verano pasado vine en su búsqueda para entregarle un regalo: Un ejemplar de mi libro, uno de cuyos capítulos estaba dedicado a él, por ser uno de mis dos mejores amigos  de la infancia. Aquella tarde de sobremesa compartimos recuerdos del pasado y elaboramos planes de futuro. Al despedirnos, quedamos para sentarnos, de nuevo en el Drakar, este fatídico verano del 2016 y seguir intercambiando experiencias.
   ¿Quién imaginaba que este encuentro jamás llegaría a producirse?
   Desgraciadamente, hoy, en lugar de venir a ese ansiado encuentro, he venido a despedirme de ti. Todo lo que estoy contando ahora ya te lo dije a ti, pero en tu último adiós, quiero recordártelo y pedirte que me guardes un lugar a tu lado para cuando a mí me toque la vez.

¡Hasta siempre amigo! 

A MI AMIGO JAVIER

¿Recuerdas compañero
cuando éramos dos críos
y soñábamos juntos
dibujando el futuro?

¿Cuando salíamos, libres,
ya hiciera sol o frío,
a vagar por las calles
de Hoyos del Espino?

Aquellos días gloriosos.
De risas y desvarío.
De niñez revoltosa.
De juegos divertidos.

De intercambiar secretos.
De hablarnos al oído.
De saltarnos las normas.
De intentar lo prohibido.

De carreras al viento
con el simple objetivo
de vivir al momento
la dicha de ser niño.

Apenas si fue un lustro
de convivir contigo,
pero me cautivaste,
Javier, mi fiel amigo.

Hoy todo lo soñado,
lo andado y lo vivido,
se visten de lamento,
de dolor, de quejido.

¿Qué funesta desgracia
se encaprichó contigo,
rasgando la esperanza
sin darte ni un respiro?

¿Quién forjó la guadaña
de sanguinario filo,
y la blandió con saña
segando tu camino?

Como lobo enjaulado.
De dolor consumido.
La ilusión cercenada.
y el corazón partido.

Ocultando, celoso,
tu orgullo malherido.
Encaraste la trocha
del lóbrego destino.
                
Cuando llegó la noche,
preñada con el frío,
emprendiste la senda
por el bosque sombrío.

Hoy lloramos tu ausencia
Desgarrados, hundidos.
Ajados cual flor muerta.
Yermos como baldíos.

Sin embargo, cartero,
aunque ya te hayas ido.
Tu recuerdo a mi pena
viajará siempre unido.

Nunca olvidaré, amigo.
Que tú fuiste mi faro.
Que me diste la mano.
Que danzaste conmigo.

Que apretaste mis hombros.
Que me abriste caminos.
Que compartimos penas.
Que fuimos… ¡Dos amigos!

Allá donde descanses,
extintos tus latidos.
Donde tú estés, Javier.
¡Siempre serás mi amigo!

Descansa en paz Javier!

©Moisés González Muñoz.
Hoyos del Espino (Ávila), 19 de agosto de 2016.



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