lunes, 24 de enero de 2022

Ómicron


Ómicron


El martes, al levantarme,
creí que era un resfriado.
¿Tal vez debí de dormirme
con el culo destapado?

Noté mis ojos llorosos.
Solo hacía que estornudar.
¡Menuda fuente de mocos
fluía tras cada sonar!

Al tomar el desayuno
se me irritó la garganta.
¡Me bebí un vaso de zumo
y me entró dolor de panza!

Vaciados los intestinos
me apalanqué en un sillón.
¡Hay que apretar cien botones
pa ver mi televisión!

Mientras estaba comiendo
me entró dolor de cabeza.
¡Vaya día que estoy teniendo
por mi nocturna torpeza!

Según pasaban las horas
los achaques aumentaron.
¡Sudores con tiritonas
y otros males se alternaron!

A media tarde tosía
y me notaba caliente.
¡A fiebre, me refería,
no me seas indecente!

Como en todas las noticias
solo hablaban de contagios,
me puse dos mascarillas
de esas que solo son plagios.

Camino de la farmacia,
tozudo, fui meditando:
¡Si apenas salgo de casa!
¡No lo puedo haber pillado!

En la cola, diez personas,
unos fumando cigarros
y otros con el tapabocas.
¡Todos, esquivos y extraños!

―¡Buenas tardes, señorita!
―¡Bienvenido, caballero!
―¡Manténgase alejadita!
―¡No me sea usted agorero!

―¿Tienen test de esos tan caros?
―¡Ayer nos llegaron varios!
―¡Venga, póngame unos cuantos
que estamos muy mosqueados!

―¡Seguro que ha sido el bicho
que viene muy bien cargado
y antes que el nombre hayas dicho
el mamón te ha contagiado!

―Pues tiraremos derechos,
mientras la suerte buscamos,
para no salir maltrechos
si al fin de él no nos libramos.

Nada más volver a casa
y hacer lo que está marcado
apareció la sentencia:
¡El virus nos ha infectado!

Una semana después,
y a pesar de la vacuna,
nos ha quedado a los tres
una tos seca y perruna.
©️ Moisés González Muñoz