GR5 - Etapa 10 (18-06-2016)
¡Buenas tardes compañeras y compañeros de GRMania!
Una vez más nos hallamos reunidos en torno a mesa y mantel (¡Cómo no!) para cerrar la temporada 2015-2016, y aquí estoy yo de nuevo con mi perorata.
GR2 - Etapa 9 (21-05-2016)
Santuari del Puig de l’Agulla – Aiguafreda.
Después de varias jornadas de presencia multitudinaria de GRMan@s, volvemos a los tiempos de crisis y apenas sobrepasamos a la treintena. Eso sí, los suficientes como para cubrir gastos y no tener que meter la mano en nuestra la pingüe y maltrecha “la Caja de las Pensiones”.
Como viene siendo habitual en las últimas etapas partimos todos juntos de salida, aunque con objetivos diferentes: Aiguafreda, a 24 Km, para los alocados andarines del grupo A, y El Brull, para los sosegados caminantes del B.
En un intento por alterar el fatídico sino que nos persigue, el comandante Pepe propone una agrupación, a primera hora de la mañana, para desayunar juntos y compartir un momento de camaradería entre todos. En su afán por conseguirlo, amenaza veladamente a los más veloces, con privarles del vino de la bota que carga a sus espadas, si éstos no aguardan hasta la llegada de los del grupo B al lugar de reunión. Sin embargo, la intimidación cae en saco roto pues el ingenuo Camarada desconoce que la otra bota viaja a lomos de Paco Ortega.
Hacia las 10 de la mañana, los de la avanzadilla del grupo A abandonamos la senda y nos adentramos en la espesura del bosque. A escasos metros de la ruta correcta localizamos una soleada explanada, cimentada en un roquedal, y nos detenemos en espera de la llegada de los del grupo B para desayunar juntos.
Aiguafreda
GR2 - Etapa 7 (12-03-2016)
Rupit – Vilanova de Sau.
De nuevo, y como viene siendo habitual en las últimas jornadas, autocar casi al completo, aunque a última hora algunos veteranos/as se hayan caído de la lista.
Sin apenas percatarnos del hecho, hemos pasado de partir de Terrassa en la más absoluta oscuridad a hacerlo con la luz del alba despuntando por el horizonte. Y en puertas de finalizar este extraño invierno nos disponemos a disfrutar de una nueva y reconfortante etapa. Dejaremos atrás la maravilla paisajista de la inigualable Garrotxa para adentrarnos en la diferente, pero no menos bella, comarca de Osona.
A pesar de que el final de la inexistente y fría estación está cercano, y de que el aumento de horas solares es ya evidente, el adormecido invierno se resiste a perecer. Una álgida y generosa helada cubre de humedad congelada la silenciosa campiña y tamiza, con su manto acristalado, los tejados de las edificaciones.
A su tiempo, y sin extravío alguno que lamentar, nos presentamos en el aparcamiento de la atractiva Rupit para iniciar el recorrido. A horas tan tempranas, la pequeña población, habitualmente concurrida, nos recibe muda, desértica y adormecida.
Nada más descender del autocar, los más espabilados encaminan sus pasos hacia los servicios públicos para liberar de líquido sus repletas vejigas ¡Uf que alivio!
La presencia del sol y la ausencia de viento enmascaran los rigores de la fresca mañana. Como el inicio de la etapa es en ascenso, surgen, de inmediato, dudas razonables sobre la conveniencia de protegernos concienzudamente, o guardar en la mochila las prendas de abrigo y encarar la pendiente hasta el Mas Rajols a cuerpo. Solo los más osados caminantes esconden sus abrigos y con gran valentía acometen la subida, evitando con ello el sudario que ésta provoca en los demás.
El recorrido de hoy discurre por las inmediaciones del altiplano de Collsacabra, y en nuestro alocado avance atravesaremos la Serralada Transversal de norte a sur.
Si hace unas fechas era el fotógrafo Rafael quien sufría los rigores de la soledad, hoy el turno le toca al Trackero Josep Ferrer. Y al igual que sucediera entonces con el retratista, hoy, el luchador “iaioflauta,” refleja en su desencajado rostro la angustia del caminante solitario. Él, habitual y lenguaraz parlanchín, apenas si abre la boca. Permanece cabizbajo y con la mirada perdida, arrastrando cansinamente los pies y desconfiando de su sombra y su propio GPS. Es tal su angustioso estado de ensimismamiento que nos vemos obligados a levantarle el ánimo varias veces a lo largo de la jornada, propinándole repetidas y lastimeras palmaditas en la espalda, para evitar que el ocioso jubilado no tire definitivamente la toalla y continúe avanzando sin desfallecer. Ya sabes, María Ocaña ¡No más jornadas de puertas abiertas en el curro, o el pobre Josep no lo superará!
Resulta significativo qué mientras “ellos” deambulan perdidos, “ellas”: Tessa, María Morales, Aurelia, Pili, Rosa Gil y alguna otra que no recuerdo, para nada echan de menos a los maridos ausentes. Las lozanas mozas caminan como gacelas en libertad y se desplazan con la cabeza bien alta. Alegres, risueñas y dicharacheras se muestran esplendorosas cual flores de primavera. ¡Qué cosas tiene la vida! ¿Queda claro quiénes son las fuertes aquí? ¡Ellas sin ninguna duda!
Viendo la descoordinación y las incontables pérdidas de la última jornada, uno se hace cruces, y se sorprende, de que los que se estrenaron hace poco en el grupo repitan nuevamente la experiencia. ¡Gracias por vuestra obtusa confianza!
Tras el liviano ascenso hasta la planicie de la Masía Rajols nos reagrupamos y caminamos por los Cingles del Pla Bolixer. Dejamos de lado, a nuestra derecha, el Cim de Rocallarga y, al fondo y a la izquierda, l’agullola i el Far.
Mientras contemplamos las preciosas vistas que la atalaya nos ofrece, Paquita y Conchi sufren un ataque de hambruna repentina a deshora. Inconscientes ellas, desenvuelven sus bocatas y comienzan la ingesta de los mismos. Sin embargo, los machos alfa no se dan por enterados, levantan el vuelo y ponen rumbo a una cercana explanada, en el centro de la cual descansa una gigantesca roca de granito. Allí, todos sedntaditos, establecemos el campamento y engullimos el ansiado desayuno.
En el trayecto hacia el plano, unas piedras suelas del camino se interponen en el transitar de Sonsoles y la hacen trastabillar. Pero como la moza es originaria de tierra de cantos, y va acompañada de un Santo paisano como yo, salva el escollo sin padecer percance alguno. Quien no tiene tanta suerte es una de las novatas, que ve como sus nuevas y relucientes zapatillas se hunden en una fresca, mullida y generosa plasta de vaca de las muchas que motean los pastos de montaña.
Una vez acomodadas las posaderas en unos montículos de la minada pradera, atacamos con gula nuestros bocatas y observamos atónitos como las mozas del grupo acaban con el vino de una de las botas. ¡Que borrachuzas ellas!
Alejados de la ruidosa muchedumbre se instalan los amantes Maribel y Antonio, y a la par que ingieren sus bocatas, charlan amistosa y distendidamente sobre asuntos particulares. ¡Tantos años juntos y aún tienen cosas que contarse!
A la hora de los postres, oteo el horizonte y por las alturas creo reconocer el vuelo de unas fascinantes águilas. Sin embargo, Paco Ortega, y algún otro de los cercanos comensales, me sacan de mi ensoñación y me informan de que las aves que revolotea por el cielo no son águilas sino cuervos. Como no podría ser de otra manera, achaco mi burdo equívoco a la suciedad de las gafas y descarto por completo que el desatino se deba a una errónea percepción de mis sentidos.
Acabado el banquete mañanero avanzamos por los Cingles de Tavertet hasta alcanzar un impresionante mirador desde el cual, ahora sí, observamos el bello y majestuoso vuelo de varias águilas, algunos buitres y un precioso alimoche. Este último perfectamente identificado por mis cuatro ojos, los cuatro de Sonsoles y dos más de Ginés. ¡Sin duda alguna, diez ojos ven bastante más que dos!
Al poco de dejar atrás el mirador nos topamos con la lujosa construcción de l’Aven de Tavertet. Lugar paradisíaco de descanso y ocio para gentes que buscan el relax y el reposo entre la naturaleza y el silencio, pero que a la vez disponen de un generosa billetera con la cual poder hacer frente a la elevada factura que la estancia en la bucólica mansión genera.
Después de serpentear repetidamente por una ancha y asfaltada pista forestal alcanzamos Tavertet. En una céntrica plaza del pueblo detenemos nuestros pasos para reagruparnos y realizar la acostumbrada fotografía de grupo, dejando a nuestra espalda la pared del centenario patio de la iglesia, o… ¿quién sabe?, ¡tal vez la restaurada tapia de lo que antiguamente fuera un santo cementerio!
En la instantánea se encuentran a faltar las figuras de Pepe Hervás y Paco Troya. La veterana pareja se han escabullido del grupo y se han adentrado por las callejuelas del pueblo, para inmortalizar el momento, con otra fotografía particular, en el mismo lugar donde antaño posaran ambos para la eternidad.
Plasmada la instantánea y descansado el personal nos dividimos en dos grupos y nos ponemos en marcha rumbo nuestros destinos. Cada cual a nuestro ritmo acometemos la exigente bajada por la pedregosa e inclinada canal que partiendo de las abruptas estribaciones del Collsacabra desemboca en el valle de Sau.
Con la vista del Pantano de Sau en nuestras retinas vamos descendiendo en fila de a uno, concentrados, sin prisa pero sin pausa, hasta alcanzar el valle del roble y posteriormente bordear las instalaciones del desamparado hotel la Riba.
En este punto, Paco Ortega confunde el camino y, en su afán de acortar el rodeo por el exterior de hotel, coge un rumbo equivocado. Se adentra, en solitario, por una senda paralela, pero en sentido contrario a la que habíamos traído en el descenso, y sin percatarse va alejándose cada vez más del pantano y aproximándose de nuevo a la Cinglera. Finalmente se percata de su error y retoma sus pasos. Aunque a esas horas los componentes del grupo A ya estamos en las proximidades del Pantano de Sau, inquietos y preocupados, pues desconocemos el devenir de sus erráticos pasos.
Luego de una nueva reagrupación, y de analizar el hecho acaecido con el amigo extraviado, los móviles comienzan echan humo y los Walkis se ponen a vociferar descontroladamente. Al poco, alguien confirma que ha hablado por teléfono con el descaminado y nos informa que de éste ha recuperado la senda correcta. De inmediato la calma vuelve al grupo y reemprendemos la marcha a fin de cumplir con el objetivo marcado y hacerlo dentro del horario previsto.
Una escalinata de 480 peldaños (según Antonio, aunque para mí fueron más de 1000) se presenta ante nuestros ojos y nos obliga a realizar un esfuerzo supremo hasta alcanzar el mirador de Sant Romà de Sau y la carreta que transcurre a su lado. Una vez arriba, nos percatamos de que Evaristo y Ramón no se hallan entre los presentes. Entonces algunas voces críticas ponen el grito en el cielo y despotrican sobre la práctica habitual de ir cada uno a nuestra bola. ¡Suerte que los ausentes no oyen los comentarios, pues de lo contrario agacharían las orejas ante las reflexiones vertidas!
Una vez dejado atrás el altivo mirador acortamos por un atajo de la carreta y nos disponemos a continuar la ruta marcada por el track, que difiere de las marcas.
Una leve parada para despejar dudas, nos devuelve al camino que discurre junto al cementerio de Sant Romá de Sau, aunque al poco nos vemos perdidos entre la maleza, pues el nuevo propietario del Mas Francesc, en restauración, ha tapiado el sendero original del GR con ramajes y broza para evitar que los caminantes pasen por las inmediaciones de su propiedad. Mas como nosotros somos tozudos, y creemos tener la razón, desbrozamos en camino pretérito y atravesamos el patio de la solitaria residencia por el lugar donde siempre discurrió la verdadera senda. ¿Quién será el incívico personaje que se permite el lujo de inutilizar un milenario sendero de uso público, para uso privado, simplemente por voluntad propia?
Tras muchas jornadas de ausencia, hoy nos acompaña el incansable Florenci que, cual perrillo guardián, se preocupa por la integridad del grupo, vigila nuestro arrabundo caminar y, yendo sin parar de aquí para allá, intenta poner un poco de orden y cordura en el alocado grupúsculo de irresponsables caminantes. Esta singular pandilla panchovillesca necesitaría un poco de mano dura para hacerla entrar en verada, pero… ¡Ay amigos!... ¿Quién es el valiente que le pone el cascabel al gato?
Hacia el mediodía abandonamos la zona boscosa enclavada en el territorio de les Guilleries (por suerte sin habernos topado con el famoso bandolero Serrallonga ni con ninguno de sus ilustres compinches) y nos adentramos en un valle de secas praderas próximas a Vilanova de Sau. En dichos cercados pastan varias vacas mansurronas con sus terneros y algún que otro altanero toro; peludos caballos, y yeguas con sus crías. A la vez que un rancio olorcillo a heces de herbívoro perfuma el rural ambiente.
A la entrada de Vilanova de Sau pasamos por delante de la casa de Colonias “El Company” y, acto seguido, nos adentramos en el poblado por su empedrada calle principal hasta alcanzar la plaza mayor. A la altura de ésta, dejamos atrás y a nuestra derecha, la iglesia parroquial y seguimos avanzando hasta llegar al edificio del ayuntamiento. Poco después, en la margen izquierda de la calle, localizamos el Restaurante Ferrer de Tall (lugar escogido por los fugados Evaristo y Ramón para minimizar las consecuencias de su escapada en solitario, y evitar, con ello, ser quemados en la inquisitorial hoguera, por alguna ofendida GRMana).
Una vez acomodado el último de los GRManos en las mesas del establecimiento público, procedemos a saciar nuestro voraz apetito rellenando hasta los topes nuestro insaciable buche. ¡Comemos como osos recién salidos de la hibernación!
Sin embargo, la cosa no queda ahí ¡ni mucho menos! A la hora de los postres, Tessa nos invita a degustar generosos trozos de deliciosa coca, acompañados de dulces onzas de sabroso chocolate negro, para celebrar su reciente y bien llevado sesenta aniversario. ¡Muchas Felicidades Moza!
Concluido el ágape, y en vísperas del inminente peregrinaje por tierras Gallegas, Paco Troya hace entrega de las camisetas confeccionadas para conmemorar la exitosa finalización del Camino de Santiago. ¡Gracias a tod@s l@s colaborador@s! Mientras, al mismo tiempo, un pringado servidor debe hacer de recaudador de impuestos ante la ausencia de nuestro particular tesorero: ¡El cobrador del frac, Joan Lluis!
Del viaje de regreso a casa... mejor no hablar. El cansancio, los sudores y alguna que otra bomba olfativa anestesían al personal. Eso sí... ¡Los ronquidos que no falten!
Santa Pau – Can Trona.
GR2 - Etapa 4 (19-12-2015)
Otro año que llega a su fin y van…¡mejor dejarlo así, que ésta es una guerra perdida!
Restaurant
Allotjaments Carmelita
Crta. General Estartús, 38
17178 Sant Privat d’en Bas
La Garrotxa (Girona)
Tel. 972 693256
e-mail. info@calacarmelita.com
Aiguafreda – Sant Miquel
del Fai.
Hoy 18 de junio de 2016 ponemos punto y final a la temporada 15-16, y como
es norma habitual caminaremos poco y celebraremos mucho.
Una semana meteorológica un tanto atípica para la temporada en que nos
hallamos nos ha mantenido en duda sobre la conveniencia, o no, de realizar la
etapa. Tanto es así que hace dos días, ante la perspectiva de lluvia para la
jornada de hoy sábado, había quien abogaba por suspender la caminata y
concentrar toda nuestra energía en la comilona de Sant Llorenç Savall.
Finalmente y tras alguna que otra deliberación por parte de las mentes
pensantes, se decidió tirar para adelante, cruzar los dedos y confiar en que la
lluvia nos diera una tregua y nos permitiera realizar el recorrido previsto.
La imposibilidad material de la mayoría de nosotros para participar en la
etapa programada para el pasado día 8 de junio, primera del enlace con el GR5,
nos obligó a suspenderla, así que hoy procedemos a recorrer el trayecto no andado
(Aiguafreda – Sant Miquel del Fai), en lugar del inicialmente previsto (Sant
Miquel de fai – Sant Lloreç Savall).
Tras acomodarnos en el autocar, algunos móviles empiezan a echar humo en su
afán por adivinar, vía radar meteorológico, que nos deparará la jornada. Negros
nubarrones se ciernen sobre la zona que vamos a transitar, pero las corrientes
de aire parece ser que se han alineado con nosotros y aparentemente la
borrasca se irá alejando de nuestro
recorrido. ¡Confiemos en la buena suerte!
Al descender del autocar en Aiguafreda, nuestros ojos se dirigen,
inmisericordes, hacia las alturas para observar el panorama. El cielo, cubierto
de un manto oscuro, no presagia nada bueno, pero… ¿Qué somos?... ¿Valientes y
aguerridos caminantes?... ¿O turistas de
pacotilla que se arrugan ante unas cuantas gotas?
Unos por convicción y otros por que no se diga, el caso es que todos nos
ponemos a caminar en dirección a la meta (¡Será que ya olemos los manjares!).
Mientras Antoni busca cómplices que acarreen con los Walkys. ¡Menuda papeleta
la suya!
Teniendo en cuanta que todos vamos al mismo lugar y que hoy solamente hay
una opción, lo lógico sería que transitáramos juntos. Pero para no romper la
tradición nada más iniciarse la marcha se rompe la armonía y cada uno a lo
suyo.
A las afueras del pueblo nos topamos con la iglesia de Sant Pere de Valldaneu
y junto a la tapia del cementerio anexo nos detenemos para reagruparnos. ¡Todavía
quedan GRManos con algo de cordura!
Después de una corta espera, al fondo, por la retaguardia, aparecen la
mayoría de los rezagados caminantes. Faltan a la cita Paco Victoria, Cesc y
Marcos, pero según los entendidos no es menester esperarlos pues han salido de
estampida y transitan por delante, a la cabecera del grupo, a velocidad de
vértigo.
Tras despedirnos de las silenciosas almas que descansan bajo el sueño
eterno, nos desviamos a la derecha, por una estrecha vereda perdida entre el
arbolado y la maleza, para adentrarnos en el bosque.
Luego de un rato caminando, encaramos una ligera subida y nos topamos con
una cerca metálica que pretende ponerle puertas al campo, y un poco más
adelante, de entre la espesura del bosque, emerge una señorial masía medio oculta.
Ésta se halla rodeada de tierras de cultivo, y en una de sus huertas destaca un
cerezo cargado de encarnadas y apetitosas bolitas maduras. Uno, que pasa por
ser un individuo incorregible, no puede resistirse a la tentación de probar la sugerente
fruta prohibida y recolecta un puñado de frutos rojizos para degustarlos. ¡UUMM!
Nada más abandonar las propiedades del masovero aparece ante nuestra vista
una exigente y retadora pendiente de difícil transitar, pues a la inclinación
del firme, debemos añadir la ausencia de elementos naturales a los cuales
aferrase para salvar el pronunciado repecho. Cada cual a nuestro ritmo vamos
sufriendo los rigores de la empinada cuesta, y entre jadeos, sudores, resbalones,
paradas para reponer fuerzas (que disimulamos con la excusa de esperar a los de
atrás) y algún que otro contratiempo, vamos lanzando maldiciones a aquel que
diseñó la ruta para alcanzar el primer altiplano.
A medida que vamos alcanzado el primer replano, nos vamos deteniendo para
recuperar el resuello y esperar la llegada de los del furgón de cola. Todos
menos Paco Ortega y Pepe Hervás que deciden tirar para adelante en solitario y
los que se supone van por delante (Paco Victoria, Cecs y Marcos).
Alguno, entre los que me incluyo, ponemos en duda que Josefina y Pili
puedan alcanzar el lugar donde nos hallamos nosotros, más por la dificultad
orográfica del ascenso que por la elevada inclinación de la rampa. ¡Hombres de
poca fe!
El discurrir del tiempo nos lleva a pensar que las rezagadas y sus
respectivos acompañantes han desistido del empeño, y tras un leve conclave
proseguimos la marcha para acometer el siguiente desnivel. Exigente y fatigoso
también, pero mucho más fácil de salvar dado que el camino es amplio, está en
mejor estado y es más transitable que el recién dejado atrás.
Sofocados por el esfuerzo alcanzamos la cima dels cingles de Bertí y nos
acomodamos en una explanada para proceder a desayunar. La inigualable atalaya
(que ya fuera lugar de descanso y recuperación de fuerzas hace algunas décadas
cuando el grupo hizo la ruta a la inversa) nos acoge en medio del silencio y nos
ofrece unas espectaculares vistas sobre el paisaje del valle y la comarca.
Entre bocado y bocado vamos comentando los sucesos de la mañana y nos
preguntamos donde se habrán metido los ausentes. Algún conocedor de la
situación afirma que Paco Victoria, Cesc y Marcos han tomado un sendero
equivocado y han acabado en Tagamanent. Sin embargo desconocemos el paradero de
los señores Ortega y Hervás, a los cuales esperábamos encontrar aquí.
Cuando estamos a punto de abandonar el lugar de reposo aparecen por
sorpresa los dos extraviados. Éstos, en su afán por ser los primeros en
alcanzar la cima se han salido de la ruta, han caminado más de media hora con
rumbo equivocado y, al darse cuenta, se han visto obligados a desandar sus
pasos para volver a la senda correcta. ¡Qué sería de GRManía sin las repetidas
e irreparables pérdidas!
Mientras los aparecidos desayunan se ven obligados a aguantar las hirientes
puyas, las risas burlonas y el choteo generalizado de parte de todos nosotros,
aunque ellos, impávidos, se defienden como gatos panza arriba.
Acabado el ágape comenzamos a recoger los bártulos y en estas aparecen las dos
valientes sufridoras: Josefina y Pilar, escoltadas por sus consortes. ¡Bravo!
¡No me lo tengáis en cuenta y perdonad mi oprobio por dudar de vuestra
capacidad!
Recuperadas las fuerzas, reemprendemos la marcha por la senda del GR5 hasta
localizar las ruinas de Sant Pere de Betí entre las cuales destacan los
vestigios desmoronados de lo que fuera la iglesia del mismo nombre. En una
pequeña explanada del camino, junto a la derruida construcción eclesiástica, volvemos
a detener nuestros y una vez reagrupados nos encaminamos camino abajo, hasta adentrarnos
en el torrente de Puigfred, y continuar en pos de la ansiada meta.
La estrecha senda nos conduce por entre la espesura del bosque, y en nuestro
avance nos encontramos, luciendo entre el verde, varias matas de fresas con sus
rojizos frutos silvestres. ¿Cómo desperdiciar la ocasión de probar la ofrenda?
Ante la proximidad de la meta, lo tardío de la hora o los oscuros
nubarrones que se desperezan por el horizonte, Jordi, Ramón, Evaristo poner la
directa y tiran para adelante en pos del Monasterio de San Miquel de Fai. Yo
también aligero el paso, e intento seguirlos, pero mis esfuerzos son baldíos y
no logro alcanzarlos hasta llegar al parquin del monasterio.
Por turnos, en torno a las dos del mediodía, vamos llegando a la meta donde
nos aguardan nuestros compañeros y compañeras del grupo B y el trío de cabeza.
Constatado el extravío del triunvirato (Paco Victoria, Cesc y Marcos),
todos nos mantenemos a la expectativa intentando minimizar la indescifrable
espera. Jordi, Pepe, Antonio Gil, Cati, Fátima y algún@ más, intentan vanamente
contactar con ellos por teléfono y WhatsApp para saber por dónde transitan, calcular el retraso, y avisar al Restaurante
de nuestra más que segura demora.
Una hora y media después de nuestra llegada al punto de encuentro, la
trinca emerge de entre el arbolado por empinada senda que conduce al
aparcamiento público entre vítores, aplausos y alguna que otra mirada
reprobatoria.
Concluida la espera nos acomodamos en el autocar y partimos veloces rumbo a
Cal Ramón para dar cuenta del menú consensuado por Jaume Valls.
Como por arte de magia, a las puertas del Restaurante nos encontramos con
varios compañeros/as elegantemente vestidos, descansados como si no hubieran
andado, muertos de hambre y sorprendidos de nuestra inesperada tardanza.
Luego de cargar el mochuelo a quien corresponde, accedemos al restaurante y
nos acomodamos por afinidades o según vamos llegando. La comida, sencilla pero correctamente
condimentada transcurre con normalidad, salvo para los que hemos solicitado
“bacalao a la llauna” que debemos soportar una dilatada espera. ¡Quién sabe si
porqué el bacalao era de Bilbao, porque la llauna estaba agujereada, porque en el
horno no cabía tanto “pesaco”, o porque los hados se alinearon contra nosotros,
los pringaos!
Mientras vaciamos el contenido de los platos volvemos a las andadas de
siempre. Unas quieren la puerta abierta, otras la prefieren entornada y otras
cerrada. Aquellos se quejan de calor, estos de frío y los otros de las
corrientes. ¡Suerte que somos en torno a sesenta ¡
Cuando nos hallamos en plena comilona se acaban las discusiones sobre el
estado en que debe permanecer la puerta, pues se desata una impresionante
tormenta de rayos, truenos y viento, acompañada de un torrencial aguacero, que
nos obliga a zanjar las discusiones y echar el cierre definitivo a la verja
para que no penetre el agua hasta el centro del comedor.
A la hora de la sobremesa llega el momento de dar por concluida la
temporada con los habituales actos festivo-culturales. Jaume Valls nos devuelve
al pasado con el relato de alguna de sus aventuras de infancia y las
particularidades de sus ancestros, sobre hechos acaecidos en el local donde nos
encontramos y sobre diversas anécdotas del pueblo y la vida de sus lugareños.
Pedro ¿cómo no? nos conmueve una vez más
con la maestría de sus trabajadas, sentidas, emotivas e inigualables rimas,
versadas sobre diversos aconteceres de actualidad o sucesos acaecidos en el
devenir de GRManía. Yo os doy mi subjetiva opinión (acertada para algunos y
posiblemente una murga para otros) con mis habituales y manidos discursos (¡Que
no caiga en saco roto la propuesta de que alguna moza se encargue de elaborar
los discursos de cierre de temporada!) y, finalmente, Antonio Gil, nos pone la
carne de gallina con el audiovisual que rememora los principales momentos de
temporada que hoy clausuramos. Muchos de ellos son momentos de alegría, risas y
diversión. Pero destaca por encima de todos el sentido, emotivo y doloroso homenaje
a la memoria del desaparecido Fidel, que hace que los recuerdos se apoderen de
nuestras incrédulas mentes, el dolor de nuestros afligidos corazones y las
sentidas lágrimas corran silenciosas por nuestras mejillas. ¡Siempre en nuestro
recuerdo, añorado Fidel!
Restaurante
Cal Ramón (Sant Llorenç Savall)
Blog de
GRManía:
Sant Llorenç
Savall
¡Buenas tardes compañeras y compañeros de GRMania!
Una vez más nos hallamos reunidos en torno a mesa y mantel (¡Cómo no!) para cerrar la temporada 2015-2016, y aquí estoy yo de nuevo con mi perorata.
Pero
calma, que intentaré ir al grano y no
hacerme pesado, pues según decía Thomas Fuller, (un antiguo capellán de la
corte del rey Carlos I de Inglaterra) -"El
hombre sabio, incluso cuando calla, dice más que el necio cuando habla".
Por tal motivo, y como en mi caso lo de sabio es pura utopía, procuraré ser breve
para distanciarme lo más posible del necio. ¡Otra cosa será si lo consigo!
Muchos
han sido los senderos transitados, y numerosas, también, las jornadas y horas
empleadas en recorrerlos, pero si nos circunscribimos al mero aspecto
paisajístico, según mi modesta opinión, el de esta temporada que hoy termina ha
sido, sin duda, uno de los GRs más bellos. ¡Aunque para gustos… colores!. Desgraciadamente, también, el más duro de sobrellevar.
Un GR más que añadir a nuestras fatigosas piernas y otro año más que sumar
a nuestras deslomadas espaldas. Pero no un GR más, ¡Nooo! Por desgracia, las
amargas circunstancias otoñales así lo quisieron y uno de los nuestros apenas
si nos acompañó a lo largo del placentero caminar. Eso sí, siempre estuvo, y
estará, en nuestra memoria y nuestros pensamientos.
Nueve
meses (como si de una feliz gestación se tratara) hemos tardado en recorrer la
distancia que separa la Jonquera de Sant Lloreç Savall. Dos GRs (GR2 y GR5) que
confluyendo en Aiguafreda nos condujeron desde el Alt Empordà hasta el Vallé
Occidental. Diez lindas etapas plagadas de fantásticas aventuras; salpicadas de
pérdidas y encuentros; de desatadas estampidas y esporádicas esperas; de
alocadas carreras y de paseos en calma; de alegres celebraciones y opíparas
comilonas; de vermuts y sobremesas que reconfortan cuerpo y alma; de
recogedores silencios y de ruidosas conversaciones; de puntos de vista
coincidentes y otros enfrentados; de momentos de inmensa felicidad y alguno de
dolorosa e infinita amargura; de fatiga y sudor por el esfuerzo, o de goce y
regocijo al caminar sumergidos entre la belleza de estos idílicos parajes; de
aire fresco, cielos limpios y aromática naturaleza en libertad; de frescas
mañanas y tórridos mediodías al justiciero sol… En definitiva, de
enriquecedoras experiencias compartidas entre todos, vividas, eso sí, según la
percepción que de la realidad y de las circunstancias tenemos cada cual.
A lo
largo de las diversas etapas de este “curso” hemos ido comprobando que mientras
los tarambanas del A avanzábamos desperdigados, pasando a galope tendido
por lugares y caminos cual alocados veinteañeros, sin tiempo material para
detenernos a hacer una foto, pararnos a disfrutar del paisaje, cambiarnos de
prenda de abrigo, beber un trago de agua, saborear una fresca cerveza, o
liberar la vejiga (salvo que no nos importara quedarnos descolgados y caminar
en solitario), los del pelotón de cola, se detenían a la menor excusa, sin
prisas ni agobios, ¡por que sí! Ya fuera para contemplar el paisaje y disfrutar
de las flores y los animales, plasmar preciosas instantáneas con las cuales
inundar el WhatsApp, conversar distendida y amistosamente sobre temas de
actualidad diversos, visitar monumentos o lugares de interés, degustar un
refrigerio acompañado de sus correspondientes y deliciosas tapas o simple y
llanamente por el placer de detenerse a descansar en los lugares que invitaban
a ello.
Durante
las incontables horas de satisfactorio caminar, desde la frontera con la
Catalunya del norte hasta donde hoy nos encontramos, hemos ido constatando de
manera eficiente la evolución y heterogeneidad de GRManía. Si hace unos años este fantástico grupo lo formaban
una inmensa mayoría de laboriosos currantes y algún que otro merecido pensionista,
el tiempo ha ido avanzando inexorablemente, y sin darnos cuenta nos hallamos en
puertas del día en que la mayoría de nosotros seremos unos achacosos jubilados
y solo unos pocos los ensalzados cotizantes. ¡Es ley de vida compañeros! Si hoy
parece que unos vuelan y los otros renquean, pronto renquearán los unos
y gatearán los otros, y en un futuro no demasiado lejano… ¡Todos a rastras! ¡De
qué sirve, entonces, ofuscarnos con que la vida es demasiado breve, si luego
somos incapaces de detenernos a disfrutar de las maravillas que ésta nos
ofrece!
Pero
bueno compañer@s, como no pretendo atravesar la siniestra frontera de los
necios ni parecerme a ellos, cerraré la boca y os dejaré tranquilos. Bastante
os fustigo ya con la vara de mis manidas e interminables crónicas (a los y las
valientes que osáis leerlas) como para seguir atosigándoos con más moralinas.
Permitidme,
sin embargo, queridos amigos, compartir en voz alta una reflexión personal que
hace tiempo me ronda por la cabeza. Recientemente, charlando con a una de las
cabezas pensantes de GRMania le sugerí la conveniencia de encontrar savia nueva
para los habituales discursos. Aire limpio, fresco, sutil y por supuesto
femenino. La voz de alguna versada moza ¡muchas hay! que nos haga partícipes de
sus experiencias, exprese sus sentimientos, exteriorice sus opiniones sobre lo
que sucede en los GRs y lo exponga en las celebraciones, festividades, cierres
de temporada, o cuando ella lo considere oportuno… Principalmente, y en honor a
la paridad, porque hay otros puntos de vista sobre la realidad y otras maneras
de enfocar los acontecimientos que al conocerlos, nos permite a tod@s “ver las cosas como son, y no
como somos”. ¡Ahí lanzo la caña! ¡Ánimo y sin miedo! ¿Dónde está la valiente
que muerde el anzuelo?
Para concluir,
un breve recordatorio sobre el futuro venidero. Si el tiempo y las
circunstancias no lo impiden, la temporada 2016-17 acometeremos el GR4 que
partiendo de la Pirenaica Cerdanya (La Guingueta–Bourgmadame-) llega hasta Montserrat,
y finiquitar la ruta en el Monasterio de Santas Creus!
¡Gracias
por vuestra infinita paciencia camaradas! ¡Feliz verano para tod@s!
Sant Lloreç Savall
Sábado 18 de junio de 2016
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GR2 - Etapa 9 (21-05-2016)
Santuari del Puig de l’Agulla – Aiguafreda.
Después de varias jornadas de presencia multitudinaria de GRMan@s, volvemos a los tiempos de crisis y apenas sobrepasamos a la treintena. Eso sí, los suficientes como para cubrir gastos y no tener que meter la mano en nuestra la pingüe y maltrecha “la Caja de las Pensiones”.
Como viene siendo habitual en las últimas etapas partimos todos juntos de salida, aunque con objetivos diferentes: Aiguafreda, a 24 Km, para los alocados andarines del grupo A, y El Brull, para los sosegados caminantes del B.
En un intento por alterar el fatídico sino que nos persigue, el comandante Pepe propone una agrupación, a primera hora de la mañana, para desayunar juntos y compartir un momento de camaradería entre todos. En su afán por conseguirlo, amenaza veladamente a los más veloces, con privarles del vino de la bota que carga a sus espadas, si éstos no aguardan hasta la llegada de los del grupo B al lugar de reunión. Sin embargo, la intimidación cae en saco roto pues el ingenuo Camarada desconoce que la otra bota viaja a lomos de Paco Ortega.
Hacia las 10 de la mañana, los de la avanzadilla del grupo A abandonamos la senda y nos adentramos en la espesura del bosque. A escasos metros de la ruta correcta localizamos una soleada explanada, cimentada en un roquedal, y nos detenemos en espera de la llegada de los del grupo B para desayunar juntos.
Al poco de acomodar nuestras posaderas
encima de las lanchas, una voz comenta que no considera muy acertada la idea de
esperar a los del pelotón de cola, para empezar a alimentarnos, pues según las
noticias que vomita el Walky, éstos se hallan bastante alejados del lugar donde
nos encontramos nosotros. Además, el trayecto que a ellos les queda es casi la mitad que el nuestro y eso
retrasaría el final de la etapa. Instantáneamente, varias voces hacen suyo el pensamiento
del compañero, descartamos la espera y comenzamos a la ingesta de los nutrientes.
Unos cuantos nos zampamos unos grasientos bocatas
engordados con jamón serrano, de york, chorizo, fuet, salchichón, queso,… etc.
Otros se descantan por oleosos emparedados de atún. Algunos por sabrosas tortillas
a la francesa o de patata. Unos pocos ingieren alguna fruslería vegetal. Y los
menos se conforman con degustar alguna que otra fruta de temporada o simplemente
frutos secos.
Tras compartir el vino de la bota; aceitunas
y frutos secos; galletas, chocolates y dulces a granel; el delicioso té de Caty
y José Castillo (¡A quien le llega!); el café de Carlos; el vodka de Antonio; y
otras menudencias, los del grupo A ponemos pies en polvorosa y nos lanzamos frenéticamente
en pos de la meta.
Nada más reiniciada la marcha ascendemos por
una veredera que discurre entre la arboleda de la Serra de Goitallopos y continuamos
transitamos por su cresta, con el Montseny a nuestra izquierda, hasta alcanzar
las Rocas de Sant Genís.
Las lluvias de los últimos días han
aliviado, en parte, la pertinaz sequía de los últimos meses y el paisaje nos ofrece una buena muestra de
ello: El arbolado brilla con el esplendor de sus nuevas hojas; las sendas y
caminos, salpicados de charcos, ven adornadas sus lindes y proximidades con el
radiante fulgor de la fresca y renaciente hierba; las coloreadas mariposas
revolotean zigzagueantes ajenas a nuestra presencia, mientras las aves mezclan
sus melódicos trinos con nuestras ruidosas conversaciones. ¡La hermosa primavera
en todo su esplendor!
Acalorados por el alto ritmo de la marcha,
continuamos con nuestra andadura y vamos descendiendo hasta cruzar, sin
problemas, el sediento cauce del río Gurri.
Tras dejar atrás el reseco torrente, una
ligera subida que discurre por una senda forestal nos aleja del bosque y nos lleva
a la población de Seva. Sin detenernos,
cruzamos la urbe sin que ninguno de sus habitantes salga a nuestro
encuentro.
Con la población a nuestra espalda, el
Montseny a nuestra izquierda y Sant Miquel del Fai al frente, avanzamos por el
camí de Masset en dirección a El Brull. A nuestro paso vamos dejando de lado frondosos
campos de cereal en proceso de granado, esporádicas y verdes praderas con
algunos animales pastando, el espectacular estany de l’Estanyol, y edificaciones
aisladas vigiladas por sabuesos enclaustrados que ladran a nuestro paso.
Bajo un sol de justicia alcanzamos el
Brull (fin de trayecto para los del grupo B), y a medida vamos llegamos al
lugar apagamos nuestra sed en la fuente pública. Los más ingenuos de nosotros
rellenamos nuestras vacías cantimploras con el líquido de la citada fuente,
otros, más espabilados (¿verdad Aurelia, Caty y P. Ortega?) se adentran en el
bar y aplacan la sed con una refrescante cerveza.
No sé porqué, pero mi retorcida mente me
dice que cuando los integrantes del grupo B lleguen al este sitio, obviarán la
visita a la Rectoría de Sant Martí del Brull y en su lugar se adentrarán en el
bar para hacer correr la reconfortante y espumosa cerveza de la cantina. ¿Qué mal
enseñados los tienes José Antonio!
Con los cuerpos correctamente hidratados,
reemprendemos la marcha por el camino del pla del forn, que discurre entre la
arboleda a lo largo de la Serra del Arca, hasta alcanzar los Cingles de Sani. En
este paraje se localizan los restos de una gran cantidad de dólmenes (El Brull, el Bry,
el collet de la costa, el del serrat dels moros o de la Serra de l’Arca, el de
la Casanova de Can Serra…) que obviamos a
nuestro paso. Ya sea por el ruinoso estado de las megalíticas construcciones, o
debido a nuestra escasa afición a los descubrimientos geológicos, pasamos por
la zona sin disfrutar de las riquezas del lugar.
Después de un
buen trecho marchando por las alturas alcanzamos las Runes de Can Serra de
l’Arca y poco después acometemos un pronunciado descenso, por una pedregosa y
reseca canal, que nos conduce a la pista forestal que nos llevará a Aiguafreda.
Al poco de adentrarnos en el amplio camino pasamos por debajo de una gran roca (la Balma de Can Serra) que sobresale en
forma de visera y permanece anclada al suelo en un equilibrio aparentemente
inestable, dando la la sensación de que está a punto de desprenderse y
precipitarse sobre nosotros.
Poco antes de
alcanzar Aiguafreda nos topamos con el depósito del agua y poco después con las
primeras cimentaciones. Éstas, no son sino unas horripilantes construcciones de
cemento armado cuyo diseño y edificación se que se asemejan más a un búnquer
que a una vivienda o lugar de residencia.
Tras un trecho
zigzagueando por entre la arboleda, a la derecha del camino, nos topamos con un
solar presidido por un precioso e inusualmente bien conservado molino de viento,
construido con piedra autóctona como la edificación anexa.
Nada más
alcanzar la primera calle del poblado nos vemos obligados a caminar, en
paralelo, junto a un impresionante muro exterior levantado a semejanza de los
de una prisión de máxima seguridad, que protege el interior de la propiedad de
las miradas de curiosos y forasteros. Poco después, en torno a las 14 horas,
alcanzamos Aiguafreda, y tras contactar por teléfono con nuestros compañeros,
nos encaminamos al bar Miguel para reunirnos en torno a la masa y dar buena
cuenta de los alimentos transportados para la comida.
Al llegar al establecimiento,
ubicado junto a la carretera, nos encontramos a la mayoría de los integrantes del grupo B
apoltronados en las sillas de la terraza, vaciando voluminosas jarras de
cerveza y consumiendo todo tipo de refrescos.
Una vez
concluida la etapa, todos los caminantes nos acomodamos en una sala reservada
para nuestras huestes y procedemos a reponer fuerzas. Como viene siendo
habitual, los alimentos que engullimos durante la comida del mediodía difieren bastante
del sustento que devoramos a la hora del desayuno. Así, vemos como desciende de
manera considerable el número de bocadillos y aumenta, proporcionalmente, el de
comestibles condimentados: pasta, arroz, tortillas, combinados de varios
alimentos, verduras, ensaladas, precocinados…
Para
no romper
las buenas costumbres, devoramos la pitanza como osos recién salidos de
la
hibernación y gritamos cual energúmenos enfrentados en una pelea.
Además, y por si todo ésto no fuera sufieciente, la
visión de la realidad y las circunstancias que nos rodean suele ser
bastante particular. Si para unos hace calor en la estancia, para otros
se está bien e
incluso hace fresquito; si unos proponen abrir los ventanales, para
airear el
ambiente y liberar el tufillo que desprenden nuestras sudadas prendas,
otros
prefieren mantenerlos cerrados y evitar las molestas corrientes de aire;
los
hay que engullen a la carrera para emprender el viaje de retorno lo
antes
posible, mientras otros se lo toman con parsimoniosa calma; unos
prefieren
cerveza, otros vino, éstos refrescos, aquellos agua… Y si hablamos de
los
cafés, mejor no entrar en detalle: yo solo, yo largo, yo corto, yo
cortado, yo
con leche, yo de sobre, yo de máquina, yo descafeinado, yo cortado
descafeinado, yo sin azúcar, yo con ella, a mi no me gusta el café y
prefiero
una infusión de: manzanilla, menta poleo, hierbabuena, roibos,
digestiva,
antioxidante, relajante, laxante… E incluso… Yo, ni café, ni infusiones.
-¡Yo un helado! -¿De hielo, de nata, de…?
¡Qué grupo tan singular! ¡En la variedad está el gusto, señoras y señores!
Bar Miguel- Aiguafreda
Blog
de GRManía:
Aiguafreda
Sábado, 21 de mayo de 2016.
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GR2 - Etapa 8 (23-04-2016)
Vilanova de Sau – Santuari
del Puig de l’Agulla
Transcurrido casi un mes desde que finiquitáramos el enriquecedor Camino de
Santiago, retomamos de nuevo las viejas costumbres y nos rencontramos, una vez
más, para disfrutar de otra maravillosa etapa por la Cataluña interior. ¡Este asombroso
GR2 es un auténtico y fascinante placer para los sentidos!
De inicio, partimos
todos juntos de Vilanova de Sau para abandonar el valle y regresar de nuevo al
altiplano, pero apenas dejamos atrás poblado el grupo se estira como una goma
de mascar y se convierte en una hilera interminable.
Nada más
penetrar en el bosque una prolongada cuesta nos obliga a realizar el primer
esfuerzo de la jornada. Los vigorosos deportistas acometen la dura subida a
toda pastilla y en un santiamén alcanzan la cumbre. Mientras, el grueso de los
caminantes nos lo tomamos con bastante más calma y necesitamos algo más de tiempo
para cubrir el riguroso trayecto. En los tramos más exigentes el esfuerzo nos
obliga caminar en fila y a guardar un infrecuente silencio. Por el contrario, cuando la subida se torna más liviana, retornan
las conversaciones aparcadas, regresan las carcajadas y se escucha algún que
otro malévolo chiste. En uno de los tramos menos severos, Maribel y Mª Morales
debaten sobre sus innatas dotes para el apalabrado y discrepan acaloradamente sobre
cuál de ellas dos es mejor competidora. ¡Yo, por si acaso, me mantengo al
margen y sin tomar partido!
Después de un
par de kilómetros de penitencia hacia las alturas alcanzamos la planicie. Allí,
junto al camino, en un claro del bosque, nos aguardan descansados nuestros
predecesores, impacientes y ansiosos por reemprender de nuevo la marcha. Sin
embargo, ante la propuesta de reagrupación lanzada por los más razonables, se
impone la cordura y permanecen en el lugar hasta la llegada de la mayoría de
los rezagados. Todos, menos José Antoni y Pilar, que se han visto obligados a tomárselo
con calma, al sufrir ella una traicionera “pájara”.
Viendo que
se retrasa la llegada de los achacosos, el comandante Pepe se ofrece a esperarlos
y nos conmina a los demás a seguir avanzando hasta localizar un espacio soleado,
y con buenas vistas, donde poder desayunar placenteramente.
De repente,
como si hubiera reventado la compuerta de un pantano, el alocado personal de
lanza a una carrera desbocada por el camino. ¡No tenemos remedio!
Tras
descartar algunas zonas, por húmedas o umbrías, localizamos una pequeña planicie,
despejada y soleada, que nos ofrece una fantástica panorámica del lugar. Curiosamente,
el paradisíaco lugar es conocido por algunos veteranos, GRManos, pues en él se
detuvieron, también, hace décadas, a reponer fuerzas.
Acomodados
en el promontorio, y mientras disfrutamos de las maravillosas vistas que els
Cingles de Vilanova nos ofrecen, vamos devorando nuestro piscolabis y vaciando de
contenido las embreadas botas de vino. A los postres, a fin de aligerar el
trabajo a nuestros abotagados estómagos, agregamos toda clase de azúcares y suplementos
alimenticios; regamos convenientemente la pócima con unos tragos del exquisito
té de Cati y el señor Castillo; y añadimos un sorbito del aromático café de
Carlos. Finalmente, procedemos a la desinfección del sumiso aparato digestivo,
complementando la ingesta con un chupito del ardiente orujo venido de Galicia y
unas leves gotitas del abrasador vodka ruso de Antonio Gil.
Concluido el
tentempié, redondos e hinchados como globos de aire, levamos ancla y nos
acomodamos en nuestros respectivos grupos: Los del A, alocados, veloces y esparcidos,
con destino al Puig de l’agulla, final de la etapa; y los del B, agrupados, parsimoniosos y relajados, rumbo
a Sant Julià de Vilatorta.
A la altura
de kilómetro cinco aproximadamente, uno de los conocedores de la zona nos
invita a abandonar la ruta principal para desviarnos hacia un abrupto acantilado.
La improvisada excursión fuera de ruta resulta ser un inesperado y verdadero encanto.
Un imponente observatorio natural enclavado en lo alto de unas rocas graníticas
nos ofrece la oportunidad de disfrutar de la espectacular panorámica del valle
de Sau con las Guilleries al fondo. (Cuenta
la tradición que el citado mirador fue lugar de asiduas visitas, esporádico refugio
y fuente de constante inspiración para el bardo Mosen Cinto Verdaguer. Y que en
el silencio de aquel idílico paraje, el inmortal rimador compuso un poema de
juventud dedicado a la Nina del Cingle y cierta prosa que evocaba una leyenda
del lugar).
Saciada la
curiosidad y henchidos de gozo los sentidos con la preciosidad de las vistas
robadas, regresamos de nuevo al camino abandonado para continuar con la etapa.
Nos topamos entonces con la aparición de nuestros alegres compañeros del grupo
B y les animamos a que se desvíen de la ruta, visten el altozano, y se recreen,
ellos también, con las hermosísimas vistas que el mirador ofrece.
Nada más retomar
la senda abandonada, el grupo A se rompe y queda partido en varios grupos que
transitan por separado, y a ritmos desiguales, hasta alcanzar las primeras
casas de Sant Julià de Valltorta. Punto y final para los del grupo B.
Gracias a la
generosidad de Ginés, me acompaña mi mágica vara anti lluvia (que ha viajado en
el maletero de su coche desde tierras Celtas hasta Catalunya) dispuesta a
espantar cualquier atisbo de tormenta. El palitroque, fiel servidor, cumple
perfectamente con su función y nos regala otra placida jornada de sol.
Las lluvias
de los últimos días y el despertar de la primavera nos permiten poder disfrutar
de la belleza de los campos floridos; de la frondosidad de los renacidos
árboles; del vergel de las hojas; de los animales con sus crías recién llegadas
al mundo; y del trino de las revoloteadoras aves en búsqueda de apareamiento.
Pasado el
mediodía, los diseminados del grupo A volvemos a reencontrarnos a la entrada de
Sant Julià y, una vez reagrupados, nos adentrarnos en el poblado callejeando de
aquí para allá hasta alcanzar el parque de las Peonzas. En este lugar de ocio y
esparcimiento, según fuentes bien informadas, hace ya varias décadas, y en sus
años mozos, algunos/as miembros de GRManía dedicaron múltiples fines de semana
a concienzudas deliberaciones, sesudos debates y acaloradas discusiones verbales
sobre diversos temas de interés filosófico. Sin embargo, como nuestra habitual
filosofía se sustenta en el principio de: ¡Ande yo caliente y ríase la gente!,
pasamos de largo y descartamos cualquier tipo de reflexión metafísica que
requiera el más mínimo esfuerzo mental. Conocedores, además, de que la Filosofía
ha desaparecido de nuestro infumable currículum estudiantil, y conscientes a la
vez, de que nuestro Aristóteles particular está retirado de la docencia, aparcamos
“sine die” las teorías de Sócrates, los designios de Platón, o los teoremas de Tales
de Mileto, y ponemos rumbo al Puig de l’Agulla para encomendar nuestras descarriadas
almas a Santo Tomás.
A pesar de
que no es demasiada la distancia que nos separa de la meta, la subida se me hace
más larga y pesada de lo que imaginaba. Ya sea por el sofocante y bochornoso
calor, por la pegajosa humedad, o porque no me encuentro en plena forma, la
cuestión es que el tramo final parece no acabarse nunca.
A mitad de
la subida al santuario, de improviso, un traicionero apretón intestinal me
obliga a detener la marcha. Sin tiempo que perder, me despojo de mi raída mochila
y mi prodigiosa vara de lluvia, y las abandono a la vera del camino, junto a unos
hierbajos, para desaparecer a la carrera entre la intimidad de los protectores matorrales.
Paco Victoria, que me acompaña en el caminar, se percata de mi repentino proceder
y se ofrece voluntario a custodiarme la vara para evitar que algún desaprensivo
la haga desaparecer. Incauto de mí, luego de agradecerle su afable y generoso ofrecimiento,
rechazo erróneamente su razonable propuesta. Lógicamente, cuando abandono mi
salvador escondite y regreso a la senda para recuperar mis preciadas pertenencias,
la tentadora vara se ha esfumado. ¡Quién será el bandido que se ha apropiado de
mi tesoro?
Para no
quedarme descolgado del pelotón, emprendo una frenética carrera hacia adelante hasta
dar alcance a mis compañeros de aventura. Poco a poco voy adelantando a los que
transitan en la cola del pelotón y, al pasar junto a ellos, los voy escrutando minuciosamente
para desenmascarar al vil ladronzuelo.
Para
sorpresa mía, observo incrédulo que la vara viaja a manos de Montse Carné. ¡Muchos
eran los candidatos a cleptómano pero jamás me hubiera imaginado que fuera ella!
Al llegar a su altura me detengo disimuladamente, me acomodo a su caminar, e
intento descifrar el porqué de su innoble proceder. La conversación se
desarrolla de manera amena y distendida pero no avanza en el sentido que yo
desearía. Entonces, como quien no quiera la cosa, le comento lo feo que se está
poniendo el día. Aunque lo que en realidad pretendo es hacerla entender es que
el empeoramiento del tiempo se debe a su incapacidad para hacer un buen uso de
la vara. Al momento, y sin hacer mención del objeto que nos enfrenta, me entrega
amablemente el fetiche y desmonta por completo mi malévola teoría. Su cordial y
natural proceder me hace pensar de inmediato
que no ha sido ella la causante del hurto. ¡Algún desalmado se ha
apoderado de la vara y la ha utilizado a ella como chivo expiatorio! No hay
duda de que el desaprensivo que ha realizado la patraña le ha querido cargar el
muerto a una inocente. ¡De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me
guardo yo!
Aclarado el
entuerto recupero mi ritmo de marcha y observo que voy inmerso en un nutrido
grupo de valientes, andarinas y habladoras féminas. Solo entre tanta moza, en
el trayecto final hasta llegar al santuario, me mantengo atento a sus sabias conversaciones
y permanezco con la boca cerrada para no meter la pata.
De pronto, a
la salida del bosque, nos tropezamos con una carreta asfaltada y un edifico de
dimensiones considerables. Al principio, al no ver a nadie por los alrededores,
dudamos de si aquel es el lugar donde finaliza nuestro recorrido, pero poco
después oímos las voces de nuestros compañeros y salimos de dudas.
Una vez alcanzada
la meta los participantes nos acomodamos en el comedor del establecimiento para
proceder a la comida de turno. Algún que otro despistado, que ha olvidado su
manduca en casa, se ve obligado a recurrir a las viandas que ofrece la carta
del restaurante. ¡Bien pintan las butifarras! ¡Qué suerte la suya!
El lugar escogido
para la ocasión es íntimo y acogedor, y nos permite realizar las actividades
programadas para celebrar la diada de Sant Jordi con total libertad. Sin
embargo el servicio es lentísimo y la mayoría de nosotros comemos a secas.
Tras la
comida, (como siempre acompañada a los postres, chocolates, dulces, pastas y
todo tipo de alimentos calóricos) degustamos una deliciosa copa de cava, a
cargo de GRManía, como homenaje a la efemérides cultural que ese día
celebramos. Posteriormente, procedemos al sorteo de los números que nos
permiten escoger un libro, según nuestra buena o no tan buena suerte, de entre los
portados para la efeméride, y que, silenciosos, permanecen expuestos en una de
las mesas del local, a modo de improvisado mostrador, aguardando dueño.
Como colofón
al acto, Jaume ameniza el momento con un precioso cuento que nos deja a todos
embelesados. Y, Pedro nos regala otra de sus maravillosas rimas versadas dedicada a las andanzas acaecidas en el
pasado Camino de Santiago.
De regreso a casa, la vara pierde sus poderes o nos abandona a nuestra
suerte, pues un generoso chaparrón nos acompaña mientras circulamos por la
autopista.
¡Menos mal que vamos todos cobijados en la comodidad del moderno” autocar!
Restaurant
de Puiglagulla
Blog de
GRManía:
Santuari del
Puig de l’Agulla (Osona)
Sábado, 23 de
abril de 2016.
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GR2 - Etapa 7 (12-03-2016)
Rupit – Vilanova de Sau.
De nuevo, y como viene siendo habitual en las últimas jornadas, autocar casi al completo, aunque a última hora algunos veteranos/as se hayan caído de la lista.
Sin apenas percatarnos del hecho, hemos pasado de partir de Terrassa en la más absoluta oscuridad a hacerlo con la luz del alba despuntando por el horizonte. Y en puertas de finalizar este extraño invierno nos disponemos a disfrutar de una nueva y reconfortante etapa. Dejaremos atrás la maravilla paisajista de la inigualable Garrotxa para adentrarnos en la diferente, pero no menos bella, comarca de Osona.
A pesar de que el final de la inexistente y fría estación está cercano, y de que el aumento de horas solares es ya evidente, el adormecido invierno se resiste a perecer. Una álgida y generosa helada cubre de humedad congelada la silenciosa campiña y tamiza, con su manto acristalado, los tejados de las edificaciones.
A su tiempo, y sin extravío alguno que lamentar, nos presentamos en el aparcamiento de la atractiva Rupit para iniciar el recorrido. A horas tan tempranas, la pequeña población, habitualmente concurrida, nos recibe muda, desértica y adormecida.
Nada más descender del autocar, los más espabilados encaminan sus pasos hacia los servicios públicos para liberar de líquido sus repletas vejigas ¡Uf que alivio!
La presencia del sol y la ausencia de viento enmascaran los rigores de la fresca mañana. Como el inicio de la etapa es en ascenso, surgen, de inmediato, dudas razonables sobre la conveniencia de protegernos concienzudamente, o guardar en la mochila las prendas de abrigo y encarar la pendiente hasta el Mas Rajols a cuerpo. Solo los más osados caminantes esconden sus abrigos y con gran valentía acometen la subida, evitando con ello el sudario que ésta provoca en los demás.
El recorrido de hoy discurre por las inmediaciones del altiplano de Collsacabra, y en nuestro alocado avance atravesaremos la Serralada Transversal de norte a sur.
Si hace unas fechas era el fotógrafo Rafael quien sufría los rigores de la soledad, hoy el turno le toca al Trackero Josep Ferrer. Y al igual que sucediera entonces con el retratista, hoy, el luchador “iaioflauta,” refleja en su desencajado rostro la angustia del caminante solitario. Él, habitual y lenguaraz parlanchín, apenas si abre la boca. Permanece cabizbajo y con la mirada perdida, arrastrando cansinamente los pies y desconfiando de su sombra y su propio GPS. Es tal su angustioso estado de ensimismamiento que nos vemos obligados a levantarle el ánimo varias veces a lo largo de la jornada, propinándole repetidas y lastimeras palmaditas en la espalda, para evitar que el ocioso jubilado no tire definitivamente la toalla y continúe avanzando sin desfallecer. Ya sabes, María Ocaña ¡No más jornadas de puertas abiertas en el curro, o el pobre Josep no lo superará!
Resulta significativo qué mientras “ellos” deambulan perdidos, “ellas”: Tessa, María Morales, Aurelia, Pili, Rosa Gil y alguna otra que no recuerdo, para nada echan de menos a los maridos ausentes. Las lozanas mozas caminan como gacelas en libertad y se desplazan con la cabeza bien alta. Alegres, risueñas y dicharacheras se muestran esplendorosas cual flores de primavera. ¡Qué cosas tiene la vida! ¿Queda claro quiénes son las fuertes aquí? ¡Ellas sin ninguna duda!
Viendo la descoordinación y las incontables pérdidas de la última jornada, uno se hace cruces, y se sorprende, de que los que se estrenaron hace poco en el grupo repitan nuevamente la experiencia. ¡Gracias por vuestra obtusa confianza!
Tras el liviano ascenso hasta la planicie de la Masía Rajols nos reagrupamos y caminamos por los Cingles del Pla Bolixer. Dejamos de lado, a nuestra derecha, el Cim de Rocallarga y, al fondo y a la izquierda, l’agullola i el Far.
Mientras contemplamos las preciosas vistas que la atalaya nos ofrece, Paquita y Conchi sufren un ataque de hambruna repentina a deshora. Inconscientes ellas, desenvuelven sus bocatas y comienzan la ingesta de los mismos. Sin embargo, los machos alfa no se dan por enterados, levantan el vuelo y ponen rumbo a una cercana explanada, en el centro de la cual descansa una gigantesca roca de granito. Allí, todos sedntaditos, establecemos el campamento y engullimos el ansiado desayuno.
En el trayecto hacia el plano, unas piedras suelas del camino se interponen en el transitar de Sonsoles y la hacen trastabillar. Pero como la moza es originaria de tierra de cantos, y va acompañada de un Santo paisano como yo, salva el escollo sin padecer percance alguno. Quien no tiene tanta suerte es una de las novatas, que ve como sus nuevas y relucientes zapatillas se hunden en una fresca, mullida y generosa plasta de vaca de las muchas que motean los pastos de montaña.
Una vez acomodadas las posaderas en unos montículos de la minada pradera, atacamos con gula nuestros bocatas y observamos atónitos como las mozas del grupo acaban con el vino de una de las botas. ¡Que borrachuzas ellas!
Alejados de la ruidosa muchedumbre se instalan los amantes Maribel y Antonio, y a la par que ingieren sus bocatas, charlan amistosa y distendidamente sobre asuntos particulares. ¡Tantos años juntos y aún tienen cosas que contarse!
A la hora de los postres, oteo el horizonte y por las alturas creo reconocer el vuelo de unas fascinantes águilas. Sin embargo, Paco Ortega, y algún otro de los cercanos comensales, me sacan de mi ensoñación y me informan de que las aves que revolotea por el cielo no son águilas sino cuervos. Como no podría ser de otra manera, achaco mi burdo equívoco a la suciedad de las gafas y descarto por completo que el desatino se deba a una errónea percepción de mis sentidos.
Acabado el banquete mañanero avanzamos por los Cingles de Tavertet hasta alcanzar un impresionante mirador desde el cual, ahora sí, observamos el bello y majestuoso vuelo de varias águilas, algunos buitres y un precioso alimoche. Este último perfectamente identificado por mis cuatro ojos, los cuatro de Sonsoles y dos más de Ginés. ¡Sin duda alguna, diez ojos ven bastante más que dos!
Al poco de dejar atrás el mirador nos topamos con la lujosa construcción de l’Aven de Tavertet. Lugar paradisíaco de descanso y ocio para gentes que buscan el relax y el reposo entre la naturaleza y el silencio, pero que a la vez disponen de un generosa billetera con la cual poder hacer frente a la elevada factura que la estancia en la bucólica mansión genera.
Después de serpentear repetidamente por una ancha y asfaltada pista forestal alcanzamos Tavertet. En una céntrica plaza del pueblo detenemos nuestros pasos para reagruparnos y realizar la acostumbrada fotografía de grupo, dejando a nuestra espalda la pared del centenario patio de la iglesia, o… ¿quién sabe?, ¡tal vez la restaurada tapia de lo que antiguamente fuera un santo cementerio!
En la instantánea se encuentran a faltar las figuras de Pepe Hervás y Paco Troya. La veterana pareja se han escabullido del grupo y se han adentrado por las callejuelas del pueblo, para inmortalizar el momento, con otra fotografía particular, en el mismo lugar donde antaño posaran ambos para la eternidad.
Plasmada la instantánea y descansado el personal nos dividimos en dos grupos y nos ponemos en marcha rumbo nuestros destinos. Cada cual a nuestro ritmo acometemos la exigente bajada por la pedregosa e inclinada canal que partiendo de las abruptas estribaciones del Collsacabra desemboca en el valle de Sau.
Con la vista del Pantano de Sau en nuestras retinas vamos descendiendo en fila de a uno, concentrados, sin prisa pero sin pausa, hasta alcanzar el valle del roble y posteriormente bordear las instalaciones del desamparado hotel la Riba.
En este punto, Paco Ortega confunde el camino y, en su afán de acortar el rodeo por el exterior de hotel, coge un rumbo equivocado. Se adentra, en solitario, por una senda paralela, pero en sentido contrario a la que habíamos traído en el descenso, y sin percatarse va alejándose cada vez más del pantano y aproximándose de nuevo a la Cinglera. Finalmente se percata de su error y retoma sus pasos. Aunque a esas horas los componentes del grupo A ya estamos en las proximidades del Pantano de Sau, inquietos y preocupados, pues desconocemos el devenir de sus erráticos pasos.
Luego de una nueva reagrupación, y de analizar el hecho acaecido con el amigo extraviado, los móviles comienzan echan humo y los Walkis se ponen a vociferar descontroladamente. Al poco, alguien confirma que ha hablado por teléfono con el descaminado y nos informa que de éste ha recuperado la senda correcta. De inmediato la calma vuelve al grupo y reemprendemos la marcha a fin de cumplir con el objetivo marcado y hacerlo dentro del horario previsto.
Una escalinata de 480 peldaños (según Antonio, aunque para mí fueron más de 1000) se presenta ante nuestros ojos y nos obliga a realizar un esfuerzo supremo hasta alcanzar el mirador de Sant Romà de Sau y la carreta que transcurre a su lado. Una vez arriba, nos percatamos de que Evaristo y Ramón no se hallan entre los presentes. Entonces algunas voces críticas ponen el grito en el cielo y despotrican sobre la práctica habitual de ir cada uno a nuestra bola. ¡Suerte que los ausentes no oyen los comentarios, pues de lo contrario agacharían las orejas ante las reflexiones vertidas!
Una vez dejado atrás el altivo mirador acortamos por un atajo de la carreta y nos disponemos a continuar la ruta marcada por el track, que difiere de las marcas.
Una leve parada para despejar dudas, nos devuelve al camino que discurre junto al cementerio de Sant Romá de Sau, aunque al poco nos vemos perdidos entre la maleza, pues el nuevo propietario del Mas Francesc, en restauración, ha tapiado el sendero original del GR con ramajes y broza para evitar que los caminantes pasen por las inmediaciones de su propiedad. Mas como nosotros somos tozudos, y creemos tener la razón, desbrozamos en camino pretérito y atravesamos el patio de la solitaria residencia por el lugar donde siempre discurrió la verdadera senda. ¿Quién será el incívico personaje que se permite el lujo de inutilizar un milenario sendero de uso público, para uso privado, simplemente por voluntad propia?
Tras muchas jornadas de ausencia, hoy nos acompaña el incansable Florenci que, cual perrillo guardián, se preocupa por la integridad del grupo, vigila nuestro arrabundo caminar y, yendo sin parar de aquí para allá, intenta poner un poco de orden y cordura en el alocado grupúsculo de irresponsables caminantes. Esta singular pandilla panchovillesca necesitaría un poco de mano dura para hacerla entrar en verada, pero… ¡Ay amigos!... ¿Quién es el valiente que le pone el cascabel al gato?
Hacia el mediodía abandonamos la zona boscosa enclavada en el territorio de les Guilleries (por suerte sin habernos topado con el famoso bandolero Serrallonga ni con ninguno de sus ilustres compinches) y nos adentramos en un valle de secas praderas próximas a Vilanova de Sau. En dichos cercados pastan varias vacas mansurronas con sus terneros y algún que otro altanero toro; peludos caballos, y yeguas con sus crías. A la vez que un rancio olorcillo a heces de herbívoro perfuma el rural ambiente.
A la entrada de Vilanova de Sau pasamos por delante de la casa de Colonias “El Company” y, acto seguido, nos adentramos en el poblado por su empedrada calle principal hasta alcanzar la plaza mayor. A la altura de ésta, dejamos atrás y a nuestra derecha, la iglesia parroquial y seguimos avanzando hasta llegar al edificio del ayuntamiento. Poco después, en la margen izquierda de la calle, localizamos el Restaurante Ferrer de Tall (lugar escogido por los fugados Evaristo y Ramón para minimizar las consecuencias de su escapada en solitario, y evitar, con ello, ser quemados en la inquisitorial hoguera, por alguna ofendida GRMana).
Una vez acomodado el último de los GRManos en las mesas del establecimiento público, procedemos a saciar nuestro voraz apetito rellenando hasta los topes nuestro insaciable buche. ¡Comemos como osos recién salidos de la hibernación!
Sin embargo, la cosa no queda ahí ¡ni mucho menos! A la hora de los postres, Tessa nos invita a degustar generosos trozos de deliciosa coca, acompañados de dulces onzas de sabroso chocolate negro, para celebrar su reciente y bien llevado sesenta aniversario. ¡Muchas Felicidades Moza!
Concluido el ágape, y en vísperas del inminente peregrinaje por tierras Gallegas, Paco Troya hace entrega de las camisetas confeccionadas para conmemorar la exitosa finalización del Camino de Santiago. ¡Gracias a tod@s l@s colaborador@s! Mientras, al mismo tiempo, un pringado servidor debe hacer de recaudador de impuestos ante la ausencia de nuestro particular tesorero: ¡El cobrador del frac, Joan Lluis!
Del viaje de regreso a casa... mejor no hablar. El cansancio, los sudores y alguna que otra bomba olfativa anestesían al personal. Eso sí... ¡Los ronquidos que no falten!
Bar-Restaurante
Ferrer de tall (Vilanova de sau)
Passeig Jacint
Verdaguer, Vilanova de Sau
Blog de
GRManía:
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GR2 - Etapa 6 (13-02-2016)
Can Trona - Rupit.
¡Que siga la fiesta!
¡Que siga la fiesta!
Al final va a resultar que el nuevo año nos ha renovado las ganas de hacer
camino, pues la presencia de GRManos en la jornada de hoy vuelva a ser numerosa.
¡Mejor así! ¡Cuantos más seamos más reiremos!
Al parecer, algún inconsciente ha ido corriendo la voz de que este grupo es
ameno, divertido y acogedor, y nuevos inquilinos se apuntan a la aventura.
¡Bienvenidos todos/as! ¡Que repitan o no, eso ya será harina de otro costal!
Después de que en la etapa anterior nos cambiaran el piloto y el vehículo,
hoy volvemos a reencontrarnos con nuestros
pretéritos servidores: automóvil y chófer. También debemos haber recuperado el
caducado GPs, o en su defecto, la incorrecta interpretación que de los datos de
éste hace el que dirige la nave. Sea por lo que sea, la mañana comienza con una
imprevista pérdida.
Los bien pensados afirman que el señor que se sienta al volante simplemente
se ha desorientado. Otros, menos inocentes,
achacan el extravío mañanero a que el GPS debe tener más años que Matulasén. Algunos,
pobres incrédulos, opinan que el error puede ser debido a que los mapas del
aparato en cuestión tienen más años que las zapatillas de Tutankamon. Y las
malas lenguas (¡que haberlas hay las y habitan en la parte trasera!) comentan
sin rubor que no hay más cera que la que arde. ¡Que cada cual interprete la
frase a su libre albedrío!
Así, tras una leve excursión no prevista hasta Els Hostelts d’en Bas, regresamos
a la senda correcta y nos presentamos en Can Trona con más de media hora de
retraso sobre el horario previsto. ¡Eso sí! ¡Con el humor intacto!
Después de muchas etapas con recorrido a la carta, la de hoy solo ofrece
una alternativa y, cosa rara, nos veremos obligados a transitar todos en grupo.
¡O eso es lo que dicen los papeles! ¡Veremos si al final la práctica lo confirma!
Recién iniciada la caminata avanzamos por un camino de tierra en dirección
al bosque. Las escasas pero ansiadas lluvias de la semana y la humedad del
rocío de la madrugada han irrigado levemente el suelo por el cual transitamos.
Tras dejar atrás las últimas edificaciones, caminamos por entre las praderas
del valle, en una de las cuales, vallada ésta, dormitan una veintena de jóvenes
reses de color marrón. La mayoría de las bovinas descansan encamadas encima de la
reseca hierba invernal. Lucen, casi todas, unos melodiosos cencerros metálicos
que cuelgan de sus robustos pescuezos. Al llegar a su altura, varios de
nosotros nos acercamos al vallado para observarlas mejor, y las eralas, al vernos
caminar hacia ellas, se ponen en pie y se acercan animosas esperando recibir de
nuestras manos alguna pequeña recompensa, como posiblemente suceda cuando su gentil
y magnánimo dueño las visita. Sin embargo, nosotros, los cicateros caminantes no
destilamos la más mínima generosidad, así, una vez comprobada nuestra total y absoluta
racanería (nadie les ofrece ningún presente), las pobres rumiantes, descorazonadas,
detienen sus alegres pasos y se nos quedan mirando aleladas.
Embobados ante la mansedumbre y el pacífico comportamiento de las jóvenes
cuadrúpedas, casi nos saltamos el primer desvío. Apenas hemos recorrido 500
metros y la segunda pérdida está a punto de consumarse. ¡Suerte que los más avispados dan la voz de alarma y nos encaminan
por la senda correcta!
Tras atravesar el cercado, clausuramos las puertas de acceso al mismo para evitar que las bovinas abandonen el lugar de encierro
involuntario y se desperdiguen por las praderas y campos de cultivo colindantes. Poco después,
dejamos atrás el valle y comenzamos el ascenso a la sierra por una estrecha
vereda.
Fieles a nuestras costumbres, al poco de iniciar la subida, mientras
dejamos a nuestra derecha el valle de Joanetes, el quimérico grupo se estira más
que una goma de mascar. Así, en menos de lo que canta un gallo, la distancia entre
cabeza y cola hace se hace interminable y perdamos el contacto visual entre nosotros ¿Qué raro,
verdad?
Al poco de penetrar en el bosque, unas cuantas féminas se separan del grupo
y se adentran en la espesura. Suponemos que para intercambiar secretos de
alcoba, pues no hay signo evidente de que por aquellos andurriales haya
servicio alguno donde poder realizar, con intimidad, las necesidades ¡Menores por
supuesto!
Desperdigados, caminamos en fila de a uno por un sendero que
discurre al amparo de la deshojada arboleda, principalmente hayas y robles. Más
adelante, atravesamos unas mustias praderas, también valladas, (¡qué afición a
ponerle puertas al campo!) donde deben pastar libremente las vacas, pues el
suelo del las mismas (camino incluido) está sembrado de “minas” (boñigas) que
hay que ir esquivando sutilmente para no embadurnar nuestro señorial y reluciente calzado.
Sudorosos y jadeantes, la mayoría, vamos ganando terreno en pos de las alturas.
Aquellos que aún conservan intacta su energía se permiten el lujo de charlar y
caminar alegremente sin notar el esfuerzo. Otros, ¡dichosos ellos! son capaces incluso
de bromear y reírse; de reflexionar sobre temas diversos; de detenerse a observar
el paisaje; de plasmar con su cámara la belleza del paraje; de volver la vista hacia
atrás y otear el horizonte en búsqueda de los compañeros rezagados. ¡Lo de
esperarlos es otra historia! ¡Total... pronto volverán a quedarse atrás!
Mientras transitamos por las inmediaciones del Serrat del Fumàs, Pedro, que
camina junto a los miembros del grupo A, se enorgullece de su esplendoroso estado
físico y de la facilidad con la cual hoy está manteniendo el ritmo de los
primeros. Entonces, y a fin de que no se le suban los humos a la cabeza, le pongo
en su sitio, y le dejo las cosas bien claras ¡Para que no tenga dudas!
–¡No es que tú vayas bien, Pedro! ¡Es que hoy, los demás, andamos muy por
debajo de nuestras posibilidades! - ¿Queda claro, amigo?
Lo curioso del caso es que el poeta no parece darse por aludido, se lo toma
a cachondeo, agradece la sinceridad de mis reflexiones y suelta una estruendosa
carcajada que no viene a cuento. ¡Se pensará que estoy hablando en broma!
Antonio Domínguez, que por lo que se ve si ha captado el mensaje, comenta.
-¡Se puede decir más alto, pero no más claro! ¡Vaya manera de subirle a uno
la moral! ¡Con amigos tan amables como tú, Moisés, para qué quiere uno enemigos!
Con el estómago más vacío que la Caja de las Pensiones, acometemos los últimos
metros de acceso a Sant Miquel de Castelló por una estrecha y empinada canal.
El tramo, exigente y pedregoso, se encuentra ocupado por varios motoristas con
sus respectivos vehículos de montaña. Al llegar a su altura les informamos
que deberán esperar un buen rato, pues
nuestro grupo viene muy estirado y son bastantes las unidades que aún deben pasar por el
dificultoso sendero. A pesar de que los moteros, momentáneamente, se avienen a esperar hasta
que pase el paso del último de los caminantes, más tarde nos enteramos de que no han
cumplido su palabra y de que casi, casi, asfixian a nuestros amigos con el pestilente
olor a gasolina de sus motos.
Salvada la canal, en un giro a la izquierda del camino principal, perdida
entre el arbolado, una vereda en ascenso nos conduce a la ermita de Sant Miquel
de Castelló, lugar escogido para el descanso, el desayuno y la reagrupación de la manada.
Mientras damos buena uenta de nuestras viandas, los veteranos recuerdan que hace
exactamente 17 años, un día como hoy, y a una hora parecida, desayunaron en el
mismo lugar los fundadores del grupo. Por entonces, eso sí, el invierno era
invierno y hacía un frío de perros.¡No como este año, que ni frío ni naaaa!
A la hora de los postres, Fátima reparte unas deliciosas magdalenas caseras
de elaboración propia, entre las féminas, pero como uno es muy astuto, se sitúa
estratégicamente al lado de su hermano Jordi y consigue garrapiñar una de las
pastas. ¡Deliciosas, Fátima! ¡En el futuro ya sé a qué sombra arrimarme!
Concluido el ágape emprendemos la marcha en dirección a la Masía de
Pibernat. Traspasamos un nuevo vallado y pasamos junto a la Font de Pibernat
que debería surtir al torrente del mismo nombre pero que debido a la sequía está más seca que el ojo de
una tuerta. Avanzamos por el reseco pla de Falgars y alcanzamos el Falgars d’en
Bas, la ermita de Sant Pere y la Rectoría. Allí nos detenemos para esperar a
los amigos de la retaguardia y reagruparnos nuevamente. Tras la llegada del
último caminante nos ponemos de nuevo en marcha por las praderas de Falgars, que
se hallan horadadas de toperas a modo de pequeñas erupciones volcánicas.
A punto de dejar atrás la zona de pastos, a nuestra izquierda, en una
vertiginosa caída al vacío, languidecen los restos de lo que debería ser el Salto
de agua de la Coromina. Desgraciadamente, la pertinaz sequía de este insólito invierno
ha dejado sin caudal la Riera de Falgars y consecuentemente ha borrado del mapa
el impresionante salto de agua que se nutre de la citada riera.
Desperdigados otra vez, ascendemos por una pista forestal que serpentea
entre el arbolado. Al llegar a un desvío en el camino, la ausencia de marcas
del GR2 crea dudas entre los compañeros que circulan en la cabeza de la marcha.
Para evitar otra pérdida más, los de la avanzadilla se detienen en espera de que
los que vienen a continuación confirmen la idoneidad del rumbo. A medida que
vamos llegando los perseguidores, al lugar de la espera, van surgiendo
opiniones contradictorias sobre qué hacer. Los expertos opinan que hay que continuar
por aquel camino con la seguridad de que pronto localizaremos las marcas del GR2.
Los que nos guiamos por el GPS informamos a los demás que estamos fuera de ruta
y que sería conveniente retroceder para recuperar el camino que marca el Track
original. Finalmente, y tras una breve deliberación, se impone el criterio de
continuar por aquel camino (Camí Ral de
Vía a Olot) lo que nos condena a añadir un
extra de más de tres kilómetros a los ya previstos inicialmente.
Mientras avanzamos por la Serra de Mateus vamos dejando a la nuestra izquierda
las magníficas vistas de la Vall d’en Bas; a la derecha el Collsacabra, con su
cima, la Serra de Cabrera; algo por delante y también a la derecha, los
impresionantes Cingles d’Aiats; en lontananza y por detrás, el Puigsacalm; y frente
a nosotros la ya cercana Serra de Pruit.
Luego de otra reagrupación (¿pérdida,) en uno de los múltiples cruces del zigzagueante
camino que nos guía, giramos a la izquierda y nos topamos con unos ciclistas que
corroboran nuestra correcta dirección. Cansados y ansiosos por alcanzar la meta,
acometemos un leve descenso por un camino empedrado de lanchas, en la Sierra de Pruit, hasta alcanzar la Masía
Renyins.
A escasos metros de la edificación campestre nos cruzamos con el que
debería haber sido nuestro verdadero camino y poco después de cogerlo nos
detenemos por enésima vez para evitar una nueva pérdida.
Mientras aguardamos la llegada de algunas agotadas GRmanas, tres lozanas mozas
(Fátima, María Ocaña y Montse) se adentran en el bosque para hacer sus
necesidades. De inmediato nos olvidamos de ellas y nos ponemos en marcha sin esperar
a que las meonas se integren en el grupo. Entonces, un afligido, lloroso y desconsolado
Josep Mª, da la voz de alarma ante la ausencia de su enamorada. El desamparado
esposo pregunta a todo aquel que se aviene a escucharle si alguien conoce el
paradero de su amada, sin obtener respuesta alguna a sus lastimosas pesquisas.
Obligados por las circunstancias, volvemos a detenernos y aparecen los
primeros síntomas de preocupación. Las
extraviadas no aparecen y los Walkis comienzan a echar humo. Hay quién afirma
hablarlas visto desaparecer por el norte, algunos aseguran que se fueron por el
sur, varios certifican que se ocultaron por el este, y otros juran que lo
hicieron por el oeste. ¿A quién creer? ¡Vaya usted a saber!
De pronto, alguien corre la voz de que las extraviadas han aparecido sanas
y salvas. Al parecer, las féminas se habían adelantado para no retrasar la marcha,
y al acabar la micción, viendo que el pelotón no les daba alcance, decidieron
tirar para adelante pensando que las rezagadas eran ellas y no al revés. ¡Menos
mal!
Con más de una hora de retraso sobre el horario previsto alcanzamos Pruit, y
sin demora alguna nos dirigimos a Rupit para finalizar el accidentado
recorrido.
Pasadas las tres de la tarde abandonamos Rupit. Pasamos de largo el desvío
que conduce a Cantonigros y nos encaminamos hacia l’Esquirol, donde por suerte localizamos
un establecimiento que nos permite celebrar la comida del mediodía.
¡Menuda imagen hemos dado a los novatos! ¡Dudo que se arriesguen a venir con nosotros otro día!
Restaurante
Hostal Collsacabra (L’Esquirol)
Blog de
GRManía:
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GR2 - Etapa 5 (16-01-2016)Santa Pau – Can Trona.
¡MILAGRO! Por primera vez desde tiempos remotos casi
ocupamos todos los asientos del autocar y eso que no es día de celebración ni
de comilona. ¿Será que el nuevo año nos ha devuelto las ganas de andar? ¿Tal vez
el subconsciente nos ha traicionado, presentándonos en sueños las lorzas
resultantes de los excesos Navideños? ¿O simple y llanamente la nutrida
concurrencia de hoy obedece al hecho de que la travesía discurre por unos parajes
de belleza sin igual? Sea cual fuere el inusual motivo que ha concitado la
presencia mayoritaria de GRManos en este histórico 16 de enero de 2016… ¡Bienvenido
sea y bienhallados y halladas sean nuestros compañeros y compañeras de andanzas!
¡Bienvenidas, igualmente, las nuevas peregrinas, Montse e Inés!
La masiva presencia de caminantes con destino a las volcánicas tierras de
la Garrotxa ha obligado a la empresa de transportes a poner a nuestra
disposición un autocar con mayor capacidad de pasajeros (¡más grande sí, pero
no más nuevo!). Y quién sabe si también a consecuencia del cambio, y para adaptarlo
al avejentado vehículo, nos ha adjudicado un conductor diferente del habitual.
Tras dejar atrás la autopista C-58, y al poco de circular por la AP-7, el
avezado piloto toma un desvío a la izquierda para adentrarse en la C-17 con
dirección noreste. Una vez superado Vic abandonamos la citada vía y avanzamos
por la C-33 rumbo a Olot. Al poco, atravesamos el controvertido túnel de
Bracons, alcanzamos la capital comarcal y
desde allí nos desviamos hacia Santa Pau.
En puertas del destino, Jaume Pavón propone un recorrido alternativo para
los del grupo A. Así, en lugar de transitar por el valle y atravesar la
preciosa Fageda de’n Jordà, él sugiere que realicemos la travesía por la Sierra Marbolenya.
La mañana se presenta placentera y soleada pero a la vez fresquita. El
gélido viento del norte agita el arbolado del valle y dicha circunstancia
genera dudas en alguno de los habituales componentes del grupo A, sobre la
conveniencia o no del nuevo recorrido propuesto. Estos, comentan que la posibilidad
de una fuerte y molesta ventolera, allá por las alturas, no es desdeñable y que
no les apetece demasiado el hecho de caminar por la cresta de la cadena
montañosa, a la intemperie, expuestos al frío viento y las incómodas circunstancias climatológicas.
La falta de consenso entre los GRManos pospone la decisión hasta más adelante, cuando
alcancemos el lugar del desvío, momento en el cual deberemos decantarnos por
continuar con el plan previsto inicialmente u optar por la nueva alternativa
propuesta.
La salida de Santa Pau se produce en torno a las nueve de la
mañana. De buen comienzo, caminamos tranquilamente acomodados en parajas o pequeños grupos
mientras dejamos atrás el poblado y nos adentrarnos en la silenciosa campiña.
Por sorpresa, nos topamos con la primera prueba de que nos hallamos en tierra
de volcanes. Una negra oquedad, en una curva a la izquierda del camino rural,
nos muestra el desprendimiento de cuantiosas rocas volcánicas pertenecientes al
volcán a Bocanegra, el cual estamos rodeando.
Abrigaditos, parlanchines y a buen paso, vamos disfrutando de la compañía de
nuestros camaradas y del maravilloso entorno paisajístico nos rodea.
Por un camino agrario, que serpentea entre tierras de cultivo y masa
forestal, nos dirigimos rumbo a uno de los míticos volcanes de la zona. Para
ello, a la altura del kilómetro 3,5 abandonamos el citado camino principal y
ascendemos por un estrecha, pero bien marcada senda, en pos del imponente
cráter volcánico del Santa Margarita. Una vez coronada la cresta del mismo,
desde las alturas, observamos la impresionante caldera cilíndrica que en
tiempos remotos vomitara ingentes cantidades de incandescente magma en forma de
lava. Alegres y prendados, descendemos hasta la mitad, más o menos, de la pared
volcánica y tras acomodarnos desperdigados a la vera del sendero, en el suelo, damos buena
cuenta de nuestro particular desayuno y del vino de la bota de Don Paco.
Para no romper la costumbre, a los postres aparecen todo tipo de alimentos
calóricos sobrantes de las pasadas fiestas Navideñas: turrones, almendras,
variados frutos secos, chocolate, pastas,
etc… Emergen, igualmente, apetitosas tartas y dulces elaborados expresamente para
la ocasión. Para deleite del personal, y gracias a la generosidad de Jaume Valls,
corre por entre los insaciables caminantes una fiambrera repleta de trozos del
jamón, del que la Diosa fortuna tuvo a fe conceder al afortunado Señor Valls en
la tradicional rifa de Navidad. Todo ello bien regado con bebidas de diversa
índole: morapio, exquisito té, aromático café, “espiritual” Vodka, etc... De lo
que se deduce que no tenemos remedio, pues gastamos unas pírricas calorías
caminando y le endiñamos al cuerpo el doble de las que hemos quemado. ¡Así es
imposible mantener la línea!
Con los estómagos abotargados de tanto zampar, desalojamos cansinamente el
idílico lugar y regresamos sobre nuestros pasos para retomar el camino
principal, abandonado anteriormente, que nos conducirá al final de nuestro
recorrido.
Hacia el kilómetro 6 de la etapa nos topamos con la ermita Sant Miquel
Sacot y tras una leve pausa, y ciertas dudas, la muchedumbre se divide en dos
grupos.
La mayor parte de los caminantes se engloban en el B, el cual se dispone a atravesar
el valle por su lecho. En su transitar se adentrarán por entre la preciosa
arboleda de la Fageda de’n Jordà, hoy angosta y reseca a causa de la escases de
lluvias producto de éste inusual y cálido invierno; visitarán, de paso, la Cooperativa
del mismo nombre; y tras caminar de nuevo cobijados a la sombra de la
centenaria arboleda alcanzarán la localidad de Les Presses. Una vez allí, alcanzado
el objetivo inicial, una facción de este grupo, la B-2, continuará su aventura
hasta personarse en Can Trona, punto final de la etapa de hoy.
Por su parte, la escuálida sección del grupo A se desvía y acomete el
ascenso a las alturas para transitar por la cadena de la montañosa Sierra
Marbolenya. Apenas a un kilómetro del desvío iniciamos la exigente subida de la
Collada de Colltort (802 m.) dejando a nuestra izquierda el volcán el Torrent.
El viento fustiga con fiereza nuestras jadeantes siluetas cuando avanzamos por
la cara norte de la estribación y debemos abrigarnos para minimizar las
consecuencias. Al cabo de una hora de exigente caminata alcanzamos el Castell
de Colldetort (838 m.) y al encaramarnos encima de los derruidos muros de la
antigua fortaleza quedamos embelesados por las maravillosas vistas que la
atalaya nos ofrece.
Luego de una leve pausa y alguna que otra foto, salimos en estampida y
dejamos descolgadas a Cati y Carmen que se quedan haciendo una última foto. Mientras
caminamos por el inclinado y reseco suelo alguien que se percata de la ausencia
de las damas y da la voz de alarma. Nos detenemos, entonces, al abrigo del
viento para esperarlas y momentos después las vemos emerger de entre el
sediento arbolado con cara de pocas bromas. Nada más llegar a nuestra altura
Carmen Nietro expresa su lógico malestar, pone orden en el asunto y nos pregunta:
¿A qué viene tanta prisa? ¿Tano cuesta viajar agrupados y esperar un poco?
¿Podremos hacer una foto tranquilamente o cada uno va a ir a la suya?. ¡Somos incorregibles!
Aclarado el asunto reemprendemos la marcha. Agrupados, pero en fila de a
uno para salvar las dificultades orográficas, continuamos avanzando a buen
ritmo mientras el viento del norte azota los rostros y amenaza con despeñarnos
ladera abajo. Caminando en ascenso vamos pasando por el Coll de Llaceres (808
m.), la Collada dels Saiols (878 m.) y el Pas d'en Vidal (887m), para finalmente alcanzar la
cota máxima de la Sierra y nuestro techo de hoy (La Roca del Lladre (907m). Un
precioso vértice geodésico que nos regala unas impresionantes vistas de la zona:
Los Pirineos cubiertos de un blanco manto de nieve,
el Puig-Sacalm, los valles que discurren a ambos lados lados de la
Sierra, la Fageda de’n Jordà, la Coperativa del mismo nombre, los pequeños
poblados, la capital de la comarca (Olot) y, por encima de todo, las
impresionantes estructuras geológicas que configuran el legendario paisaje de
la mítica zona volcánica de la Garrotxa.
Tras otra
leve pausa, y luego de la pertinente foto de grupo, reiniciamos de nuevo la gratificante marcha. Pasamos
primero, casi sin percatarnos, por la supuesta Font dels Cingles, la cual
languidece agotada a causa de la inacabable sequía que nos martiriza, y más
adelante, por un imaginario camino en pendiente, sepultado bajo una copiosa montaña de hojarasca
que impide ver la senda y que nos obliga a arrastrar los pies cómicamente para no
salirnos de la misma y rodar vertiente abajo.
Traspasado
el mediodía, con la hora pisándonos los talones y algo cansados de tanto sube y
baja, avanzamos por el Collet de Puig Rodó (879 m.) en dirección a la cima del mismo nombre. Una vez alcanzado
Puig Rodó (907 m.), en su mirador circular, volvemos a deleitarnos con las
fantásticas vistas, posamos una vez más para la eternidad y acto seguido
partimos en pos del área recreativa de Xenacs.
Sin tiempo
para una triste cerveza y mucho menos para actividades ociosas, pasamos de
largo por el lugar de descanso y acometemos el pronunciado descenso por el
camino de les Barrincoles, el cual nos conducirá hasta las puertas de Les
Presses, punto y final de nuestra aventura montañera.
Hacia las
dos del mediodía localizamos el autocar donde nos espera el grueso de nuestros compañeros.
Acomodados en sus asientos, la gran mayoría de ellos y ellas (los del grupo B)
permanecen relajados y con el estómago inflado a causa de las cervezas ingeridas
durante la espera, mientras otros, los menos (los del grupo B2), intentan recuperarse
del esfuerzo realizado hasta Can Trona, lugar donde inicialmente debería haber
concluido la etapa de hoy.
Una vez reagrupados todos nos dirigimos a Olot para buscar un establecimiento
que conforme a nuestras particulares condiciones nos permita reponer fuerzas.
A la entrada de la población Olotina localizamos un Restaurante donde
antaño ya se celebrara un evento festivo del grupo. Del autocar desciende una
comisión formada por Paco Victoria y su misma sombra para negociar con el
dueño del refectorio las exclusivas condiciones. Tras unos instantes de tensa espera el
comisionado nos hace señales de que todo está en orden y de que podemos
despegar el culo de nuestros asientos, descender y dirigirnos a la estancia
reservada al efecto.
Todos menos él, desconocemos los términos de la negociación y la cuantía de
las comisiones que se han derivado del alquiler de la sala, pero nuestro
comisionado parece haber claudicado de inmediato a las peticiones del
propietario. A las puertas del local recibimos la increible noticia de que debemos acondicionar nosotros mismos la estancia asignada, montar
las mesas y sillas, anotar los pedidos, acercarnos a la barra para pedir y
recoger las bebidas, transportarlas a la
sala adjunta, servirlas en las mesas a nuestros compañeros y compañeras, volver
a tomar nota de los cafés e infusiones, regresar de nuevo a la barra, recoger
los pedidos, transportarlos, servirlos, pedir la cuenta… En fin… ¡Mejor dejarlo
ahí y no seguir hurgando en la llaga! ¡Vaya negociante!
Pero bueno, como siempre que llueve escampa, pues al final la fiesta se
anima. De inmediato olvidamos las amargas penas y nos dedicamos a lo que tan
bien dominamos: ¡Devorar con gula todo aquello que se pone ante nuestros ojos!
Fruto de esa innata capacidad de adaptación a las circunstancias, participamos
glotona y desinteresadamente de los exquisitos manjares que Angels y Mª Ángeles
han aportado para celebrar su reciente cumpleaños. ¡Uhmmm que rico todo!
También de una deliciosa torta de chocolate negro con almendras que ha traído
Inés, y nuevamente del jamón del Señor Valls, así como de turrones, dulces y otroas manducas.
Como colofón a la gratificante jornada aventurera se procede al cambio de Tesorero, cargo
que recae en el amigo, compañero, ex bancario y prejubilado Joan Lluis.
Dado que desconocemos por completo (¡Yo al menos!) los términos exactos pactados para la adjudicación
del citado contrato y las cláusulas de confidencialidad; así como las comisiones
aplicables a su innoble gestión, las bonificaciones fiscales y el porcentaje de
beneficios del gestor; la necesidad de aporatr facturas falsas que justifiquen los
gastos, el obligado % aplicable a las mordidas y las donaciones anónimas al
partido (GRManía); los fondos que se dedicaran a sufragar los gastos para regalos,
viajes, fiestas y comilonas; los impuestos a devengar, el IRPF (¡Hacienda
somos todos, jajajaja!), las plusvalías y demás farragosos términos financieros,
me ofrezco voluntaria y desinteresadamente como asesor y auditor de cuentas
para ayudar a mi amigo Joan Lluis a malversar los fondos GRManos
concienzudamente. Así podré evitar, que él, pobre inocente, cargue con toda la culpa de la corruptela
a sus nobles espaldas y si por un causal (¡Dios no lo quiera!) se descubriera el
pastel, confirmar sin el menor atisvo de duda que nosotros no sabíamos nada del tema.
¡Se fuerte Joan LLuis! ¡Resiste!
Ya sabes amigo… ¡Cuenta conmigo para vaciar la caja! ¡Destruiremos las pruebas y lo negaremos todo, aunque canten las evidencias!
¡Se fuerte Joan LLuis! ¡Resiste!
Ya sabes amigo… ¡Cuenta conmigo para vaciar la caja! ¡Destruiremos las pruebas y lo negaremos todo, aunque canten las evidencias!
Restaurante
B-CREK, Olot:
Blog de
GRManía:
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GR2 - Etapa 4 (19-12-2015)
Besalú - Santa Pau.
Otro año que llega a su fin y van…¡mejor dejarlo así, que ésta es una guerra perdida!
Jornada festiva la de hoy y, como suele
ser habitual cuando se trata de rellenar el buche, autocar casi al completo
para cerrar el cruel año que dejamos atrás.
Hay días en lo que uno no debería levantarse
de la cama y quedarse en casita para no seguir metiendo la pata y, sin duda, el
de hoy es uno de ésos.
La jornada empieza con el pie izquierdo,
pues a una semana griposa de tos e indisposición le sucede una noche de malestar
general. Después de mi habitual desayuno, compuesto por un vaso grande de zumo,
un tazón de soja con café y algún alimento sólido, decido combatir el
desagradable y molesto catarro con un mucolítico previamente diluido en un vaso
grande de agua, y para cerrar el círculo, añado un analgésico con otro generoso vaso
del citado líquido incoloro. ¡Por hidratación no será, no!
Con el estómago más hinchado que un pobre
desnutrido cargo con mi mochila y me dispongo a abandonar el calorcillo del
hogar. Nada más franquear la puerta de salida me percato de que me he olvidado el
discurso de fin de año. A toda prisa retomo mis pasos, entro de nuevo en casa,
conecto el ordenador (¡jamás ha ido tan lento al ponerse en marcha!), localizo
un archivo, que creo es el correcto, y lo envío a la impresora para que me
vomite una hoja con las ideas expresadas en él. Convencido de mí acertado proceder
guardo el papel en uno de los bolsillos de mi repleta mochila (¡sin revisarlo
por supuesto!) y desciendo las escaleras a la carrera para no llegar tarde a la
salida. ¡Pronto pagaré las consecuencias!.
Con la hora pegada al culo me presento en las inmediaciones del campo de fútbol. Para desgracia mía no hay plazas libres en el lugar habitual de aparcamiento y debo dirigirme al otro lado del estadio parar aparcar frente a la puerta principal. Cojo mi mochila y a la carrera me dirijo hacia el autocar, no vaya a ser que me dejen en tierra.
Con la hora pegada al culo me presento en las inmediaciones del campo de fútbol. Para desgracia mía no hay plazas libres en el lugar habitual de aparcamiento y debo dirigirme al otro lado del estadio parar aparcar frente a la puerta principal. Cojo mi mochila y a la carrera me dirijo hacia el autocar, no vaya a ser que me dejen en tierra.
Una espesa niebla ensombrece la madrugada de
la adormilada Terrassa. La bruma, grisácea y húmeda, entela el solitario ambiente
y se presenta ordeñada de la ansiada lluvia, apenas presente en los últimos
meses de esta angosta, seca y desmesuradamente calurosa estación otoñal del
negro 2015.
Al poco de acomodarme en mi asiento del vetusto
medio de transporte me viene a la memoria una situación similar a la de hoy, de
infausto recuerdo, acaecida hace un par de años. Por entonces, 14 de diciembre
de 2013, día de comilona y autocar repleto, otra desmesurada ingesta de
líquidos mañaneros me obligó a detener el abarrotado vehículo, en una carreta
secundaria, a fin de liberar mi repleta vejiga. ¡Espero que hoy no me suceda lo
mismo, y poder así librarme del escarnio y cachondeito de mis queridos y
compañeros/as!
El aforo completo en el autocar, el feliz rencuentro
con algunos compañeros/as ausentes por una temporada, o la proximidad de las venideras
Fiestas Navideñas invitan a la conversación y un desmesurado escándalo inunda la
estancia.
Mientras circulamos por la autopista, en
las inmediaciones de Sant Celoni, temo que mis malos augurios se conviertan en
realidad. Hace unos minutos que ha comenzado a notar que mi vejiga está
rebosante y empiezo a dudar si aguantará hasta el final. Sin embargo, intento
evadirme, olvidar que me estoy orinando y pensar en cosas banales que me
permitan mantener mi honor a salvo.
Nada más penetrar en la verde provincia
Gironina, la situación se complica y la simple necesidad se convierte en
verdadera urgencia. - ¡Me estoy meando, leche! dejo escapar para sorpresa y
asombro de mis contertulianos/as. Entonces, uno de ellos, haciendo gala de su
memoria de elefante, me recuerda aquellos hechos pasados y, con cierto sarcasmo, pone en
duda el perfecto funcionamiento de mi próstata.
Finalmente, y a pasear de mis esfuerzos y
mi supuesta hombría, me veo obligado a detener el autocar en una estación de
servicio. Para mi asombro, veo que no soy el único meón/na pues varios y varias
GRmanos/as descienden del autocar y disimuladamente toman el camino de los
servicios. No sirve de consuelo, pero cuando menos aligera la carga. ¡Unos
tienen la fama y otros cardan la lana!
Aliviados, recompuiestos y aseados volvemos al
vehículo y reemprendemos la marcha en dirección al pueblo de Besalú, el cual
alcanzamos hacia las nueve de la mañana.
Tras llegar a destino aparcamos a las afueras del
pueblo, por la parte este del puente medieval, abandonamos el autocar, recogemos
nuestros bártulos, nos los acomodamos y damos el pistoletazo de salida para
iniciar la etapa Navideña rumbo a Santa Pau.
Como viene siendo habitual, en los últimos
tiempos, la etapa que nos conducirá por tierras de la Garrotxa consta de dos
recorridos alternativos diferenciados por el kilometraje de la misma,
dependiendo del grupo en el que transitemos: A o B.
En estampida, los 49 caminantes partimos
de Besalú en pelotón para acometer los primeros kilómetros de leve pero
constante ascenso. Como no podía ser de otra manera, a las primeras de cambio
el grupo se estira y queda desparramado por el sendero que discurre por entre el
arbolado y la deshidratada vegetación.
Zigzagueando de
izquierda y
derecha por una amplia pista forestal, acometemos con vigor los primeros
kilómetros
de liviano pero constante ascenso. En nuestro caminar, vamos dejando
atrás y a los
lados campos de labranza hibernados, praderas despoblabas de animales y
alguna que
otra masía solitaria. Avanzamos por el reseco camino forestal que
discurre
entre la masa foresta,l hasta alcanzar la ermita de Sant Fruitós
d’Ossinyà que emrge de entgre la espesura del bosque. Allí, en la
explanada que hay frente a la misma, reagrupados y en camaradería, damos buena cuenta de nuestro desayuno.
En puertas como estamos de la Navidad, a
los postres, del interior de nuestras raídas mochilas emergen todo tipo de
suplementos alimenticios relacionados con las fiestas de pascua: dulces varios,
bizcochos, turrones, bombones, chocolate, frutos secos y demás manjares
calóricos. Al parecer, todo ello sutilmente enfocado, y en su justa medida, al sano
hecho de ir habituando nuestro organismo a los rigores dietéticos de los
días que se avecinan. Entrenamiento obligatorio para la dura prueba que nos espera
durante las pantagruélicas e incontables celebraciones familiares que están por
llegar. ¡Todo sea por el bien de nuestra salud y por complacer a nuestro o insaciable
y agradecido estómago!
A la fatal tos perruna que me acompaña desde hace días; a mi
delicada salud física; al casi olvido del texto escrito; a mis supuestos
problemas prostáticos; a mis habituales y alocados desvaríos; y mi pasmosa facilidad para meterme en líos, se añade
otro suceso que viene a confirmar que hoy no es mi día. ¡Alguien! ¡No diré el nombre para salvar su
honor!, se zampa el trozo de tarta que generosamente me había obsequiado Inés,
y que yo, ingenuo de mí, había dejado encima de un trozo de papel de plata a la
espera de acabar con mi bocata. Bien es cierto que el incauto de uno lo había
colocado junto a la comida de ella y sus pertenencias. Pero como NO soy apenas
rencoroso le perdonaré la ofensa ¿Involuntaria? ¡Tal vez!, y por si acaso me
mantendré ojo avizor para devolverle el golpe a la más mínima ocasión. ¡Ojo por
ojo, tarta por tarta! ¡Se olvida pero no se perdona! ¿O es al revés? ¡Bah!... Sea
como sea, el día de hoy es un día aciago para mí, pues demás, Cati y Castel se
olvidan de un servidor la hora de repartir su té y me dejan solo los posos. Eso
sí, Carlos me ofrece café (¡que no tomo!) y Antonio Gil, Vodka (¡que no debo
tomar!). ¿Será éste ya el fin de mis desgracias en la jornada de hoy ? ¡NOOOOO!
Una vez concluido el desayuno recogernos
los bártulos y partimos por grupos, aunque cada uno a la suya, rumbo a nuestros
destinos: el Torn o Santa Pau.
Al poco de dejar atrás nuestro particular lugar
de avituallamiento nos adentramos por una estrecha senda perdida en medio de la
vegetación y cubierta de arbolado, y descendemos en pos de la Riera de Junyell.
Justo cuando nos hallamos a punto de cruzar su estéril y reseco cauce nos
topamos con un grupo de moteros que horadan la paz del bosque con los bramidos
de sus horrendas motocicletas y el apestoso olor de gasolina quemada. Tras
cedernos el paso nos despedimos de ellos y continuamos nuestra aventura
biosquimana. ¡Precioso el recorrido de hoy!
Después de un buen trecho transitando por
entre el arbolado abandonamos el bosque y salimos al camino forestal.
Para sorpresa general, a los pocos metros de avanzar por el espacioso camino
nos topamos con una verja que nos barra el paso. Tras escrutar las
inmediaciones del lugar, localizamos las marcas que nos señalan la dirección
correcta. Nos vemos entonces obligados a acometer un leve ascenso, por una
trocha apenas perceptible, para rodear las propiedades del Mas Rapinya y reencontramos, nuevamente, al cabo de un
centenar de metros, con la senda interrumpida.
Una
vez retomado el rumbo correcto avanzamos
parsimoniosos por entre a unas mustias praderas, donde pastan peludas
vacas de diversas
tonalidades de color marrón y dóciles caballos de variada coloración,
hasta desembocar en la carretera
secundaria que discurre paralela al río Ser y nos conduce al El
Torn, poblado que los grupo A atravesamos y dejamos atrás sin cruzarnos
con ninguno de sus escasos habitantes, y lugar donde, algo más tarde,
los del grupo B pondrán final a su recorrido. ¡Suerte que en el citado
asentamiento no hay ningún
Bar, que sino ya me imagino a todos/as los miembros de este sabio grupo
apoltronados en sus sillas y mesas degustando
bebidas y tapas a gogó! ¿Verdad José Antonio?
A la salida de El Torn nos adentramos
brevemente por una estrecha senda que discurre paralela al río. Poco después,
tras abandonarla para recuperar la carreta, nos topamos con un impoluto
parque de gimnasia habilitado para uso y disfrute de los ancianos. Sin embargo,
el emplazamiento del gimnasio al aire libre da qué pensar! Uno duda entre si la
ubicación del mismo responde a una cuestión estudiada para obligar a los mayores
a ejercitar las piernas antes de utilizar los aparatos gimnásticos, o por el
contrario está orientada a evitar el desplazamiento de los abuelos al lugar y
disuadirlos de la insana tentación de malgastar energías.
Sin quórum sobre las bondades o maldades
del parque en cuestión circulamos en fila por la carreta solitaria hasta alcanzar el caserio de Sant Vicenç del Sallent, y en paralelo a vega del río Ser vamos dejando atrás masías solitarias, perros
ladradores, granjas, campos de labranza, praderas y animales pastando.
Tras dejar atrás Sant Vicenç retomamos el camino y de improviso vislumbramos un puente que salva la cuenca del río. Al cruzarlo, desde su imponente atalaya, contemplamos maravillados la cascada de Sant Martí, que tras el salto, allá abajo, pura y cristalina, discurre cantarina por entre los ojos del puente.
Tras dejar atrás Sant Vicenç retomamos el camino y de improviso vislumbramos un puente que salva la cuenca del río. Al cruzarlo, desde su imponente atalaya, contemplamos maravillados la cascada de Sant Martí, que tras el salto, allá abajo, pura y cristalina, discurre cantarina por entre los ojos del puente.
Finalmente,
a
unos kilómetros de la meta, dejamos atrás nuestro caminar junto al río
Ser y nos adentramos por la resca cuenca de la Riera de Sant Martí que
nos conducirá casi hasta las puertas
de Santa Pau.
Hacia las dos del mediodía día damos por
concluida la etapa y, previa agrupación y recuento, nos acomodamos en el
autocar para desplazarnos al Restaurante "Ca la Carmelita",en Sant Privat de’n Bas, para celebrar el ágape Navideño.
La entrada al comedor viene precedida de
una larga espera en la interminable cola de los lavabos. ¡Para lavarme las
manos, malpensados!
La comida, deliciosa, transcurre en bulliciosa
pero franca armonía. Para variar, dejamos los platos más limpios que el jaspe, vaciamos
las botellas (ya sea agua, cerveza, vino o refescos), y agotamos hasta la última gota de las
copas de Cava.
Llegada la hora de los discursos, Evaristo,
nos eriza la piel con sus reflexiones sobre el pasado, el presente, las circunstancias
del momento y el añorado Fidel. Pedro, nos emociona con sus inigualables rimas
sobre los aconteceres de la vida. Y un servidor… ¡Que guapo estoy con la boca
cerrada! se vuelva a meter en un charco. A medida que voy leyendo el discurso
me voy percatando de mi error de principiante. Con incredulidad, compruebo que por
error he enviado a la impresora el borrador del discurso y no el texto final.
Entonces, en mi afán por recuperar lo que en realidad debería decir el escrito,
doy rienda suelta a mi imaginación y sin remedio me voy alejando de la realidad
y enfangando en el lodo. El resultado final, mejor dejarlo en el baúl de los
olvidos, pues es ya de sobra conocido por todos/as. ¿Verdad, Ana, Cati, Fáttima,
Fina, Inés, María, Maribel y demás féminas?
¡Si llego a adivinar que me ibais a despellejar
de tal manera me quedo calladito!
Para finalizar el concurrido evento, y como manda la tradición, improvisamos un concierto de Villancicos donde destacan por su implicación algunos veteranos GRamnos. Al compás de la guitarra de Pedro, la zambomba de Paco Ortega, el cancionero de Cati y la aportación anual de Anna, vamos destrozando canciones con nuestra inusual maestría. ¡El vino lo enmascara todo!
¡Felices Fiestas y Próspero 2016!
Para finalizar el concurrido evento, y como manda la tradición, improvisamos un concierto de Villancicos donde destacan por su implicación algunos veteranos GRamnos. Al compás de la guitarra de Pedro, la zambomba de Paco Ortega, el cancionero de Cati y la aportación anual de Anna, vamos destrozando canciones con nuestra inusual maestría. ¡El vino lo enmascara todo!
¡Felices Fiestas y Próspero 2016!
Crta. General Estartús, 38
17178 Sant Privat d’en Bas
La Garrotxa (Girona)
Tel. 972 693256
e-mail. info@calacarmelita.com
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Etapa 3 (24-11-2015)
Lladó - Besalú.
PD. En cuanto a lo de Rafael, parece ser que nuestrra compañía, el precioso paisaje, la comilona, la cerveza, los bombones y nuestros cuantiosos mimos le hicieron olvidar sus penas y regresó a casa fresco como una lechuga y lozano como un churumbel.
Tercera etapa de este GR3. Con el otoño en
plena efervescencia nos dirigimos hacia Lladó para continuar con nuestras
aventuras por tierras Gironinas.
¡Jolín que lejos estamos de casa! Nos
pasamos más tiempo en el autocar que andando. Un autocar que por cierto deja
algo que desear, pues a sus muchos años añade una estrechez en sus asientos que
te obliga a viajar con las piernas encogidas durante todo el trayecto.
El día ha amanecido gris y las previsiones
meteorológicas anuncian lluvia para el mediodía. Los más cautos de nosotros
venimos bien preparados para combatir el anunciado chaparrón, pero otros y
otras, menos previsores/as, (¡pobres infelices!) han olvidado por completo sus
prendas protectoras.
A medida que nos acercamos a Lladó los
agoreros y sus nuevas tecnologías nos informan de que el radar atmosférico
localiza las tormentas justamente por los lugares que hoy vamos a recorrer.
Esperemos que los augurios de los dichosos aparatejos tengan la misma
fiabilidad que la de aquel antiguo hombre del tiempo televisivo (Mariano
Medina) que perdió su bigote en una apuesta sobre lo que con seguridad iba a
ocurrir con la climatología y jamás sucedió.
Por primera vez en mucho tiempo nuestro
reportero Rafael viaja solo. La noche anterior, María, ¡Su esposa, no la
Virgen! Se fue de pendoneo y al llegar a horas intempestivas se ha borrado de
la etapa dejándolo totalmente desamparado. El pobre hombre, dubitativo, accede
al autocar con cara descompuesta, aturdido y
demacrado. Como alma en pena, se apoltrona en su asiento trasero,
silencioso y compungido. Sus colegas de atrás intentamos animarle explicándole
las múltiples ventajas de viajar sin ataduras, ¡libre cual buey suelto! Mas él,
roto, angustiado y cariacontecido hace caso omiso a nuestras muestras de cariño
y se abandona al reparador sueño. ¡Quién lo diría! ¡Él que siempre había parecido
un hombretón!
Hacia las nueve alcanzamos Lladó sin
contratiempos y la localidad nos recibe con una inmensa estelada pintada en la
pared de una fábrica de las afueras.
Tras acomodar convenientemente nuestras
pertinencias: mochilas, prendas y vituallas; ingerir fruta fresca, algunos
frutos secos, galletas, barritas
energéticas y otros complementos alimenticios, iniciamos la marcha en
dirección a Besalú.
Ya sea por los negros nubarrones que
cubren el firmamento, por la luz grisácea que entela el otoñal paisaje, por la
humedad de la mañana que todo empapa, o simplemente porque es nuestro sino, hoy
batimos el record de incompetencia y nos perdemos por entre las solitarias
calles del pequeño pueblo del Alto Ampurdà. Apenas si hemos recorrido 100
metros y ya nos vemos obligados a reorientarnos para tomar el rumbo correcto.
La mayoría decide dar marcha atrás, volver al punto de partida y desde allí reiniciar
el recorrido. Otros, más espabilados, atajamos por una callejuela perpendicular
a la nuestra y 25 metros después recuperamos la senda extraviada. ¡Para qué
demonios tanto GPS si no les hacemos ni p… caso!
Tras el rodeo, que precede a la pertinente
reagrupación, abandonos el poblado y realizamos la primera parte del recorrido
juntos y en compacta armonía. Mientras avanzamos por un amplio camino vecinal,
a las afueras del núcleo urbano, vamos dejando a nuestro lado diversas edificaciones
dedicadas al engorde de ganado porcino. De las citadas naves ganaderas emana un
tufillo bastante desagradable a purín que nos invita a aligerar la marcha. Un
poco más adelante, tras alcanzar las primeras estribaciones del bosque
adormecido, en una especie de cercado vallado con postes de madera y alambres,
localizamos un dormidero al aire libre acondicionado para las vacas que pastan
por el monte. De nuevo, el sutil efluvio
perfumado de las deposiciones de las reses se apodera del ambiente y nos da la
bienvenida. Yo, como buen pueblerino que distingue a la perfección las
diferentes gamas olfativas de los animales domésticos: vacas, caballos, cerdos,
gallinas…, procedo a la comparación de ambos perfumes y gracias mi experta
pituitaria llego a la conclusión de qué como el apestoso olor a cerdo de cuatro
patas… ¡Ninguno!
A medida que nos adentramos en el bosque
observamos que la ansiada, pero a la vez escasa, lluvia de las últimas jornadas
ha humedecido los campos de labranza y los cereales recién brotados muestras el
verdor de sus jóvenes tallos.
Hacia las 10:30 de la mañana, a poco de
dejar atrás Sant Martí Sasserres, se alzan las voces de los primeros GRManos
hambrientos y la cabecilla de la marcha debe esmerarse en localizar un sitio donde
detenernos y proceder al desayuno. Mientras caminamos animadamente por la
solitaria carretera GIP 5237 vamos escudriñando los lugares cercanos a la citada vía
automovilística para localizar una explanada que nos permita reagruparnos y
degustar nuestros bocatas. De improviso, unas leves gotas de lluvia hacen acto
de presencia ensombreciendo nuestro semblante. Algunos GRManos opinan que la
mejor manera de librarnos del repentino aguacero es seguir caminando. Otros,
por contra, consideran que es preferible detenerse ahora y dejar que las nubes
sigan su curso, pues parecen avanzar por delante y en la misma dirección que
nosotros. Finalmente decidimos acogernos a la segunda opción, nos acomodamos en
un recodo de la carretera y, para dicha nuestra, esquivamos la molesta llovizna
mientras reponemos fuerzas.
Acabado el tentempié reiniciamos de nuevo
la marcha. Abandonamos la carretera y por una estrecha verada nos acomodamos en el seno de nuestros
respectivos grupos. El grupo A con destino a la ya cercana Beuda, y el grupo B con
el objetivo de alcanzar el punto final del trayecto, Besalú. Poco a poco los
negros nubarrones van siendo sustituidos por un inmaculado cielo azul y un sol
radiante se apodera de las alturas y nos acompaña durante un buen trecho.
Poco antes de alcanzar Beuda debemos
desviarnos a la izquierda de la carreta y
adentrarnos por una senda medio camuflada, sin embargo, la cabecera del
grupo A pasa de largo, se salta el desvío y todos les seguimos como aborregados
corderod hasta que alguien da la voz de alarma, entonces, al percatarnos de nuestro
error, debemos desandar nuestros pasos para recuperar el rumbo perdido.
Rafael, que sigue cabizbajo y contrito,
viaja al final del pelotón fotografiando el idílico paisaje. Viendo su
melancólico estado y sus absoluto ensimismamiento, el noble Ginés ralentiza su
marcha y con disimulo espera la llegada del ausente, a fin de acompañarlo en su
mustio transitar hasta el final de la etapa. Sin embargo, al concentrar todos
sus esfuerzos en aliviar las penas del pesaroso, el benefactor acompañante no
repara en el cruce del camino por el cual deben desviarse y de no ser por la
generosidad y la pericia de Pitu y de un servidor, la pareja de andarines se
hubiera equivocado de ruta. Son necesarios, por tanto, cuatro gritos
desgarradores para hacerlos partícipes de su error y que entren en vereda.
De nuevo en la carretera, bajo un cielo
completamente despejado, nos dirigimos a Beuda, mientras a nuestra derecha, en
las alturas de la sierra, allá en la lejanía,
observamos el Santuario de la Mare de Déu del Mont. Desde nuestra
perspectiva, el paradisíaco emplazamiento del lugar parece idílico e invita a
la reflexión, sin embargo nosotros hoy, sempiternos e incorregibles pecadores, no
estamos para superfluas meditaciones y sin dudarlo un solo instante declinamos acometer
la exigente subida. ¡Ya limpiaremos nuestras impenitentes almas otro día!
Hacia las 13:30 del mediodía, y mientras
nos aproximamos al final de la etapa por entre la espesura del bosque, el cielo
se vuelve a encapotar. Comienzan entonces a caer finas gotas de agua que nos
obligan enfundarnos nuestros ponchos, los chubasqueros y otras prendas específicas
que nos protegen del agua.
Tras una media hora de remojón remite el
temporal y avistamos Besalú. Aunque en línea recta nos hallamos a escasos cien
metros del poblado, para acceder al mismo necesitamos salvar el escollo de la
carreta y nos vemos obligados a dar un leve rodeo, caminar por debajo de un
majestuoso puente de hormigón y enfilar
por una estrecha senda que tras cruzar el seco cauce de un pequeño
arroyo nos sitúa ante las primeras casas de la afamada y medieval Besalú.
Recorremos las antiguas calles del centro,
totalmente engalanadas de esteladas, y nos dirigimos hacia el monumental puente
de los judíos que salva el río Fluvía.
La majestuosidad del citado puente nos
permite rememorar la historia de tiempos pasados cuando dicha edificación
sirvió como barrera inquebrantable para el enclaustramiento de los judíos de la
época, a modo de campo de concentración, dentro del casco urbano, aislándolos
del exterior, impidiendo el abastecimiento de los allí confinados y
condenándolos a la muerte.
Alrededor de las 14 horas todos hemos
alcanzado los objetivos y acomodados en un Bar próximo al puente, que han
localizado nuestros eficientes compañeros/as
del grupo B, nos disponemos a dar buena cuenta de la comida.
Como es habitual e incuestionable (¡sino
no seríamos GRManía!) corre la rubia y espumosa cerveza, por entre los
sudorosos caminantes, como si de agua bendita se tratara. Y fieles a nuestra
idiosincrasia, devoramos los alimentos caseros con fruición, entre gritos
alocados, sonrisas desencajadas y escandalosa algarabía.
Cuando se acerca la hora de los postres,
Chary y el que escribe deleitamos a los golosos y tragones caminantes de GRManía
con un nutrido surtido de bombones, en agradecimiento por las ¿sinceres? felicitaciones
de éstos hace unas fechas, con motivo de la reciente celebración de nuestro aniversario
de nacimiento.
Acabado el opíparo y ruidoso ágape, los
recaudadores de impuestos montamos nuestro particular Mercadillo Persa. Pepe
Hervás y Ginés proceden al cobro de la habitual cuota para sufragar los gastos
de desplazamiento y consumiciones varias. Un servidor se dedica a asaltar el
bolsillo de los agarrados compañeros/as que pretender ser agraciados con la
soñada panera de la lumineta sin soltar un mísero Euro. Paco Ortega, a su vez,
se parapeta en un rincón del establecimiento público, alejado del mundanal
tropel, cargado con incontables participaciones de engañosa lotería de Navidad.
Y digo engañosa, pues…¡A mí jamás no me toca!
Cosa poco habitual, entre los presentes
hoy se nota un cierto nerviosismo y varios son los que hacen hincapié en poner
de inmediato rumbo al hogar. Al parecer a media tarde se celebra un partido de futbol
entre los máximos rivales y muchos son los que no quieren perderse el señalado
evento deportivo. Hubo un tiempo en que el fútbol me interesaba bastante más,
pero ahora, ¡desconozco el motivo! ¿O no? jeje, no siento la misma pasión por
ver a 22 tipos en pantalón corto corriendo tras una pelota. ¡Aunque, tal vez si
ganaran los míos volvería el interés! Jajaja.
PD. En cuanto a lo de Rafael, parece ser que nuestrra compañía, el precioso paisaje, la comilona, la cerveza, los bombones y nuestros cuantiosos mimos le hicieron olvidar sus penas y regresó a casa fresco como una lechuga y lozano como un churumbel.
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Boadella d’Empordà - Lladó.
Segunda etapa de este GR2. Primera sin nuestro amigo Fidel.
La de hoy es una jornada de contrastes.
Por una parte, la mayoría de nosotros necesitamos reencontrarnos con nuestros compañeros para compartir
el amargo duelo, mientras que por otra, nadie desea que llegue el fatídico momento,
pues uno de los nuestros ya no volverá a ser de la partida. Y aunque nuestra frágil
memoria jamás olvidará su recuerdo, él, físicamente ya no caminará más junto a
nosotros.
Entre la oscuridad y el silencio, la
parada de la Avenida Abad Marcet se va poblando de GRManos con el alma
encogida. Allí, con serenidad y una entereza digna de encomio, nuestro amigo
Paco aguanta el chaparrón de las condolencias y casi es él quien debe darnos
ánimos a los demás. ¡Admiro tu ejemplo y tu increíble valentía, amigo Paco!
Concluidos los saludos y las sentidas muestras
de dolor, resignados a las irreparables circunstancias, con el alma encogida,
tristes y apenados por lo irreparable, nos embarcamos en el autocar y ocupamos nuestros habituales
asientos.
Después de más de un año de separación hoy hemos
recuperado de nuevo a nuestro querido conductor, Francisco, y eso supone un momento de alegría para muchos de nosotros.
De camino a la segunda parada voy pensando
si aquello no será sino una pesadilla y en breve todo volverá a la normalidad.
Mas al llegar a la Bóbila, y cuando el pasaje concluye el embarque, mi supuesto
sueño de desvanece y me topo con la perversa y cruda realidad. Estamos casi
todos. La mayoría de los asientos han sido ocupados por sus inquilinos. Sin
embargo, una plaza, permanece vacía. ¡No estás tú, compañero! Y aunque tu sonrisa,
tu humor, tu alma y tu esencia, viajan con todos nosotros, nos falta tu cuerpo
amigo Fidel.
Entre los afligidos caminantes, además de Paco, hoy
contamos con la inigualable compañía de los hijos del finado: Laura y Daniel, y
dos de los amigos de éstos.
¡Me conmueve vuestra integridad, Paco,
Laura y Daniel, por no dilatar más el duro encuentro y por enfrentaros al
angustioso mal trago a la primera! Me rindo a vuestra gallardía por
demostrarnos a los demás que la vida sigue y que hay mirar para adelante,
aunque el corazón a veces nos pida abandonarlo todo y tirar la toalla. ¡Yo en
vuestro caso no sé si habría podido!
A medida que avanzamos por la autopista, la
mañana se despereza y el día abandona su oscuro lecho para regresar a la luz.
Al alcanzar la comarca del Gironès, la niebla comienza a tamizar el paisaje con su manto
gris. ¡Tal vez solo venga a recordarnos que hoy es un día triste y que ni el
sol se atreve con las tinieblas!
Próximos a nuestro destino, Francisco, el chófer
retornado, abandona la autopista y se adentra por carreteras secundarias. Guiado
por el GPS y con la intención de alcanzar Boadella cuanto antes, escoge aquella ruta alternativa. Sin embargo, la tecnología nos
juega una mala pasada y casi nos quedamos encallados en un estrecho puente del
angosto río Muga. Finalmente, la pericia y el buen hacer del experto piloto nos saca del
imprevisto apuro.
Finalizado el trayecto en el autocar, en la explanada de Boadella, recordamos
levemente al ausente y acordamos transitar en pelotón para homenajear a nuestro
amigo y plantar unos tulipanes, adquiridos por Cesca, en memoria de Fidel, el esposo, padre, hermano y amigo.
La etapa discurre sin contratiempos de relevancia pero cargada de tristeza y conforme
avanza la misma vamos sembrando los diversos bulbos a la vera del camino. Cada
nueva plantación se convierte en un emotivo instante de recogimiento y dolor
para todos nosotros. Los que son capaces de aguantar el tipo dedican unas sentidas
palabras en honor a nuestro amigo. Otros, simplemente callamos, tragamos saliva,
hacemos de tripas corazón y procuramos no derrumbarnos. En una de esas paradas,
Pedro nos emociona con sus emotivos versos en memoria del finado. Al tiempo, nuestros dos
inigualables reporteros fotográficos, Rafael y Antonio, van inmortalizando
momentos y lugares para ubicarlos correctamente en el mapa.
A mitad de la jornada, la herramienta con
la cual hemos ido cavando los hoyos para la plantación de los bulbos sufre los envites de
los rudos sembradores y su mango se parte en dos, junto a la base. Suerte que algún avispado
agricultor realiza una reparación de urgencia y el imprescindible utensilio
aguanta hasta el final de la jornada.
A la hora del desayuno abandonamos
momentáneamente nuestra ruta y nos desviamos en dirección al Santuari de la
Mare de Déu de la Salut de Terrades. Allí, acomodados en las mesas del
paradisíaco merendero al aire libre, reponemos fuerzas dando buena cuenta de los víveres y las bebidas transportadas desde casa en
nuestras respectivas mochilas.
Conforme avanza la mañana el sol hace acto de
presencia y con sus tibios rayos otoñales acompaña el deambular de los silenciosos caminantes. Las
conversaciones de hoy no invitan a las banalidades y los rostros de los
andantes se muestran contraídos.
El paisaje, antaño exuberante, refleja la sequía de la estación y
los regueros, sedientos y yermos, añoran
el agua que rellene sus lechos y devuelva la vida a la naturaleza.
A ambos lados del camino, en el maltrecho
bosque, destacan entre la sequía y los efectos del incendio, cuantiosos madroños cargados de anaranjadas
bolitas comestibles (cireres de pastor). Uno, que es un insaciable glotón pueblerino, se
desavía de la ruta y hace buen acopio de los maduros frutos silvestres para ingerirlos
con deleite.
Al mediodía alcanzamos la meta, Lladó, y en una de las
solitarias calles exteriores del pueblo enterramos los últimos Tulipanes que Cesca nos proporcionó. ¡Esperemos que los
bulbos plantados enraícen bien para memoria y recuerdo de nuestro querido amigo!
Una vez reagrupados todos los caminantes, nos dirigimos al
Bar de la Piscina de Lladó y, en su terraza exterior, nos acomodamos en las
mesas y sillas para descansar, reponer líquidos y degustar la comida del
mediodía mientras intercambiamos opiniones.
Los últimos en llegar, como es lógico y normal, no
tenemos ninguna posibilidad de elegir sitio y debemos acomodarnos en los lugares
más alejados de la barra. Coincidimos por aquella zona, las mozas de oro (Ana,
Angelines, Carmen, Àngels, Núri i Paquita) y el escribano de pacotilla (un
servidor). Daba nuestra ubicación y lejanía de la barra del Bar, casi nos vemos en la necesidad de echar una
instancia para que nos sirvan las ansiadas bebidas. Sin embargo, el alcohol (vino y cerveza) no
tarda demasiado en hacer mella en nuestro organismo y la conversación se vuelve de lo
más culta, profunda y sumamente interesante.
Primero se desata un sesudo debate sobre si
la gaseosa contiene o no calorías. Pese a la reticencia de alguna de las tertulianas,
y tras arduas deliberaciones, coincidimos en que la burbujeante bebida
carbónica potencia las fétidas flatulencias intestinales, pero de calorías contiene más
bien pocas, por no decir ninguna.
A medida que vamos consumiendo nuestra particular pitanza devoramos, también, todo tipo de suplementos alimenticios (frutos secos, patatas
fritas, aceitunas y todo tipo de extras) que complementan nuestra generosa dieta calórica,
al tiempo que vamos tratando diversos temas de actualidad y conversamos sobre
asuntos de gran interés.
Ana, que al parecer tenía más hambre que el
resto de las apoltronadas en aquella zona, al terminar de ingerir su plato
principal, extrae un apetitoso plátano de su mochila. Lo coloca ante sus ojos, con
la punta hacia abajo, y se dispone a pelarlo con sumo cuidado, para proceder a
su ingesta. Generosa ella, nos invita a los allegados a compartir la citada
fruta amarilla, pero una de las osadas mozas allí presentes (obviaré el nombre
por respeto) le sugiera a Ana que coloque el plátano en una posición más firme
y altiva, pues desde aquella cabizbaja y mustia visión resulta poco atractivo y
no apetece demasiado ser compartido. Entonces Ana, contesta a su interlocutora que ella
coloca y pela la fruta alargada como le viene en ganas, y que si fuera otra
clase de plátano no lo compartiría con nadie y se lo comería ella solita.
Ante
respuesta tan contundente se produce un repentino
cambio de tercio y, sin saber cómo ni porqué, sustituimos el plátano por
el rabo
de toro. Paquita, Nuria y Àngels declaran no haber consumido jamás ese
alimento
y muestran reticencias sobre la calidad del mismo. Carmen y yo
afirmamos, con
conocimiento de causa pues ambos hemos degustado el plato de rabo de
toro (entiéndase
por rabo el apéndice con el cual el bovino espanta las moscas), que
resulta un guiso exquisito. Paquita, tozuda ella, ahonda en el tema y
muestra sus dudas
sobre nuestra capacidad para discernir si se trata de rabo de toro o de
vaca. Entonces,
los interpelados, a pesar de ser unos verdaderos expertos en la materia
admitimos que nuestra
sabiduría no llega a tal extremo y simplemente confiamos en el oficio y la profesionalidad
de los restauradores. ¡Qué más da si el rabo es de toro o vaca! Finalmente, viendo
cómo está el patio y al percatarme de que el desvarío de mis alocadas
compañeras amenaza con derivar la conversación hacia el mundo de las corridas,
doy por zanjado el tema con la siguiente afirmación: Yo soy de la opinión que donde
esté una buena corrida, se quiten el fútbol …. ¡y los toros!
Enfrascados en temas de tamaña profundidad la
conversación deriva hacia el mundo de los cosméticos. Sale entonces a coalición
la compra masiva de cremas embellecedoras de las últimas semanas en el LiDL
Angelines no comparte las bondades de los ungüentos del citado centro comercial
y afirma que a ella no le convencen demasiado. Según su opinión, prefiere adquirirlas en los centros
especializados, perfumerías o farmacias, aunque sean bastante más caras. Otras
sin embargo afirman estar muy satisfechas con la eficacia y el resultado de las citadas
cremas, más aun teniendo en cuenta la relación calidad-precio. Yo, que soy un
neófito en el tema, que tengo el rostro más duro que una piedra, y que no suelo
utilizar tales potingues, callo, escucho y me mantengo a la expectativa para no volver a meter la gamba.
Una vez consumida nuestra generosa manduca,
procedemos a dar buena cuenta de los ansiados postres Aparecen de inmediato y por
doquier, apetitosas frutas, crujientes galletas, delicioso chocolate y otros
dulces manjares. Llega, entonces, el momento de hacer caso, por fin, a los invisibles
compañeros que hoy he tenido a mi izquierda: Carlos, Fina, Antonio
y Maribel. Éstos, debido a la profundidad e intelectualidad de la amena conversación
mantenida durante el ágape con mis compañeras del Café Gijón, apenas si han
merecido mi atención. Sin embargo…¡Cómo voy a despreciar su generosa oferta de dulces
y chocolate negro?
Finalizada la comilona Cati se incorpora de
su asiento, se dirige al grupo, y en nombre de la familia de GRManía ofrece un brindis en memoria de nuestro
añorado Fidel. ¡Va por ti amigo!
De regreso, acomodados en el autocar, me tomo la
libertad de asaltar los bolsillos de mis comprensivos compañeros/as de fatigas y les invito
a reservar un par de números, por cabeza, para la Lumineta de Navidad, con los
cuales contribuiremos a reponer los raquíticos fondos de GRManía y podremos sufragar
los habituales gastos generados por la comida de fin de año en la etapa de diciembre de
2015.
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GR2 - Etapa 1 (26-09-2015)
La
Jonquera – Boadella d’Empordà.
¡HASTA
SIEMPRE FIDEL!
Con la pena embargando mis sentidos, emanando tristeza por todos los poros de la piel, mustio y desangelado como una flor abandonada a los rigores del tórrido desierto, y con el alma encogida por la tristeza de la irreparable pérdida de uno de los nuestros: un amigo, un compañero… un hermano; intento concentrarme, aclarar mis ideas y plasmar algo de lo acaecido en la primera etapa de este funesto GR2.
Me debato entre la duda de consagrarme única y exclusivamente al recuerdo
de quien nos ha dejado para siempre, el compañero Fidel, o hacer una breve
síntesis de lo acontecido antes de la desgracia. Finalmente acuerdo con mi otro
yo dedicarle un espacio a cada tema, aunque solamente uno sea el verdadero ¡Tu
ausencia, Fidel!
Casi hemos olvidado por completo la última caminata realizada a primeros de
mayo del 2015, pues la que debíamos acometer con posterioridad, aquel lejano 13
de Junio (cierre de la temporada 14-15) se fue al limbo por culpa de las
adversas condiciones climatológicas. Aunque, para no perder la costumbre,
sustituimos aquella remojada e inconclusa travesía por una singular visita
turística a las ruinas de Corbera d’Ebre, para después ¿cómo no? reponer
fuerzas y hacer "piña" en un Restaurante de Mora d’Ebre.
Tras 20 semanas de holgazaneo estival, nos reencontramos de nuevo, alegres
y jubilosos, para reanudar nuestra aventura por las sendas. Con las nacientes
luces de la mañana, del primer sábado otoñal, intercambiamos saludos, abrazos,
sonrisas y buenos deseos de cara a la temporada que estábamos a punto de
inaugurar. ¡Desventurados de nosotros!
La algarabía del reencuentro, con las amistades cultivadas a lo largo de
tantos años y tantos caminos, nos alegró el cuerpo y llenó el distendido
ambiente de camaradería y felicidad. Pobres infortunados de nosotros,
desconocíamos que ésta será la etapa más triste de nuestro longevo caminar en
el largo devenir de GRmanía. Una etapa que quedaría grabada sangre y fuego, que
marcaría un antes y un después, que desmembraría el grupo, que nos pondría ante
el trago más amargo de la vida y que trastocaría nuestra frágil existencia para
el resto de los días. ¡Te echaremos tanto de menos, compañero Fidel!
Era sábado, 26 de Septiembre de 2015, y viajábamos rumbo al norte, al
pirineo, frente a las puertas de la frontera francesa, para iniciar el GR2
que nos conducirá, en descenso por tierras del interior de Catalunya, desde La
Jonquera hasta Sant Llorenç Savall.
En el autocar, como suele ser habitual, los folloneros de la parte trasera
intercambiábamos opiniones sobre diversos temas de actualidad y, en día tan
señalado, ninguno de más rabiosa actualidad que las elecciones al Parlament de
Catalunya. Bien es cierto que nuestros pensamientos, subjetivos, hacían que
discrepáramos, que no coincidiéramos en algunos puntos de vista, y también, en
ocasiones, que nos acaloráramos de más de la cuenta en la defensa de nuestros
postulados, pero como en el fondo solo defendíamos opiniones personales, acabó
triunfando la cordura y el agua terminó llegando mansa al río. ¡Allí estabas
tú, Fidel, con tu particular forma de ver la vida, tu facilidad para entablar
conversación, tu eterna y generosa sonrisa, tu humor ingenioso y pegadizo, tu
optimismo desbordante, y tu convicción y esperanza ante el futuro que nos
quedaba por recorrer!
De ti, Fidel, envidiaba, además, el absoluto convencimiento con que nos
hacías partícipe de tus ideas, tu ironía sobre algunas cuestiones de la vida
cotidiana, esa fe ciega en las personas de bien, pero por encima de todo, tu
desmesurado y sincero optimismo sobre el cambio que nos esperaba.
Desgraciadamente, el cruel y fatídico destino no quiso darte la oportunidad de
poder vivir tu anhelado sueño. ¡Cuánto lo lamento, querido amigo! Lo importante
eras tú y no las circunstancias. Con tu marcha, Fidel, nos hemos quedado
huérfanos de tu amistad, tu talante y tu desbordante alegría. La sinrazón nos
ha robado tu aticismo, tu espontaneidad y tus maduradas reflexiones.
La jornada comenzó, como suele ser habitual en nosotros, con una pérdida
nada más iniciar la etapa, a la salida de la Jonquera. ¿Qué sería de GRmanía
sin las pérdidas? Sin embargo, estas pérdidas tan habituales no eran nada, simplemente
ligeros extravíos. Nada comparable a la inesperada, ilógica y aterradora
PÉRDIDA que se ocultaba tras la negra noche. La verdadera y dolorosa pérdida;
el camino que jamás recuperaremos; la senda que nunca quisimos abandonar; la de
tu fiel compañía, esa era la pérdida que no imaginábamos, Fidel! Con todo el dolor de
nuestro corazón, amigo, el destino destrozó para siempre el camino que
pretendíamos recorrer junto a ti. ¡En adelante, ya nada será igual! ¡Nos faltarás TÚ!
Al ser una etapa corta, de buena mañana alcanzamos l’Estrada, lugar
escogido para el desayuno. Como si la vida nos hubiera reservado un momento
para tu despedida, todos juntos (cosa no siempre habitual) degustamos manjares,
compartimos noticias, trasmitimos alegría, regalamos sonrisas y nos gastamos
bromas entre apetitosos dulces y generosos tragos de vino.
Plasmadas quedaron las duras las imágenes de la histórica y desgarradora
jornada que perdurarán en nuestras retinas para la eternidad. Angustia, pena y dolor
que torturará para siempre nuestro recuerdo.
Una, la del grupo de Grmanía en la plaza del pueblo, delante del portón de la iglesia
de Santa. María. Todos juntos, unidos, compactos, apiñados, felices y risueños por el
anhelado reencuentro con los viejos amigos de aventuras, tras las vacaciones veraniegas.
Otra, fatal e inesperada ¿quizás premonitoria? o simplemente tortuosa y
cruel, en la que cual aparecéis juntos los dos hermanos (vista a posteriori se
me encoge el alma). A tales instantáneas tendremos que aferrarnos en el futuro
próximo para retenerte y poder recordar tu jovial imagen, pues,
desgraciadamente, el tiempo entela el rostro de aquellos que quisimos y nos
costará horrores visionar nítidamente las caras de los que nos dejaron. (Más
de una vez, pobre de mí, he intentado recordar mentalmente las facciones de
aquellos seres queridos que se fueron de mi lado: mis padres, mis familiares o
mis amigos, y casi siempre me ha invadido la tristeza al percatarme de la
dificultad que dicho acto conlleva. He debido entonces agarrarme a las
instantáneas que guardo de ellos para poder devolverlos momentáneamente junto a mí. ¡Esos retratos
nos ayudarán, en adelante, a devolverte junto a nosotros cuando nuestra frágil
memoria pretenda sumergirte, desgraciadamente, en la penumbra y el olvido!
Al visionar con mis anegados ojos esa
imagen fraternal entre dos hermanos, que posiblemente la coincidencia,
simplemente el destino, o únicamente la suerte, puso ante los ojos de Rafael,
para que él la inmortalizara con su cámara, se me encoge el alma. Esa clara
expresión, alegre y generosa que transmite Fidel; ese sentido y fraternal
abrazo, verdadero, de hermano a hermano, que el finado le regala a su hermano
mayor; esa gratitud y admiración que delata la limpia mirada del ausente; esa
sensación de unión hasta la eternidad entre ambos; ese te ¡quiero hermano! sin
duda reflejado en la expresión corporal del que se fue, me dejan descompuesto.
Tengo la amarga sensación de que Fidel quiso inmortalizar el momento, que se
aferró a lo vivido para demostrarle a Francisco, que siempre estaría a su lado,
fuera cual fuese el lugar por donde transitaran.
Según fue avanzando la mañana el grupo de senderistas se fue estirando por las
sendas de la angosta campiña. Caminábamos en solitario, por parejas, o en
pequeños grupos, por lo que antaño fue un frondoso bosque (hoy calcinado por el
fuego) junto a los restos de la ennegrecida arboleda chamuscada por el
incendio. Un suelo maltratado por la sequía, sediento de agua, reseco,
abrasado, árido y polvoriento acogía nuestros cansinos pasos. En contraste con
la desolación, jóvenes árboles retoñaban otra vez y recuperaban de nuevo el
albor. Matorrales, arbustos y plantas regresaban otra vez de las tinieblas.
Ante nuestros ojos discurrían las contradicciones de la existencia cotidiana
(vida y muerte de la mano). ¡Qué no daríamos porque tú, amigo Fidel, también
fueras una de esas plantas que renacen a la luz y que pudieras regresar
de nuevo junto a todos nosotros!
A las puertas de Boadella sufrimos un nuevo extravío. Un cruce en la
carretera nos ofreció dos alternativas, y como suele ser habitual fuimos
incapaces de tomar todos el mismo sendero. Unos decidieron adentrase por el
camino interior que confluía con el río Muga y se presentaron en Boadella
haciendo su entrada por el lado Oeste. Otros, más tozudos, pusimos rumbo al
poblado por la carretera secundaria y nos vimos obligados a dar un buen rodeo,
antes de alcanzar el puente que salvaba el río Muga, y alcanzamos el pueblo por
su lado este. Junto a la arboleda que discurría paralela al silencioso
afluente, una bandada de perdigones huyó en estampida al percatarse de nuestra
ruidosa presencia. En las márgenes del
río, bien regadas, reverdecían las plantas y crecían los árboles. Y por el
manso y cristalino lecho se desplazan apaciblemente pequeños pececitos. ¡Así es
la vida! ¡Cúmulo de contrastes!
Una vez agrupados todos, localizamos un lugar paradisíaco donde comer. Un
solitario Bar situado en uno de los extremos de una hermosa pradera, emplazada
junto al cauce del río Muga, nos acogió
en su tranquilizador seno. Los árboles nos dieron cobijo con su alargada sombra
otoñal. El silencio y la paz nos acompañaron mientras comíamos y charlamos.
El idílico paraje nos permitió una deliciosa confraternización, aderezada
con profundas y amenas conversaciones sobre la actualidad, las pasadas
vacaciones de verano, los proyectos de futuro, y otras muchas
particularidades.
Finalizada la reparadora y plácida comida, recogimos los bártulos y pusimos
rumbo al autocar para desandar el camino hacia nuestro lugar de procedencia
¡Regresábamos al hogar! Felices por la feliz experiencia compartida, nos
acomodamos en el autocar, nos relajamos y echamos una cabezadita que enmascaba
nuestra imparable decadencia.
Al llegar a Terrassa, junto a la Bóbila Almirall, los que allí descendieron
se despidieron de los que debáimos continuar nuestro trayecto hasta el final.
¡Adiós Chavales! - Nos despidió
Fidel con su habitual sonrisa.
¿Quién iba a imaginar que éste sería tu último adiós?
Tu injustificable ausencia, Fidel, compañero, amigo, hermano, nos ha
pillado a todos a contrapié y nos ha dejado fríos e indefensos ¡El llanto de
Grmanía se ha extendido cruel e inmisericorde entre nosotros! ¡No quiero
imaginar cómo estarán tus seres queridos, aquellos que vivieron la vida junto a
ti!
¡Sin ti nada será igual! ¡Te echaremos tanto de menos, caminante!
¡HASTA
SIEMPRE FIDEL!
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