GR2-GR5

GR5 - Etapa 10 (18-06-2016)
Aiguafreda – Sant Miquel del Fai.

Hoy 18 de junio de 2016 ponemos punto y final a la temporada 15-16, y como es norma habitual caminaremos poco y celebraremos mucho.

Una semana meteorológica un tanto atípica para la temporada en que nos hallamos nos ha mantenido en duda sobre la conveniencia, o no, de realizar la etapa. Tanto es así que hace dos días, ante la perspectiva de lluvia para la jornada de hoy sábado, había quien abogaba por suspender la caminata y concentrar toda nuestra energía en la comilona de Sant Llorenç Savall. Finalmente y tras alguna que otra deliberación por parte de las mentes pensantes, se decidió tirar para adelante, cruzar los dedos y confiar en que la lluvia nos diera una tregua y nos permitiera realizar el recorrido previsto.

La imposibilidad material de la mayoría de nosotros para participar en la etapa programada para el pasado día 8 de junio, primera del enlace con el GR5, nos obligó a suspenderla, así que hoy procedemos a recorrer el trayecto no andado (Aiguafreda – Sant Miquel del Fai), en lugar del inicialmente previsto (Sant Miquel de fai – Sant Lloreç Savall).

Tras acomodarnos en el autocar, algunos móviles empiezan a echar humo en su afán por adivinar, vía radar meteorológico, que nos deparará la jornada. Negros nubarrones se ciernen sobre la zona que vamos a transitar, pero las corrientes de aire parece ser que se han alineado con nosotros y aparentemente la borrasca  se irá alejando de nuestro recorrido. ¡Confiemos en la buena suerte!

Al descender del autocar en Aiguafreda, nuestros ojos se dirigen, inmisericordes, hacia las alturas para observar el panorama. El cielo, cubierto de un manto oscuro, no presagia nada bueno, pero… ¿Qué somos?... ¿Valientes y aguerridos  caminantes?... ¿O turistas de pacotilla que se arrugan ante unas cuantas gotas?

Unos por convicción y otros por que no se diga, el caso es que todos nos ponemos a caminar en dirección a la meta (¡Será que ya olemos los manjares!). Mientras Antoni busca cómplices que acarreen con los Walkys. ¡Menuda papeleta la suya!  

Teniendo en cuanta que todos vamos al mismo lugar y que hoy solamente hay una opción, lo lógico sería que transitáramos juntos. Pero para no romper la tradición nada más iniciarse la marcha se rompe la armonía y cada uno a lo suyo.

A las afueras del pueblo nos topamos con la iglesia de Sant Pere de Valldaneu y junto a la tapia del cementerio anexo nos detenemos para reagruparnos. ¡Todavía quedan GRManos con algo de cordura!

Después de una corta espera, al fondo, por la retaguardia, aparecen la mayoría de los rezagados caminantes. Faltan a la cita Paco Victoria, Cesc y Marcos, pero según los entendidos no es menester esperarlos pues han salido de estampida y transitan por delante, a la cabecera del grupo, a velocidad de vértigo.

Tras despedirnos de las silenciosas almas que descansan bajo el sueño eterno, nos desviamos a la derecha, por una estrecha vereda perdida entre el arbolado y la maleza, para adentrarnos en el bosque.

Luego de un rato caminando, encaramos una ligera subida y nos topamos con una cerca metálica que pretende ponerle puertas al campo, y un poco más adelante, de entre la espesura del bosque, emerge una señorial masía medio oculta. Ésta se halla rodeada de tierras de cultivo, y en una de sus huertas destaca un cerezo cargado de encarnadas y apetitosas bolitas maduras. Uno, que pasa por ser un individuo incorregible, no puede resistirse a la tentación de probar la sugerente fruta prohibida y recolecta un puñado de frutos rojizos para degustarlos. ¡UUMM!

Nada más abandonar las propiedades del masovero aparece ante nuestra vista una exigente y retadora pendiente de difícil transitar, pues a la inclinación del firme, debemos añadir la ausencia de elementos naturales a los cuales aferrase para salvar el pronunciado repecho. Cada cual a nuestro ritmo vamos sufriendo los rigores de la empinada cuesta, y entre jadeos, sudores, resbalones, paradas para reponer fuerzas (que disimulamos con la excusa de esperar a los de atrás) y algún que otro contratiempo, vamos lanzando maldiciones a aquel que diseñó la ruta para alcanzar el primer altiplano.

A medida que vamos alcanzado el primer replano, nos vamos deteniendo para recuperar el resuello y esperar la llegada de los del furgón de cola. Todos menos Paco Ortega y Pepe Hervás que deciden tirar para adelante en solitario y los que se supone van por delante (Paco Victoria, Cecs y Marcos).

Alguno, entre los que me incluyo, ponemos en duda que Josefina y Pili puedan alcanzar el lugar donde nos hallamos nosotros, más por la dificultad orográfica del ascenso que por la elevada inclinación de la rampa. ¡Hombres de poca fe!

El discurrir del tiempo nos lleva a pensar que las rezagadas y sus respectivos acompañantes han desistido del empeño, y tras un leve conclave proseguimos la marcha para acometer el siguiente desnivel. Exigente y fatigoso también, pero mucho más fácil de salvar dado que el camino es amplio, está en mejor estado y es más transitable que el recién dejado atrás.

Sofocados por el esfuerzo alcanzamos la cima dels cingles de Bertí y nos acomodamos en una explanada para proceder a desayunar. La inigualable atalaya (que ya fuera lugar de descanso y recuperación de fuerzas hace algunas décadas cuando el grupo hizo la ruta a la inversa) nos acoge en medio del silencio y nos ofrece unas espectaculares vistas sobre el paisaje del valle y la comarca.

Entre bocado y bocado vamos comentando los sucesos de la mañana y nos preguntamos donde se habrán metido los ausentes. Algún conocedor de la situación afirma que Paco Victoria, Cesc y Marcos han tomado un sendero equivocado y han acabado en Tagamanent. Sin embargo desconocemos el paradero de los señores Ortega y Hervás, a los cuales esperábamos encontrar aquí.

Cuando estamos a punto de abandonar el lugar de reposo aparecen por sorpresa los dos extraviados. Éstos, en su afán por ser los primeros en alcanzar la cima se han salido de la ruta, han caminado más de media hora con rumbo equivocado y, al darse cuenta, se han visto obligados a desandar sus pasos para volver a la senda correcta. ¡Qué sería de GRManía sin las repetidas e irreparables pérdidas!

Mientras los aparecidos desayunan se ven obligados a aguantar las hirientes puyas, las risas burlonas y el choteo generalizado de parte de todos nosotros, aunque ellos, impávidos, se defienden como gatos panza arriba.

Acabado el ágape comenzamos a recoger los bártulos y en estas aparecen las dos valientes sufridoras: Josefina y Pilar, escoltadas por sus consortes. ¡Bravo! ¡No me lo tengáis en cuenta y perdonad mi oprobio por dudar de vuestra capacidad!

Recuperadas las fuerzas, reemprendemos la marcha por la senda del GR5 hasta localizar las ruinas de Sant Pere de Betí entre las cuales destacan los vestigios desmoronados de lo que fuera la iglesia del mismo nombre. En una pequeña explanada del camino, junto a la derruida construcción eclesiástica, volvemos a detener nuestros y una vez reagrupados nos encaminamos camino abajo, hasta adentrarnos en el torrente de Puigfred, y continuar en pos de la ansiada meta.

La estrecha senda nos conduce por entre la espesura del bosque, y en nuestro avance nos encontramos, luciendo entre el verde, varias matas de fresas con sus rojizos frutos silvestres. ¿Cómo desperdiciar la ocasión de probar la ofrenda?

Ante la proximidad de la meta, lo tardío de la hora o los oscuros nubarrones que se desperezan por el horizonte, Jordi, Ramón, Evaristo poner la directa y tiran para adelante en pos del Monasterio de San Miquel de Fai. Yo también aligero el paso, e intento seguirlos, pero mis esfuerzos son baldíos y no logro alcanzarlos hasta llegar al parquin del monasterio.

Por turnos, en torno a las dos del mediodía, vamos llegando a la meta donde nos aguardan nuestros compañeros y compañeras del grupo B y el trío de cabeza.

Constatado el extravío del triunvirato (Paco Victoria, Cesc y Marcos), todos nos mantenemos a la expectativa intentando minimizar la indescifrable espera. Jordi, Pepe, Antonio Gil, Cati, Fátima y algún@ más, intentan vanamente contactar con ellos por teléfono y WhatsApp para saber por dónde transitan,  calcular el retraso, y avisar al Restaurante de nuestra más que segura demora.

Una hora y media después de nuestra llegada al punto de encuentro, la trinca emerge de entre el arbolado por empinada senda que conduce al aparcamiento público entre vítores, aplausos y alguna que otra mirada reprobatoria.

Concluida la espera nos acomodamos en el autocar y partimos veloces rumbo a Cal Ramón para dar cuenta del menú consensuado por Jaume Valls.

Como por arte de magia, a las puertas del Restaurante nos encontramos con varios compañeros/as elegantemente vestidos, descansados como si no hubieran andado, muertos de hambre y sorprendidos de nuestra inesperada tardanza.

Luego de cargar el mochuelo a quien corresponde, accedemos al restaurante y nos acomodamos por afinidades o según vamos llegando. La comida, sencilla pero correctamente condimentada transcurre con normalidad, salvo para los que hemos solicitado “bacalao a la llauna” que debemos soportar una dilatada espera. ¡Quién sabe si porqué el bacalao era de Bilbao, porque la llauna estaba agujereada, porque en el horno no cabía tanto “pesaco”, o porque los hados se alinearon contra nosotros, los pringaos!

Mientras vaciamos el contenido de los platos volvemos a las andadas de siempre. Unas quieren la puerta abierta, otras la prefieren entornada y otras cerrada. Aquellos se quejan de calor, estos de frío y los otros de las corrientes. ¡Suerte que somos en torno a sesenta ¡

Cuando nos hallamos en plena comilona se acaban las discusiones sobre el estado en que debe permanecer la puerta, pues se desata una impresionante tormenta de rayos, truenos y viento, acompañada de un torrencial aguacero, que nos obliga a zanjar las discusiones y echar el cierre definitivo a la verja para que no penetre el agua hasta el centro del comedor.

A la hora de la sobremesa llega el momento de dar por concluida la temporada con los habituales actos festivo-culturales. Jaume Valls nos devuelve al pasado con el relato de alguna de sus aventuras de infancia y las particularidades de sus ancestros, sobre hechos acaecidos en el local donde nos encontramos y sobre diversas anécdotas del pueblo y la vida de sus lugareños. Pedro ¿cómo no?  nos conmueve una vez más con la maestría de sus trabajadas, sentidas, emotivas e inigualables rimas, versadas sobre diversos aconteceres de actualidad o sucesos acaecidos en el devenir de GRManía. Yo os doy mi subjetiva opinión (acertada para algunos y posiblemente una murga para otros) con mis habituales y manidos discursos (¡Que no caiga en saco roto la propuesta de que alguna moza se encargue de elaborar los discursos de cierre de temporada!) y, finalmente, Antonio Gil, nos pone la carne de gallina con el audiovisual que rememora los principales momentos de temporada que hoy clausuramos. Muchos de ellos son momentos de alegría, risas y diversión. Pero destaca por encima de todos el sentido, emotivo y doloroso homenaje a la memoria del desaparecido Fidel, que hace que los recuerdos se apoderen de nuestras incrédulas mentes, el dolor de nuestros afligidos corazones y las sentidas lágrimas corran silenciosas por nuestras mejillas. ¡Siempre en nuestro recuerdo, añorado Fidel!


Restaurante Cal Ramón (Sant Llorenç Savall)

Blog de GRManía:

Sant Llorenç Savall
Sábado, 18 de junio de 2016.

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 ¡Buenas tardes compañeras y compañeros de GRMania!
 
Una vez más nos hallamos reunidos en torno a mesa y mantel (¡Cómo no!) para cerrar la temporada 2015-2016, y aquí estoy yo de nuevo con mi perorata.

Pero calma, que intentaré  ir al grano y no hacerme pesado, pues según decía Thomas Fuller, (un antiguo capellán de la corte del rey Carlos I de Inglaterra) -"El hombre sabio, incluso cuando calla, dice más que el necio cuando habla". Por tal motivo, y como en mi caso lo de sabio es pura utopía, procuraré ser breve para distanciarme lo más posible del necio. ¡Otra cosa será si lo consigo!
Muchos han sido los senderos transitados, y numerosas, también, las jornadas y horas empleadas en recorrerlos, pero si nos circunscribimos al mero aspecto paisajístico, según mi modesta opinión, el de esta temporada que hoy termina ha sido, sin duda, uno de los GRs más bellos. ¡Aunque para gustos… colores!. Desgraciadamente, también, el más duro de sobrellevar. 
Un GR más que añadir a nuestras fatigosas piernas y otro año más que sumar a nuestras deslomadas espaldas. Pero no un GR más, ¡Nooo! Por desgracia, las amargas circunstancias otoñales así lo quisieron y uno de los nuestros apenas si nos acompañó a lo largo del placentero caminar. Eso sí, siempre estuvo, y estará, en nuestra memoria y nuestros pensamientos. 
Nueve meses (como si de una feliz gestación se tratara) hemos tardado en recorrer la distancia que separa la Jonquera de Sant Lloreç Savall. Dos GRs (GR2 y GR5) que confluyendo en Aiguafreda nos condujeron desde el Alt Empordà hasta el Vallé Occidental. Diez lindas etapas plagadas de fantásticas aventuras; salpicadas de pérdidas y encuentros; de desatadas estampidas y esporádicas esperas; de alocadas carreras y de paseos en calma; de alegres celebraciones y opíparas comilonas; de vermuts y sobremesas que reconfortan cuerpo y alma; de recogedores silencios y de ruidosas conversaciones; de puntos de vista coincidentes y otros enfrentados; de momentos de inmensa felicidad y alguno de dolorosa e infinita amargura; de fatiga y sudor por el esfuerzo, o de goce y regocijo al caminar sumergidos entre la belleza de estos idílicos parajes; de aire fresco, cielos limpios y aromática naturaleza en libertad; de frescas mañanas y tórridos mediodías al justiciero sol… En definitiva, de enriquecedoras experiencias compartidas entre todos, vividas, eso sí, según la percepción que de la realidad y de las circunstancias tenemos cada cual.
A lo largo de las diversas etapas de este “curso” hemos ido comprobando que mientras los tarambanas del A avanzábamos desperdigados, pasando a galope tendido por lugares y caminos cual alocados veinteañeros, sin tiempo material para detenernos a hacer una foto, pararnos a disfrutar del paisaje, cambiarnos de prenda de abrigo, beber un trago de agua, saborear una fresca cerveza, o liberar la vejiga (salvo que no nos importara quedarnos descolgados y caminar en solitario), los del pelotón de cola, se detenían a la menor excusa, sin prisas ni agobios, ¡por que sí! Ya fuera para contemplar el paisaje y disfrutar de las flores y los animales, plasmar preciosas instantáneas con las cuales inundar el WhatsApp, conversar distendida y amistosamente sobre temas de actualidad diversos, visitar monumentos o lugares de interés, degustar un refrigerio acompañado de sus correspondientes y deliciosas tapas o simple y llanamente por el placer de detenerse a descansar en los lugares que invitaban a ello. 
Durante las incontables horas de satisfactorio caminar, desde la frontera con la Catalunya del norte hasta donde hoy nos encontramos, hemos ido constatando de manera eficiente la evolución y heterogeneidad de GRManía. Si hace unos años este fantástico grupo lo formaban una inmensa mayoría de laboriosos currantes y algún que otro merecido pensionista, el tiempo ha ido avanzando inexorablemente, y sin darnos cuenta nos hallamos en puertas del día en que la mayoría de nosotros seremos unos achacosos jubilados y solo unos pocos los ensalzados cotizantes. ¡Es ley de vida compañeros! Si hoy parece que unos vuelan y los otros renquean, pronto renquearán los unos y gatearán los otros, y en un futuro no demasiado lejano… ¡Todos a rastras! ¡De qué sirve, entonces, ofuscarnos con que la vida es demasiado breve, si luego somos incapaces de detenernos a disfrutar de las maravillas que ésta nos ofrece!
Pero bueno compañer@s, como no pretendo atravesar la siniestra frontera de los necios ni parecerme a ellos, cerraré la boca y os dejaré tranquilos. Bastante os fustigo ya con la vara de mis manidas e interminables crónicas (a los y las valientes que osáis leerlas) como para seguir atosigándoos con más moralinas.
Permitidme, sin embargo, queridos amigos, compartir en voz alta una reflexión personal que hace tiempo me ronda por la cabeza. Recientemente, charlando con a una de las cabezas pensantes de GRMania le sugerí la conveniencia de encontrar savia nueva para los habituales discursos. Aire limpio, fresco, sutil y por supuesto femenino. La voz de alguna versada moza ¡muchas hay! que nos haga partícipes de sus experiencias, exprese sus sentimientos, exteriorice sus opiniones sobre lo que sucede en los GRs y lo exponga en las celebraciones, festividades, cierres de temporada, o cuando ella lo considere oportuno… Principalmente, y en honor a la paridad, porque hay otros puntos de vista sobre la realidad y otras maneras de enfocar los acontecimientos que al conocerlos, nos permite a tod@s “ver las cosas como son, y no como somos”. ¡Ahí lanzo la caña! ¡Ánimo y sin miedo! ¿Dónde está la valiente que muerde el anzuelo?
Para concluir, un breve recordatorio sobre el futuro venidero. Si el tiempo y las circunstancias no lo impiden, la temporada 2016-17 acometeremos el GR4 que partiendo de la Pirenaica Cerdanya (La Guingueta–Bourgmadame-) llega hasta Montserrat, y finiquitar la ruta en el Monasterio de Santas Creus! 
¡Gracias por vuestra infinita paciencia camaradas! ¡Feliz verano para tod@s! 

Sant Lloreç Savall
Sábado 18 de junio de 2016

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GR2 - Etapa 9 (21-05-2016)
Santuari del Puig de l’Agulla – Aiguafreda.

Después de varias jornadas de presencia multitudinaria de GRMan@s, volvemos a los tiempos de crisis y apenas sobrepasamos a la treintena. Eso sí, los suficientes como para cubrir gastos y no tener que meter la mano en nuestra la pingüe y maltrecha “la Caja de las Pensiones”. 
 
Como viene siendo habitual en las últimas etapas partimos todos juntos de salida, aunque con objetivos diferentes: Aiguafreda, a 24 Km, para los alocados andarines del grupo A, y El Brull, para los sosegados caminantes del B.

En un intento por alterar el fatídico sino que nos persigue, el comandante Pepe propone una agrupación, a primera hora de la mañana, para desayunar juntos y compartir un momento de camaradería entre todos. En su afán por conseguirlo, amenaza veladamente a los más veloces, con privarles del vino de la bota que carga a sus espadas, si éstos no aguardan hasta la llegada de los del grupo B al lugar de reunión. Sin embargo, la intimidación cae en saco roto pues el ingenuo Camarada desconoce que la otra bota viaja a lomos de Paco Ortega. 

Hacia las 10 de la mañana, los de la avanzadilla del grupo A abandonamos la senda y nos adentramos en la espesura del bosque. A escasos metros de la ruta correcta localizamos una soleada explanada, cimentada en un roquedal, y nos detenemos en espera de la llegada de los del grupo B para desayunar juntos.  
 
Al poco de acomodar nuestras posaderas encima de las lanchas, una voz comenta que no considera muy acertada la idea de esperar a los del pelotón de cola, para empezar a alimentarnos, pues según las noticias que vomita el Walky, éstos se hallan bastante alejados del lugar donde nos encontramos nosotros. Además, el trayecto que a ellos les queda  es casi la mitad que el nuestro y eso retrasaría el final de la etapa. Instantáneamente, varias voces hacen suyo el pensamiento del compañero, descartamos la espera y comenzamos a la ingesta de los nutrientes.

Unos cuantos nos zampamos unos grasientos bocatas engordados con jamón serrano, de york, chorizo, fuet, salchichón, queso,… etc. Otros se descantan por oleosos emparedados de atún. Algunos por sabrosas tortillas a la francesa o de patata. Unos pocos ingieren alguna fruslería vegetal. Y los menos se conforman con degustar alguna que otra fruta de temporada o simplemente frutos secos.

Tras compartir el vino de la bota; aceitunas y frutos secos; galletas, chocolates y dulces a granel; el delicioso té de Caty y José Castillo (¡A quien le llega!); el café de Carlos; el vodka de Antonio; y otras menudencias, los del grupo A ponemos pies en polvorosa y nos lanzamos frenéticamente en pos de la meta.

Nada más reiniciada la marcha ascendemos por una veredera que discurre entre la arboleda de la Serra de Goitallopos y continuamos transitamos por su cresta, con el Montseny a nuestra izquierda, hasta alcanzar las Rocas de Sant Genís.

Las lluvias de los últimos días han aliviado, en parte, la pertinaz sequía de los últimos meses  y el paisaje nos ofrece una buena muestra de ello: El arbolado brilla con el esplendor de sus nuevas hojas; las sendas y caminos, salpicados de charcos, ven adornadas sus lindes y proximidades con el radiante fulgor de la fresca y renaciente hierba; las coloreadas mariposas revolotean zigzagueantes ajenas a nuestra presencia, mientras las aves mezclan sus melódicos trinos con nuestras ruidosas conversaciones. ¡La hermosa primavera en todo su esplendor!

Acalorados por el alto ritmo de la marcha, continuamos con nuestra andadura y vamos descendiendo hasta cruzar, sin problemas, el sediento cauce del río Gurri.

Tras dejar atrás el reseco torrente, una ligera subida que discurre por una senda forestal nos aleja del bosque y nos lleva a la población de Seva. Sin detenernos,  cruzamos la urbe sin que ninguno de sus habitantes salga a nuestro encuentro.

Con la población a nuestra espalda, el Montseny a nuestra izquierda y Sant Miquel del Fai al frente, avanzamos por el camí de Masset en dirección a El Brull. A nuestro paso vamos dejando de lado frondosos campos de cereal en proceso de granado, esporádicas y verdes praderas con algunos animales pastando, el espectacular estany de l’Estanyol, y edificaciones aisladas vigiladas por sabuesos enclaustrados que ladran a nuestro paso.

Bajo un sol de justicia alcanzamos el Brull (fin de trayecto para los del grupo B), y a medida vamos llegamos al lugar apagamos nuestra sed en la fuente pública. Los más ingenuos de nosotros rellenamos nuestras vacías cantimploras con el líquido de la citada fuente, otros, más espabilados (¿verdad Aurelia, Caty y P. Ortega?) se adentran en el bar y aplacan la sed con una refrescante cerveza.

No sé porqué, pero mi retorcida mente me dice que cuando los integrantes del grupo B lleguen al este sitio, obviarán la visita a la Rectoría de Sant Martí del Brull y en su lugar se adentrarán en el bar para hacer correr la reconfortante y espumosa cerveza de la cantina. ¿Qué mal enseñados los tienes José Antonio!

Con los cuerpos correctamente hidratados, reemprendemos la marcha por el camino del pla del forn, que discurre entre la arboleda a lo largo de la Serra del Arca, hasta alcanzar los Cingles de Sani. En este paraje se localizan los restos de una gran cantidad de dólmenes (El Brull, el Bry, el collet de la costa, el del serrat dels moros o de la Serra de l’Arca, el de la Casanova de Can Serra…) que obviamos a nuestro paso. Ya sea por el ruinoso estado de las megalíticas construcciones, o debido a nuestra escasa afición a los descubrimientos geológicos, pasamos por la zona sin disfrutar de las riquezas del lugar.

Después de un buen trecho marchando por las alturas alcanzamos las Runes de Can Serra de l’Arca y poco después acometemos un pronunciado descenso, por una pedregosa y reseca canal, que nos conduce a la pista forestal que nos llevará a Aiguafreda. Al poco de adentrarnos en el amplio camino pasamos por debajo de una gran roca (la Balma de Can Serra) que sobresale en forma de visera y permanece anclada al suelo en un equilibrio aparentemente inestable, dando la la sensación de que está a punto de desprenderse y precipitarse sobre nosotros.

Poco antes de alcanzar Aiguafreda nos topamos con el depósito del agua y poco después con las primeras cimentaciones. Éstas, no son sino unas horripilantes construcciones de cemento armado cuyo diseño y edificación se que se asemejan más a un búnquer que a una vivienda o lugar de residencia.

Tras un trecho zigzagueando por entre la arboleda, a la derecha del camino, nos topamos con un solar presidido por un precioso e inusualmente bien conservado molino de viento, construido con piedra autóctona como la edificación anexa.

Nada más alcanzar la primera calle del poblado nos vemos obligados a caminar, en paralelo, junto a un impresionante muro exterior levantado a semejanza de los de una prisión de máxima seguridad, que protege el interior de la propiedad de las miradas de curiosos y forasteros. Poco después, en torno a las 14 horas, alcanzamos Aiguafreda, y tras contactar por teléfono con nuestros compañeros, nos encaminamos al bar Miguel para reunirnos en torno a la masa y dar buena cuenta de los alimentos transportados para la comida.

Al llegar al establecimiento, ubicado junto a la carretera, nos encontramos a la  mayoría de los integrantes del grupo B apoltronados en las sillas de la terraza, vaciando voluminosas jarras de cerveza y consumiendo todo tipo de refrescos.

Una vez concluida la etapa, todos los caminantes nos acomodamos en una sala reservada para nuestras huestes y procedemos a reponer fuerzas. Como viene siendo habitual, los alimentos que engullimos durante la comida del mediodía difieren bastante del sustento que devoramos a la hora del desayuno. Así, vemos como desciende de manera considerable el número de bocadillos y aumenta, proporcionalmente, el de comestibles condimentados: pasta, arroz, tortillas, combinados de varios alimentos, verduras, ensaladas, precocinados…

Para no romper las buenas costumbres, devoramos la pitanza como osos recién salidos de la hibernación y gritamos cual energúmenos enfrentados en una pelea. Además, y por si todo ésto no fuera sufieciente, la visión de la realidad y las circunstancias que nos rodean suele ser bastante particular. Si para unos hace calor en la estancia, para otros se está bien e incluso hace fresquito; si unos proponen abrir los ventanales, para airear el ambiente y liberar el tufillo que desprenden nuestras sudadas prendas, otros prefieren mantenerlos cerrados y evitar las molestas corrientes de aire; los hay que engullen a la carrera para emprender el viaje de retorno lo antes posible, mientras otros se lo toman con parsimoniosa calma; unos prefieren cerveza, otros vino, éstos refrescos, aquellos agua… Y si hablamos de los cafés, mejor no entrar en detalle: yo solo, yo largo, yo corto, yo cortado, yo con leche, yo de sobre, yo de máquina, yo descafeinado, yo cortado descafeinado, yo sin azúcar, yo con ella, a mi no me gusta el café y prefiero una infusión de: manzanilla, menta poleo, hierbabuena, roibos, digestiva, antioxidante, relajante, laxante… E incluso… Yo, ni café, ni infusiones. -¡Yo un helado! -¿De hielo, de nata, de…?

¡Qué grupo tan singular! ¡En la variedad está el gusto, señoras y señores!

Bar Miguel- Aiguafreda

Blog de GRManía:

Aiguafreda
Sábado, 21 de mayo de 2016.
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GR2 - Etapa 8 (23-04-2016)
Vilanova de Sau – Santuari del Puig de l’Agulla

Transcurrido casi un mes desde que finiquitáramos el enriquecedor Camino de Santiago, retomamos de nuevo las viejas costumbres y nos rencontramos, una vez más, para disfrutar de otra maravillosa etapa por la Cataluña interior. ¡Este asombroso GR2 es un auténtico y fascinante placer para los sentidos!

De inicio, partimos todos juntos de Vilanova de Sau para abandonar el valle y regresar de nuevo al altiplano, pero apenas dejamos atrás poblado el grupo se estira como una goma de mascar y se convierte en una hilera interminable.

Nada más penetrar en el bosque una prolongada cuesta nos obliga a realizar el primer esfuerzo de la jornada. Los vigorosos deportistas acometen la dura subida a toda pastilla y en un santiamén alcanzan la cumbre. Mientras, el grueso de los caminantes nos lo tomamos con bastante más calma y necesitamos algo más de tiempo para cubrir el riguroso trayecto. En los tramos más exigentes el esfuerzo nos obliga caminar en fila y a guardar un infrecuente silencio. Por el contrario,  cuando la subida se torna más liviana, retornan las conversaciones aparcadas, regresan las carcajadas y se escucha algún que otro malévolo chiste. En uno de los tramos menos severos, Maribel y Mª Morales debaten sobre sus innatas dotes para el apalabrado y discrepan acaloradamente sobre cuál de ellas dos es mejor competidora. ¡Yo, por si acaso, me mantengo al margen y sin tomar partido!

Después de un par de kilómetros de penitencia hacia las alturas alcanzamos la planicie. Allí, junto al camino, en un claro del bosque, nos aguardan descansados nuestros predecesores, impacientes y ansiosos por reemprender de nuevo la marcha. Sin embargo, ante la propuesta de reagrupación lanzada por los más razonables, se impone la cordura y permanecen en el lugar hasta la llegada de la mayoría de los rezagados. Todos, menos José Antoni y Pilar, que se han visto obligados a tomárselo con calma, al sufrir ella una traicionera “pájara”.

Viendo que se retrasa la llegada de los achacosos, el comandante Pepe se ofrece a esperarlos y nos conmina a los demás a seguir avanzando hasta localizar un espacio soleado, y con buenas vistas, donde poder desayunar placenteramente.

De repente, como si hubiera reventado la compuerta de un pantano, el alocado personal de lanza a una carrera desbocada por el camino. ¡No tenemos remedio!

Tras descartar algunas zonas, por húmedas o umbrías, localizamos una pequeña planicie, despejada y soleada, que nos ofrece una fantástica panorámica del lugar. Curiosamente, el paradisíaco lugar es conocido por algunos veteranos, GRManos, pues en él se detuvieron, también, hace décadas, a reponer fuerzas.

Acomodados en el promontorio, y mientras disfrutamos de las maravillosas vistas que els Cingles de Vilanova nos ofrecen, vamos devorando nuestro piscolabis y vaciando de contenido las embreadas botas de vino. A los postres, a fin de aligerar el trabajo a nuestros abotagados estómagos, agregamos toda clase de azúcares y suplementos alimenticios; regamos convenientemente la pócima con unos tragos del exquisito té de Cati y el señor Castillo; y añadimos un sorbito del aromático café de Carlos. Finalmente, procedemos a la desinfección del sumiso aparato digestivo, complementando la ingesta con un chupito del ardiente orujo venido de Galicia y unas leves gotitas del abrasador vodka ruso de Antonio Gil.

Concluido el tentempié, redondos e hinchados como globos de aire, levamos ancla y nos acomodamos en nuestros respectivos grupos: Los del A, alocados, veloces y esparcidos, con destino al Puig de l’agulla, final de la etapa; y los del  B, agrupados, parsimoniosos y relajados, rumbo a Sant Julià de Vilatorta.

A la altura de kilómetro cinco aproximadamente, uno de los conocedores de la zona nos invita a abandonar la ruta principal para desviarnos hacia un abrupto acantilado. La improvisada excursión fuera de ruta resulta ser un inesperado y verdadero encanto. Un imponente observatorio natural enclavado en lo alto de unas rocas graníticas nos ofrece la oportunidad de disfrutar de la espectacular panorámica del valle de Sau con las Guilleries al fondo. (Cuenta la tradición que el citado mirador fue lugar de asiduas visitas, esporádico refugio y fuente de constante inspiración para el bardo Mosen Cinto Verdaguer. Y que en el silencio de aquel idílico paraje, el inmortal rimador compuso un poema de juventud dedicado a la Nina del Cingle y cierta prosa que evocaba una leyenda del lugar).

Saciada la curiosidad y henchidos de gozo los sentidos con la preciosidad de las vistas robadas, regresamos de nuevo al camino abandonado para continuar con la etapa. Nos topamos entonces con la aparición de nuestros alegres compañeros del grupo B y les animamos a que se desvíen de la ruta, visten el altozano, y se recreen, ellos también, con las hermosísimas vistas que el mirador ofrece.

Nada más retomar la senda abandonada, el grupo A se rompe y queda partido en varios grupos que transitan por separado, y a ritmos desiguales, hasta alcanzar las primeras casas de Sant Julià de Valltorta. Punto y final para los del grupo B.

Gracias a la generosidad de Ginés, me acompaña mi mágica vara anti lluvia (que ha viajado en el maletero de su coche desde tierras Celtas hasta Catalunya) dispuesta a espantar cualquier atisbo de tormenta. El palitroque, fiel servidor, cumple perfectamente con su función y nos regala otra placida jornada de sol.

Las lluvias de los últimos días y el despertar de la primavera nos permiten poder disfrutar de la belleza de los campos floridos; de la frondosidad de los renacidos árboles; del vergel de las hojas; de los animales con sus crías recién llegadas al mundo; y del trino de las revoloteadoras aves en búsqueda de apareamiento.

Pasado el mediodía, los diseminados del grupo A volvemos a reencontrarnos a la entrada de Sant Julià y, una vez reagrupados, nos adentrarnos en el poblado callejeando de aquí para allá hasta alcanzar el parque de las Peonzas. En este lugar de ocio y esparcimiento, según fuentes bien informadas, hace ya varias décadas, y en sus años mozos, algunos/as miembros de GRManía dedicaron múltiples fines de semana a concienzudas deliberaciones, sesudos debates y acaloradas discusiones verbales sobre diversos temas de interés filosófico. Sin embargo, como nuestra habitual filosofía se sustenta en el principio de: ¡Ande yo caliente y ríase la gente!, pasamos de largo y descartamos cualquier tipo de reflexión metafísica que requiera el más mínimo esfuerzo mental. Conocedores, además, de que la Filosofía ha desaparecido de nuestro infumable currículum estudiantil, y conscientes a la vez, de que nuestro Aristóteles particular está retirado de la docencia, aparcamos “sine die” las teorías de Sócrates, los designios de Platón, o los teoremas de Tales de Mileto, y ponemos rumbo al Puig de l’Agulla para encomendar nuestras descarriadas almas a Santo Tomás.

A pesar de que no es demasiada la distancia que nos separa de la meta, la subida se me hace más larga y pesada de lo que imaginaba. Ya sea por el sofocante y bochornoso calor, por la pegajosa humedad, o porque no me encuentro en plena forma, la cuestión es que el tramo final parece no acabarse nunca.

A mitad de la subida al santuario, de improviso, un traicionero apretón intestinal me obliga a detener la marcha. Sin tiempo que perder, me despojo de mi raída mochila y mi prodigiosa vara de lluvia, y las abandono a la vera del camino, junto a unos hierbajos, para desaparecer a la carrera entre la intimidad de los protectores matorrales. Paco Victoria, que me acompaña en el caminar, se percata de mi repentino proceder y se ofrece voluntario a custodiarme la vara para evitar que algún desaprensivo la haga desaparecer. Incauto de mí, luego de agradecerle su afable y generoso ofrecimiento, rechazo erróneamente su razonable propuesta. Lógicamente, cuando abandono mi salvador escondite y regreso a la senda para recuperar mis preciadas pertenencias, la tentadora vara se ha esfumado. ¡Quién será el bandido que se ha apropiado de mi tesoro?

Para no quedarme descolgado del pelotón, emprendo una frenética carrera hacia adelante hasta dar alcance a mis compañeros de aventura. Poco a poco voy adelantando a los que transitan en la cola del pelotón y, al pasar junto a ellos, los voy escrutando minuciosamente para desenmascarar al vil ladronzuelo.

Para sorpresa mía, observo incrédulo que la vara viaja a manos de Montse Carné. ¡Muchos eran los candidatos a cleptómano pero jamás me hubiera imaginado que fuera ella! Al llegar a su altura me detengo disimuladamente, me acomodo a su caminar, e intento descifrar el porqué de su innoble proceder. La conversación se desarrolla de manera amena y distendida pero no avanza en el sentido que yo desearía. Entonces, como quien no quiera la cosa, le comento lo feo que se está poniendo el día. Aunque lo que en realidad pretendo es hacerla entender es que el empeoramiento del tiempo se debe a su incapacidad para hacer un buen uso de la vara. Al momento, y sin hacer mención del objeto que nos enfrenta, me entrega amablemente el fetiche y desmonta por completo mi malévola teoría. Su cordial y natural proceder me hace pensar de inmediato  que no ha sido ella la causante del hurto. ¡Algún desalmado se ha apoderado de la vara y la ha utilizado a ella como chivo expiatorio! No hay duda de que el desaprensivo que ha realizado la patraña le ha querido cargar el muerto a una inocente. ¡De los amigos me guarde Dios, que de los enemigos me guardo yo!

Aclarado el entuerto recupero mi ritmo de marcha y observo que voy inmerso en un nutrido grupo de valientes, andarinas y habladoras féminas. Solo entre tanta moza, en el trayecto final hasta llegar al santuario, me mantengo atento a sus sabias conversaciones y permanezco con la boca cerrada para no meter la pata.

De pronto, a la salida del bosque, nos tropezamos con una carreta asfaltada y un edifico de dimensiones considerables. Al principio, al no ver a nadie por los alrededores, dudamos de si aquel es el lugar donde finaliza nuestro recorrido, pero poco después oímos las voces de nuestros compañeros y salimos de dudas.

Una vez alcanzada la meta los participantes nos acomodamos en el comedor del establecimiento para proceder a la comida de turno. Algún que otro despistado, que ha olvidado su manduca en casa, se ve obligado a recurrir a las viandas que ofrece la carta del restaurante. ¡Bien pintan las butifarras! ¡Qué suerte la suya!

El lugar escogido para la ocasión es íntimo y acogedor, y nos permite realizar las actividades programadas para celebrar la diada de Sant Jordi con total libertad. Sin embargo el servicio es lentísimo y la mayoría de nosotros comemos a secas.

Tras la comida, (como siempre acompañada a los postres, chocolates, dulces, pastas y todo tipo de alimentos calóricos) degustamos una deliciosa copa de cava, a cargo de GRManía, como homenaje a la efemérides cultural que ese día celebramos. Posteriormente, procedemos al sorteo de los números que nos permiten escoger un libro, según nuestra buena o no tan buena suerte, de entre los portados para la efeméride, y que, silenciosos, permanecen expuestos en una de las mesas del local, a modo de improvisado mostrador, aguardando dueño.

Como colofón al acto, Jaume ameniza el momento con un precioso cuento que nos deja a todos embelesados. Y, Pedro nos regala otra de sus maravillosas rimas  versadas dedicada a las andanzas acaecidas en el pasado Camino de Santiago.

De regreso a casa, la vara pierde sus poderes o nos abandona a nuestra suerte, pues un generoso chaparrón nos acompaña mientras circulamos por la autopista.

¡Menos mal que vamos todos cobijados en la comodidad del moderno” autocar!

Restaurant de Puiglagulla

Blog de GRManía:

Santuari del Puig de l’Agulla (Osona)
Sábado, 23 de abril de 2016.

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GR2 - Etapa 7 (12-03-2016)
Rupit – Vilanova de Sau. 

De nuevo, y como viene siendo habitual en las últimas jornadas, autocar casi al completo, aunque a última hora algunos veteranos/as se hayan caído de la lista.

Sin apenas percatarnos del hecho, hemos pasado de partir de Terrassa en la más absoluta oscuridad a hacerlo con la luz del alba despuntando por el horizonte. Y en puertas de finalizar este extraño invierno nos disponemos a disfrutar de una nueva y reconfortante etapa. Dejaremos atrás la maravilla paisajista de la inigualable Garrotxa para adentrarnos en la diferente, pero no menos bella, comarca de Osona. 

A pesar de que el final de la inexistente y fría estación está cercano, y de que el aumento de horas solares es ya evidente, el adormecido invierno se resiste a perecer. Una álgida y generosa helada cubre de humedad congelada la silenciosa campiña y tamiza, con su manto acristalado, los tejados de las edificaciones. 

A su tiempo, y sin extravío alguno que lamentar, nos presentamos en el aparcamiento de la atractiva Rupit para iniciar el recorrido. A horas tan tempranas, la pequeña población, habitualmente concurrida, nos recibe muda, desértica y adormecida.

Nada más descender del autocar, los más espabilados encaminan sus pasos hacia los servicios públicos para liberar de líquido sus repletas vejigas ¡Uf que alivio! 

La presencia del sol y la ausencia de viento enmascaran los rigores de la fresca mañana. Como el inicio de la etapa es en ascenso, surgen, de inmediato, dudas razonables sobre la conveniencia de protegernos concienzudamente, o guardar en la mochila las prendas de abrigo y encarar la pendiente hasta el Mas Rajols a cuerpo. Solo los más osados caminantes esconden sus abrigos y con gran valentía acometen la subida, evitando con ello el sudario que ésta provoca en los demás.

El recorrido de hoy discurre por las inmediaciones del altiplano de Collsacabra, y en nuestro alocado avance atravesaremos la Serralada Transversal de norte a sur. 

Si hace unas fechas era el fotógrafo Rafael quien sufría los rigores de la soledad, hoy el turno le toca al Trackero Josep Ferrer. Y al igual que sucediera entonces con el retratista, hoy, el luchador “iaioflauta,” refleja en su desencajado rostro la angustia del caminante solitario. Él, habitual y lenguaraz parlanchín, apenas si abre la boca. Permanece cabizbajo y con la mirada perdida, arrastrando cansinamente los pies y desconfiando de su sombra y su propio GPS. Es tal su angustioso estado de ensimismamiento que nos vemos obligados a levantarle el ánimo varias veces a lo largo de la jornada, propinándole repetidas y lastimeras palmaditas en la espalda, para evitar que el ocioso jubilado no tire definitivamente la toalla y continúe avanzando sin desfallecer. Ya sabes, María Ocaña ¡No más jornadas de puertas abiertas en el curro, o el pobre Josep no lo superará!

Resulta significativo qué mientras “ellos” deambulan perdidos, “ellas”: Tessa, María Morales, Aurelia, Pili, Rosa Gil y alguna otra que no recuerdo, para nada echan de menos a los maridos ausentes. Las lozanas mozas caminan como gacelas en libertad y se desplazan con la cabeza bien alta. Alegres, risueñas y dicharacheras se muestran esplendorosas cual flores de primavera. ¡Qué cosas tiene la vida! ¿Queda claro quiénes son las fuertes aquí? ¡Ellas sin ninguna duda! 

Viendo la descoordinación y las incontables pérdidas de la última jornada, uno se hace cruces, y se sorprende, de que los que se estrenaron hace poco en el grupo repitan nuevamente la experiencia. ¡Gracias por vuestra obtusa confianza! 

Tras el liviano ascenso hasta la planicie de la Masía Rajols nos reagrupamos y caminamos por los Cingles del Pla Bolixer. Dejamos  de lado, a nuestra derecha, el Cim de Rocallarga y, al fondo y a la izquierda, l’agullola i el Far.

Mientras contemplamos las preciosas vistas que la atalaya nos ofrece, Paquita y Conchi sufren un ataque de hambruna repentina a deshora. Inconscientes ellas, desenvuelven sus bocatas y comienzan la ingesta de los mismos. Sin embargo, los machos alfa no se dan por enterados, levantan el vuelo y ponen rumbo a una cercana explanada, en el centro de la cual descansa una gigantesca roca de granito. Allí, todos sedntaditos, establecemos el campamento y engullimos el ansiado desayuno. 

En el trayecto hacia el plano, unas piedras suelas del camino se interponen en el transitar de Sonsoles y la hacen trastabillar. Pero como la moza es originaria de tierra de cantos, y va acompañada de un Santo paisano como yo, salva el escollo sin padecer percance alguno. Quien no tiene tanta suerte es una de las novatas, que ve como sus nuevas y relucientes zapatillas se hunden en una fresca, mullida y generosa plasta de vaca de las muchas que motean los pastos de montaña.

Una vez acomodadas las posaderas en unos montículos de la minada pradera, atacamos con gula nuestros bocatas y observamos atónitos como las mozas del grupo acaban con el vino de una de las botas. ¡Que borrachuzas ellas! 

Alejados de la ruidosa muchedumbre se instalan los amantes Maribel y Antonio, y a la par que ingieren sus bocatas, charlan amistosa y distendidamente sobre asuntos particulares. ¡Tantos años juntos y aún tienen cosas que contarse!

A la hora de los postres, oteo el horizonte y por las alturas creo reconocer el vuelo de unas fascinantes águilas. Sin embargo, Paco Ortega, y algún otro de los cercanos comensales, me sacan de mi ensoñación y me informan de que las aves que revolotea por el cielo no son águilas sino cuervos. Como no podría ser de otra manera, achaco mi burdo equívoco a la suciedad de las gafas y descarto por completo que el desatino se deba a una errónea percepción de mis sentidos.

Acabado el banquete mañanero avanzamos por los Cingles de Tavertet hasta alcanzar un impresionante mirador desde el cual, ahora sí, observamos el bello y majestuoso vuelo de varias águilas, algunos buitres y un precioso alimoche. Este último perfectamente identificado por mis cuatro ojos, los cuatro de Sonsoles y dos más de Ginés. ¡Sin duda alguna, diez ojos ven bastante más que dos!

Al poco de dejar atrás el mirador nos topamos con la lujosa construcción de l’Aven de Tavertet. Lugar paradisíaco de descanso y ocio para gentes que buscan el relax y el reposo entre la naturaleza y el silencio, pero que a la vez disponen de un generosa billetera con la cual poder hacer frente a la elevada factura que la estancia en la bucólica mansión genera.

Después de serpentear repetidamente por una ancha y asfaltada pista forestal alcanzamos Tavertet. En una céntrica plaza del pueblo detenemos nuestros pasos para reagruparnos y realizar la acostumbrada fotografía de grupo, dejando a nuestra espalda la pared del centenario patio de la iglesia, o… ¿quién sabe?, ¡tal vez la restaurada tapia de lo que antiguamente fuera un santo cementerio!

En la instantánea se encuentran a faltar las figuras de Pepe Hervás y Paco Troya. La veterana pareja se han escabullido del grupo y se han adentrado por las callejuelas del pueblo, para inmortalizar el momento, con otra fotografía particular, en el mismo lugar donde antaño posaran ambos para la eternidad.

Plasmada la instantánea y descansado el personal nos dividimos en dos grupos y nos ponemos en marcha rumbo nuestros destinos. Cada cual a nuestro ritmo acometemos la exigente bajada por la pedregosa e inclinada canal que partiendo de las abruptas estribaciones del Collsacabra desemboca en el valle de Sau.

Con la vista del Pantano de Sau en nuestras retinas vamos descendiendo en fila de a uno, concentrados, sin prisa pero sin pausa, hasta alcanzar el valle del roble y posteriormente bordear las instalaciones del desamparado hotel la Riba.

En este punto, Paco Ortega confunde el camino y, en su afán de acortar el rodeo por el exterior de hotel, coge un rumbo equivocado. Se adentra, en solitario, por una senda paralela, pero en sentido contrario a la que habíamos traído en el descenso, y sin percatarse va alejándose cada vez más del pantano y aproximándose de nuevo a la Cinglera. Finalmente se percata de su error y retoma sus pasos. Aunque a esas horas los componentes del grupo A ya estamos en las proximidades del Pantano de Sau, inquietos y preocupados, pues desconocemos el devenir de sus erráticos pasos.

Luego de una nueva reagrupación, y de analizar el hecho acaecido con el amigo extraviado, los móviles comienzan echan humo y los Walkis se ponen a vociferar descontroladamente. Al poco, alguien confirma que ha hablado por teléfono con el descaminado y nos informa que de éste ha recuperado la senda correcta. De inmediato la calma vuelve al grupo y reemprendemos la marcha a fin de cumplir con el objetivo marcado y hacerlo dentro del horario previsto.

Una escalinata de 480 peldaños (según Antonio, aunque para mí fueron más de 1000) se presenta ante nuestros ojos y nos obliga a realizar un esfuerzo supremo hasta alcanzar el mirador de Sant Romà de Sau  y la carreta que transcurre a su lado. Una vez arriba, nos percatamos de que Evaristo y Ramón no se hallan entre los presentes. Entonces algunas voces críticas ponen el grito en el cielo y despotrican sobre la práctica habitual de ir cada uno a nuestra bola. ¡Suerte que los ausentes no oyen los comentarios, pues de lo contrario agacharían las orejas ante las reflexiones vertidas!

Una vez dejado atrás el altivo mirador acortamos por un atajo de la carreta y nos disponemos a continuar la ruta marcada por el track, que difiere de las marcas.

Una leve parada para despejar dudas, nos devuelve al camino que discurre junto al cementerio de Sant Romá de Sau, aunque al poco nos vemos perdidos entre la maleza, pues el nuevo propietario del Mas Francesc, en restauración, ha tapiado el sendero original del GR con ramajes y broza para evitar que los caminantes pasen por las inmediaciones de su propiedad. Mas como nosotros somos tozudos, y creemos tener la razón, desbrozamos en camino pretérito y atravesamos el patio de la solitaria residencia por el lugar donde siempre discurrió la verdadera senda. ¿Quién será el incívico personaje que se permite el lujo de inutilizar un milenario sendero de uso público, para uso privado, simplemente por voluntad propia?

Tras muchas jornadas de ausencia, hoy nos acompaña el incansable Florenci que, cual perrillo guardián, se preocupa por la integridad del grupo, vigila nuestro arrabundo caminar y, yendo sin parar de aquí para allá, intenta poner un poco de orden y cordura en el alocado grupúsculo de irresponsables caminantes. Esta singular pandilla panchovillesca necesitaría un poco de mano dura para hacerla entrar en verada, pero… ¡Ay amigos!... ¿Quién es el valiente que le pone el cascabel al gato?

Hacia el mediodía abandonamos la zona boscosa enclavada en el territorio de les Guilleries (por suerte sin habernos topado con el famoso bandolero Serrallonga ni con ninguno de sus ilustres compinches) y nos adentramos en un valle de secas praderas próximas a Vilanova de Sau. En dichos cercados pastan varias vacas mansurronas con sus terneros y algún que otro altanero toro; peludos caballos, y yeguas con sus crías. A la vez que un rancio olorcillo a heces de herbívoro perfuma el rural ambiente.

A la entrada de Vilanova de Sau pasamos por delante de la casa de Colonias “El Company” y, acto seguido, nos adentramos en el poblado por su empedrada calle principal hasta alcanzar la plaza mayor. A la altura de ésta, dejamos atrás y a nuestra derecha, la iglesia parroquial y seguimos avanzando hasta llegar al edificio del ayuntamiento. Poco después, en la margen izquierda de la calle, localizamos el Restaurante Ferrer de Tall (lugar escogido por los fugados Evaristo y Ramón para minimizar las consecuencias de su escapada en solitario, y evitar, con ello, ser quemados en la inquisitorial hoguera, por alguna ofendida GRMana).
Una vez acomodado el último de los GRManos en las mesas del establecimiento público, procedemos a saciar nuestro voraz apetito rellenando hasta los topes nuestro insaciable buche. ¡Comemos como osos recién salidos de la hibernación!

Sin embargo, la cosa no queda ahí ¡ni mucho menos! A la hora de los postres, Tessa nos invita a degustar generosos trozos de deliciosa coca, acompañados de dulces onzas de sabroso chocolate negro, para celebrar su reciente y bien llevado sesenta aniversario. ¡Muchas Felicidades Moza! 

Concluido el ágape, y en vísperas del inminente peregrinaje por tierras Gallegas, Paco Troya hace entrega de las camisetas confeccionadas para conmemorar la exitosa finalización del Camino de Santiago. ¡Gracias a tod@s l@s colaborador@s! Mientras, al mismo tiempo, un pringado servidor debe hacer de recaudador de impuestos ante la ausencia de nuestro particular tesorero: ¡El cobrador del frac, Joan Lluis! 

Del viaje de regreso a casa... mejor no hablar. El cansancio, los sudores y alguna que otra bomba olfativa anestesían al personal. Eso sí... ¡Los ronquidos que no falten!


Bar-Restaurante Ferrer de tall (Vilanova de sau)

Passeig Jacint Verdaguer, Vilanova de Sau




Blog de GRManía:

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GR2 - Etapa 6 (13-02-2016)

Can Trona - Rupit. 

¡Que siga la fiesta!

Al final va a resultar que el nuevo año nos ha renovado las ganas de hacer camino, pues la presencia de GRManos en la jornada de hoy vuelva a ser numerosa. ¡Mejor así! ¡Cuantos más seamos más reiremos!



Al parecer, algún inconsciente ha ido corriendo la voz de que este grupo es ameno, divertido y acogedor, y nuevos inquilinos se apuntan a la aventura. ¡Bienvenidos todos/as! ¡Que repitan o no, eso ya será harina de otro costal!



Después de que en la etapa anterior nos cambiaran el piloto y el vehículo, hoy  volvemos a reencontrarnos con nuestros pretéritos servidores: automóvil y chófer. También debemos haber recuperado el caducado GPs, o en su defecto, la incorrecta interpretación que de los datos de éste hace el que dirige la nave. Sea por lo que sea, la mañana comienza con una imprevista pérdida.



Los bien pensados afirman que el señor que se sienta al volante simplemente se ha desorientado.  Otros, menos inocentes, achacan el extravío mañanero a que el GPS debe tener más años que Matulasén. Algunos, pobres incrédulos, opinan que el error puede ser debido a que los mapas del aparato en cuestión tienen más años que las zapatillas de Tutankamon. Y las malas lenguas (¡que haberlas hay las y habitan en la parte trasera!) comentan sin rubor que no hay más cera que la que arde. ¡Que cada cual interprete la frase a su libre albedrío!



Así, tras una leve excursión no prevista hasta Els Hostelts d’en Bas, regresamos a la senda correcta y nos presentamos en Can Trona con más de media hora de retraso sobre el horario previsto. ¡Eso sí! ¡Con el humor intacto!



Después de muchas etapas con recorrido a la carta, la de hoy solo ofrece una alternativa y, cosa rara, nos veremos obligados a transitar todos en grupo. ¡O eso es lo que dicen los papeles! ¡Veremos si al final la práctica lo confirma!



Recién iniciada la caminata avanzamos por un camino de tierra en dirección al bosque. Las escasas pero ansiadas lluvias de la semana y la humedad del rocío de la madrugada han irrigado levemente el suelo por el cual transitamos.



Tras dejar atrás las últimas edificaciones, caminamos por entre las praderas del valle, en una de las cuales, vallada ésta, dormitan una veintena de jóvenes reses de color marrón. La mayoría de las bovinas descansan encamadas encima de la reseca hierba invernal. Lucen, casi todas, unos melodiosos cencerros metálicos que cuelgan de sus robustos pescuezos. Al llegar a su altura, varios de nosotros nos acercamos al vallado para observarlas mejor, y las eralas, al vernos caminar hacia ellas, se ponen en pie y se acercan animosas esperando recibir de nuestras manos alguna pequeña recompensa, como posiblemente suceda cuando su gentil y magnánimo dueño las visita. Sin embargo, nosotros, los cicateros caminantes no destilamos la más mínima generosidad, así, una vez comprobada nuestra total y absoluta racanería (nadie les ofrece ningún presente), las pobres rumiantes, descorazonadas, detienen sus alegres pasos y se nos quedan mirando aleladas.



Embobados ante la mansedumbre y el pacífico comportamiento de las jóvenes cuadrúpedas, casi nos saltamos el primer desvío. Apenas hemos recorrido 500 metros y la segunda pérdida está a punto de consumarse. ¡Suerte que los más  avispados dan la voz de alarma y nos encaminan por la senda correcta!



Tras atravesar el cercado, clausuramos las puertas de acceso al mismo para evitar que las bovinas abandonen el lugar de encierro involuntario y se desperdiguen por las praderas y campos de cultivo colindantes. Poco después, dejamos atrás el valle y comenzamos el ascenso a la sierra por una estrecha vereda.



Fieles a nuestras costumbres, al poco de iniciar la subida, mientras dejamos a nuestra derecha el valle de Joanetes, el quimérico grupo se estira más que una goma de mascar. Así, en menos de lo que canta un gallo, la distancia entre cabeza y cola hace se hace interminable y perdamos el contacto visual entre nosotros ¿Qué raro, verdad?



Al poco de penetrar en el bosque, unas cuantas féminas se separan del grupo y se adentran en la espesura. Suponemos que para intercambiar secretos de alcoba, pues no hay signo evidente de que por aquellos andurriales haya servicio alguno donde poder realizar, con intimidad, las necesidades ¡Menores por supuesto!



Desperdigados, caminamos en fila de a uno por un sendero que discurre al amparo de la deshojada arboleda, principalmente hayas y robles. Más adelante, atravesamos unas mustias praderas, también valladas, (¡qué afición a ponerle puertas al campo!) donde deben pastar libremente las vacas, pues el suelo del las mismas (camino incluido) está sembrado de “minas” (boñigas) que hay que ir esquivando sutilmente para no embadurnar nuestro señorial y reluciente calzado.



Sudorosos y jadeantes, la mayoría, vamos ganando terreno en pos de las alturas. Aquellos que aún conservan intacta su energía se permiten el lujo de charlar y caminar alegremente sin notar el esfuerzo. Otros, ¡dichosos ellos! son capaces incluso de bromear y reírse; de reflexionar sobre temas diversos; de detenerse a observar el paisaje; de plasmar con su cámara la belleza del paraje; de volver la vista hacia atrás y otear el horizonte en búsqueda de los compañeros rezagados. ¡Lo de esperarlos es otra historia! ¡Total... pronto volverán a quedarse atrás!


Mientras transitamos por las inmediaciones del Serrat del Fumàs, Pedro, que camina junto a los miembros del grupo A, se enorgullece de su esplendoroso estado físico y de la facilidad con la cual hoy está manteniendo el ritmo de los primeros. Entonces, y a fin de que no se le suban los humos a la cabeza, le pongo en su sitio, y le dejo las cosas bien claras ¡Para que no tenga dudas! 
–¡No es que tú vayas bien, Pedro! ¡Es que hoy, los demás, andamos muy por debajo de nuestras posibilidades! - ¿Queda claro, amigo?
Lo curioso del caso es que el poeta no parece darse por aludido, se lo toma a cachondeo, agradece la sinceridad de mis reflexiones y suelta una estruendosa carcajada que no viene a cuento. ¡Se pensará que estoy hablando en broma!
Antonio Domínguez, que por lo que se ve si ha captado el mensaje, comenta.
-¡Se puede decir más alto, pero no más claro! ¡Vaya manera de subirle a uno la moral! ¡Con amigos tan amables como tú, Moisés, para qué quiere uno enemigos!

Con el estómago más vacío que la Caja de las Pensiones, acometemos los últimos metros de acceso a Sant Miquel de Castelló por una estrecha y empinada canal. El tramo, exigente y pedregoso, se encuentra ocupado por varios motoristas con sus respectivos vehículos de montaña. Al llegar a su altura les informamos que deberán esperar un buen rato, pues nuestro grupo viene muy estirado y son bastantes las unidades que aún deben pasar por el dificultoso sendero. A pesar de que los moteros, momentáneamente, se avienen a esperar hasta que pase el paso del último de los caminantes, más tarde nos enteramos de que no han cumplido su palabra y de que casi, casi, asfixian a nuestros amigos con el pestilente olor a gasolina de sus motos.

Salvada la canal, en un giro a la izquierda del camino principal, perdida entre el arbolado, una vereda en ascenso nos conduce a la ermita de Sant Miquel de Castelló, lugar escogido para el descanso, el desayuno y la reagrupación de la manada.

Mientras damos buena uenta de nuestras viandas, los veteranos recuerdan que hace exactamente 17 años, un día como hoy, y a una hora parecida, desayunaron en el mismo lugar los fundadores del grupo. Por entonces, eso sí, el invierno era invierno y hacía un frío de perros.¡No como este año, que ni frío ni naaaa!

A la hora de los postres, Fátima reparte unas deliciosas magdalenas caseras de elaboración propia, entre las féminas, pero como uno es muy astuto, se sitúa estratégicamente al lado de su hermano Jordi y consigue garrapiñar una de las pastas. ¡Deliciosas, Fátima! ¡En el futuro ya sé a qué sombra arrimarme!

Concluido el ágape emprendemos la marcha en dirección a la Masía de Pibernat. Traspasamos un nuevo vallado y pasamos junto a la Font de Pibernat que debería surtir al torrente del mismo nombre pero que debido a la sequía está más seca que el ojo de una tuerta. Avanzamos por el reseco pla de Falgars y alcanzamos el Falgars d’en Bas, la ermita de Sant Pere y la Rectoría. Allí nos detenemos para esperar a los amigos de la retaguardia y reagruparnos nuevamente. Tras la llegada del último caminante nos ponemos de nuevo en marcha por las praderas de Falgars, que se hallan horadadas de toperas a modo de pequeñas erupciones volcánicas.

A punto de dejar atrás la zona de pastos, a nuestra izquierda, en una vertiginosa caída al vacío, languidecen los restos de lo que debería ser el Salto de agua de la Coromina. Desgraciadamente, la pertinaz sequía de este insólito invierno ha dejado sin caudal la Riera de Falgars y consecuentemente ha borrado del mapa el impresionante salto de agua que se nutre de la citada riera.

Desperdigados otra vez, ascendemos por una pista forestal que serpentea entre el arbolado. Al llegar a un desvío en el camino, la ausencia de marcas del GR2 crea dudas entre los compañeros que circulan en la cabeza de la marcha. Para evitar otra pérdida más, los de la avanzadilla se detienen en espera de que los que vienen a continuación confirmen la idoneidad del rumbo. A medida que vamos llegando los perseguidores, al lugar de la espera, van surgiendo opiniones contradictorias sobre qué hacer. Los expertos opinan que hay que continuar por aquel camino con la seguridad de que pronto localizaremos las marcas del GR2. Los que nos guiamos por el GPS informamos a los demás que estamos fuera de ruta y que sería conveniente retroceder para recuperar el camino que marca el Track original. Finalmente, y tras una breve deliberación, se impone el criterio de continuar por aquel camino (Camí  Ral de Vía a Olot) lo que nos condena a añadir un extra de más de tres kilómetros a los ya previstos inicialmente.

Mientras avanzamos por la Serra de Mateus vamos dejando a la nuestra izquierda las magníficas vistas de la Vall d’en Bas; a la derecha el Collsacabra, con su cima, la Serra de Cabrera; algo por delante y también a la derecha, los impresionantes Cingles d’Aiats; en lontananza y por detrás, el Puigsacalm; y frente a nosotros la ya cercana Serra de Pruit.

Luego de otra reagrupación (¿pérdida,) en uno de los múltiples cruces del zigzagueante camino que nos guía, giramos a la izquierda y nos topamos con unos ciclistas que corroboran nuestra correcta dirección. Cansados y ansiosos por alcanzar la meta, acometemos un leve descenso por un camino empedrado de lanchas, en la Sierra de Pruit, hasta alcanzar la Masía Renyins.

A escasos metros de la edificación campestre nos cruzamos con el que debería haber sido nuestro verdadero camino y poco después de cogerlo nos detenemos por enésima vez para evitar una nueva pérdida.

Mientras aguardamos la llegada de algunas agotadas GRmanas, tres lozanas mozas (Fátima, María Ocaña y Montse) se adentran en el bosque para hacer sus necesidades. De inmediato nos olvidamos de ellas y nos ponemos en marcha sin esperar a que las meonas se integren en el grupo. Entonces, un afligido, lloroso y desconsolado Josep Mª, da la voz de alarma ante la ausencia de su enamorada. El desamparado esposo pregunta a todo aquel que se aviene a escucharle si alguien conoce el paradero de su amada, sin obtener respuesta alguna a sus lastimosas pesquisas.

Obligados por las circunstancias, volvemos a detenernos y aparecen los primeros  síntomas de preocupación. Las extraviadas no aparecen y los Walkis comienzan a echar humo. Hay quién afirma hablarlas visto desaparecer por el norte, algunos aseguran que se fueron por el sur, varios certifican que se ocultaron por el este, y otros juran que lo hicieron por el oeste. ¿A quién creer? ¡Vaya usted a saber!

De pronto, alguien corre la voz de que las extraviadas han aparecido sanas y salvas. Al parecer, las féminas se habían adelantado para no retrasar la marcha, y al acabar la micción, viendo que el pelotón no les daba alcance, decidieron tirar para adelante pensando que las rezagadas eran ellas y no al revés. ¡Menos mal!

Con más de una hora de retraso sobre el horario previsto alcanzamos Pruit, y sin demora alguna nos dirigimos a Rupit para finalizar el accidentado recorrido.
Pasadas las tres de la tarde abandonamos Rupit. Pasamos de largo el desvío que conduce a Cantonigros y nos encaminamos hacia l’Esquirol, donde por suerte localizamos un establecimiento que nos permite celebrar la comida del mediodía.

¡Menuda imagen hemos dado a los novatos! ¡Dudo que se arriesguen a venir con nosotros otro día!
Restaurante Hostal Collsacabra (L’Esquirol)

Blog de GRManía:
 


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GR2 - Etapa 5 (16-01-2016)
Santa Pau – Can Trona.

¡MILAGRO! Por primera vez desde tiempos remotos casi ocupamos todos los asientos del autocar y eso que no es día de celebración ni de comilona. ¿Será que el nuevo año nos ha devuelto las ganas de andar? ¿Tal vez el subconsciente nos ha traicionado, presentándonos en sueños las lorzas resultantes de los excesos Navideños? ¿O simple y llanamente la nutrida concurrencia de hoy obedece al hecho de que la travesía discurre por unos parajes de belleza sin igual? Sea cual fuere el inusual motivo que ha concitado la presencia mayoritaria de GRManos en este histórico 16 de enero de 2016… ¡Bienvenido sea y bienhallados y halladas sean nuestros compañeros y compañeras de andanzas! ¡Bienvenidas, igualmente, las nuevas peregrinas, Montse e Inés!

La masiva presencia de caminantes con destino a las volcánicas tierras de la Garrotxa ha obligado a la empresa de transportes a poner a nuestra disposición un autocar con mayor capacidad de pasajeros (¡más grande sí, pero no más nuevo!). Y quién sabe si también a consecuencia del cambio, y para adaptarlo al avejentado vehículo, nos ha adjudicado un conductor diferente del habitual.
 
Tras dejar atrás la autopista C-58, y al poco de circular por la AP-7, el avezado piloto toma un desvío a la izquierda para adentrarse en la C-17 con dirección noreste. Una vez superado Vic abandonamos la citada vía y avanzamos por la C-33 rumbo a Olot. Al poco, atravesamos el controvertido túnel de Bracons,  alcanzamos la capital comarcal y desde allí nos desviamos hacia Santa Pau.

En puertas del destino, Jaume Pavón propone un recorrido alternativo para los del grupo A. Así, en lugar de transitar por el valle y atravesar la preciosa Fageda de’n Jordà, él sugiere que realicemos la travesía por la Sierra Marbolenya.

La mañana se presenta placentera y soleada pero a la vez fresquita. El gélido viento del norte agita el arbolado del valle y dicha circunstancia genera dudas en alguno de los habituales componentes del grupo A, sobre la conveniencia o no del nuevo recorrido propuesto. Estos, comentan que la posibilidad de una fuerte y molesta ventolera, allá por las alturas, no es desdeñable y que no les apetece demasiado el hecho de caminar por la cresta de la cadena montañosa, a la intemperie, expuestos al frío viento y las incómodas  circunstancias climatológicas. 

La falta de consenso entre los GRManos pospone la decisión hasta más adelante, cuando alcancemos el lugar del desvío, momento en el cual deberemos decantarnos por continuar con el plan previsto inicialmente u optar por la nueva alternativa propuesta.

La salida de Santa Pau se produce en torno a las nueve de la mañana. De buen comienzo, caminamos tranquilamente acomodados en parajas o pequeños grupos mientras dejamos atrás el poblado y nos adentrarnos en la silenciosa campiña. Por sorpresa, nos topamos con la primera prueba de que nos hallamos en tierra de volcanes. Una negra oquedad, en una curva a la izquierda del camino rural, nos muestra el desprendimiento de cuantiosas rocas volcánicas pertenecientes al volcán a Bocanegra, el cual estamos rodeando.

Abrigaditos, parlanchines y a buen paso, vamos disfrutando de la compañía de nuestros camaradas y del maravilloso entorno paisajístico nos rodea.

Por un camino agrario, que serpentea entre tierras de cultivo y masa forestal, nos dirigimos rumbo a uno de los míticos volcanes de la zona. Para ello, a la altura del kilómetro 3,5 abandonamos el citado camino principal y ascendemos por un estrecha, pero bien marcada senda, en pos del imponente cráter volcánico del Santa Margarita. Una vez coronada la cresta del mismo, desde las alturas, observamos la impresionante caldera cilíndrica que en tiempos remotos vomitara ingentes cantidades de incandescente magma en forma de lava. Alegres y prendados, descendemos hasta la mitad, más o menos, de la pared volcánica y tras acomodarnos desperdigados a la vera del sendero, en el suelo, damos buena cuenta de nuestro particular desayuno y del vino de la bota de Don Paco.

Para no romper la costumbre, a los postres aparecen todo tipo de alimentos calóricos sobrantes de las pasadas fiestas Navideñas: turrones, almendras, variados  frutos secos, chocolate, pastas, etc… Emergen, igualmente, apetitosas tartas y dulces elaborados expresamente para la ocasión. Para deleite del personal, y gracias a la generosidad de Jaume Valls, corre por entre los insaciables caminantes una fiambrera repleta de trozos del jamón, del que la Diosa fortuna tuvo a fe conceder al afortunado Señor Valls en la tradicional rifa de Navidad. Todo ello bien regado con bebidas de diversa índole: morapio, exquisito té, aromático café, “espiritual” Vodka, etc... De lo que se deduce que no tenemos remedio, pues gastamos unas pírricas calorías caminando y le endiñamos al cuerpo el doble de las que hemos quemado. ¡Así es imposible mantener la línea!

Con los estómagos abotargados de tanto zampar, desalojamos cansinamente el idílico lugar y regresamos sobre nuestros pasos para retomar el camino principal, abandonado anteriormente, que nos conducirá al final de nuestro recorrido.

Hacia el kilómetro 6 de la etapa nos topamos con la ermita Sant Miquel Sacot y tras una leve pausa, y ciertas dudas, la muchedumbre se divide en dos grupos.

La mayor parte de los caminantes se engloban en el B, el cual se dispone a atravesar el valle por su lecho. En su transitar se adentrarán por entre la preciosa arboleda de la Fageda de’n Jordà, hoy angosta y reseca a causa de la escases de lluvias producto de éste inusual y cálido invierno; visitarán, de paso, la Cooperativa del mismo nombre; y tras caminar de nuevo cobijados a la sombra de la centenaria arboleda alcanzarán la localidad de Les Presses. Una vez allí, alcanzado el objetivo inicial, una facción de este grupo, la B-2, continuará su aventura hasta personarse en Can Trona, punto final de la etapa de hoy.

Por su parte, la escuálida sección del grupo A se desvía y acomete el ascenso a las alturas para transitar por la cadena de la montañosa Sierra Marbolenya. Apenas a un kilómetro del desvío iniciamos la exigente subida de la Collada de Colltort (802 m.) dejando a nuestra izquierda el volcán el Torrent. El viento fustiga con fiereza nuestras jadeantes siluetas cuando avanzamos por la cara norte de la estribación y debemos abrigarnos para minimizar las consecuencias. Al cabo de una hora de exigente caminata alcanzamos el Castell de Colldetort (838 m.) y al encaramarnos encima de los derruidos muros de la antigua fortaleza quedamos embelesados por las maravillosas vistas que la atalaya nos ofrece.

Luego de una leve pausa y alguna que otra foto, salimos en estampida y dejamos descolgadas a Cati y Carmen que se quedan haciendo una última foto. Mientras caminamos por el inclinado y reseco suelo alguien que se percata de la ausencia de las damas y da la voz de alarma. Nos detenemos, entonces, al abrigo del viento para esperarlas y momentos después las vemos emerger de entre el sediento arbolado con cara de pocas bromas. Nada más llegar a nuestra altura Carmen Nietro expresa su lógico malestar, pone orden en el asunto y nos pregunta: ¿A qué viene tanta prisa? ¿Tano cuesta viajar agrupados y esperar un poco? ¿Podremos hacer una foto tranquilamente o cada uno va a ir a la suya?. ¡Somos incorregibles!

Aclarado el asunto reemprendemos la marcha. Agrupados, pero en fila de a uno para salvar las dificultades orográficas, continuamos avanzando a buen ritmo mientras el viento del norte azota los rostros y amenaza con despeñarnos ladera abajo. Caminando en ascenso vamos pasando por el Coll de Llaceres (808 m.), la Collada dels Saiols (878 m.) y el Pas d'en Vidal (887m), para finalmente alcanzar la cota máxima de la Sierra y nuestro techo de hoy (La Roca del Lladre (907m). Un precioso vértice geodésico que nos regala unas impresionantes vistas de la zona: Los Pirineos cubiertos de un blanco manto de nieve, el Puig-Sacalm, los valles que discurren a ambos lados lados de la Sierra, la Fageda de’n Jordà, la Coperativa del mismo nombre, los pequeños poblados, la capital de la comarca (Olot) y, por encima de todo, las impresionantes estructuras geológicas que configuran el legendario paisaje de la mítica zona volcánica de la Garrotxa.

Tras otra leve pausa, y luego de la pertinente foto de grupo, reiniciamos de nuevo la gratificante marcha. Pasamos primero, casi sin percatarnos, por la supuesta Font dels Cingles, la cual languidece agotada a causa de la inacabable sequía que nos martiriza, y más adelante, por un imaginario camino en pendiente, sepultado bajo una copiosa montaña de hojarasca que impide ver la senda y que nos obliga a arrastrar los pies cómicamente para no salirnos de la misma y rodar vertiente abajo.

Traspasado el mediodía, con la hora pisándonos los talones y algo cansados de tanto sube y baja, avanzamos por el Collet de Puig Rodó (879 m.) en dirección a la cima del mismo nombre. Una vez alcanzado Puig Rodó (907 m.), en su mirador circular, volvemos a deleitarnos con las fantásticas vistas, posamos una vez más para la eternidad y acto seguido partimos en pos del área recreativa de Xenacs.

Sin tiempo para una triste cerveza y mucho menos para actividades ociosas, pasamos de largo por el lugar de descanso y acometemos el pronunciado descenso por el camino de les Barrincoles, el cual nos conducirá hasta las puertas de Les Presses, punto y final de nuestra aventura montañera.

Hacia las dos del mediodía localizamos el autocar donde nos espera el grueso de nuestros compañeros. Acomodados en sus asientos, la gran mayoría de ellos y ellas (los del grupo B) permanecen relajados y con el estómago inflado a causa de las cervezas ingeridas durante la espera, mientras otros, los menos (los del grupo B2), intentan recuperarse del esfuerzo realizado hasta Can Trona, lugar donde inicialmente debería haber concluido la etapa de hoy.
Una vez reagrupados todos nos dirigimos a Olot para buscar un establecimiento que conforme a nuestras particulares condiciones nos permita reponer fuerzas.

A la entrada de la población Olotina localizamos un Restaurante donde antaño ya se celebrara un evento festivo del grupo. Del autocar desciende una comisión formada por Paco Victoria y su misma sombra para negociar con el dueño del refectorio las exclusivas condiciones. Tras unos instantes de tensa espera el comisionado nos hace señales de que todo está en orden y de que podemos despegar el culo de nuestros asientos, descender y dirigirnos a la estancia reservada al efecto.

Todos menos él, desconocemos los términos de la negociación y la cuantía de las comisiones que se han derivado del alquiler de la sala, pero nuestro comisionado parece haber claudicado de inmediato a las peticiones del propietario. A las puertas del local recibimos la increible noticia de que debemos acondicionar nosotros mismos la estancia asignada, montar las mesas y sillas, anotar los pedidos, acercarnos a la barra para pedir y recoger las bebidas, transportarlas a la sala adjunta, servirlas en las mesas a nuestros compañeros y compañeras, volver a tomar nota de los cafés e infusiones, regresar de nuevo a la barra, recoger los pedidos, transportarlos, servirlos, pedir la cuenta… En fin… ¡Mejor dejarlo ahí y no seguir hurgando en la llaga! ¡Vaya negociante!

Pero bueno, como siempre que llueve escampa, pues al final la fiesta se anima. De inmediato olvidamos las amargas penas y nos dedicamos a lo que tan bien dominamos: ¡Devorar con gula todo aquello que se pone ante nuestros ojos!

Fruto de esa innata capacidad de adaptación a las circunstancias, participamos glotona y desinteresadamente de los exquisitos manjares que Angels y Mª Ángeles han aportado para celebrar su reciente cumpleaños. ¡Uhmmm que rico todo! También de una deliciosa torta de chocolate negro con almendras que ha traído Inés, y nuevamente del jamón del Señor Valls, así como de turrones, dulces y otroas manducas.

Como colofón a la gratificante jornada aventurera se procede al cambio de Tesorero, cargo que recae en el amigo, compañero, ex bancario y prejubilado Joan Lluis.

Dado que desconocemos por completo (¡Yo al menos!) los términos exactos pactados para  la adjudicación del citado contrato y las cláusulas de confidencialidad; así como las comisiones aplicables a su innoble gestión, las bonificaciones fiscales y el porcentaje de beneficios del gestor; la necesidad de aporatr facturas falsas que justifiquen los gastos, el obligado % aplicable a las mordidas y las donaciones anónimas al partido (GRManía); los fondos que se dedicaran a sufragar los gastos para regalos, viajes, fiestas y comilonas; los impuestos a devengar, el IRPF (¡Hacienda somos todos, jajajaja!), las plusvalías y demás farragosos términos financieros, me ofrezco voluntaria y desinteresadamente como asesor y auditor de cuentas para ayudar a mi amigo Joan Lluis a malversar los fondos GRManos concienzudamente. Así podré evitar, que él, pobre inocente, cargue con toda la culpa de la corruptela a sus nobles espaldas y si por un causal (¡Dios no lo quiera!) se descubriera el pastel, confirmar sin el menor atisvo de duda que nosotros no sabíamos nada del tema. 

¡Se fuerte Joan LLuis! ¡Resiste! 

Ya sabes amigo… ¡Cuenta conmigo para vaciar la caja! ¡Destruiremos las pruebas y lo negaremos todo, aunque canten las evidencias!

Restaurante B-CREK, Olot:

Blog de GRManía:


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GR2 - Etapa 4 (19-12-2015)
Besalú - Santa Pau.

Otro año que llega a su fin y van…¡mejor dejarlo así, que ésta es una guerra perdida!

Jornada festiva la de hoy y, como suele ser habitual cuando se trata de rellenar el buche, autocar casi al completo para cerrar el cruel año que dejamos atrás.

Hay días en lo que uno no debería levantarse de la cama y quedarse en casita para no seguir metiendo la pata y, sin duda, el de hoy es uno de ésos.

La jornada empieza con el pie izquierdo, pues a una semana griposa de tos e indisposición le sucede una noche de malestar general. Después de mi habitual desayuno, compuesto por un vaso grande de zumo, un tazón de soja con café y algún alimento sólido, decido combatir el desagradable y molesto catarro con un mucolítico previamente diluido en un vaso grande de agua, y para cerrar el círculo, añado un analgésico con otro generoso vaso del citado líquido incoloro. ¡Por hidratación no será, no!

Con el estómago más hinchado que un pobre desnutrido cargo con mi mochila y me dispongo a abandonar el calorcillo del hogar. Nada más franquear la puerta de salida me percato de que me he olvidado el discurso de fin de año. A toda prisa retomo mis pasos, entro de nuevo en casa, conecto el ordenador (¡jamás ha ido tan lento al ponerse en marcha!), localizo un archivo, que creo es el correcto, y lo envío a la impresora para que me vomite una hoja con las ideas expresadas en él. Convencido de mí acertado proceder guardo el papel en uno de los bolsillos de mi repleta mochila (¡sin revisarlo por supuesto!) y desciendo las escaleras a la carrera para no llegar tarde a la salida. ¡Pronto pagaré las consecuencias!.

Con la hora pegada al culo me presento en las inmediaciones del campo de fútbol. Para desgracia mía no hay plazas libres en el lugar habitual de aparcamiento y debo dirigirme al otro lado del estadio parar aparcar frente a la puerta principal. Cojo mi mochila y a la carrera me dirijo hacia el autocar, no vaya a ser que me dejen en tierra.  

Una espesa niebla ensombrece la madrugada de la adormilada Terrassa. La bruma, grisácea y húmeda, entela el solitario ambiente y se presenta ordeñada de la ansiada lluvia, apenas presente en los últimos meses de esta angosta, seca y desmesuradamente calurosa estación otoñal del negro 2015.

Al poco de acomodarme en mi asiento del vetusto medio de transporte me viene a la memoria una situación similar a la de hoy, de infausto recuerdo, acaecida hace un par de años. Por entonces, 14 de diciembre de 2013, día de comilona y autocar repleto, otra desmesurada ingesta de líquidos mañaneros me obligó a detener el abarrotado vehículo, en una carreta secundaria, a fin de liberar mi repleta vejiga. ¡Espero que hoy no me suceda lo mismo, y poder así librarme del escarnio y cachondeito de mis queridos y compañeros/as!

El aforo completo en el autocar, el feliz rencuentro con algunos compañeros/as ausentes por una temporada, o la proximidad de las venideras Fiestas Navideñas invitan a la conversación y un desmesurado escándalo inunda la estancia.

Mientras circulamos por la autopista, en las inmediaciones de Sant Celoni, temo que mis malos augurios se conviertan en realidad. Hace unos minutos que ha comenzado a notar que mi vejiga está rebosante y empiezo a dudar si aguantará hasta el final. Sin embargo, intento evadirme, olvidar que me estoy orinando y pensar en cosas banales que me permitan mantener mi honor a salvo. 

Nada más penetrar en la verde provincia Gironina, la situación se complica y la simple necesidad se convierte en verdadera urgencia. - ¡Me estoy meando, leche! dejo escapar para sorpresa y asombro de mis contertulianos/as. Entonces, uno de ellos, haciendo gala de su memoria de elefante, me recuerda aquellos hechos pasados y, con cierto sarcasmo, pone en duda el perfecto funcionamiento de mi próstata.

Finalmente, y a pasear de mis esfuerzos y mi supuesta hombría, me veo obligado a detener el autocar en una estación de servicio. Para mi asombro, veo que no soy el único meón/na pues varios y varias GRmanos/as descienden del autocar y disimuladamente toman el camino de los servicios. No sirve de consuelo, pero cuando menos aligera la carga. ¡Unos tienen la fama y otros cardan la lana!

Aliviados, recompuiestos y aseados volvemos al vehículo y reemprendemos la marcha en dirección al pueblo de Besalú, el cual alcanzamos hacia las nueve de la mañana.

Tras llegar a destino aparcamos a las afueras del pueblo, por la parte este del puente medieval, abandonamos el autocar, recogemos nuestros bártulos, nos los acomodamos y damos el pistoletazo de salida para iniciar la etapa Navideña rumbo a Santa Pau.

Como viene siendo habitual, en los últimos tiempos, la etapa que nos conducirá por tierras de la Garrotxa consta de dos recorridos alternativos diferenciados por el kilometraje de la misma, dependiendo del grupo en el que transitemos: A o B.

En estampida, los 49 caminantes partimos de Besalú en pelotón para acometer los primeros kilómetros de leve pero constante ascenso. Como no podía ser de otra manera, a las primeras de cambio el grupo se estira y queda desparramado por el sendero que discurre por entre el arbolado y la deshidratada vegetación.  


Zigzagueando de izquierda y derecha por una amplia pista forestal, acometemos con vigor los primeros kilómetros de liviano pero constante ascenso. En nuestro caminar, vamos dejando atrás y a los lados campos de labranza hibernados, praderas despoblabas de animales y alguna que otra masía solitaria. Avanzamos por el reseco camino forestal que discurre entre la masa foresta,l hasta alcanzar la ermita de Sant Fruitós d’Ossinyà que emrge de entgre la espesura del bosque. Allí, en la explanada que hay frente a la misma, reagrupados y en camaradería, damos buena cuenta de nuestro desayuno.

En puertas como estamos de la Navidad, a los postres, del interior de nuestras raídas mochilas emergen todo tipo de suplementos alimenticios relacionados con las fiestas de pascua: dulces varios, bizcochos, turrones, bombones, chocolate, frutos secos y demás manjares calóricos. Al parecer, todo ello sutilmente enfocado, y en su justa medida, al sano hecho de ir habituando nuestro organismo a los rigores dietéticos de los días que se avecinan. Entrenamiento obligatorio para la dura prueba que nos espera durante las pantagruélicas e incontables celebraciones familiares que están por llegar. ¡Todo sea por el bien de nuestra salud y por complacer a nuestro o insaciable y agradecido estómago!

A la fatal tos perruna que me acompaña desde hace días; a mi delicada salud física; al casi olvido del texto escrito; a mis supuestos problemas prostáticos; a mis habituales y alocados desvaríos; y mi pasmosa facilidad para meterme en líos, se añade otro suceso que viene a confirmar que hoy no es mi día.  ¡Alguien! ¡No diré el nombre para salvar su honor!, se zampa el trozo de tarta que generosamente me había obsequiado Inés, y que yo, ingenuo de mí, había dejado encima de un trozo de papel de plata a la espera de acabar con mi bocata. Bien es cierto que el incauto de uno lo había colocado junto a la comida de ella y sus pertenencias. Pero como NO soy apenas rencoroso le perdonaré la ofensa ¿Involuntaria? ¡Tal vez!, y por si acaso me mantendré ojo avizor para devolverle el golpe a la más mínima ocasión. ¡Ojo por ojo, tarta por tarta! ¡Se olvida pero no se perdona! ¿O es al revés? ¡Bah!... Sea como sea, el día de hoy es un día aciago para mí, pues demás, Cati y Castel se olvidan de un servidor la hora de repartir su té y me dejan solo los posos. Eso sí, Carlos me ofrece café (¡que no tomo!) y Antonio Gil, Vodka (¡que no debo tomar!). ¿Será éste ya el fin de mis desgracias en la jornada de hoy ? ¡NOOOOO!

Una vez concluido el desayuno recogernos los bártulos y partimos por grupos, aunque cada uno a la suya, rumbo a nuestros destinos: el Torn o Santa Pau.

Al poco de dejar atrás nuestro particular lugar de avituallamiento nos adentramos por una estrecha senda perdida en medio de la vegetación y cubierta de arbolado, y descendemos en pos de la Riera de Junyell. Justo cuando nos hallamos a punto de cruzar su estéril y reseco cauce nos topamos con un grupo de moteros que horadan la paz del bosque con los bramidos de sus horrendas motocicletas y el apestoso olor de gasolina quemada. Tras cedernos el paso nos despedimos de ellos y continuamos nuestra aventura biosquimana. ¡Precioso el recorrido de hoy!

Después de un buen trecho transitando por entre el arbolado abandonamos el bosque y salimos al camino forestal. Para sorpresa general, a los pocos metros de avanzar por el espacioso camino nos topamos con una verja que nos barra el paso. Tras escrutar las inmediaciones del lugar, localizamos las marcas que nos señalan la dirección correcta. Nos vemos entonces obligados a acometer un leve ascenso, por una trocha apenas perceptible, para rodear las propiedades del Mas Rapinya y reencontramos, nuevamente, al cabo de un centenar de metros, con la senda interrumpida.

Una vez retomado el rumbo correcto avanzamos parsimoniosos por entre a unas mustias praderas, donde pastan peludas vacas de diversas tonalidades de color marrón y dóciles caballos de variada coloración, hasta desembocar en la carretera secundaria que discurre paralela al río Ser y nos conduce al El Torn, poblado que los grupo A atravesamos y dejamos atrás sin cruzarnos con ninguno de sus escasos habitantes, y lugar donde, algo más tarde, los del grupo B pondrán final a su recorrido. ¡Suerte que en el citado asentamiento no hay ningún Bar, que sino ya me imagino a todos/as los miembros de este sabio grupo apoltronados en sus sillas y mesas degustando bebidas y tapas a gogó!  ¿Verdad José Antonio?

A la salida de El Torn nos adentramos brevemente por una estrecha senda que discurre paralela al río. Poco después, tras abandonarla para recuperar la carreta, nos topamos con un impoluto parque de gimnasia habilitado para uso y disfrute de los ancianos. Sin embargo, el emplazamiento del gimnasio al aire libre da qué pensar! Uno duda entre si la ubicación del mismo responde a una cuestión estudiada para obligar a los mayores a ejercitar las piernas antes de utilizar los aparatos gimnásticos, o por el contrario está orientada a evitar el desplazamiento de los abuelos al lugar y disuadirlos de la insana tentación de malgastar energías.

Sin quórum sobre las bondades o maldades del parque en cuestión circulamos en fila por la carreta solitaria  hasta alcanzar el caserio de Sant Vicenç del Sallent, y en paralelo a vega del río Ser vamos dejando atrás masías solitarias, perros ladradores, granjas, campos de labranza, praderas y animales pastando. 

Tras dejar atrás Sant Vicenç retomamos el camino y de improviso vislumbramos un puente que salva la cuenca del río. Al cruzarlo, desde su imponente atalaya, contemplamos maravillados la cascada de Sant Martí, que tras el salto, allá abajo, pura y cristalina, discurre cantarina por entre los ojos del puente.

Finalmente, a unos kilómetros de la meta, dejamos atrás nuestro caminar junto al río Ser y nos adentramos por la resca cuenca de la Riera de Sant Martí que nos conducirá casi hasta las puertas de Santa Pau.

Hacia las dos del mediodía día damos por concluida la etapa y, previa agrupación y recuento, nos acomodamos en el autocar para desplazarnos al Restaurante "Ca la Carmelita",en Sant Privat de’n Bas, para celebrar el ágape Navideño.

La entrada al comedor viene precedida de una larga espera en la interminable cola de los lavabos. ¡Para lavarme las manos, malpensados!

La comida, deliciosa, transcurre en bulliciosa pero franca armonía. Para variar, dejamos los platos más limpios que el jaspe, vaciamos las botellas (ya sea agua, cerveza, vino o refescos), y agotamos hasta la última gota de las copas de Cava.

Llegada la hora de los discursos, Evaristo, nos eriza la piel con sus reflexiones sobre el pasado, el presente, las circunstancias del momento y el añorado Fidel. Pedro, nos emociona con sus inigualables rimas sobre los aconteceres de la vida. Y un servidor… ¡Que guapo estoy con la boca cerrada! se vuelva a meter en un charco. A medida que voy leyendo el discurso me voy percatando de mi error de principiante. Con incredulidad, compruebo que por error he enviado a la impresora el borrador del discurso y no el texto final. Entonces, en mi afán por recuperar lo que en realidad debería decir el escrito, doy rienda suelta a mi imaginación y sin remedio me voy alejando de la realidad y enfangando en el lodo. El resultado final, mejor dejarlo en el baúl de los olvidos, pues es ya de sobra conocido por todos/as. ¿Verdad, Ana, Cati, Fáttima, Fina, Inés, María, Maribel y demás féminas?

¡Si llego a adivinar que me ibais a despellejar de tal manera me quedo calladito!

Para finalizar el concurrido evento, y como manda la tradición, improvisamos un concierto de Villancicos donde destacan por su implicación algunos veteranos GRamnos. Al compás de la guitarra de Pedro, la zambomba de Paco Ortega, el cancionero de Cati y la aportación anual de Anna, vamos destrozando canciones con nuestra inusual maestría. ¡El vino lo enmascara todo!

¡Felices Fiestas y Próspero 2016!

Restaurant Allotjaments Carmelita
Crta. General Estartús, 38
17178 Sant Privat d’en Bas
La Garrotxa (Girona)
Tel. 972 693256
e-mail. info@calacarmelita.com



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Etapa 3 (24-11-2015)
Lladó - Besalú. 


Tercera etapa de este GR3. Con el otoño en plena efervescencia nos dirigimos hacia Lladó para continuar con nuestras aventuras por tierras Gironinas.

¡Jolín que lejos estamos de casa! Nos pasamos más tiempo en el autocar que andando. Un autocar que por cierto deja algo que desear, pues a sus muchos años añade una estrechez en sus asientos que te obliga a viajar con las piernas encogidas durante todo el trayecto.

El día ha amanecido gris y las previsiones meteorológicas anuncian lluvia para el mediodía. Los más cautos de nosotros venimos bien preparados para combatir el anunciado chaparrón, pero otros y otras, menos previsores/as, (¡pobres infelices!) han olvidado por completo sus prendas protectoras.

A medida que nos acercamos a Lladó los agoreros y sus nuevas tecnologías nos informan de que el radar atmosférico localiza las tormentas justamente por los lugares que hoy vamos a recorrer. Esperemos que los augurios de los dichosos aparatejos tengan la misma fiabilidad que la de aquel antiguo hombre del tiempo televisivo (Mariano Medina) que perdió su bigote en una apuesta sobre lo que con seguridad iba a ocurrir con la climatología y jamás sucedió.

Por primera vez en mucho tiempo nuestro reportero Rafael viaja solo. La noche anterior, María, ¡Su esposa, no la Virgen! Se fue de pendoneo y al llegar a horas intempestivas se ha borrado de la etapa dejándolo totalmente desamparado. El pobre hombre, dubitativo, accede al autocar con cara descompuesta, aturdido y  demacrado. Como alma en pena, se apoltrona en su asiento trasero, silencioso y compungido. Sus colegas de atrás intentamos animarle explicándole las múltiples ventajas de viajar sin ataduras, ¡libre cual buey suelto! Mas él, roto, angustiado y cariacontecido hace caso omiso a nuestras muestras de cariño y se abandona al reparador sueño. ¡Quién lo diría! ¡Él que siempre había parecido un hombretón!

Hacia las nueve alcanzamos Lladó sin contratiempos y la localidad nos recibe con una inmensa estelada pintada en la pared de una fábrica de las afueras.

Tras acomodar convenientemente nuestras pertinencias: mochilas, prendas y vituallas; ingerir fruta fresca, algunos frutos secos, galletas, barritas  energéticas y otros complementos alimenticios, iniciamos la marcha en dirección a Besalú.

Ya sea por los negros nubarrones que cubren el firmamento, por la luz grisácea que entela el otoñal paisaje, por la humedad de la mañana que todo empapa, o simplemente porque es nuestro sino, hoy batimos el record de incompetencia y nos perdemos por entre las solitarias calles del pequeño pueblo del Alto Ampurdà. Apenas si hemos recorrido 100 metros y ya nos vemos obligados a reorientarnos para tomar el rumbo correcto. La mayoría decide dar marcha atrás, volver al punto de partida y desde allí reiniciar el recorrido. Otros, más espabilados, atajamos por una callejuela perpendicular a la nuestra y 25 metros después recuperamos la senda extraviada. ¡Para qué demonios tanto GPS si no les hacemos ni p… caso!

Tras el rodeo, que precede a la pertinente reagrupación, abandonos el poblado y realizamos la primera parte del recorrido juntos y en compacta armonía. Mientras avanzamos por un amplio camino vecinal, a las afueras del núcleo urbano, vamos dejando a nuestro lado diversas edificaciones dedicadas al engorde de ganado porcino. De las citadas naves ganaderas emana un tufillo bastante desagradable a purín que nos invita a aligerar la marcha. Un poco más adelante, tras alcanzar las primeras estribaciones del bosque adormecido, en una especie de cercado vallado con postes de madera y alambres, localizamos un dormidero al aire libre acondicionado para las vacas que pastan por el monte. De  nuevo, el sutil efluvio perfumado de las deposiciones de las reses se apodera del ambiente y nos da la bienvenida. Yo, como buen pueblerino que distingue a la perfección las diferentes gamas olfativas de los animales domésticos: vacas, caballos, cerdos, gallinas…, procedo a la comparación de ambos perfumes y gracias mi experta pituitaria llego a la conclusión de qué como el apestoso olor a cerdo de cuatro patas… ¡Ninguno!

A medida que nos adentramos en el bosque observamos que la ansiada, pero a la vez escasa, lluvia de las últimas jornadas ha humedecido los campos de labranza y los cereales recién brotados muestras el verdor de sus jóvenes tallos.

Hacia las 10:30 de la mañana, a poco de dejar atrás Sant Martí Sasserres, se alzan las voces de los primeros GRManos hambrientos y la cabecilla de la marcha debe esmerarse en localizar un sitio donde detenernos y proceder al desayuno. Mientras caminamos animadamente por la solitaria carretera GIP 5237 vamos escudriñando los  lugares cercanos a la citada vía automovilística para localizar una explanada que nos permita reagruparnos y degustar nuestros bocatas. De improviso, unas leves gotas de lluvia hacen acto de presencia ensombreciendo nuestro semblante. Algunos GRManos opinan que la mejor manera de librarnos del repentino aguacero es seguir caminando. Otros, por contra, consideran que es preferible detenerse ahora y dejar que las nubes sigan su curso, pues parecen avanzar por delante y en la misma dirección que nosotros. Finalmente decidimos acogernos a la segunda opción, nos acomodamos en un recodo de la carretera y, para dicha nuestra, esquivamos la molesta llovizna mientras reponemos fuerzas.

Acabado el tentempié reiniciamos de nuevo la marcha. Abandonamos la carretera y por una estrecha verada nos acomodamos en el seno de nuestros respectivos grupos. El grupo A con destino a la ya cercana Beuda, y el grupo B con el objetivo de alcanzar el punto final del trayecto, Besalú. Poco a poco los negros nubarrones van siendo sustituidos por un inmaculado cielo azul y un sol radiante se apodera de las alturas y nos acompaña durante un buen trecho.

Poco antes de alcanzar Beuda debemos desviarnos a la izquierda de la carreta y  adentrarnos por una senda medio camuflada, sin embargo, la cabecera del grupo A pasa de largo, se salta el desvío y todos les seguimos como aborregados corderod hasta que alguien da la voz de alarma, entonces, al percatarnos de nuestro error, debemos desandar nuestros pasos para recuperar el rumbo perdido.  

Rafael, que sigue cabizbajo y contrito, viaja al final del pelotón fotografiando el idílico paisaje. Viendo su melancólico estado y sus absoluto ensimismamiento, el noble Ginés ralentiza su marcha y con disimulo espera la llegada del ausente, a fin de acompañarlo en su mustio transitar hasta el final de la etapa. Sin embargo, al concentrar todos sus esfuerzos en aliviar las penas del pesaroso, el benefactor acompañante no repara en el cruce del camino por el cual deben desviarse y de no ser por la generosidad y la pericia de Pitu y de un servidor, la pareja de andarines se hubiera equivocado de ruta. Son necesarios, por tanto, cuatro gritos desgarradores para hacerlos partícipes de su error y que entren en vereda.

De nuevo en la carretera, bajo un cielo completamente despejado, nos dirigimos a Beuda, mientras a nuestra derecha, en las alturas de la sierra, allá en la lejanía,  observamos el Santuario de la Mare de Déu del Mont. Desde nuestra perspectiva, el paradisíaco emplazamiento del lugar parece idílico e invita a la reflexión, sin embargo nosotros hoy, sempiternos e incorregibles pecadores, no estamos para superfluas meditaciones y sin dudarlo un solo instante declinamos acometer la exigente subida. ¡Ya limpiaremos nuestras impenitentes almas otro día!   

Hacia las 13:30 del mediodía, y mientras nos aproximamos al final de la etapa por entre la espesura del bosque, el cielo se vuelve a encapotar. Comienzan entonces a caer finas gotas de agua que nos obligan enfundarnos nuestros ponchos, los chubasqueros y otras prendas específicas que nos protegen del agua.

Tras una media hora de remojón remite el temporal y avistamos Besalú. Aunque en línea recta nos hallamos a escasos cien metros del poblado, para acceder al mismo necesitamos salvar el escollo de la carreta y nos vemos obligados a dar un leve rodeo, caminar por debajo de un majestuoso puente de hormigón y enfilar  por una estrecha senda que tras cruzar el seco cauce de un pequeño arroyo nos sitúa ante las primeras casas de la afamada y medieval Besalú.

Recorremos las antiguas calles del centro, totalmente engalanadas de esteladas, y nos dirigimos hacia el monumental puente de los judíos que salva el río Fluvía.

La majestuosidad del citado puente nos permite rememorar la historia de tiempos pasados cuando dicha edificación sirvió como barrera inquebrantable para el enclaustramiento de los judíos de la época, a modo de campo de concentración, dentro del casco urbano, aislándolos del exterior, impidiendo el abastecimiento de los allí confinados y condenándolos a la muerte.

Alrededor de las 14 horas todos hemos alcanzado los objetivos y acomodados en un Bar próximo al puente, que han localizado nuestros eficientes compañeros/as  del grupo B, nos disponemos a dar buena cuenta de la comida.

Como es habitual e incuestionable (¡sino no seríamos GRManía!) corre la rubia y espumosa cerveza, por entre los sudorosos caminantes, como si de agua bendita se tratara. Y fieles a nuestra idiosincrasia, devoramos los alimentos caseros con fruición, entre gritos alocados, sonrisas desencajadas y escandalosa algarabía.

Cuando se acerca la hora de los postres, Chary y el que escribe deleitamos a los golosos y tragones caminantes de GRManía con un nutrido surtido de bombones, en agradecimiento por las ¿sinceres? felicitaciones de éstos hace unas fechas, con motivo de la reciente celebración de nuestro aniversario de nacimiento.

Acabado el opíparo y ruidoso ágape, los recaudadores de impuestos montamos nuestro particular Mercadillo Persa. Pepe Hervás y Ginés proceden al cobro de la habitual cuota para sufragar los gastos de desplazamiento y consumiciones varias. Un servidor se dedica a asaltar el bolsillo de los agarrados compañeros/as que pretender ser agraciados con la soñada panera de la lumineta sin soltar un mísero Euro. Paco Ortega, a su vez, se parapeta en un rincón del establecimiento público, alejado del mundanal tropel, cargado con incontables participaciones de engañosa lotería de Navidad. Y digo engañosa, pues…¡A mí jamás no me toca!

Cosa poco habitual, entre los presentes hoy se nota un cierto nerviosismo y varios son los que hacen hincapié en poner de inmediato rumbo al hogar. Al parecer a media tarde se celebra un partido de futbol entre los máximos rivales y muchos son los que no quieren perderse el señalado evento deportivo. Hubo un tiempo en que el fútbol me interesaba bastante más, pero ahora, ¡desconozco el motivo! ¿O no? jeje, no siento la misma pasión por ver a 22 tipos en pantalón corto corriendo tras una pelota. ¡Aunque, tal vez si ganaran los míos volvería el interés! Jajaja.


PD.  En cuanto a lo de Rafael, parece ser que nuestrra compañía, el precioso paisaje, la comilona, la cerveza, los bombones y nuestros cuantiosos mimos le hicieron olvidar sus penas y regresó a casa fresco como una lechuga y lozano como un churumbel.
  


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GR2 - Etapa 2 (24-10-2015)
Boadella d’Empordà - Lladó.

Segunda etapa de este GR2. Primera sin nuestro amigo Fidel.

La de hoy es una jornada de contrastes. Por una parte, la mayoría de nosotros necesitamos reencontrarnos con nuestros compañeros para compartir el amargo duelo, mientras que por otra, nadie desea que llegue el fatídico momento, pues uno de los nuestros ya no volverá a ser de la partida. Y aunque nuestra frágil memoria jamás olvidará su recuerdo, él, físicamente ya no caminará más junto a nosotros.

Entre la oscuridad y el silencio, la parada de la Avenida Abad Marcet se va poblando de GRManos con el alma encogida. Allí, con serenidad y una entereza digna de encomio, nuestro amigo Paco aguanta el chaparrón de las condolencias y casi es él quien debe darnos ánimos a los demás. ¡Admiro tu ejemplo y tu increíble valentía, amigo Paco!

Concluidos los saludos y las sentidas muestras de dolor, resignados a las irreparables circunstancias, con el alma encogida, tristes y apenados por lo irreparable, nos embarcamos en el autocar y ocupamos nuestros habituales asientos.  

Después de más de un año de separación hoy hemos recuperado de nuevo a nuestro querido conductor, Francisco, y eso supone un momento de alegría para muchos de nosotros.

De camino a la segunda parada voy pensando si aquello no será sino una pesadilla y en breve todo volverá a la normalidad. Mas al llegar a la Bóbila, y cuando el pasaje concluye el embarque, mi supuesto sueño de desvanece y me topo con la perversa y cruda realidad. Estamos casi todos. La mayoría de los asientos han sido ocupados por sus inquilinos. Sin embargo, una plaza, permanece vacía. ¡No estás tú, compañero! Y aunque tu sonrisa, tu humor, tu alma y tu esencia, viajan con todos nosotros, nos falta tu cuerpo amigo Fidel.

Entre los afligidos caminantes, además de Paco, hoy contamos con la inigualable compañía de los hijos del finado: Laura y Daniel, y dos de los amigos de éstos.

¡Me conmueve vuestra integridad, Paco, Laura y Daniel, por no dilatar más el duro encuentro y por enfrentaros al angustioso mal trago a la primera! Me rindo a vuestra gallardía por demostrarnos a los demás que la vida sigue y que hay mirar para adelante, aunque el corazón a veces nos pida abandonarlo todo y tirar la toalla. ¡Yo en vuestro caso no sé si habría podido!

A medida que avanzamos por la autopista, la mañana se despereza y el día abandona su oscuro lecho para regresar a la luz. Al alcanzar la comarca del Gironès, la niebla comienza a tamizar el paisaje con su manto gris. ¡Tal vez solo venga a recordarnos que hoy es un día triste y que ni el sol se atreve con las tinieblas!

Próximos a nuestro destino, Francisco, el chófer retornado, abandona la autopista y se adentra por carreteras secundarias. Guiado por el GPS y con la intención de alcanzar Boadella cuanto antes, escoge aquella ruta alternativa. Sin embargo, la tecnología nos juega una mala pasada y casi nos quedamos encallados en un estrecho puente del angosto río Muga. Finalmente, la pericia y el buen hacer del experto piloto nos saca del imprevisto apuro.

Finalizado el trayecto en el autocar, en la explanada de Boadella, recordamos levemente al ausente y acordamos transitar en pelotón para homenajear a nuestro amigo y plantar unos tulipanes, adquiridos por Cesca, en memoria de Fidel, el esposo, padre, hermano y amigo.

La etapa discurre sin contratiempos de relevancia pero cargada de tristeza y conforme avanza la misma vamos sembrando los diversos bulbos a la vera del camino. Cada nueva plantación se convierte en un emotivo instante de recogimiento y dolor para todos nosotros. Los que son capaces de aguantar el tipo dedican unas sentidas palabras en honor a nuestro amigo. Otros, simplemente callamos, tragamos saliva, hacemos de tripas corazón y procuramos no derrumbarnos. En una de esas paradas, Pedro nos emociona con sus emotivos versos en memoria del finado. Al tiempo, nuestros dos inigualables reporteros fotográficos, Rafael y Antonio, van inmortalizando momentos y lugares para ubicarlos correctamente en el mapa.

A mitad de la jornada, la herramienta con la cual hemos ido cavando los hoyos para la plantación de los bulbos sufre los envites de los rudos sembradores y su mango se parte en dos, junto a la base. Suerte que algún avispado agricultor realiza una reparación de urgencia y el imprescindible utensilio aguanta hasta el final de la jornada.

A la hora del desayuno abandonamos momentáneamente nuestra ruta y nos desviamos en dirección al Santuari de la Mare de Déu de la Salut de Terrades. Allí, acomodados en las mesas del paradisíaco merendero al aire libre, reponemos fuerzas dando buena cuenta de los víveres y las bebidas transportadas desde casa en nuestras respectivas mochilas.
Conforme avanza la mañana el sol hace acto de presencia y con sus tibios rayos otoñales acompaña el deambular de los silenciosos caminantes. Las conversaciones de hoy no invitan a las banalidades y los rostros de los andantes se muestran contraídos.

El paisaje, antaño exuberante, refleja la sequía de la estación y los regueros, sedientos  y yermos, añoran el agua que rellene sus lechos y devuelva la vida a la naturaleza.

A ambos lados del camino, en el maltrecho bosque, destacan entre la sequía y los efectos del incendio, cuantiosos madroños cargados de anaranjadas bolitas comestibles (cireres de pastor). Uno, que es un insaciable glotón pueblerino, se desavía de la ruta y hace buen acopio de los maduros frutos silvestres para ingerirlos con deleite.

Al mediodía alcanzamos la meta, Lladó, y en una de las solitarias calles exteriores del pueblo enterramos los últimos Tulipanes que Cesca nos proporcionó. ¡Esperemos que los bulbos plantados enraícen bien para memoria y recuerdo de nuestro querido amigo!

Una vez reagrupados todos los caminantes, nos dirigimos al Bar de la Piscina de Lladó y, en su terraza exterior, nos acomodamos en las mesas y sillas para descansar, reponer líquidos y degustar la comida del mediodía mientras intercambiamos opiniones.

Los últimos en llegar, como es lógico y normal, no tenemos ninguna posibilidad de elegir sitio y debemos acomodarnos en los lugares más alejados de la barra. Coincidimos por aquella zona, las mozas de oro (Ana, Angelines, Carmen, Àngels, Núri i Paquita) y el escribano de pacotilla (un servidor). Daba nuestra ubicación y  lejanía de la barra del Bar, casi nos vemos en la necesidad de echar una instancia para que nos sirvan las ansiadas bebidas. Sin embargo, el alcohol (vino y cerveza) no tarda demasiado en hacer mella en nuestro organismo y la conversación se vuelve de lo más culta, profunda y sumamente interesante.

Primero se desata un sesudo debate sobre si la gaseosa contiene o no calorías. Pese a la reticencia de alguna de las tertulianas, y tras arduas deliberaciones, coincidimos en que la burbujeante bebida carbónica potencia las fétidas flatulencias intestinales, pero de calorías contiene más bien pocas, por no decir ninguna.

A medida que vamos consumiendo nuestra particular pitanza devoramos, también, todo tipo de suplementos alimenticios (frutos secos, patatas fritas, aceitunas y todo tipo de extras) que complementan nuestra generosa dieta calórica, al tiempo que vamos tratando diversos temas de actualidad y conversamos sobre asuntos de gran interés.

Ana, que al parecer tenía más hambre que el resto de las apoltronadas en aquella zona, al terminar de ingerir su plato principal, extrae un apetitoso plátano de su mochila. Lo coloca ante sus ojos, con la punta hacia abajo, y se dispone a pelarlo con sumo cuidado, para proceder a su ingesta. Generosa ella, nos invita a los allegados a compartir la citada fruta amarilla, pero una de las osadas mozas allí presentes (obviaré el nombre por respeto) le sugiera a Ana que coloque el plátano en una posición más firme y altiva, pues desde aquella cabizbaja y mustia visión resulta poco atractivo y no apetece demasiado ser compartido. Entonces Ana, contesta a su interlocutora que ella coloca y pela la fruta alargada como le viene en ganas, y que si fuera otra clase de plátano no lo compartiría con nadie y se lo comería ella solita.

Ante respuesta tan contundente se produce un repentino cambio de tercio y, sin saber cómo ni porqué, sustituimos el plátano por el rabo de toro. Paquita, Nuria y Àngels declaran no haber consumido jamás ese alimento y muestran reticencias sobre la calidad del mismo. Carmen y yo afirmamos, con conocimiento de causa pues ambos hemos degustado el plato de rabo de toro (entiéndase por rabo el apéndice con el cual el bovino espanta las moscas), que resulta un guiso exquisito. Paquita, tozuda ella, ahonda en el tema y muestra sus dudas sobre nuestra capacidad para discernir si se trata de rabo de toro o de vaca. Entonces, los interpelados, a pesar de ser unos verdaderos expertos en la materia admitimos que nuestra sabiduría no llega a tal extremo y simplemente confiamos en el oficio y la profesionalidad de los restauradores. ¡Qué más da si el rabo es de toro o vaca! Finalmente, viendo cómo está el patio y al percatarme de que el desvarío de mis alocadas compañeras amenaza con derivar la conversación hacia el mundo de las corridas, doy por zanjado el tema con la siguiente afirmación: Yo soy de la opinión que donde esté una buena corrida, se quiten el fútbol …. ¡y los toros!

Enfrascados en temas de tamaña profundidad la conversación deriva hacia el mundo de los cosméticos. Sale entonces a coalición la compra masiva de cremas embellecedoras de las últimas semanas en el LiDL Angelines no comparte las bondades de los ungüentos del citado centro comercial y afirma que a ella no le convencen demasiado. Según su opinión, prefiere adquirirlas en los centros especializados, perfumerías o farmacias, aunque sean bastante más caras. Otras sin embargo afirman estar muy satisfechas con la eficacia y el resultado de las citadas cremas, más aun teniendo en cuenta la relación calidad-precio. Yo, que soy un neófito en el tema, que tengo el rostro más duro que una piedra, y que no suelo utilizar tales potingues, callo, escucho y me mantengo a la expectativa para no volver a meter la gamba.

Una vez consumida nuestra generosa manduca, procedemos a dar buena cuenta de los ansiados postres Aparecen de inmediato y por doquier, apetitosas frutas, crujientes galletas, delicioso chocolate y otros dulces manjares. Llega, entonces, el momento de hacer caso, por fin, a los invisibles compañeros que hoy he tenido a mi izquierda: Carlos, Fina, Antonio y Maribel. Éstos, debido a la profundidad e intelectualidad de la amena conversación mantenida durante el ágape con mis compañeras del Café Gijón, apenas si han merecido mi atención. Sin embargo…¡Cómo voy a despreciar su generosa oferta de dulces y chocolate negro?

Finalizada la comilona Cati se incorpora de su asiento, se dirige al grupo, y en nombre de la familia de GRManía ofrece un brindis en memoria de nuestro añorado Fidel. ¡Va por ti amigo!

De regreso, acomodados en el autocar, me tomo la libertad de asaltar los bolsillos de mis comprensivos compañeros/as de fatigas y les invito a reservar un par de números, por cabeza, para la Lumineta de Navidad, con los cuales contribuiremos a reponer los raquíticos fondos de GRManía y podremos sufragar los habituales gastos generados por la comida de fin de año en la etapa de diciembre de 2015.



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GR2 - Etapa 1 (26-09-2015)
La Jonquera – Boadella d’Empordà.

 ¡HASTA SIEMPRE FIDEL!

Con la pena embargando mis sentidos, emanando tristeza por todos los poros de la piel, mustio y desangelado como una flor abandonada a los rigores del tórrido desierto, y con el alma encogida por la tristeza de la irreparable pérdida de uno de los nuestros: un amigo, un compañero… un hermano; intento concentrarme, aclarar mis ideas y  plasmar algo de lo acaecido en la primera etapa de este funesto GR2. 

Me debato entre la duda de consagrarme única y exclusivamente al recuerdo de quien nos ha dejado para siempre, el compañero Fidel, o hacer una breve síntesis de lo acontecido antes de la desgracia. Finalmente acuerdo con mi otro yo dedicarle un espacio a cada tema, aunque solamente uno sea el verdadero ¡Tu ausencia, Fidel!

Casi hemos olvidado por completo la última caminata realizada a primeros de mayo del 2015, pues la que debíamos acometer con posterioridad, aquel lejano 13 de Junio (cierre de la temporada 14-15) se fue al limbo por culpa de las adversas condiciones climatológicas. Aunque, para no perder la costumbre, sustituimos aquella remojada e inconclusa travesía por una singular visita turística a las ruinas de Corbera d’Ebre, para  después ¿cómo no? reponer fuerzas y hacer "piña" en un Restaurante de Mora d’Ebre. 

Tras 20 semanas de holgazaneo estival, nos reencontramos de nuevo, alegres y jubilosos, para reanudar nuestra aventura por las sendas. Con las nacientes luces de la mañana, del primer sábado otoñal, intercambiamos saludos, abrazos, sonrisas y buenos deseos de cara a la temporada que estábamos a punto de inaugurar. ¡Desventurados de nosotros!

La algarabía del reencuentro, con las amistades cultivadas a lo largo de tantos años y tantos caminos, nos alegró el cuerpo y llenó el distendido ambiente de camaradería y felicidad. Pobres infortunados de nosotros, desconocíamos que ésta será la etapa más triste de nuestro longevo caminar en el largo devenir de GRmanía. Una etapa que quedaría grabada sangre y fuego, que marcaría un antes y un después, que desmembraría el grupo, que nos pondría ante el trago más amargo de la vida y que trastocaría nuestra frágil existencia para el resto de los días. ¡Te echaremos tanto de menos, compañero Fidel!

Era sábado, 26 de Septiembre de 2015, y viajábamos rumbo al norte, al pirineo, frente a las puertas de la frontera francesa, para iniciar el GR2 que nos conducirá, en descenso por tierras del interior de Catalunya, desde La Jonquera hasta Sant Llorenç Savall. 

En el autocar, como suele ser habitual, los folloneros de la parte trasera intercambiábamos opiniones sobre diversos temas de actualidad y, en día tan señalado, ninguno de más rabiosa actualidad que las elecciones al Parlament de Catalunya. Bien es cierto que nuestros pensamientos, subjetivos, hacían que discrepáramos, que no coincidiéramos en algunos puntos de vista, y también, en ocasiones, que nos acaloráramos de más de la cuenta en la defensa de nuestros postulados, pero como en el fondo solo defendíamos opiniones personales, acabó triunfando la cordura y el agua terminó llegando mansa al río. ¡Allí estabas tú, Fidel, con tu particular forma de ver la vida, tu facilidad para entablar conversación, tu eterna y generosa sonrisa, tu humor ingenioso y pegadizo, tu optimismo desbordante, y tu convicción y esperanza ante el futuro que nos quedaba por recorrer!

De ti, Fidel, envidiaba, además, el absoluto convencimiento con que nos hacías partícipe de tus ideas, tu ironía sobre algunas cuestiones de la vida cotidiana, esa fe ciega en las personas de bien, pero por encima de todo, tu desmesurado y sincero optimismo sobre el cambio que nos esperaba. Desgraciadamente, el cruel y fatídico destino no quiso darte la oportunidad de poder vivir tu anhelado sueño. ¡Cuánto lo lamento, querido amigo! Lo importante eras tú y no las circunstancias. Con tu marcha, Fidel, nos hemos quedado huérfanos de tu amistad, tu talante y tu desbordante alegría. La sinrazón nos ha robado tu aticismo, tu espontaneidad y tus maduradas reflexiones.

La jornada comenzó, como suele ser habitual en nosotros, con una pérdida nada más iniciar la etapa, a la salida de la Jonquera. ¿Qué sería de GRmanía sin las pérdidas? Sin embargo, estas pérdidas tan habituales no eran nada, simplemente ligeros extravíos. Nada comparable a la inesperada, ilógica y aterradora PÉRDIDA que se ocultaba tras la negra noche. La verdadera y dolorosa pérdida; el camino que jamás recuperaremos; la senda que nunca quisimos abandonar; la de tu fiel compañía, esa era la pérdida que no imaginábamos, Fidel! Con todo el dolor de nuestro corazón, amigo, el destino destrozó para siempre el camino que pretendíamos recorrer junto a ti. ¡En adelante, ya nada será igual! ¡Nos faltarás TÚ!

Al ser una etapa corta, de buena mañana alcanzamos l’Estrada, lugar escogido para el desayuno. Como si la vida nos hubiera reservado un momento para tu despedida, todos juntos (cosa no siempre habitual) degustamos manjares, compartimos noticias, trasmitimos alegría, regalamos sonrisas y nos gastamos bromas entre apetitosos dulces y generosos tragos de vino. 

Plasmadas quedaron las duras las imágenes de la histórica y desgarradora jornada que perdurarán en nuestras retinas para la eternidad. Angustia, pena y dolor que torturará para siempre nuestro recuerdo.
Una, la del grupo de Grmanía en la plaza del pueblo, delante del portón de la iglesia de Santa. María. Todos juntos, unidos, compactos, apiñados, felices y risueños por el anhelado reencuentro con los viejos amigos de aventuras, tras las vacaciones veraniegas.
Otra, fatal e inesperada ¿quizás premonitoria? o simplemente tortuosa y cruel, en la que cual aparecéis juntos los dos hermanos (vista a posteriori se me encoge el alma). A tales instantáneas tendremos que aferrarnos en el futuro próximo para retenerte y poder recordar tu jovial imagen, pues, desgraciadamente, el tiempo entela el rostro de aquellos que quisimos y nos costará horrores visionar nítidamente las caras de los que nos dejaron. (Más de una vez, pobre de mí, he intentado recordar mentalmente las facciones de aquellos seres queridos que se fueron de mi lado: mis padres, mis familiares o mis amigos, y casi siempre me ha invadido la tristeza al percatarme de la dificultad que dicho acto conlleva. He debido entonces agarrarme a las instantáneas que guardo de ellos para poder devolverlos momentáneamente junto a mí. ¡Esos retratos nos ayudarán, en adelante, a devolverte junto a nosotros cuando nuestra frágil memoria pretenda sumergirte, desgraciadamente, en la penumbra y el olvido!
Al visionar con mis anegados ojos esa imagen fraternal entre dos hermanos, que posiblemente la coincidencia, simplemente el destino, o únicamente la suerte, puso ante los ojos de Rafael, para que él la inmortalizara con su cámara, se me encoge el alma. Esa clara expresión, alegre y generosa que transmite Fidel; ese sentido y fraternal abrazo, verdadero, de hermano a hermano, que el finado le regala a su hermano mayor; esa gratitud y admiración que delata la limpia mirada del ausente; esa sensación de unión hasta la eternidad entre ambos; ese te ¡quiero hermano! sin duda reflejado en la expresión corporal del que se fue, me dejan descompuesto. Tengo la amarga sensación de que Fidel quiso inmortalizar el momento, que se aferró a lo vivido para demostrarle a Francisco, que siempre estaría a su lado, fuera cual fuese el lugar por donde transitaran.

Según fue avanzando la mañana el grupo de senderistas se fue estirando por las sendas de la angosta campiña. Caminábamos en solitario, por parejas, o en pequeños grupos, por lo que antaño fue un frondoso bosque (hoy calcinado por el fuego) junto a los restos de la ennegrecida arboleda chamuscada por el incendio. Un suelo maltratado por la sequía, sediento de agua, reseco, abrasado, árido y polvoriento acogía nuestros cansinos pasos. En contraste con la desolación, jóvenes árboles retoñaban otra vez y recuperaban de nuevo el albor. Matorrales, arbustos y plantas regresaban otra vez de las tinieblas. Ante nuestros ojos discurrían las contradicciones de la existencia cotidiana (vida y muerte de la mano). ¡Qué no daríamos porque tú, amigo Fidel, también fueras una de esas plantas que renacen  a la luz y que pudieras regresar de nuevo junto a todos nosotros! 

A las puertas de Boadella sufrimos un nuevo extravío. Un cruce en la carretera nos ofreció dos alternativas, y como suele ser habitual fuimos incapaces de tomar todos el mismo sendero. Unos decidieron adentrase por el camino interior que confluía con el río Muga y se presentaron en Boadella haciendo su entrada por el lado Oeste. Otros, más tozudos, pusimos rumbo al poblado por la carretera secundaria y nos vimos obligados a dar un buen rodeo, antes de alcanzar el puente que salvaba el río Muga, y alcanzamos el pueblo por su lado este. Junto a la arboleda que discurría paralela al silencioso afluente, una bandada de perdigones huyó en estampida al percatarse de nuestra ruidosa presencia.  En las márgenes del río, bien regadas, reverdecían las plantas y crecían los árboles. Y por el manso y cristalino lecho se desplazan apaciblemente pequeños pececitos. ¡Así es la vida! ¡Cúmulo de contrastes! 

Una vez agrupados todos, localizamos un lugar paradisíaco donde comer. Un solitario Bar situado en uno de los extremos de una hermosa pradera, emplazada junto al cauce  del río Muga, nos acogió en su tranquilizador seno. Los árboles nos dieron cobijo con su alargada sombra otoñal. El silencio y la paz nos acompañaron mientras comíamos y charlamos. 

El idílico paraje nos permitió una deliciosa confraternización, aderezada con profundas y amenas conversaciones sobre la actualidad, las pasadas vacaciones de verano, los proyectos de futuro, y otras muchas particularidades. 

Finalizada la reparadora y plácida comida, recogimos los bártulos y pusimos rumbo al autocar para desandar el camino hacia nuestro lugar de procedencia ¡Regresábamos al hogar! Felices por la feliz experiencia compartida, nos acomodamos en el autocar, nos relajamos y echamos una cabezadita que enmascaba nuestra imparable decadencia.

Al llegar a Terrassa, junto a la Bóbila Almirall, los que allí descendieron se despidieron de los que debáimos continuar nuestro trayecto hasta el final.

 ¡Adiós Chavales! - Nos despidió Fidel con su habitual sonrisa. 

¿Quién iba a imaginar que éste sería tu último adiós? 

Tu injustificable ausencia, Fidel, compañero, amigo, hermano, nos ha pillado a todos a contrapié y nos ha dejado fríos e indefensos ¡El llanto de Grmanía se ha extendido cruel e inmisericorde entre nosotros! ¡No quiero imaginar cómo estarán tus seres queridos, aquellos que vivieron la vida junto a ti!

¡Sin ti nada será igual! ¡Te echaremos tanto de menos, caminante!

¡HASTA SIEMPRE FIDEL!



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