¡Año Nuevo… vida nueva¡ ¡O eso dice refrán!
Si hacemos caso a los voceros de turno, parece ser que el
2014 será el año de despedida de la crisis. ¡Ja...ja...ja! ¡No se lo creen ni
ellos! ¡Recortes y más recortes! ¡Los ricos cada vez más ricos! ¡Los pobres
cada vez más pobres!... ¡La clase media al limbo! Para mí, nunca fue una crisis
sino una estafa en toda regla, y como de la estafa ya no nos libra nadie, de la
crisis nadie nos sacará.
Simple y llanamente… ¡Nos han desplumado para enriquecerse ellos!
Simple y llanamente… ¡Nos han desplumado para enriquecerse ellos!
Quizás, para encarar el futuro con optimismo, GRmanía sea
una de esas ventanas al aire que nos quedan: amistad, diversión, risas,
naturaleza, aire libre, deporte, esfuerzo, perdida, encuentros y por supuesto… “Comilonas”… de vez en cuando. ¿Quién no quiere pertenecer a este fantástico grupo
que nos regala tan halagüeñas perspectivas?
Parece que fue ayer cuando nos despedíamos en la Coma (a
grito pelado, con el buche lleno y la esperanza de ser agraciados con un
pellizco en la lotería o al menos la magnífica panera), pero hace ya “un
año” que no nos vemos. ¡Cuán lejos queda 2013!
El ansiado reencuentro sirve para compartir nuestros mejores
dedeos de prosperidad de cara al recién estrenado 2014. ¡Por deseos que no
quede…! ¡Otra cosa será la realidad del
devenir de los días!
Las bajas de última hora hacen que la concurrencia de hoy
sea menos numerosa que de costumbre, aunque no por ello menos ruidosa. La sola
presencia de los folloneros de siempre minimiza las ausencias y agita el
gallinero.
Después del atracón Navideño, el empacho turronero y la
saturación alcohólica ¿Qué mejor medicina que una buena caminata para
desengrasar el cuerpo, liberar toxinas y alegrar el alma? Sin embargo, cosa
rara, algunos/as deciden quemar la
mínima energía posible y aplicar los
consabidos recortes a la etapa. ¿Quiere eso decir que han hecho menos
excesos festivos que los demás? Me temo que NO, sino que se dejan
seducir por la verborrea y los buenos
propósitos de Cisco y José Antonio. Y la
verdad es que viendo la pachorra con que
nos recibirán, al final de la etapa, la cara de felicidad que muestran, y el “botellerío”
que les rodea en las mesas , uno duda si
no sería mejor tirar la toalla, admitir el error, y unirse definitivamente a ellos/as.
La niebla que nos acompañó de madrugada, y durante el
trayecto hasta los albores de la Coma,
se va disipando poco a poco y la mañana invita a caminar. Recién
iniciada la etapa, el veterano Grmano J. Valls, se descuelga del grupo y P.
Hervás se "ofrece" “voluntario” a esperarle, ralentizar sus pasos y hacerle compañía. Contrariamente a lo esperado, la pareja de
rezagados no solo nos se esmera en alcanzar al grupo, del cual se desgajaron,
sino que se enfrasca en una profunda y absorbente conversación que les lleva al
despiste, viéndose obligados a realizar un rodeo, por la carreta, para llegar a
Sant Llorenç de Morunys, primera parada del trayecto.
Los jefes de la avanzadilla, conocedores del lugar, localizan
una plaza bien provista de bancos donde nos aposentamos a desayunar. A medida
que van desapareciendo los bocatas van apareciendo excedentes de los típicos dulces
Navideños: turrón, bombones, chocolate... ¡Qué mejor
momento que éste para acabar con ellos y así evitar la tentación de tenerlos al
alcance en nuestras casas! En ello
estamos cuando alguien ¡pobre inconsciente! deja escapar de su boca, la
posibilidad de hacer una excursión al Bar para tomar algo calentito. Poco a poco se va produciendo una desbandada general y el desayuno se alarga
más de lo previsto, pues a la toma del café o las infusiones se añade, el calorcillo del establecimiento,
la plática, el cotilleo, el paso por los lavabos o las compras varias.
Para sorpresa general, después de los postes, aparece el consabido termo de té. ¡Pero no el de Cati, no!... ante su ausencia, el portador de la citada infusión es.... ¡su amigo José! Bien sabe Dios que, el individuo, buena atención debió prestar a las explicaciones, pues en nada desmerece al de su maestra.
Para sorpresa general, después de los postes, aparece el consabido termo de té. ¡Pero no el de Cati, no!... ante su ausencia, el portador de la citada infusión es.... ¡su amigo José! Bien sabe Dios que, el individuo, buena atención debió prestar a las explicaciones, pues en nada desmerece al de su maestra.
Terminado el repostaje reemprendemos la marcha en compacta
armonía. Después de las sufridas jornadas Pirenaicas, en las cuales las subidas
agotaban y dejaban sin aliento al personal, la de hoy es una etapa liviana y
fácil de transitar que apenas hace mella entre los presentes. ¡Pocos gramos vamos a perder con tan poca
exigencia! El tramo más duro de la etapa se limita a la ascensión que hay a la
salida de Sant llorenç de Morunys y que acometernos, como es costumbre, con la digestión
en pleno apogéo.
En el ascenso, a nuestra derecha se divisa la Sierra de “El
Port del Compte” . Contemplada desde la
lejanía, uno duda que, en su estado
actual, muchos sean los esquiadores que
se deslicen por sus pistas, pues la escasez de nieve es evidente.
El paisaje que circunda la cima se asemeja, en cierta
manera, al que podríamos encontrar en los múltiples rincones de la Sierra de Sant Llorenç de Munt: barrancos, cortados, pedregales,
arbustos, matorrales, la fragancia del tomillo y el romero, otras variedades de plantas silvestres,
arbolado de encina, roble y alguna que otra conífera.
Mientras avanzamos por los caminos del lugar, algún agorero
comenta que hasta aquí también parecen haber
llegado los recortes: ausencia de nieve, escasez de agua, presencia
testimonial del hielo, temperaturas altas para la época. La verdad es que para
lo avanzado de la estación en que nos encontramos, la climatología y el estado general
de campos y montañas parece más bien propio de otra estación y no precisamente
el invierno.
Al compás de los pasos dejo volar mi mente y a ella regresa
la estampa de una infancia gozosa vivida en un pueblo de montaña. Recuerdo como
si fuera ayer, con precisión y multitud de detalles, aquella época pasada en la cual, el blanco de
la nieve, cubría el paisaje con su inmaculado
manto blanco. Cómo los adultos se veían
obligados a hacer veredas en las callas del poblado para que las gentes del
lugar pudiéramos transitar por ellas! ¡Cómo
las heladas convertían los charcos, las embarradas callejuelas y los húmedos lugares
de paso en pistas de patinaje! E incluso…
¡cómo los arroyos se podían transitar, sin miedo a ser engullidos en su cauce,
ante el grosor de la capa de hielo que cubría la parte superior de sus cauces!
Los jóvenes dirán que esto, no son sino, batallitas de abueletes, o los más
finolis lo achacarán a que casi todo se está volviendo light y no solo la
Coca-Cola.
A punto de alcanzar la cima, en lontananza, distinguimos el
movimiento de los compañeros/as del grupo delantero. Gesticulamos, hacemos
aspavientos, gritamos y vociferamos como posesos endiablados para ver si
conseguimos captar su atención, pero la distancia que nos separa de ellos es
tal que nuestro esfuerzo cae en saco
roto y debemos abandonar la empresa sin alcanzar el objetivo propuesto.
Primero por la carretera y después por una senda paralela a
la misma, reiniciamos la andadura en
persecución de los “recortadores”. En
nuestro deambular por el sendero, apenas transitado, pateamos las múltiples
matas de tomillo que crecen descontroladas por doquier y de ellas emerge una embriagadora
fragancia que impregna el ambiente y
nuestras ropas.
El tramo final de la etapa consiste en un descenso farragoso
y de difícil transitar (¿tal vez el cauce de un riachuelo de temporada?) que
nos obliga a caminar por una trocha pedregosa e incómoda. La marcha se
ralentiza y nos obligada a concentrarnos
a fin de cualquier traspiés, padecer
algún resbalón o evitar las indeseadas e incómodas torceduras de tobillo.
De improvisto, el bosque y la trocha desparecen, el
horizonte se despeja ante nuestros ojos y nos topamos con el Hostal del pla. A
las puertas del lugar, en la calle, a la
solana y por lo que “parece” perfectamente
“hidratados” nos reciben, sonrientes, nuestros colegas, junto a un montón de botellas de cerveza
vacías, posadas encima de las mesas. ¡Vaya con los abstemios!
Como era de esperar… ¡No
damos el perfil!... no somos admitidos en el interior del abarrotado lugar. Procedemos,
pues, a recoger los bártulos y
dirigirnos a Solsona para comer. Más de
uno nos quedamos con la gana de probar
esas gigantescas torradas de pan que, pinchadas en un hierro, los paisanos van
dorando en la abrasadora lumbre de leña que calienta el local.
Para no perder la tradición, en la búsqueda del lugar donde
reponer fuerzas, somos víctimas de la pérdida habitual. Sin embargo, a
consecuencia del extravío momentáneo, disfrutamos de una visita cultural por las céntricas
e históricas calles de Solsona. Al pasar junto al campanario, donde antaño
despeñaban la cabra, se observa la presencia de una tarima y tras ella una inmensa
estelada, que algunos aprovechan para inmortalizar el momento.
Retomado el rumbo correcto localizamos el Casal del pueblo (local
ya visitado en alguna que otra ocasión) y allí nos acogen gustosamente. ¡Alegría
inesperada para la paupérrima caja del lugar! ¡Cuantos más borrachos haya, más
pesetas al cajón!
Tomamos posesión del lugar, nos acomodamos, procedemos a
vaciar las mochilas y llenar el estómago. En estas andamos cuando Paco Ortega sugiere
abonar la lotería. Al momento, un tropel
de GRManos descontrolados se abalanza sobre el benefactor para solicitar sus
eurillos. ¡Ni cola, ni orden, ni espera…! ¡ADIÓS A LOS MODALES ¡ El banquero en
cuestión se ve obligado a llamar al orden al personal a fin de poder proceder
al reparto. Momentos después se produce la llamada del Sr Ministro de finanzas al
pago de las costas del autocar, pero entonces,…, ¡MILAGROSAMENTE!.. la mayoría hacemos oídos sordos a la cita, y deben ser el Sr. Ministro y su “contable”
quienes se desplacen, mesa por mesa, hasta donde nos hemos anclado los “sordos”
viajeros, para arrancarnos los cuartos de los bolsillos.
Solsona, 12 de Enero de 2014.
Blog de GRManía:
Fotos Rafael Cañero
Solsona, 12 de Enero de 2014.
Blog de GRManía:
Fotos Rafael Cañero