GR2- Etapa 1 (26-09-2015)
La
Jonquera – Boadella d’Empordà.
Con la pena embargando mis sentidos, emanando tristeza por todos los poros de la piel, mustio y desangelado como una flor abandonada a los rigores del tórrido desierto, y con el alma encogida por la tristeza de la irreparable pérdida de uno de los nuestros: un amigo, un compañero… un hermano; intento concentrarme, aclarar mis ideas y plasmar algo de lo acaecido en la primera etapa de este funesto GR2.
Me debato entre la duda de consagrarme única y exclusivamente al recuerdo
de quien nos ha dejado para siempre, el compañero Fidel, o hacer una breve
síntesis de lo acontecido antes de la desgracia. Finalmente acuerdo con mi otro
yo dedicarle un espacio a cada tema, aunque solamente uno sea el verdadero ¡Tu
ausencia, Fidel!
Casi hemos olvidado por completo la última caminata realizada a primeros de
mayo del 2015, pues la que debíamos acometer con posterioridad, aquel lejano 13
de Junio (cierre de la temporada 14-15) se fue al limbo por culpa de las
adversas condiciones climatológicas. Aunque, para no perder la costumbre,
sustituimos aquella remojada e inconclusa travesía por una singular visita
turística a las ruinas de Corbera d’Ebre, para después ¿cómo no? reponer
fuerzas y hacer "piña" en un Restaurante de Mora d’Ebre.
Tras 20 semanas de holgazaneo estival, nos reencontramos de nuevo, alegres
y jubilosos, para reanudar nuestra aventura por las sendas. Con las nacientes
luces de la mañana, del primer sábado otoñal, intercambiamos saludos, abrazos,
sonrisas y buenos deseos de cara a la temporada que estábamos a punto de
inaugurar. ¡Desventurados de nosotros!
La algarabía del reencuentro, con las amistades cultivadas a lo largo de
tantos años y tantos caminos, nos alegró el cuerpo y llenó el distendido
ambiente de camaradería y felicidad. Pobres infortunados de nosotros,
desconocíamos que ésta será la etapa más triste de nuestro longevo caminar en
el largo devenir de GRmanía. Una etapa que quedaría grabada sangre y fuego, que
marcaría un antes y un después, que desmembraría el grupo, que nos pondría ante
el trago más amargo de la vida y que trastocaría nuestra frágil existencia para
el resto de los días. ¡Te echaremos tanto de menos, compañero Fidel!
Era sábado, 26 de Septiembre de 2015, y viajábamos rumbo al norte, al
pirineo, frente a las puertas de la frontera francesa, para iniciar el GR2
que nos conducirá, en descenso por tierras del interior de Catalunya, desde La
Jonquera hasta Sant Llorenç Savall.
En el autocar, como suele ser habitual, los folloneros de la parte trasera
intercambiábamos opiniones sobre diversos temas de actualidad y, en día tan
señalado, ninguno de más rabiosa actualidad que las elecciones al Parlament de
Catalunya. Bien es cierto que nuestros pensamientos, subjetivos, hacían que
discrepáramos, que no coincidiéramos en algunos puntos de vista, y también, en
ocasiones, que nos acaloráramos de más de la cuenta en la defensa de nuestros
postulados, pero como en el fondo solo defendíamos opiniones personales, acabó
triunfando la cordura y el agua terminó llegando mansa al río. ¡Allí estabas
tú, Fidel, con tu particular forma de ver la vida, tu facilidad para entablar
conversación, tu eterna y generosa sonrisa, tu humor ingenioso y pegadizo, tu
optimismo desbordante, y tu convicción y esperanza ante el futuro que nos
quedaba por recorrer!
De ti, Fidel, envidiaba, además, el absoluto convencimiento con que nos
hacías partícipe de tus ideas, tu ironía sobre algunas cuestiones de la vida
cotidiana, esa fe ciega en las personas de bien, pero por encima de todo, tu
desmesurado y sincero optimismo sobre el cambio que nos esperaba.
Desgraciadamente, el cruel y fatídico destino no quiso darte la oportunidad de
poder vivir tu anhelado sueño. ¡Cuánto lo lamento, querido amigo! Lo importante
eras tú y no las circunstancias. Con tu marcha, Fidel, nos hemos quedado
huérfanos de tu amistad, tu talante y tu desbordante alegría. La sinrazón nos
ha robado tu aticismo, tu espontaneidad y tus maduradas reflexiones.
La jornada comenzó, como suele ser habitual en nosotros, con una pérdida
nada más iniciar la etapa, a la salida de la Jonquera. ¿Qué sería de GRmanía
sin las pérdidas? Sin embargo, estas pérdidas tan habituales no eran nada, simplemente
ligeros extravíos. Nada comparable a la inesperada, ilógica y aterradora
PÉRDIDA que se ocultaba tras la negra noche. La verdadera y dolorosa pérdida;
el camino que jamás recuperaremos; la senda que nunca quisimos abandonar; la de
tu fiel compañía, esa era la pérdida que no imaginábamos, Fidel! Con todo el dolor de
nuestro corazón, amigo, el destino destrozó para siempre el camino que
pretendíamos recorrer junto a ti. ¡En adelante, ya nada será igual! ¡Nos faltarás TÚ!
Al ser una etapa corta, de buena mañana alcanzamos l’Estrada, lugar
escogido para el desayuno. Como si la vida nos hubiera reservado un momento
para tu despedida, todos juntos (cosa no siempre habitual) degustamos manjares,
compartimos noticias, trasmitimos alegría, regalamos sonrisas y nos gastamos
bromas entre apetitosos dulces y generosos tragos de vino.
Plasmadas quedaron las duras las imágenes de la histórica y desgarradora
jornada que perdurarán en nuestras retinas para la eternidad. Angustia, pena y dolor
que torturará para siempre nuestro recuerdo.
Una, la del grupo de Grmanía en la plaza del pueblo, delante del portón de la iglesia
de Santa. María. Todos juntos, unidos, compactos, apiñados, felices y risueños por el
anhelado reencuentro con los viejos amigos de aventuras, tras las vacaciones veraniegas.
Otra, fatal e inesperada ¿quizás premonitoria? o simplemente tortuosa y
cruel, en la que cual aparecéis juntos los dos hermanos (vista a posteriori se
me encoge el alma). A tales instantáneas tendremos que aferrarnos en el futuro
próximo para retenerte y poder recordar tu jovial imagen, pues,
desgraciadamente, el tiempo entela el rostro de aquellos que quisimos y nos
costará horrores visionar nítidamente las caras de los que nos dejaron. (Más
de una vez, pobre de mí, he intentado recordar mentalmente las facciones de
aquellos seres queridos que se fueron de mi lado: mis padres, mis familiares o
mis amigos, y casi siempre me ha invadido la tristeza al percatarme de la
dificultad que dicho acto conlleva. He debido entonces agarrarme a las
instantáneas que guardo de ellos para poder devolverlos momentáneamente junto a mí. ¡Esos retratos
nos ayudarán, en adelante, a devolverte junto a nosotros cuando nuestra frágil
memoria pretenda sumergirte, desgraciadamente, en la penumbra y el olvido!
Al visionar con mis anegados ojos esa
imagen fraternal entre dos hermanos, que posiblemente la coincidencia,
simplemente el destino, o únicamente la suerte, puso ante los ojos de Rafael,
para que él la inmortalizara con su cámara, se me encoge el alma. Esa clara
expresión, alegre y generosa que transmite Fidel; ese sentido y fraternal
abrazo, verdadero, de hermano a hermano, que el finado le regala a su hermano
mayor; esa gratitud y admiración que delata la limpia mirada del ausente; esa
sensación de unión hasta la eternidad entre ambos; ese te ¡quiero hermano! sin
duda reflejado en la expresión corporal del que se fue, me dejan descompuesto.
Tengo la amarga sensación de que Fidel quiso inmortalizar el momento, que se
aferró a lo vivido para demostrarle a Francisco, que siempre estaría a su lado,
fuera cual fuese el lugar por donde transitaran.
Según fue avanzando la mañana el grupo de senderistas se fue estirando por las
sendas de la angosta campiña. Caminábamos en solitario, por parejas, o en
pequeños grupos, por lo que antaño fue un frondoso bosque (hoy calcinado por el
fuego) junto a los restos de la ennegrecida arboleda chamuscada por el
incendio. Un suelo maltratado por la sequía, sediento de agua, reseco,
abrasado, árido y polvoriento acogía nuestros cansinos pasos. En contraste con
la desolación, jóvenes árboles retoñaban otra vez y recuperaban de nuevo el
albor. Matorrales, arbustos y plantas regresaban otra vez de las tinieblas.
Ante nuestros ojos discurrían las contradicciones de la existencia cotidiana
(vida y muerte de la mano). ¡Qué no daríamos porque tú, amigo Fidel, también
fueras una de esas plantas que renacen a la luz y que pudieras regresar
de nuevo junto a todos nosotros!
A las puertas de Boadella sufrimos un nuevo extravío. Un cruce en la
carretera nos ofreció dos alternativas, y como suele ser habitual fuimos
incapaces de tomar todos el mismo sendero. Unos decidieron adentrase por el
camino interior que confluía con el río Muga y se presentaron en Boadella
haciendo su entrada por el lado Oeste. Otros, más tozudos, pusimos rumbo al
poblado por la carretera secundaria y nos vimos obligados a dar un buen rodeo,
antes de alcanzar el puente que salvaba el río Muga, y alcanzamos el pueblo por
su lado este. Junto a la arboleda que discurría paralela al silencioso
afluente, una bandada de perdigones huyó en estampida al percatarse de nuestra
ruidosa presencia. En las márgenes del
río, bien regadas, reverdecían las plantas y crecían los árboles. Y por el
manso y cristalino lecho se desplazan apaciblemente pequeños pececitos. ¡Así es
la vida! ¡Cúmulo de contrastes!
Una vez agrupados todos, localizamos un lugar paradisíaco donde comer. Un
solitario Bar situado en uno de los extremos de una hermosa pradera, emplazada
junto al cauce del río Muga, nos acogió
en su tranquilizador seno. Los árboles nos dieron cobijo con su alargada sombra
otoñal. El silencio y la paz nos acompañaron mientras comíamos y charlamos.
El idílico paraje nos permitió una deliciosa confraternización, aderezada
con profundas y amenas conversaciones sobre la actualidad, las pasadas
vacaciones de verano, los proyectos de futuro, y otras muchas
particularidades.
Finalizada la reparadora y plácida comida, recogimos los bártulos y pusimos
rumbo al autocar para desandar el camino hacia nuestro lugar de procedencia
¡Regresábamos al hogar! Felices por la feliz experiencia compartida, nos
acomodamos en el autocar, nos relajamos y echamos una cabezadita que enmascaba
nuestra imparable decadencia.
Al llegar a Terrassa, junto a la Bóbila Almirall, los que allí descendieron
se despidieron de los que debáimos continuar nuestro trayecto hasta el final.
¡Adiós Chavales! - Nos despidió
Fidel con su habitual sonrisa.
¿Quién iba a imaginar que éste sería tu último adiós?
Tu injustificable ausencia, Fidel, compañero, amigo, hermano, nos ha
pillado a todos a contrapié y nos ha dejado fríos e indefensos ¡El llanto de
Grmanía se ha extendido cruel e inmisericorde entre nosotros! ¡No quiero
imaginar cómo estarán tus seres queridos, aquellos que vivieron la vida junto a
ti!
¡Sin ti nada será igual! ¡Te echaremos tanto de menos, caminante!
¡HASTA
SIEMPRE FIDEL!