A mi amigo Javier!
Hola todos y a todas.
Hola todos y a todas.
Siento no poder desearos los “buenos
días” pues, para los que aquí estamos, tengo por seguro que hoy no lo son.
Con permiso de la familia, a la cual expreso
mi más sincero pésame, quisiera dedicar unas palabras a Javier, a quien,
desgraciadamente, hoy decimos adiós.
No hablaré de sus virtudes pues
de nada sirve ya. Tampoco de sus defectos ya que sería un cobarde. Hablaré de
mi amigo Javier, al cual conocí hace casi 50 años, y que hoy, desgraciadamente,
nos deja para siempre.
Yo había llegado a Hoyos del Espino,
un pueblo totalmente desconocido para mí, en septiembre de 1965, junto a mi
numerosa familia; y en la escuela del pueblo conocía a mis nuevos amigos: Luis,
Roberto, Pepito, Alonso, Javier (mi vecino y también finado) a su hermano
Ángel, a Miguel Ángel y otros más que me perdonarán su olvido y … ¡a JAVIER!
¡El niño que no sabía pronunciar la R!
También a las niñas de mi edad, pero
como por aquella época íbamos segregados a la escuela y vivíamos en mundos
diferentes, a duras penas si recuero alguno de sus nombres.¡ Perdonad mi olvido
y mi afrenta!
No me preguntéis porqué, pero desde
el primer momento en que conocí a Javier, el hijo del cartero, algo especial me
unió a él.
Durante los años de mi feliz estancia
en Hoyos del Espino, Javier fue mi cicerón, mi guía por el pueblo, mi guardián,
mi compañero de aventuras y desventuras, el hombro al que arrimarme… mi amigo
del alma.
A lo largo de aquellos cinco
maravillosos años fuimos inseparables.
Desgraciadamente, en septiembre de
1970 el destino nos separó enviándonos a estudiar a lugares muy distantes (yo
ingresé en el Diocesano de Ávila y él partió a un internado en Valencia). ¡Cómo
añoré su ausencia durante todos aquellos meses escolares!
A partir de entonces, nuestros
encuentros se limitaron a los periodos vacacionales. Aquellos cortos, pero
dulces e intensos momentos de compartir vivencias, sellaron definitivamente
nuestra amistad.
Finalmente en 1973 emigré a Cataluña
y perdí su rastro durante varios años.
Volví varias veces en verano a Hoyos
del Espino, pero desgraciadamente no conseguí contactar con él.
Para mi ventura, recuperé su rastro
uno de aquellos días que, al regresar de Gredos, volví al pueblo de visita y la
diosa fortuna hizo que se cruzaran nuestros caminos. ¡Aún recuerdo el abrazo en
que nos fundimos!
Desde entonces, fuimos cultivando,
esporádicamente bien es cierto, nuestra amistad, hasta que el verano pasado
vine en su búsqueda para entregarle un regalo: Un ejemplar de mi libro, uno de
cuyos capítulos estaba dedicado a él, por ser uno de mis dos amigos mejores de
la infancia. Aquella tarde de sobremesa compartimos recuerdos del pasado y
elaboramos planes de futuro. Al despedirnos, quedamos para sentarnos, de nuevo
en el Drakar, este fatídico verano del 2016 y seguir intercambiando
experiencias.
¿Quién imaginaba que este encuentro
jamás llegaría a producirse?
Desgraciadamente, hoy, en lugar de
venir a ese ansiado encuentro, he venido a despedirme de ti. Todo lo que estoy
contando ahora ya te lo dije a ti, pero en tu último adiós, quiero recordártelo
y pedirte que me guardes un lugar a tu lado para cuando a mí me toque la vez.
¡Hasta siempre amigo!
A MI AMIGO JAVIER
¿Recuerdas
compañero
cuando
éramos dos críos
y
soñábamos juntos
dibujando
el futuro?
¿Cuando
salíamos, libres,
ya
hiciera sol o frío,
a
vagar por las calles
de Hoyos del Espino?
Aquellos
días gloriosos.
De
risas y desvarío.
De
niñez revoltosa.
De
juegos divertidos.
De
intercambiar secretos.
De
hablarnos al oído.
De
saltarnos las normas.
De
intentar lo prohibido.
De
carreras al viento
con
el simple objetivo
de
vivir al momento
la
dicha de ser niño.
Apenas
si fue un lustro
de
convivir contigo,
pero
me cautivaste,
Javier,
mi fiel amigo.
Hoy
todo lo soñado,
lo
andado y lo vivido
se
visten de lamento,
de
dolor, de quejido.
¿Qué
funesta desgracia
se
encaprichó contigo,
rasgando
la esperanza
sin
darte ni un respiro?
¿Quién
forjó la guadaña
de
sanguinario filo,
y la
blandió con saña
segando
tu camino?
Como
lobo enjaulado.
De
dolor consumido.
La
ilusión cercenada.
y el
corazón partido.
Ocultando,
celoso,
tu
orgullo malherido,
encaraste
la trocha
del
lóbrego destino.
Cuando
llegó la noche,
preñada
con el frío,
emprendiste
la senda
por
el bosque sombrío.
Hoy
lloramos tu ausencia
Desgarrados,
hundidos.
Ajados
cual flor muerta.
Yermos
como baldíos.
Sin
embargo, cartero,
aunque
ya te hayas ido.
Tu
recuerdo a mi pena
viajará
siempre unido.
Nunca
olvidaré, amigo.
Que
tú fuiste mi faro.
Que
me diste la mano.
Que
danzaste conmigo.
Que
apretaste mis hombros.
Que
me abriste caminos.
Que
compartimos penas.
Que
fuimos… ¡Dos amigos!
Allá
donde descanses,
extintos
tus latidos.
Donde
tú estés, Javier.
¡Siempre
serás mi amigo!
Descansa
en paz Javier!
Hoyos
del Espino (Ávila), Jueves, 19 de agosto de 2016.
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