Cabrianes - Sant Vicenç
de Castellet.
Según canta
el refranero, “lo bueno si breve, es dos veces bueno” pero este modesto
escribano debe desconocer tal afirmación, pues no es precisamente la brevedad
lo que destaca en sus interminables peroratas.
Intentaré,
aunque solo sea por una vez, ser conciso en mis reflexiones y no andarme
demasiado por los cerros de Úbeda. ¡Otra cosa es que lo consiga!
Después de
un otoño de madrugones, este sábado nos permitimos el lujo de retrasar media
hora la salida. Los últimos coletazos del invierno son ya evidentes y el
alargar de los días hace que abandonemos la ciudad a plana luz solar.
El corto
trayecto hasta Cabrianes no impide que los locuaces GRManos entablen amenas y enriquecedoras conversaciones sobre
temas de actualidad.
Sin apenas
nubes por el horizonte, la jornada se presenta propicia para caminar: La
escarcha de la madrugada dormita en los sembrados y cubre de humedad los verdes
campos. Los primeros rayos solares de la mañana hacen su apariencia y se
reflejan, brillantes, en las múltiples gotas de agua que adornan las hojas de
las tiernas plantas. Los pájaros revolotean alegremente, de aquí para allá,
mientras lanzan al aire sus felices
trinos anunciando la proximidad de la nueva primavera.
De salida,
partimos todos juntos por la carretera de Artés pues compartimos recorrido
hasta El Pont de Vilomara, pero como suele ser habitual, antes de alcanzar el
primer kilómetro, ya vamos todos desperdigados, y más que un grupo de caminantes
parecemos un pelotón de ciclistas ascendiendo las durísimas rampas de un puerto
de primera. ¡No hay más cera que la que arde, Florenci! ¡Así nacimos, así crecimos y así pereceremos!
¡Antes muertos que agrupados!
Poco antes
de alcanzar Torrellla de Baix, cuando nos disponemos a abandonar el duro asfalto y adentrarnos en la campiña,
procedemos a la primera reagrupación de la jornada y allí nos damos cuenta de
que Rafael se ha extraviado. Al parecer el artista iba tan enfrascado en sus pictóricos
quehaceres paisajísticos que se ha despistado y ha cogido una ruta equivocada. Nadie,
sin embargo, parece preocupado por la ausencia del errático caminante. Es tal
la confianza que tenemos en la pericia y la capacidad de orientación del descaminado,
que ninguno de nosotros duda de que con su amplia zancada pronto volverá a
estar integrado en el panchovillesco grupo.
A la altura
del kilómetro 5 cruzamos la carreta de Vic, dejando a nuestra derecha Sant Fruitós.
Poco después alcanzamos la cuenca de Llobregat y caminamos en sentido descendente
junto al río durante un buen rato. Mientras avanzamos en paralelo a la vera de la exigua corriente pasamos
junto al Pont de Cabrianes y vamos bordeando la cuenca del calmoso caudal hasta
dejar Navarcles, que queda a nuestra izquierda.
Hacia las
diez de la mañana llegamos al Monasterio de Sant Benet del Bages. ¡No para rezar,
ayunar, hacer penitencia, o redimirnos de nuestros pecados, sino para desayunar dando buena cuenta de los manjares que rellenan nuestros deliciosos bocadillos!
Sea, o no,
cuestión de habilidad, azar, o tal vez atraído por el olor de los bocatas, la
cuestión es que a la hora del desayuno, en la explanada que separa el devoto Monasterio
de San Benet de la cuenca fluvial, el errático caminante vuelve a formar parte de la
manada. Total… ¿Qué son un par de kilómetros de pérdida para él andarín?
Mientras
desayunamos, los cuerdos senderistas amantes de la responsabilidad y el orden,
(¡que los hay!) expresan sus discrepancias con el proceder de aquellos
libertarios que marchan a sus anchas. ¿A qué obedece tal desmadre en el grupo?
¿Dónde nace nuestra incapacidad para caminar agrupados? ¿Después de tantas
décadas pateando senderos, será posible que algún día avancemos juntos?
¡Tranquilo
Comandante Pepe, que oírte te oímos, lo que sucede es que no te escuchamos! ¡Y…
no sufras por nuestro caos, Florenci, pues el orden de este grupo radica en su
total desorganización al andar! ¡Mientras los/las que coordinan temporadas, calendarios,
recorridos, etapas, tracks, viajes, cuentas, comilonas, festejos y demás
logística sigan cuerdos, el grupo funcionará por inercia!
Una vez concluida
la ingesta de alimentos y con las fuerzas renovadas gracias a los generosos tentempiés,
la compañía de andarines se divide en los dos habituales grupos: el A con meta
en Sant Vicenç i el B con destino al Pont de Vilomara.
Al bordear el
edificio del Monasterio de Sant Benet, los CorreManos integrantes del grupo A se lanzan al galope tendido y
en apenas unos minutos los sosegados que viajamos en el pelotón de cola ya los hemos
perdido de vista. ¡Ya nos esperaran si quieren!
Desde el
lugar de culto y recogimiento hasta El Pont de Vilumara, el recorrido (un
continuo tobogán de subidas y bajas por una pista forestal que alterna con algún
que otro sendero estrecho, pedregoso e incómodo de transitar) discurre por entre la humilde cuenca del manso Llobregat y la disecada Riera de
Mura.
La ausencia
de nubes nos permite distinguir con claridad las alejadas edificaciones
de Manresa, al oeste; las estribaciones de la Sierra de Sant Llorenç de Munt, al
este; la inconfundible silueta de la mágica Montserrat, envuelta entre la calima, al sur; y las
imponentes cumbres, aun emblanqueadas, de los Pirineos, al norte.
Alejados del
ruidoso trajinar de las urbes, vamos caminando junto zonas de arbolado (principalmente
pinos y encinas); amplios terrenos poblados de retama a punto de florecer, arbustos, romero en flor
y otras plantas silvestres; escarpados bancales cubiertos de maleza que antaño
fueran viñedos y hoy languidecen abandonados al olvido; jóvenes campos de
cereales que lucen un verde resplandeciente; rieras, regatos y cuencas completamente
disecados por la escasez de lluvia; construcciones
de granito, medio derruidas, que en otra época sirvieron como tinas para almacenar la cosecha vitícola; ermitas
en estado ciertamente ruinoso y solitarias masías.
Hacia las 12
del mediodía los rezagados del grupo A alcanzamos las afueras del Pont de Vilomara
(final de trayecto para los colegas del grupo B). Tras bordear el sector industrial ascendemos por una empinada
cuesta sin adentrarnos en el poblado. De improviso, como surgido de la nada, aparece
ante nosotros Rafael, al que creíamos por delante. Parece ser que el hombre y
su cámara se han vuelto a despistar para añadir a sus piernas un par de
kilómetros extras al recorrido programado.
Una vez
dejada atrás la población del Pont de Vilomara acometemos las rampas más duras
de la jornada. Nos adentramos en el Parque Natural de la Serra de Sant Llorenç
de Munt i l’Obac ascendiendo las lomas del Serrat dels Trons, por una amplia y zigzagueante
pista forestal, hasta alcanzar la cota en Sant Jaume de Vallhonesta. Allí destacan
las ruinas del antiguo Hostal y la restaurada ermita que dieron nombre el citado
lugar (¡cerrada por cierto!), y una decrépita fuente de la que mana un hilillo de
agua potable que a duras penas nos permite repostar y rellenar nuestras agotadas cantimploras.
Una vez reagrupados,
y tras despedirnos de un trío de senderistas parapetados junto a una inmensa estelada
extendida en el suelo, reemprendemos la marcha, en por un estrecho sendero en
descenso, en dirección al Torrent del Rubio, el cual discurre más seco que la
mojama.
Cruzamos por unas lanchas que sirven de lecho al
reseco cauce del torrente y volvemos a ascender levemente por una senda entre
matorrales, hasta alcanzar la ermita de Sant Pere de Vallhonesta y la impecable Font
del Pit Roig. A pesar de nuestro loable intento por visitar el templo, el mismo permanece
cerrado y ello nos impide plantearnos el más mínimo rezo.
La parte
final del recorrido discurre por un sendero en descenso hasta llegar a la meta,
la cual alcanzamos pasadas las trece horas.
Al vislumbrar
las primeras edificaciones de Sant
Vicenç de Castellet nos vemos en la necesidad de cruzar por encima del puente
que franquea la Autopista de Montserrat. Poco después nos adentrarnos en las primeras
calles de la población, y minutos más tarde nos topamos con la vía del tren
que, seccionando el poblado, nos obliga a un leve rodeo para poder salvarla por
la zona de seguridad.
Caminando sin
rumbo fijo por la calle General Prim nos presentamos, de milagro, en las
inmediaciones de la Plaza del Pí, lugar que se halla a escasos metros de donde
nos aguardan el resto de descansados GRManos.
Una llamada
telefónica nos permite localizar correctamente el punto de encuentro con
nuestros compañeros y compañeras, y tras cruzar nuevamente la vía férrea, esta vez por debajo de
un puente, nos presentamos en el lugar convenido: El Bar el Racó d’en Manel.
Aposentados
en nuestras respectivas sillas disponemos nuestra comida del medio día con la esperanza
de ser rápidamente atendidos por el camarero que sirve la terraza. Mientras se produce
espera desempaquetamos las viandas y algunos, a secas, comenzamos a dar buena
cuenta de ellas. La poca destreza del camarero, o nuestra absoluta invisibilidad
a sus clausurados ojos, nos obliga a levantarnos y acercarnos a la barra para demandar
la ansiada y espumosa jarra de cerveza, pues corremos el riesgo de que caiga en
el olvido nuestro pedido y que debamos tomarnos la espumosa rubia a la hora del
café y no en el momento de la ingesta del condumio. ¡Qué falta de ganas de trabajar
o incompetencia lucen algunos!
Prevenidos
de lo que nos espera a la hora del café, Antonia, bolígrafo y papel en mano, toma cartas en el asunto y anota los pedidos cafeteros
para que no nos den las tantas. Poco después algunos/as compañeros de fatigas
se desplazan a la barra para acarrear y servirnos los cafés demandados.
¡Gracias compañeras/os por vuestro generoso acto! ¡Que Dios os lo pague que
tiene buena bolsa!
Concluida la
sobremesa recogemos bártulos y partimos rumbo a Terrassa, a la que llegamos a una
hora inhabitual, apenas sobrasadas las cuatro
de la tarde.
Restaurant
El Racó d’en Manel
Plaça Generalitat, 4-5,
08295 Sant Vicenç de Castellet
Barcelona
Tel.: 34 938 33 06
97
https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g1235036-d8261134-Reviews-El_Raco_d_en_Manel-Sant_Vicenc_de_Castellet_Catalonia.html
Blog de
GRManía:
Sant Vicenç
de Castellet
Sábado, 18 de
marzo de 2017.
Felicidades Moisés, una magnífica crónica, como siempre. 👍👍
ResponderEliminarGracias María. Aunque habrás podido comprobar que, a pesar de mis buenos propósitos, lo de ser conciso no va conmigo.
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