- ¡Algo pasa con GRManía!
A fin de concluir el programado GR4
durante esta temporada 2016-17, una de las dos etapas previstas para este abrasador mes de junio nos
obliga a madrugar un poco más de la cuenta. De tal manera que a las 6:30 de la
mañana (¡ya de día!) nos ponemos en danza acomodados en el viejo autocar que
de un tiempo a esta parte nos transporta a las salidas.
Recordando la película romántica
interpretada por Cameron Díaz “Algo pasa con Mary”, podríamos concluir que
“Algo pasa con GRmanía”. No se entiende sino, que de un tiempo a esta parte
pesen más las ausencias que las presencias. Tal vez sería conveniente analizar
los porqués de esta desbandada incesante.
Algunos de nosotros ya hemos ido
comentando en “petit comité” esta circunstancia y varias son las causan que
creemos pueden conducir a la innegable realidad. ¿Quizás sea que los años no
perdonan y la edad empieza a hacer mella en nosotros? ¡A lo mejor deberíamos
replantearnos el kilometraje de las etapas! El número de jubilados y abuelitos
crece y estos (con todo su derecho) programan sus quehaceres diarios de manera
diferente a como lo hacían cuando el trabajo y el día a día les ligaba a sus
hogares y lugares de residencia. A varios “afiliados” las ineludibles obligaciones
laborales no les permiten disponer de los sábados a su antojo. Es posible
también que nos estemos repitiendo demasiado en ir y venir por territorio
Catalán, de norte a sur y de este a oeste, o a la inversa, dejándonos llevar
por las sendas que marcan los clásicos GR. ¿No sería mejor plantearnos al
conveniencia de adaptar los recorridos a nuestras particulares necesidades? ¿Tal
vez descartar de las etapas los km de asfalto que machacan las extremidades y
no enriquecen el alma del caminante? Puede ser que simplemente se hayan
conjurado los astros y una serie de condicionantes adversos expliquen lo
ocurrido, y en el futuro volvamos a formar un número de caminantes más concurrido. Estas
y otras, ¡o no!, pueden ser las causas que expliquen la baja asistencia de esta
temporada. Lo que ésta claro es que de no ser por las nuevas incorporaciones la
situación sería preocupante, hasta tal punto que últimamente no cubrimos ni para
gastos. ¡Convendría no perder el norte y hacer un análisis pormenorizado!
- ¡Recortando que es gerundio!
El madrugón de la mañana respondía a
la intención de no dilatar demasiado la jornada, pues el recorrido del grupo A
era inicialmente largo y la etapa sabatina se preveía fatigosa. Pero como no
hay nada mejor que intentar controlarlo todo para que todo de un vuelco y la
situación avance por el camino de lo imprevisto, eso es lo que nos sucede en la
jornada de este sábado 3 de junio.
A fin de librarnos de los tortuosos primeros
kilómetros del recorrido, que discurrían por la carretera asfaltada, tras
arduas deliberaciones en el autocar, los integrantes del grupo A aceptamos la sensata opinión mayoritaria y
decidimos, de buen grado, realizar ese tramo acomodados en el añoso vehículo de
transporte.
Siguiendo el plan acordado a última
hora, el conductor se salta la primera parada, en Piera, y todos juntos
continuamos rumbo a las afueras de la localidad. Sin embargo, al tener que
rodear el casco urbano, lo que en un principio parecía ser un simple recorte de
poco más de 2 kilómetros, se larga en demasía hasta dejar atrás el poblado y
detenernos en una especie de anexo separado de la propia localidad. De tal
manera que los 2 km de asueto se convierten en casi 6, y como consecuencia de
ello el asunto del consabido madrugón pierde por completo su sentido.
Por primera vez en mucho tiempo
partimos todos en armonía y desde el mismo lugar. Se hace raro ver un grupo de caminantes tan
numeroso de salida. Se mezclan las caras, las conversaciones, los pasos y las
risas de los integrantes de ambos grupos. ¡No hay mal que por bien no venga!
A punto de abandonar las últimas
casas del lugar nos topamos, a la izquierda, con una propiedad en la que
destaca una atractiva y señorial edificación Gaudiniana, posiblemente fruto de
la imaginación arquitectónica de Julio M. Merino. ¡Nada mejor que tener pasta
para dar cobijo a los bellos proyectos que otros imaginan!
Tras abandonar la carreta nos
adentramos en la campiña a través de caminos o sendas que delimitan los
sembrados. En esta rica zona de cultivo, el paisaje es bello, silencioso y
cromáticamente cambiante. Se suceden amplias parcelas de cereales dorados, a
punto de madurar, con extensiones de viñedos en periodo de desarrollo. Varias
extensiones de bosque mediterráneo no demasiado verde, y otras de matorrales y
hierba deshidratados a causa de la incipiente sequía que nos persigue, nos
acompañan en nuestro recorrido. De tanto en tanto, el campo se adorna con
pequeñas campanitas violetas, enrojecidas amapolas y frondosas retamas (ginesta)
que endulzan el seco ambiente con el genuino perfume de sus delicadas flores
amarillas, mientras bordean los diferentes labrantíos y marcan las sendas.
El cielo, grisáceo y plomizo, mantiene a buen
recaudo el calor sofocante de los rayos solares que amenazaban nuestra
caminata, mientras se ve surcado por el majestuoso vuelo de pequeñas avecillas (torcaces,
gorriones, golondrinas…).
El hecho de que hayamos partido
todos juntos no significa que transitemos todos en compacto grupo. Como suele
suceder habitualmente, la formación se alarga en demasía y se establecen
diversos grupos en función del ritmo de cada cual, de manera que atravesamos
las solitarias calles de El Castell de Cabrera divididos en multitud de
parejas, tríos (¡en el buen sentido!), o en reducidos pelotones. ¡Una cosa es
lo programado y otra bien distinta lo ejecutado!
Nada más cruzar la carretera comarcal
C 244 encontramos un cartel que anuncia el poblado de “La Font del bosc”, lugar
que en un principio resultaba ser el punto final de la etapa para los
integrantes del grupo B. ¡Son poco más de las 10 de la mañana, sin haber
desayunado ni siquiera, y los del B ya han alcanzado la meta!
Un simple y lógico replanteamiento
de la situación nos anima a todos, menos a Manuel y Mª Jesús que abandonan la expedición
con la excusa de ofrecerse voluntarios para localizar un establecimiento donde
poder comer, (¡jajaja! ¡a otro perro con ese hueso!), a continuar juntos hasta
el final de la etapa. Ellos (los del B) se comprometen a completar la totalidad
del recorrido de la jornada y nosotros (los del A) a acompasar nuestros pasos al
ritmo de aquellos ¿Seremos capaces de llegar juntos a la meta? ¡Resulta difícil
de creer, pero habrá que intentarlo!
De no ser por el típico extravío
GRMano no hubiéramos ni siquiera desayunado juntos, pero un despiste entre los
del grupo A, nos obliga a desandar nuestros pasos, y sin darnos cuenta, al
retomar el camino, nos vemos engullidos por los pacíficos perseguidores de la
retaguardia.
- Un día de camaradería.
En un recodo del camino, que
discurre entre el bosque y las afueras del poblado de la Font del bosc, nos
detenemos para reponer fuerzas. Mientras platicamos, damos buena cuenta de
nuestro opíparo desayuno; degustamos los frutos secos, catamos los dulces y
chocolates que corren a granel; saboreamos el rico vino de la bota, los
odoríferos tés, el aromático del café y el abrasador Vodka “Russsso; probamos
unas deliciosas cerezas, y nos zampamos todo lo que cae en nuestra insaciable boca.
Acabado el ágape, mientras recogemos
bártulos y nos disponemos a reiniciar la marcha, leves gotas de lluvia
comienzan a caer silenciosas sobre nosotros. Antonio Gil se informa a través del
actualizado radar meteorólogo en su móvil y nos invita a largarnos de allí
antes de que el aguacero empape nuestros ropajes.
Sin necesidad de anunciar la partida,
nos ponemos todos en marcha huyendo del amenazante temporal como alma que lleva
el Diablo.
Dejamos atrás el ralo bosque y
avanzamos por un amplio camino delimitado por hierbajos, arbustos,
retama y almendros con frutos a medio madurar, entre otras plantas, que separan la
senda caminera de las parcelas de viñedo.
Poco antes de alcanzar las doce del
mediodía nos topamos con la aislada masía de Can Cabreta. La señorial edificación se engalana
adornada por bellas plantas enraizadas en varias macetas. Por detrás de la misma
se aprecian las antiguas cuadras y corrales que daban cobijo al extinto ganado
doméstico, y que han sido convertidos en garajes para la maquinaria agrícola y los
vehículos de transporte. Separada ligeramente de la construcción, a uno de sus
costados, se aprecia lo que antiguamente debió ser la era, y frente a ella una
mastodóntica y horrorosa máquina de fumigar, ¡pobres abejas! Lo mejor, sin
embargo, descansa en el triángulo que forman la vivienda, los corrales y la era.
Allí, destaca un pequeño, cargado y
sugerente cerezo que desata la codicia y la gula de varios caminantes. ¡La redondeada fruta está deliciosa a pesar de que le falta un poquito de
maduración! ¡Menuda pandilla
de cuatreros!
La fina lluvia arrecia levemente
durante unos minutos y aquellos previsores que llevan chubasqueros (¡los que no
llevamos no nos plateamos esa disyuntiva!) dudan entre detenerse y cubrirse con
las citadas prendas o continuar caminando en espera de que amaine. El dilema se
solventa de inmediato, pues los extensos y grisáceos nubarrones se olvidan de nosotros y nos ofrecen una tregua momentánea.
La milagrosa jornada de camaradería
nos presta a todos los senderistas (del A y B) la extraordinaria oportunidad de compartir
el camino con nuestros “desconocidos” compañeros, y acompasar nuestros erráticos pasos a los
suyos. Entonces ¡oh, milagro!, nos percatamos, insólitos, de que no es tan complicado
avanzar juntos y entablar conversaciones entre los miembros de ambos grupos. Comprobamos,
también, hipnotizados, que hablamos
idiomas afines; que tenemos intereses bastante parecidos; que compartimos
puntos de vista sobre la vida, y en general, bastante coincidentes. Escuchando las
voces de los “otros” advertimos que nos resultan agradables al oído. En
definitiva, que tanto ellos como nosotros parecemos gente maja, que somos
capaces de dialogar de forma amigable; de reírnos de semejante manera; de respiran de
igual forma; de jadear en las exigentes subidas y sudar ante el esfuerzo; de
agruparnos y descolgarnos por momentos. ¡Qué impagables sorpresas suele darnos la
vida!
Luego de un buen rato de caminar dejando a nuestro paso los viñedos, volvemos a adentramos en la espesura del bosque. De
pronto, algunos antiguos aventureros nos informan de que el camino por el cual
transitamos hoy es el mismo que ellos, en sus años de esplendorosa juventud,
debieron recorrer para completar, desfallecidos y doloridos, la durísima, exigente y casi inhumana travesía
“Montserrat – Reus”. ¡Qué tiempos!
Para confirmar la veracidad de las
afirmaciones de los antiguos “Iron Manes”,
una marca en un poste de un cruce de caminos, con las iniciales M - R y los colores
pertinentes, confirma que nuestros amigos conservan intacta la memoria.
Aprovechando la parada en cuestión,
procedemos a la última reagrupación de la jornada, y una vez compactados todos, nos
ponernos en marcha para atacar el tramo final del recorrido. Este último trecho,
en descenso, discurre por en medio de un bosque de coníferas. Al parecer, los sedientos
árboles deben de haber alcanzado un acuerdo con el Dios de las aguas, pues de
improviso, la fina lluvia arrecia y comenzamos a mojarnos de verdad. El bendito
líquido inodoro, refresca un poco el tórrido ambiente y humedece levemente el suelo
del camino, provocando algún que otro involuntario resbalón, pero al aumentar
la humedad, aumenta también el bochorno y nos vemos envueltos en una mezcla de sudor
y agua.
De golpe, igual que había llegado,
escampa el temporal y desaparece la lluvia. Justo después abandonamos el bosque
y ante nosotros aparece el valle que da cobijo a Sant Joan de Mediona, punto
final de la etapa.
La diligencia de los “voluntarios”,
María Jesús y Manuel, nos brinda la posibilidad de acomodarnos en un limpio y espacioso
Casal donde damos cuenta de nuestra comida del mediodía. A las excelentes
cualidades del establecimiento se añaden, además, un buen servicio, un precio ajustado
y un ambiente acogedor.
Al acabar, los integrantes de la
mesa más ruidosa y concurrida recogernos los desperdicios, sobras y envases en
una bolsa de plástico de Casa Evaristo, y ¡cómo no!, hacemos entrega del
generoso presente al GRMano apodado como tal para que proceda a hacer con ella
lo que le plazca. ¡Vade retro Diógenes!
De regreso a la urbe, el conductor
se olvida amablemente de todos nosotros y nos castiga sin el bendito aire
acondicionado. Tal actuación impide al sudoroso gentío conciliar el sueño, pero
a cambio, también, nos libra de los ruidosos ronquidos.
Bar/Restaurant
Casal Medionenc
C/ Florenci
Gustems, Nº 12
08773 Sant
Joan de Mediona - Barcelona
Tel.: 931996123
Blog de
GRManía:
Sant Joan de Mediona
Sábado, 03 de junio de 2017.
Excelente crónica, como ya es habitual. Lo que más me ha gustado ha sido el diagnóstico de lo que le pasa al grupo, que puede ser motivo de reflexión para nuevas propuestas de funcionamiento.
ResponderEliminarGracias amigo.
EliminarEn cuanto al diagnóstico, es solo mi opinión, pero creo que no nos vendría mal una reflexión al respecto. A veces creemos que algo es indestructible hasta que se va por el precipicio.