- ¡Un tiempo loco y un accidente imprevisto!
Finales de noviembre
y el clima sigue coqueteando con el verano. Ni rastro de ansiado otoño. Los
termómetros continúan por las nubes. Las lluvias siguen desaparecidas. Y el frío parece
encontrarse de vacaciones. A este paso algún día celebraremos la Navidad en
pantalón corto, aunque no bañándonos, pues apenas tendremos agua para beber.
Suerte
que
el arbolado caducifolio se mantiene fiel a las tradiciones y obliga a
sus hojas
a marchitarse, a cambiar de color y a emanciparse (sin rechistar), para
que estas alfombren el suelo con
la preciosidad del colorido otoñal. ¡Qué tiempos aquellos cuando, para
la fiesta de todos
los Santos, nuestras manos se enfundaban los guantes, las orejas
padecían de los molestos sabañones y subíamos, ateridos pero
ilusionados, a la Mola, a pisar la nieve!
Dado
que la alocada
climatología actual no ofrece inconvenientes, y que el autocar se
presenta a la hora
convenida, necesitamos de algún aliciente extra que venga a romper la
monotonía de la jornada. Así, cuando procedemos al recuento del
personal, Manuel nos informa de
que Mercè se encuentra atrapada en medio de un inusual atasco mañanero,
causado por un fatídico accidente automovilístico. El inesperado
contratiempo
no altera los planes de GRManía, pero sí impide a la caminante viajar
con nosotros,
en el autocar, y la obliga a desplazarse, en su propio vehículo, hasta
el aparcamiento de un
bar-restaurante ubicado a las afueras de Ponts, donde se integrará en el
grupo de pateadores
de caminos.
- Un ABCDario de grupos.
Teniendo
en
cuenta el kilometraje en el cual se nos movemos de un tiempo a esta
parte, la
etapa de hoy es algo más larga de lo habitual. Por dicho motivo, la
“banda”
GRMana se divide en múltiples fracciones. Si hasta hace poco apenas
necesitábamos 3 letras, para numerar los diferentes pelotones de
tránsito, a
medida que van cayendo las temporadas (¡alguno lo achaca a los años!) la
problemática va degenerando sin control. Crece de tal forma el número
de secciones, que pronto precisaremos
del abecedario al completo para poder diferenciarnos los unos de los
otros. Tal
vez si asignáramos la letra A a los de la avanzadilla y siguiéramos,
así, hasta
asociar la letra Z a los de la retaguardia, podríamos acomodarnos según
nuestras
capacidades y transitar de acuerdo a nuestros intereses.
La
desigual distancia a recorrer hace que algunos caminen poco y calienten
las
sillas de los bares mucho; que la gran mayoría se tome la etapa con
calma; y que los velocistas se vean obligados a poner un ritmo alto para
poder llegar a la meta a una hora prudente.
Descartado
el grupo A, porque no me apetece ir con la cuerda al culo, y el C,
porque ese
pingüe kilometraje no compensa mi madrugón, hoy me acomodo en el grupo
B.
Resulta gratificante comprobar que estos semidesconocidos compañeros
parecen
gente de bien; que se reagrupan de tanto en tanto; que invitan al
diálogo y saben mantener amenas conversaciones; que, también, comparten
suplementos calóricos tras el desayuno, y que... ¡faltaría más! que se
pierden, cada dos
por tres, como buenos integrantes de GRManía.
La
jornada
ha amanecido clara y apenas se mueve el viento. La temperatura ambiental
es muy agradable, para la época en la que nos encontramos, y una
acogedora
tranquilidad nos acompaña en nuestro avance por el camino real que,
entre
Solsona y Ponts, conecta la montaña con la plana de Lleida. Solo las
voces, risas y pisadas alteran la quietud del lugar.
- Entre ermitas y ladrones.
Desde
Vilanova de l’Aguda hasta Madrona, la etapa discurre, casi en su
totalidad, por sendas
que diseccionan la zona boscosa ubicada entre las comarcas de la Noguera
y el
Solsonés. A pesar de que el calendario dice, que nos hallamos en época
de lluvias, los campos de cultivo, praderas, matorrales y el arbolado
que nos rodea se encuentran deshidratados;
el suelo de los caminos está resquebrajado y polvoriento, y las cuencas
fluviales
languidecen, sedientas, a causa sequía.
Ascendemos,
sin prisa pero sin pausa, por el Serrat de Sant Miquel, y en torno a las 10 de
la mañana alcanzamos una altiplanicie abierta entre la maleza. A nuestra
izquierda se divisan las ruinas de lo que un día debió ser una fortaleza
amurallada y a nuestra derecha se alza la noble construcción de la ermita de Sant
Miquel. El templo, cerrado, como de costumbre, y solitario, como corresponde a
su alejada ubicación, nos recibe, en silencio, custodiado por las almas que
descansan en el pequeño y bien conservado cementerio que se levanta junto a la
pared oeste de la edificación religiosa.
En la
explanada que se extiende frente al ala este del centro de culto, nos
acomodamos en unos bancos de piedra, al rededor de una especie de era, y procedemos a dar buena cuenta de nuestro
desayuno. De pronto se levanta al brisa, desciende la temperatura, y nos vemos
obligados a enfundarnos nuestras chaquetas para combatir el frío reinante.
Para
sorpresa de algunos, de la repleta mochila de Jaume Valls surge la bota
de vino, y al
instante, el odre del elixir morado, comienza correr de mano en mano.
Unos justifican
el trago con la excusa de aligerar de peso al noble porteador, los
demás, menos solidarios, mojamos el gaznate para satisfacer nuestro
síndrome etílico y
apaciguar, así, la adicción de nuestras borrachas almas.
Con la
barriga llena, nos ponemos en marcha para evitar que los velocistas del grupo A
nos den alcance antes de tiempo. El opíparo desayuno (los de mente más retorcida lo achacan al
vino) parece ser que ha embotado nuestro sentido de la orientación y en apenas
5 kilómetros nos desviamos tres veces de la senda correcta. Suerte que llevamos
varios GPs, y algunos espabilados vigilantes, pues de no ser por estos últimos hubiéramos
acabado, todos, surcando las aguas del pantano de Rialp. ¡Y yo sin mi vara!
Tras
una de
las acostumbradas pérdidas, nos damos de bruces con la alambrada que el
dueño de la hacienda ha
instalado para delimitar su feudo. Nos vemos, así, condenados a rodear
la cerca y obligados a descender por un terraplén para recuperar la
senda correcta.
Al poco de
adentrarnos en el término municipal de Pinell de Solsonés, en un desvío del
camino, y casi oculta entre la maleza, nos topamos con la “Creu dels Lladres”. Una cruz de piedra insertada en
una base rectangular, en cuyas cuatro caras aparece una inscripción grabada,
que va narrando el motivo de su construcción: El día 30 junio de 1869: Felipe Domenech
y 4 foragidos se batieron con el somaten de Madrona. Fue muerto Felipe y tres
de los suyos. / Del somaten fueron heridos dos hombres y los demás, para no ser
víctimas, tuvieron que matar a sus encarnizados enemigos. / Los bandidos
acababan de saquear la casa curada de Madrona, y de poner sus manos viles y
sacrilegios en el sacerdote indefenso. / Perseguidos a toque de somaten hasta
este sitio, expiaron aquí sus crímenes. Roguemos a Dios por el eterno descanso
de sus almas. El
desubicado monumento, más que a la memoria de los muertos, pretendía
ser una muestra ejemplarizante, y una seria advertencia, de cómo podían
acabar los que incumplían la ley.
El
perfil de la etapa de hoy es un repetido sube y baja, pero las
exigencias del recorrido son más bien escasas, pues escasean los
desniveles pronunciados, y la cota máxima, ubicada en el mirador de
Santes Creus
de Bordell, apenas supera los 870 metros.
A la hora
del ángelus (12 en punto), alcanzamos la cima de la jornada, el mirador de
Santes Creus de Bordell. El conjunto está formado por una planicie que se extiende de este a oeste en el altiplano y desde la que se
divisan unas preciosas vistas del valle de la Aguda, en dirección sur; la
ermita románica que da nombre al lugar, en la vertiente norte y un pequeño
cementerio cobijado a la sombra de la pared noroeste del austero y bien conservado templo.
Como el
ritmo de la etapa es llevadero, y hay muchas ganas de comentar los hallazgos, nos
detenemos unos instantes en la llanura que se extiende frente a la ermita para
disfrutar de las vistas del momento. Sin embargo, debemos contentarnos con
charlar e imaginarnos el interior, pues el lugar de culto, para no romper la tradición, está cerrado. ¡Qué raro!
Agotadas las
posibilidades turísticas, continuamos la marcha por una estrecha vereda que
zigzaguea entre maleza y arbustos. Justo antes de desembocar en el camino
principal, en un recodo de la senda, nos topamos con otro monumento de granito,
al cual le falta la cruz. Al adentrarnos en el vía principal, nuestro batallón se estira
y se forman diferentes cuadrillas. En una de estas transitamos los más rezagados: Fátima,
Antonia, Fina Castillo, Rosario y un servidor. Y vamos dialogando sobre un tema tan
escatológico, que mejor no hacerlo público para salvar el honor. Por una vez... ¡se dice el
pecador, pero no el pecado!
Según
avanzamos hacia la meta volvemos a sufrir un par de pérdidas más. La primera porque
el camino desparece, de repente, y queda sepultado bajo la tierra removida por
el arado de un tractor. Y la segunda, porque la trocha se oculta entre la
maleza y nos vemos obligados a atravesar un campo sembrado de cereal para
retomar el rumbo correcto.
En
torno a
las 13:00 horas, en pleno bosque, descubrimos un edifico de dimensiones
considerables que se halla en reconstrucción. Corroídos por la
curiosidad, nos
adentramos en su interior y descubrimos varias estancias que nos llevan a
divagar sobre la utilidad que la construcción desempeñó en su época
gloriosa.
En su regia estructura se distinguen dos habitáculos perfectamente
diferenciados. En el primero,
encontramos una espaciosa sala, austera, aireada, muy bien iluminada y
provista de unas
rústicas letrinas; y en el segundo, distinguimos los restos de lo que
antaño debió ser
una moderna vivienda, (habitaciones, cocina, despensa y otra letrina
individual). De inmediato, todos exteriorizamos nuestras elucubraciones y
al final convenimos que entre aquellas
paredes, hoy en desuso, en sus días de gloria, se hallaron la escuela de
Santes Creus y la vivienda del maestro del lugar.
Nada más dejar atrás la edificación, donde hace tiempo se
instruyeran los antepasados del lugar, desembocamos en un camino
forestal que, al poco, nos conduce a una estrecha carretera local. Hacia las
catorce horas, y tras caminar un buen rato por la solitaria vía automovilística, alcanzamos
Matrona. ¡Punto y final a nuestra particular la jornada!
En
los aledaños de la
ermita de Santa Matrona y junto a la casa rural de San Petrus, también
de Matrona, localizamos a nuestros pacientes compañeros del grupo C, que
hace horas concluyeron su periplo. A nuestra llegada, nos agrupamos
todos en espera de la aparición de los integrantes del grupo A. Por fin,
hacia las 14.30 horas, los curtidos caminantes alcanzan la meta y, tras
un cálido recibimiento, damos por concluida la etapa.
Poco después, nos acomodamos todos en nuestro viejo el autocar y nos dirigimos hacia las afueras de la localidad de Ponts, a fin de degustar nuestra comida, en el un bar ubicado junto a la carretera de la Seu de Urgell, y para que la Mercè pueda recuperar su vehículo.
Poco después, nos acomodamos todos en nuestro viejo el autocar y nos dirigimos hacia las afueras de la localidad de Ponts, a fin de degustar nuestra comida, en el un bar ubicado junto a la carretera de la Seu de Urgell, y para que la Mercè pueda recuperar su vehículo.
Como somos
un grupo bien organizado, nos vemos obligados a atiborrarnos de pastas, pasteles,
bombones, chocolate, vino dulce y otras minduncias. Fruto de nuestra indiscutible coordinación, Maribel
y yo hemos venido cargados de azúcares y alcohol para celebrar nuestro
reciente aniversario. Mientras que Inés, se ha presentado con dos de sus
deliciosos pasteles caseros, con los cuales poder rematar la jornada
sabatina. ¡Viva la comunicación!
A
a finalización, como suele ser habitual por estas fechas, y tras los
postres y cafés
de turno, se monta un mercadillo de recaudadores de impuestos. Juan Luis
nos persigue a los esquivos para recolectar los
fondos con los cuales sufragar los gastos de la etapa. Paco Ortega
engatusa a todo el
personal vendiendo participaciones de lotería para el Gordo de Navidad.
El
escribano ordeña el bolsillo de los GRManos obligándoles a invertir sus
ahorros
en la compra de boletos para la sabrosa panera de Navidad. Mientras,
otros vendedores se suman a la fiesta ofreciendo papeletas de toda
índole y condición. ¡ALEA JACTA EST!
Pedra
Negra Hotel (Cafetería-Restaurante)
Carretera de La Seu d'Urgell, 108,
25740 Ponts, Lleida
Teléfono: 973460019
Blog de GRManía:
Ponts- Lleida
Sábado, 25 de noviembre 2017.
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