- Microbús en ciernes.
Dice la sabiduría popular que la
vida es cíclica: que venimos de la nada y a la nada volveremos; que niños
nacemos y a la niñez nos encaminamos al alcanzar la vejez. ¡Que en esta vida solo
hay nacer y morir, y lo demás es cosa vana (Cristobal Medina)!
¿Valdrá también esta reflexión para dictaminar
el futuro próximo de GRManía?
Los viejos fundadores recordarán cómo,
en su origen, el grupo lo formaban cuatro amigos que se desplazaban en sus propios
automóviles para realizar las rutas. Que, poco a poco, la pandilla comenzó a
engordar y fue necesario aparcar los vehículos particulares y sustituirlos por
uno de transporte colectivo. Que la familia siguió aumentado sin parar hasta
superar, con creces, el número prohibido. ¡No más de 30, decían los expertos!
Que no hace mucho tiempo más de uno rezaba, a la Virgen del Camino, la noche
anterior a la caminata, para que algún pasajero achaque horadara la salud de
alguno de los miembros de Gramanía, y así caber todos en el autocar. ¡No había
plaza para tanto andarín en el bus! ¡Qué tiempos aquellos de insomnio nocturno
y pánico a quedarse en tierra!
Bueno, pues, o cambia de manera
drástica el panorama actual, o los presagios van camino de hacerse realidad en
un plazo no demasiado lejano. Lo del autocar lleno se antoja ya un sueño del
pasado, pues apenas cubrimos mitad del pasaje. El nuevo escenario ha hecho que
el debate surja a escena, y en la última etapa, ciertos GRmanos divagaban sobre
el inminente regreso a los días del microbús.
Esperemos, y confiemos, que las
aguas vuelvan a su cauce y que recuperemos pronto los días de bulliciosa
concurrencia. ¡Cuantos más seamos, más reiremos!
- ¡Dichosos los ojos!
Después de unas cuantas jornadas de
abandono, hoy reaparece en escena Catí ¡Dichosos los ojos! Los mal pensados
creíamos que habías renunciado a tu cargo de coordinadora y relaciones públicas,
y a tu generoso sueldo vitalicio. Pero como observamos que solo has dimitido el
trabajo, que no los emolumentos, nos vemos en la obligación de presionar al tesorero,
para que este proceda a descontar de tu “generosa nómina” GRMana la parte
proporcional correspondiente a los trabajos no realizados. Y una vez aplicado
el recorte, lo distribuya, de manera equitativa, entre el resto de mozas
colaboradoras y aquellos varones que somos proclives al soborno. Por cierto, aunque
yo faltaré a las próximas etapas, mi paga es sargada. Que no os quepa la menor
duda... ¡para eso soy amigo del contable!
Por descontado que también echamos
en falta a otros compañeros y compañeras que hace tiempo que no nos acompañan,
pero estos tienen motivos más que razonados para justificar su ausencia. Un
saludo para los convalecientes Josep Ferrer y Mª Àngels. ¡Os queremos pronto
con nosotros!
- En puertas de la primavera.
La mañana se ha despertado vestida
con la niebla y el trayecto en autocar hasta el punto de partida lo realizamos bajo
la espesura de la bruma. La visibilidad es tan reducida que, en el ascenso por
la curvada carretera que conduce a Cardona, apenas distinguimos la linde de la vía
asfaltada. Ni rastro de la urbe y su castillo.
La de hoy es jornada de camaradería
obligada. La etapa no ofrece más que una sola opción y eso nos condena a caminar agrupados. Dispersos
y erráticos, como casi siempre, pero… qué remedio… ¡Una sola opción, un solo
grupo!
Nada más abandonar el parquin
localizado en las afueras de la localidad, nos adentramos en el bosque que
delimita los confines de la zona urbanizada.
Pronto nos percatamos de que la
benigna climatología de las últimas semanas ha cambiado por completo los
elementos y el paisaje. ¡Qué alegría para los sentidos!
Un invierno como Dios manda, ha
sepultado las cumbres bajo un generoso manto de nieve; ha rellenado un poco los
deshidratados acuíferos; ha henchido los ríos con un rebosante caudal, y ha preñado
la tierra con la bendición del agua. El suelo del bosque rezuma humedad, los silenciosos
campos de cultivo muestran sus encantos, y las praderas reverdecen esplendorosas.
El polvo y la aridez han desaparecido
de las sendas y la superficie, mullida, invita a caminar. Los caminos, como no
podría ser de otra manera, están reblandecidos por el agua y repletos de
charcos en las hondonadas. Perfectos para caminar, salvo que vayas mirando al
tendido y te empantanes en un charco embarrado, como le sucede a quien yo sé.
Algunos no cambiaremos nunca. ¡Somos así!
- A lo nuestro: Comer y hablar.
A pesar de que la etapa es
relativamente corta, la hora del desayuno se retrasa un poco más de lo
habitual. Por fin, tras una exhaustiva búsqueda, localizamos una zona del
camino, delimitada por varias rocas, que nos invita a detenernos.
La mayoría de GRManos acomodamos
nuestras posaderas en las superficies rocosas para evitar la humedad. Otros,
sin embargo, deciden permanecer en pie. Ya sea por no haber localizado un lugar
apropiado donde aposentarse; para no ensuciar su impoluto uniforme; o para disimular
sus achaques cuando llegue la hora de levantarse, el caso es que se mantienen
erguidos y nos miran desde las alturas mientras devoran sus menudencias
(bocatas, frutos secos, fruta… etc).
Mientras avanzamos por el amplio
camino, vamos cambiando de compañeros de fatigas y vamos alternando
conversaciones banales con confidencias personales.
En un momento del trayecto,
coincidimos Cati, Paquita, Pepe, Rafa y un servidor y el nivel de la
conversación alcanza cotas insuperables. Ni que decir tiene, que nos vemos
obligados a vetar la participación de otros compañeros/as para evitar que el
nivel de la plática decaiga a un nivel inaceptable. ¡Del tema, mejor callar!
Tras abandonar el grupo de eruditos,
me integro en otra facción menos numerosa formada por Sonsoles y María Morales,
y entablo conversación con ellas. Muy a
pesar mío, debo reconocer que las dos mozas disertan con maestría sobre varios
temas y que hubieran sido unas dignas tertulianas en el grupo de los sabios. En
el próximo debate os incluiremos como participantes. ¡Sin cobrar, por supuesto!
- Tras la niebla una espléndida mañana.
Conforme avanza la jornada el sol comienza
a desperezarse y poco a poco le va ganando la partida a la niebla. A media
mañana, por fin, el astro vence a las tinieblas y, parsimonioso, se eleva por
el horizonte calentando la tierra y el alma de los caminantes. El cuerpo ya va
calentito. Bocatas, suplementos, vino, licores, té, y quizás también el
caminar, ya lo han entonardo a conciencia.
Resulta curioso comprobar cómo, lo
que no consiguen nuestros aguerridos guías, es capaz de conseguirlo la sabia naturaleza. Así, mientras
solo algunos camaradas se detienen para esperar a los compañeros rezagados y proceder
a la reagrupación de la cuadrilla, la aparición de una llamativa salamandra sirve para que todos, sin excepción, detengamos nuestros errátivos pasos y nos amontonemos, para curiosear, en torno al anfibio urodelo durante
un buen rato. ¡Ver para creer!
La etapa zigzaguea de forma
desorientada por medio de amplias zonas boscosas que despiertan del letargo invernal.
De tanto en tanto debemos saltar el cauce de regueros y riachuelos que, tras la
angosta sequía, discurren alegres al son de sus cantarinas aguas. Entre los
claros del bosque, salteados, emergen también numerosos campos de cereal cuyos frescos
tallos tiñen de verde el paisaje. Los árboles de floración temprana se adornan con el colorido de las flores que darán origen a los venideros frutos. En los márgenes del camino ,ino, obsrvamos los En las proximidades de estas zonas de cultivo
se alzan algunas masías solitarias que muestran la decadencia de sus, otrora,
majestuosas edificaciones. Nos topamos, también, con un par de iglesias-santuarios,
alejadas de las zonas pobladas, a las cuales no les vendrían mal algunos
retoques en su estructura y, sobre todo, un buen coro de feligreses que dieran
sentido a su original función de culto religioso.
A pesar de que en el último mes las
temperaturas han sido algo gélidas durante varias jornadas, el intenso frío apenas ha
conseguido diezmar la nutrida población de procesionaria que infecta las coníferas. Las copas de los pinos
se encuentran infectadas por multitud de nidos en cuyo interior
dormitan las dañinas orugas. La bonanza de la mañana las ha animado a
desplazarse, en procesión, en búsqueda de nuevos inquilinos a los cuales
colonizar, y de acículas sanas con las cuales alimentarse. Disponen de unas cuantas
horas para completar el trayecto, alimentarse, buscar nuevo asiento y confeccionar
el nuevo nido. Si, la temperatura bajara de forma considerable – a causa de descenso
brusco, o porque se les echara la noche encima – su cuerpo no aguantaría las
inclemencias y perecerían de frío. Atravesando en fila el camino, agrupados en
las lindes de los mismos, y en la base de los árboles, nos encontramos con varios
grupúsculos de urticantes gusanos. Unos pasan a su lado sin hacerles caso;
otros huyen de ellos para evitar el contacto; y los más osados, los pisoteamos
con saña hasta destriparlos a todos y cada uno de los integrantes. A mediados
de mayo, los supervivientes, se enterrarán en el suelo, para emerger como mariposas,
a finales del verano, y aprovechar sus 24 horas de vida para copular, hacer la
puesta en los nidos y dar por finalizada su vida, iniciando de de esta formar el
nuevo ciclo de metamorfosis de la “Thaumetopoea pityocampa”.
- La pérdida habitual, el atasco inesperado y asalto al bar.
¡Qué sería de nosotros sin las
pérdidas? A pesar de que lo intentamos por todos los medios, y de la advertencia
de los compañeros de la avanzadilla, no tenemos solución. Enfrascados en
nuestro lunático mundo, los rezagados, al cruzar el riachuelo cercano a Salo, desoímos
las indicaciones de los que nos precedían y cogemos un camino equivocado. A consecuencia
del extravío debemos añadir un kilometro más al recorrido de la etapa y acometer
la subida al poblado por la carretera asfaltada.
Con unos minutos de retraso, con respecto
a los que han avanzado por la senda correcta, nos presentamos en la meta: Salo.
Tras el posado para la eternidad,
nos acomodamos en el autocar y nos ponemos en marcha. La casualidad quiere que,
en la primera curva de la estrecha y solitaria carretera, coincidamos circulando,
en sentido contrario dos vehículos y nuestro autocar. Ante la imposibilidad material
de continuar avanzando, salvo si queremos
tentar a la suerte o despeñarnos por la cuneta, la sabia conductora detiene el
vehículo, y solicita la ayuda de algún GRmano, con el fin de solventar el
inesperado atasco. Mientras, los vehículos que avanzaban en dirección nuestra, se
detienen y, orillados a la cuneta, liberan espacio para el vehículo de
transporte colectivo. Al tiempo, dos voluntarios se ofrecen como urbanos ponen
pie en tierra. Con insólita maestría,
los agentes dirigen la maniobra y nos sacan del atolladero.
Solventado el contratiempo ponemos
rumbo a un bar de Callús donde ya hemos repostado en otras ocasiones. Sin
embargo, esta vez nuestra presencia les pilla por sorpresa, pues nadie se ha encargado
de avisar a los mesoneros, como si hacía la moza ausente en anteriores ocasiones.
¡Qué felices somos!
Gracias a la amabilidad de los propietarios
del local, en un santiamén, tenemos las mesas dispuestas. Procedemos de
inmediato a degustar nuestra comida y a devorar las pastas y bombones que Paco
Ortega ha dispuesto para celebrar su aplazado aniversario. ¡Muchas gracias y
muchas felicidades amigo Paco!
Como la jornada va de recuerdos, entre
nosotros recordamos otras efemérides celebradas en el citado establecimiento hace
tiempo. Entre ellas la dramatización de un cuento que Doña Mª Morales y Maese
Pedro nos regalaron por Sant Jordi.
Concluido el ágape, ponemos rumbo al
autocar y al legar a él alguno se lamenta de no haber vaciado la vejiga en el
lavabo del citado establecimiento. Yo, que ya sufrí el escarnio por detener el
autocar para miccionar - aunque otros que no abrían la boca también se bajaron
para lo mismo - me escondo tras un montículo
y procedo en consecuencia. Alguna moza que se percata de mi actuación, envidia
mi facilidad pero deniega imitarme por temor
a ser pillada infraganti. ¡Se dice el pecado pero no la pecadora!
Bar STOP. Callús.
Blog de GRManía:
Callús
Sábado, 10 de marzo de 2018.
Sábado, 10 de marzo de 2018.
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