Boadella d’Empordà - Lladó.
Segunda etapa de este GR2. Primera sin nuestro amigo Fidel.
La de hoy es una jornada de contrastes.
Por una parte, la mayoría de nosotros necesitamos reencontrarnos con nuestros compañeros para compartir
el amargo duelo, mientras que por otra, nadie desea que llegue el fatídico momento,
pues uno de los nuestros ya no volverá a ser de la partida. Y aunque nuestra frágil
memoria jamás olvidará su recuerdo, él, físicamente ya no caminará más junto a
nosotros.
Entre la oscuridad y el silencio, la
parada de la Avenida Abad Marcet se va poblando de GRManos con el alma
encogida. Allí, con serenidad y una entereza digna de encomio, nuestro amigo
Paco aguanta el chaparrón de las condolencias y casi es él quien debe darnos
ánimos a los demás. ¡Admiro tu ejemplo y tu increíble valentía, amigo Paco!
Concluidos los saludos y las sentidas muestras
de dolor, resignados a las irreparables circunstancias, con el alma encogida,
tristes y apenados por lo irreparable, nos embarcamos en el autocar y ocupamos nuestros habituales
asientos.
Después de más de un año de separación hoy hemos
recuperado de nuevo a nuestro querido conductor, Francisco, y eso supone un momento de alegría para muchos de nosotros.
De camino a la segunda parada voy pensando
si aquello no será sino una pesadilla y en breve todo volverá a la normalidad.
Mas al llegar a la Bóbila, y cuando el pasaje concluye el embarque, mi supuesto
sueño de desvanece y me topo con la perversa y cruda realidad. Estamos casi
todos. La mayoría de los asientos han sido ocupados por sus inquilinos. Sin
embargo, una plaza, permanece vacía. ¡No estás tú, compañero! Y aunque tu sonrisa,
tu humor, tu alma y tu esencia, viajan con todos nosotros, nos falta tu cuerpo
amigo Fidel.
Entre los afligidos caminantes, además de Paco, hoy
contamos con la inigualable compañía de los hijos del finado: Laura y Daniel, y
dos de los amigos de éstos.
¡Me conmueve vuestra integridad, Paco,
Laura y Daniel, por no dilatar más el duro encuentro y por enfrentaros al
angustioso mal trago a la primera! Me rindo a vuestra gallardía por
demostrarnos a los demás que la vida sigue y que hay mirar para adelante,
aunque el corazón a veces nos pida abandonarlo todo y tirar la toalla. ¡Yo en
vuestro caso no sé si habría podido!
A medida que avanzamos por la autopista, la
mañana se despereza y el día abandona su oscuro lecho para regresar a la luz.
Al alcanzar la comarca del Gironès, la niebla comienza a tamizar el paisaje con su manto
gris. ¡Tal vez solo venga a recordarnos que hoy es un día triste y que ni el
sol se atreve con las tinieblas!
Próximos a nuestro destino, Francisco, el chófer
retornado, abandona la autopista y se adentra por carreteras secundarias. Guiado
por el GPS y con la intención de alcanzar Boadella cuanto antes, escoge aquella ruta alternativa. Sin embargo, la tecnología nos
juega una mala pasada y casi nos quedamos encallados en un estrecho puente del
angosto río Muga. Finalmente, la pericia y el buen hacer del experto piloto nos saca del
imprevisto apuro.
Finalizado el trayecto en el autocar, en la explanada de Boadella, recordamos
levemente al ausente y acordamos transitar en pelotón para homenajear a nuestro
amigo y plantar unos tulipanes, adquiridos por Cesca, en memoria de Fidel, el esposo, padre, hermano y amigo.
La etapa discurre sin contratiempos de relevancia pero cargada de tristeza y conforme
avanza la misma vamos sembrando los diversos bulbos a la vera del camino. Cada
nueva plantación se convierte en un emotivo instante de recogimiento y dolor
para todos nosotros. Los que son capaces de aguantar el tipo dedican unas sentidas
palabras en honor a nuestro amigo. Otros, simplemente callamos, tragamos saliva,
hacemos de tripas corazón y procuramos no derrumbarnos. En una de esas paradas,
Pedro nos emociona con sus emotivos versos en memoria del finado. Al tiempo, nuestros dos
inigualables reporteros fotográficos, Rafael y Antonio, van inmortalizando
momentos y lugares para ubicarlos correctamente en el mapa.
A mitad de la jornada, la herramienta con
la cual hemos ido cavando los hoyos para la plantación de los bulbos sufre los envites de
los rudos sembradores y su mango se parte en dos, junto a la base. Suerte que algún avispado
agricultor realiza una reparación de urgencia y el imprescindible utensilio
aguanta hasta el final de la jornada.
A la hora del desayuno abandonamos
momentáneamente nuestra ruta y nos desviamos en dirección al Santuari de la
Mare de Déu de la Salut de Terrades. Allí, acomodados en las mesas del
paradisíaco merendero al aire libre, reponemos fuerzas dando buena cuenta de los víveres y las bebidas transportadas desde casa en
nuestras respectivas mochilas.
Conforme avanza la mañana el sol hace acto de
presencia y con sus tibios rayos otoñales acompaña el deambular de los silenciosos caminantes. Las
conversaciones de hoy no invitan a las banalidades y los rostros de los
andantes se muestran contraídos.
El paisaje, antaño exuberante, refleja la sequía de la estación y
los regueros, sedientos y yermos, añoran
el agua que rellene sus lechos y devuelva la vida a la naturaleza.
A ambos lados del camino, en el maltrecho
bosque, destacan entre la sequía y los efectos del incendio, cuantiosos madroños cargados de anaranjadas
bolitas comestibles (cireres de pastor). Uno, que es un insaciable glotón pueblerino, se
desavía de la ruta y hace buen acopio de los maduros frutos silvestres para ingerirlos
con deleite.
Al mediodía alcanzamos la meta, Lladó, y en una de las
solitarias calles exteriores del pueblo enterramos los últimos Tulipanes que Cesca nos proporcionó. ¡Esperemos que los
bulbos plantados enraícen bien para memoria y recuerdo de nuestro querido amigo!
Una vez reagrupados todos los caminantes, nos dirigimos al
Bar de la Piscina de Lladó y, en su terraza exterior, nos acomodamos en las
mesas y sillas para descansar, reponer líquidos y degustar la comida del
mediodía mientras intercambiamos opiniones.
Los últimos en llegar, como es lógico y normal, no
tenemos ninguna posibilidad de elegir sitio y debemos acomodarnos en los lugares
más alejados de la barra. Coincidimos por aquella zona, las mozas de oro (Ana,
Angelines, Carmen, Àngels, Núri i Paquita) y el escribano de pacotilla (un
servidor). Daba nuestra ubicación y lejanía de la barra del Bar, casi nos vemos en la necesidad de echar una
instancia para que nos sirvan las ansiadas bebidas. Sin embargo, el alcohol (vino y cerveza) no
tarda demasiado en hacer mella en nuestro organismo y la conversación se vuelve de lo
más culta, profunda y sumamente interesante.
Primero se desata un sesudo debate sobre si
la gaseosa contiene o no calorías. Pese a la reticencia de alguna de las tertulianas,
y tras arduas deliberaciones, coincidimos en que la burbujeante bebida
carbónica potencia las fétidas flatulencias intestinales, pero de calorías contiene más
bien pocas, por no decir ninguna.
A medida que vamos consumiendo nuestra particular pitanza devoramos, también, todo tipo de suplementos alimenticios (frutos secos, patatas
fritas, aceitunas y todo tipo de extras) que complementan nuestra generosa dieta calórica,
al tiempo que vamos tratando diversos temas de actualidad y conversamos sobre
asuntos de gran interés.
Ana, que al parecer tenía más hambre que el
resto de las apoltronadas en aquella zona, al terminar de ingerir su plato
principal, extrae un apetitoso plátano de su mochila. Lo coloca ante sus ojos, con
la punta hacia abajo, y se dispone a pelarlo con sumo cuidado, para proceder a
su ingesta. Generosa ella, nos invita a los allegados a compartir la citada
fruta amarilla, pero una de las osadas mozas allí presentes (obviaré el nombre
por respeto) le sugiera a Ana que coloque el plátano en una posición más firme
y altiva, pues desde aquella cabizbaja y mustia visión resulta poco atractivo y
no apetece demasiado ser compartido. Entonces Ana, contesta a su interlocutora que ella
coloca y pela la fruta alargada como le viene en ganas, y que si fuera otra
clase de plátano no lo compartiría con nadie y se lo comería ella solita.
Ante respuesta tan contundente se produce un repentino
cambio de tercio y, sin saber cómo ni porqué, sustituimos el plátano por el rabo
de toro. Paquita, Nuria y Àngels declaran no haber consumido jamás ese alimento
y muestran reticencias sobre la calidad del mismo. Carmen y yo afirmamos, con
conocimiento de causa pues ambos hemos degustado el plato de rabo de toro (entiéndase
por rabo el apéndice con el cual el bovino espanta las moscas), que resulta un guiso exquisito. Paquita, tozuda ella, ahonda en el tema y muestra sus dudas
sobre nuestra capacidad para discernir si se trata de rabo de toro o de vaca. Entonces,
los interpelados, a pesar de ser unos verdaderos expertos en la materia admitimos que nuestra
sabiduría no llega a tal extremo y simplemente confiamos en el oficio y la profesionalidad
de los restauradores. ¡Qué más da si el rabo es de toro o vaca! Finalmente, viendo
cómo está el patio y al percatarme de que el desvarío de mis alocadas
compañeras amenaza con derivar la conversación hacia el mundo de las corridas,
doy por zanjado el tema con la siguiente afirmación: Yo soy de la opinión que donde
esté una buena corrida, se quiten el fútbol …. ¡y los toros!
Enfrascados en temas de tamaña profundidad la
conversación deriva hacia el mundo de los cosméticos. Sale entonces a coalición
la compra masiva de cremas embellecedoras de las últimas semanas en el LiDL
Angelines no comparte las bondades de los ungüentos del citado centro comercial
y afirma que a ella no le convencen demasiado. Según su opinión, prefiere adquirirlas en los centros
especializados, perfumerías o farmacias, aunque sean bastante más caras. Otras
sin embargo afirman estar muy satisfechas con la eficacia y el resultado de las citadas
cremas, más aun teniendo en cuenta la relación calidad-precio. Yo, que soy un
neófito en el tema, que tengo el rostro más duro que una piedra, y que no suelo
utilizar tales potingues, callo, escucho y me mantengo a la expectativa para no volver a meter la gamba.
Una vez consumida nuestra generosa manduca,
procedemos a dar buena cuenta de los ansiados postres Aparecen de inmediato y por
doquier, apetitosas frutas, crujientes galletas, delicioso chocolate y otros
dulces manjares. Llega, entonces, el momento de hacer caso, por fin, a los invisibles
compañeros que hoy he tenido a mi izquierda: Carlos, Fina, Antonio
y Maribel. Éstos, debido a la profundidad e intelectualidad de la amena conversación
mantenida durante el ágape con mis compañeras del Café Gijón, apenas si han
merecido mi atención. Sin embargo…¡Cómo voy a despreciar su generosa oferta de dulces
y chocolate negro?
Finalizada la comilona Cati se incorpora de
su asiento, se dirige al grupo, y en nombre de la familia de GRManía ofrece un brindis en memoria de nuestro
añorado Fidel. ¡Va por ti amigo!
De regreso, acomodados en el autocar, me tomo la
libertad de asaltar los bolsillos de mis comprensivos compañeros/as de fatigas y les invito
a reservar un par de números, por cabeza, para la Lumineta de Navidad, con los
cuales contribuiremos a reponer los raquíticos fondos de GRManía y podremos sufragar
los habituales gastos generados por la comida de fin de año en la etapa de diciembre de
2015.
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