De Can Massana a Igualada. (19/01/2013).
Con una
semana de retraso a causa de las inclemencias meteorológicas, retornamos a
Montserrat para recorrer el paraje que nos conducirá a Igualada.
Inesperadamente
y por sorpresa, la mañana amanece oscura y lluviosa, y más de uno nos llevamos
una ingrata sorpresa al levantar la persiana y comprobar que el agua puede ser
nuestra inseparable compañera durante la jornada. Quien más quien menos es
asaltado por la duda de si seguirá en pie el plan o se habrá declarado una
nueva suspensión a fin de evitar el aguacero.
Como
suelo ser de los últimos en llegar al embarque y hoy he llegado de los
primeros, mi corazón sufre un aceleramiento repentino ante la ausencia del
autocar en el parquin y la imperceptible presencia de GRmanos en el lugar de nuestro encuentro. Sin
embargo, para alegría de mi cuerpo y sosiego de mi corazón, a escasos metros de
mi destino oigo voces amigas y percibo movimiento en la parada del
autobús. Cuatro madrugadores Grmanos,
adelantándose al autocar, se han cobijado allí de la molesta lluvia y me dan la
bienvenida entra sonrisas de complicidad y suspiros de alivio por las dudas
despejadas.
A parte
de la inesperada lluvia, la mañana nos depara otra desagradable noticia. Joan
Lluis nos informa de que nuestros amigos, Antonio y Maribel, han debido suspender
su participación en la etapa, a última hora, ante el empeoramiento del estado
de salud de la madre de Antonio. Desde la lejanía todos deseamos una mejoría de
la enferma, aunque los que conocemos su estado sentimos cómo la preocupación
hace mella en nuestra mente. Nadie, sin embargo, imagina que el fatal desenlace
esté tan próximo. Desde aquí, amigo Antonio, todo mi apoyo, un fuerte abrazo y ánimo
para seguir luchando pues la vida sigue su curso y nos quedan muchas alegrías
que compartir.
Más
callados de lo normal, preocupados y expectantes, observamos la lejanía e
intentamos descifrar qué nos deparará el tiempo en las próximas horas. A medida
que abandonamos el Vallès y nos acercamos al punto de partida el cielo nos da una
tregua y poco a poco van desapareciendo los amenazadores nubarrones que oscurecían
nuestro panorama.
La
orografía de la etapa de hoy presenta alguna que otra dificultad en ciertos
tramos iniciales, según los informes de nuestros ilustres Pedro y Josep que,
tras muchos años de batallas y peleas con la muchachada han decidido colgar los
hábitos, ceder la tiza a la juventud y dedicarse a aventureros exploradores de
rutas diversas. La lluvia de los pasados días y la helada nocturna complican un
poquito más estos tramos y disuaden a algunos GRmanos/as de de tal aventura. Finalmente
el grupo se fragmenta en dos. Mientras la mayoría de los caminantes se
desplaza en autocar hasta el punto de
partida de la etapa de hoy, Can Massana (lugar donde finiquitamos la anterior
etapa), los más valientes (14) afrontamos el tramo inicial, pedregoso, de
toboganes y algún que otro paso dificultoso, con decisión y alegría. Eso
conlleva la imposibilidad de reencontrarnos ambos grupos durante la etapa, pues
nos separan unos 6 Km y dos horas de camino.
Comprenderéis
que no puedo hacer mención de lo sucedido en el grupo delantero, así que me
ceñiré exclusivamente a acaecido en los Indiana Jones.
Abandonada
la carretera nos adentramos en el bosque por una estrecha, pedregosa y empinada
senda. Las bajas temperaturas nocturnas han dejado sus huellas en forma de
helada en las hojas de las encinas, madroños, aladiernas, madreselva, bojs y
demás pobladores del citado bosque y también en los pequeños charcos del camino,
aun congeladods. Mientras transitamos por entre el arbolado, el frío cala
nuestros huesos y el vaho que desprenden nuestras vías respiratorias confirma
el contraste de temperaturas. En fila de a uno avanzamos a buen ritmo hasta
superar el desvío de la Teresita donde sufrimos la primera pérdida en nuestro
transitar. El que creíamos infalible guía (Don Jaume Pavón) das muestras de
flaqueza y pierde el rumbo, lo que nos obliga a convertirnos en improvisados
escaladores. Por suerte, el otrora infalible y avezado explorador, se percata
de su error y nos conmina a detener la marcha, volver sobre nuestros
pasos y localizar el camino correcto. La
agudeza visual, la astucia y el olfato felino de Ana y Carmen apaciguan las
dudas, liberan la congoja que devoraba nuestro interior y ¡benditas ellas! nos
devuelven a la senda correcta.
Aunque
solo sea por una vez y “sin que sirva de precedente”, de justos es reconocer
que el ingenio de las féminas fue más certero que los Gps de Don Pavón, Don
Ginés y el de un servidor (que no tenía ni la más repajolera idea de cómo
funcionaba).
Reiniciada
la marcha, en un descuido involuntario, apunto estoy de ensartar a Ana con uno
de mis bastones, por lo que recibo la correspondiente y merecida reprimenda y
aunque prometo no volver a caer en el error, solo el tiempo confirmará si
cumplo o no mi promesa. Si alguno de ustedes, en el futuro, vuelve a ser
agredido por otro de mis bastones ruego perdone mi torpeza y tenga la seguridad
de que el ataque fue absolutamente involuntario por mi parte. Si mi neurona
tiene problemas para caminar y respirar a la vez, pónganse en mi lugar, si a lo
anteriormente citado, añado el hecho de controlar los bastones mientras hablo
sin parar de temas banales.
A
medida que discurre la mañana (ya sin nubarrones en el horizonte) ganamos
altura y el paraje nos regala sus maravillosas vistas. A nuestros pies el Bages
surcado por el Llobregat, algo más lejos las tierras del Vallès, un poco más
allá el Montseny y en lontananza el Prepirineo y los Pirineos coronados por el
manto de blanca nieve en sus cotas más altas.
A mitad
de nuestro suplementario camino ascendemos por una empinada escalinata,
aferrados a una cadena que facilita el ascenso e impide el salto al vacío de
los peregrinos. Minutos más tarde atravesamos, a gatas, un pedregoso y
resbaladizo paso, último obstáculo en nuestra aventura por estos lares.
Durante
en buen rato caminamos al amparo de las agujas y rocas graníticas de
Montserrat, entre las que destacan la cadireta que sirve de parada para reagrupar
la minúscula pero dispersa manada y remojar el gaznate, mientras los amantes
del arte inmovilizan con sus cámaras tan preciado trofeo.
De
improvisto, se produce un despelote general de jerséis y sudaderas con el fin
de aliviar los calores del cuerpo. ¡No imaginen los malpensados ningún tipo de
orgia o bacanal entre los allí presentes! Todos, incluso un servidor, somos
gente decente.
Poco a
poco el gusanillo del hambre hace acto de presencia en nuestros estómagos. Inconscientemente
aligeramos la marcha hasta el merendero situado en Can Massana donde,
apoltronados en las mesas, degustamos nuestros manjares mientras combatimos el
frío que cala nuestros huesos. Corren las galletas, el chocolate, los
apetitosos frutos secos de Don Ginés, el morapio de Don Ortega, el delicioso té
de Doña Cati y un exquisito bizcocho de chocolate, elaborado por la parienta de
Don Pavón, con el cual el susodicho guía pretende pagar sus pérdidas de rumbo
mañanero. Sin embargo, serán necesarios, como mínimo, un par más de bizcochos
como ése para que nuestra confianza en el faro del grupo vuelva a ser la que
fue ¡Apuntado queda!
Algún
ingenuo osa comentar lo difícil que será atrapar al grupo delantero, ante lo
cual se desatan una serie de maliciosas carcajadas que delatan la candidez del
comentario. Poco después constataremos que mientras nosotros recorremos los
últimos 6 Km, los más listos hace ya rato que recorren las calles de Igualada,
beben cerveza en sus terrazas, visitan lugares de interés y alguna que otra
saca brillo a sus tarjetas y vacía su monedero en compras varias. Bragas y
calzoncillos se llevan la palma, entre las compras compulsivas de los/as
GRManos.
Dejamos
atrás Can Massana y afrontamos un corto pero duro tramo en ascenso que nos
llevara a coronar el Bruc. De nuevo nuestro despistado guía pierde el rumbo y
nos obsequia con unos centenares de metros de propina, aunque nuevamente
rectifica a tiempo y tras desandar un trecho del camino nos conduce de nuevo a
la senda correcta. Mientras tanto, inútilmente, sigo luchando con mi
incapacidad para poner el Gps en funcionamiento. Mi ignorancia en el tema me
impide sacar provecho a las horas empleadas por Don Josep Ferrer en
acondicionar mi aparato. Tendré que volver a clase y prestar más atención a las
explicaciones del experto para no reincidir en el error y aprovechar las
virtudes del aparatito en cuestión.
Franqueamos
la A2 por un puente sobre la misma y nos sumergimos en la tortura del asfalto
que no abandonaremos hasta el final de nuestra etapa.
Atravesamos
Castellolí donde ondean múltiples y variadas senyeres y esteladas, dejando
atrás carteles de “ SE VENDE” y huellas imborrables de los años de bonanza del
ladrillo, la cultura del pelotazo
urbanístico y los sobres “negros”.
Vestigios imborrables del… ¿Qué hay de lo mío?
Más
adelante, tras la pertinente reagrupación de los andarines a la altura de Ca
N’alzina, somos asaltados por un nauseabundo olor a cloaca y estiércol que
penetra en la pituitaria y se mezcla con un arduo debate literario sobre las 50
Sombras de Grey, su calidad literaria, la veracidad de la historia, la
sexualidad femenina y otros temas para nada baladís.
Cocidos
los pies por el asfalto nos aproximamos a Igualada, a la entrada de la cual nos
dirigimos a una gasolinera, no para
repostar sino para liberar nuestras vejigas. Previa petición de la llave
procedemos a la micción y liberados de nuestra angustia afrontamos los últimos
pasos de la mañana en dirección a la plaza en la cual, bien aposentados, nos
esperan nuestros amigos para dar cuenta de la comida y la ansiada cerveza de
costumbre.
Al
calor de los oblicuos rayos de sol del mediodía. Aposentado en su mesa, con el
puño cerrado y los caudales a buen recaudo, Don Paco Ortega suelta la mosca y
procede al reparto de los dineros de la lotería de Navidad. Más que ganar hemos
dejado de perder un poco, pero menos da una piedra y algo es algo.
La
algarabía por el cobro, es aprovechada de inmediato por Josep Ferrer para
atracar nuestros bolsillos con el adelanto de la reserva del Camino de
Santiago. Y como bien sabemos todos que la alegría es efímera en casa del
pobre, lo que acabamos de coger con una
mano sale multiplicado por dos, por la otra, para no regresar jamás. ¡Nuestro
gozo en un pozo!
Finiquitado
el ágape enfilamos pausadamente el camino hacia el autocar, pero no todos llegamos
a nuestro destino en tiempo y hora, pues unos compradores compulsivos descubren
una tienda de rebajas y en manada invaden el local, vacían las estanterías y, sin
miramiento, hacen acopio de bragas y calzoncillos de cierta marca. Los hay que
compran las prendas en paquetes de a siete (una para cada día de la semana),
otros las adquieren paquetes de a cuatro (una para cada semana del mes) y los
más agarrados (por no decir otra cosa) salen provistos de paquetes de a doce
(una para cada mes). Yo no necesito comprar, pues aun me duran los de este año
y apenas llevamos transcurrido un mes del presente 2013.
Tras la
pertinente espera, los comentarios de turno y alguna que otra indirecta, nos
acomodamos en el autocar y emprendemos el retorno a nuestros hogares. La
cortedad del trayecto apenas permite a una cabezadita que silencia el ambiente
pero no da lugar a los consabidos ronquidos.
Fotos Etapa (Blog de GRManía).
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