domingo, 17 de noviembre de 2013

GR7 Etapa 2. Les escaldes-Sant Julià. (12/10/13).

Para alegría de muchos (hora ideal) y descontento de otros (demasiado tarde) se retrasó la salida hasta las 6 de la mañana ¡Media horita más al amparo de las sábanas!

Los más madrugadores hicieron acto de presencia con unos minutos de antelación a la hora prevista y, si se percataron de ello, ninguno hizo mención especial a la ausencia del autocar en el lugar y hora convenido. Sin embargo,  apenas  sobrepasadas las 6 en punto de la mañana, varios GRmanos se acordaron de la experiencia preveraniega y empezaron a hacer cábalas, en voz alta, sobre la sospechosa ausencia del conductor y su vehículo. Inmediatamente, las maldiciones del personal se cebaron en nuestro organizador y amigo, Rafael.  De los labios de “muchos” de los presentes, entre los que me incluyo, (aunque si es necesario hoy negaré la mayor) empezaron a salir improperios, burlas y  chascarrillos sobre la capacidad organizativa y la frescura mental de nuestro querido colega. ¡Ya sabes Rafael, por una vez que mataste un perro te llamamos mataperros!

 Los adelantos tecnológicos, sin embargo, desenredaron la madeja y clarificaron el entuerto, y una vez salvado el honor de nuestro admirado Sr. Carreño, enfocamos nuestra ira hacia el “señor” conductor. Quien más quien menos (recordando la aventura Palentina) empezó a imaginar al ”ínclito piloto” vagando sin rumbo por las calles de Terrassa, o aun peor, acurrucadito en su cama roncando como un lirón. Una nueva llamada telefónica despejó definitivamente las dudas y aclaró el embrollo; librando de la lapidación a Rafael y al transportista. Culpable definitivo… el jefe de la empresa que transmitió mal la hora de partida al sufrido chófer.

Dada la lejanía del destino, varios Grmanos decidimos aparcar la cháchara mañanera y nos dispusimos a echar una plácida cabezadita al compás del run-run y traqueteo del autocar, pero… alguna cotorra, de las que revolotean por la parte trasera de la tartana, apenas nos permitió pegar ojo con su parloteo. ¡Nuestro gozo en un pozo!

Andorra nos recibió empapelada con grandes cartelones publicitarios de Banca Andorra, donde se nos recordaba que ellos sí son de fiar y que nuestro dinero estaría a buen recaudo en sus manos. ¿Acaso tenemos nosotros algo que reprochar a nuestra “saneada” y “benefactora” banca?  Como si tuviéramos alguna queja hacia el proceder de los: Rato, Blesa, Pago, Escribano, Méndez, Pagès. ¡Fieles custodios de lo “nuestro”!  ¡A ver si enteran estos del país petit que nuestros euros están en Suiza, resguardaditos y a salvo, vigilados atentamente por los Bárcenas y Puyoles de turno!

Tras dar el pistoletazo de salida por las calles de Andorra, nos adentramos en el bosque por un empinado y escabroso sendero (precioso dicho sea de paso) cuya pendiente cortaba el resuello de los caminantes, motivo por el cual el grupo se desgajó a las primeras de cambio, poblando el bosque de desperdigadas y extenuadas almas en pena.

 Los conocedores del track y sus curvas de nivel decimos escampar unas mentirijillas, sobre la dificultad del trayecto hasta la cima, para no fomentar la desmoralización del personal. Sin embargo, a algún despistadillo de la avanzadilla, involuntariamente,  se le escapó a través de la radiofrecuencia, que la subida era dura, dura, dura… y que no era aconsejable comunicar a la masa el tormento que les esperaba, a fin de evitar la desbandada general.  Los mal pensados creemos que la táctica no consistía en evitar la desmoralización de la muchedumbre, sino librase del “violento temporal” que por la retaguardia se había desatado.


Por entre la vegetación y el espeso arbolado de la ladera no se filtraba ni un tímido rayo de sol que calentara nuestro cuerpo y alegrara nuestra alma, aunque sí campaba a sus anchas un frío considerable que agarrotaba las manos, penetraba en el interior de nuestras chaquetas y calaba nuestros huesos.


Aproximadamente hacia el Km 6 de la etapa, por fin, sudorosos y derrengados alcanzamos la cumbre de la jornada (1.725 m).  ¡Total… la mísera cifra de 600 metros de desnivel en apenas 3 Km! ¿Qué es esa nimiedad para un grupo de valientes y aguerridos trotamundos?

Como los lagartos en invierno, nos amontonamos en la loma de la montaña en busca del calorcillo matutino y nos dispusimos a devorar nuestras viandas. Al momento, un “biruji” del “carallo” se fue apoderando de nuestro humedecido y sudoroso esqueleto, y varios GRManos/as nos vimos obligados a cobijarnos del citado viento mañanero.  Mientras tanto, algo más abajo, los últimos en llegar, quizás más espabilados o guiados por un Xerpa más curtido que los nuestros, permanecían al abrigo de las inclemencias eólicas y, resguardaditos, engullían los bocatas mientras charlaban amigablemente;  eso sí, maldiciendo, entre bocado y bocado, a los organizadores del agotador evento.

A pesar de las súplicas lastimeras de los recién llegados, alguna que otra indirecta y ciertas miradillas cargadas de …..¿Resquemor?, la avanzadilla hizo oídos sordos a los suplicantes y se puso en marcha sin el más mínimo recato. Tal acto de camaradería (inclúyanme entre los caballeros) despedazó definitivamente la compañía, en minúsculas patrullas diseminadas por dosier, sin posibilidad de reencuentro hasta la meta.

Afrontamos el prolongado descenso por una dificultinclinada y pedregosa senda que transcurría entre canchales, alguna cuadra (en la que no hace mucho uno de los grmanos allí presentes se apropió de una plaga de pulgas o piojos, y a la cual nos conminó a entrar voluntariamente para comprobarlo, cosa que desechamos de inmediato), praderas con vacas pastando y algún que otro caserío solitario.

A medida que descendíamos, y tras dejar atrás un pequeño poblado de campesinos, el canto del río se fue apoderando del silencio del lugar y el discurrir de las aguas se convirtió en nuestro fiel y agradable compañero. De improvisto, tras un recoveco del camino, surgiendo por sorpresa de entre arbolado, la naturaleza puso ante nuestros ojos una majestuosa cascada de agua cristalina que se precipitaba desde las alturas y deleitaba nuestros sentidos con su belleza, su magia y la armoniosa melodía del líquido incoloro al chocar contra el suelo. El solo hecho de poder disfrutar de tales espectáculos nos invitan a reflexionar sobre el futuro y la imperiosa necesidad de conservar maravillas de la naturaleza como ésta, pues su belleza, sin parangón, se hace imposible de igualar por la mano o la inteligencia del ser humano.
A estas alturas de la etapa, cada cual campando a sus anchas, las dudas entre algunos de nosotros se cernían sobre la creciente probabilidad de algún extravío indeseado que nos amargara la jornada, pues el camino estaba lleno de recovecos y cruces de difícil localización proclives a la pérdida involuntaria.

En las proximidades de Sant Romà d’Aubinya (teórico fin de etapa del grupo B), acomodados en unos bancales orientados al suroeste, nos topamos con diversos campos de cultivo, entre los que destacaban unas plantaciones de tabaco con sus correspondientes secaderos. Algún ignorante, como yo, no acababa de asimilar que por estos andurriales se cultivara esa planta y, menos aun, que el secado de la misma llegara a ser eficiente, teniendo en cuenta las condiciones climatológicas del lugar.  Alguien  más cultivado en la materia me explicó el origen y significado de dichas plantaciones. Al parecer, para “legitimar” la venta de las ingentes cantidades de tabaco que por aquí se expenden, y con el fin de justificar dicho trapicheo, el gobierno en cuestión, necesita demostrar a la” honesta economía mundial” que ellos son productores de tal materia, por lo tanto, alienta y subvenciona la proliferación de dichos cultivos. ¡Vaya, lo vulgarmente conocido como… “Tapadera”!


Llegados a este punto, la vanguardia,  se planteó la duda de si esperar a los demás y dar por finalizada la etapa o continuar adelante y… ¡Sálvese quien pueda, acometer los últimos Kms! Un leve cónclave entre los presentes desechó de inmediato la espera y nos lanzamos despavoridos a recorrer el trayecto pendiente.

Visualizando, ya,  desde las alturas, el ansiado final, procedimos a finiquitar el tramo restante por un pronunciado descenso, en pos de la ansiada cerveza. Para no perder la costumbre, en las postrimerías de la etapa, tres espabilados nos equivocamos de senda  y le regalamos a nuestro sufrido cuerpo unos centenares de metros de propina. ¡Por si no teníamos bastante! Finalmente, a esos de las 15 horas, llegamos a buen puerto dispuestos a recuperar fuerzas en el Bar del Punt de Trobada.

Enfrascados en una amena conversación (la jarra en una mano y el bocata en la otra) empezamos a divagar sobre el futuro inmediato que nos esperaba y a desconfiar de la perica de los rezagados, a algunos de los cuales dimos por extraviados, sin el menor atisbo de duda, entre los vericuetos del camino.  

Sorprendentemente, al cabo de una hora, por el fondo, vimos aparecer a una numerosa y lozana facción de GRManía dirigiéndose a nuestro encuentro como si tal cosa. ¡Adiós a nuestro sueño de ser los únicos! ¡Valientes ególatras! Pero mayor fue la sorpresa que nos llevamos, si cabe,  cuando se presentaron agrupados y en perfecto estado de revista (cansados eso sí) los restantes GRManos/as sin excepción ¡Oléééé´!

Como no podía ser de otra manera (¿Quién sube a Andorra y no compra nada?) algunos acaudalados se adentraron el centro de shopping” y procedieron a liberarse de los “pesados” euros que agujereaban sus maltrechos bolsillos, con la adquisición de artículos varios.

1 comentario:

  1. Una muy buena idea para poder releer las estupendas y divertidas crónicas de las etapas.
    FELICIDADES

    ResponderEliminar